Entonces el Opa volvió
con su crónica en tiempo real. Pero comenzó con la defensa
argentina compliendo medianamente su tarea, por lo que el Opa cree
que se confundió de canal y está viendo otro equipo. Parece que
Argentina decidió potenciar sus virtudes, y el juego transcrurre
entre en el ataque y los manotazos suizos. “Pero pará”, dice el
primo ferretero del Opa, “ahí volvieron a dejar pasar a Suiza como
si fuera al baño”. Todo vuelve a la normalidad, piensa el Opa.
Hasta ahora ha tenido que
trabajar más el arquero suizo que la defensa argenina, lo que no
deja de ser una buena noticia, y han tenido que neutralizar a Messi a
palazos para que deje de bailotearles alrededor. Para sorpresa del
Opa, Higuaín estaba en la cancha, pero, sin sorpresa, cabeceó para
cualqueir lado. Y de repente la defensa argentina se abatata, y
Romero tiene que ponerse a laburar.
Piensa el Opa que este es
el mejor partido de la selección, ante el primer equipo que juega al
fútbol. Tanto así que al momento del entretiempo parece haber
resucitado, y con buen criterio se empecina en impedir los avances de
Messi, Di María y Lavezzi (total Higuaín se anula solito), y de
tanto en tanto se acercan al arco argentino donde a veces, sólo a
veces, se cruzan con algún defensor.
Comienza el segundo
tiempo como un negativo del primero. Otra vez es el mismo arco el que
recibe todo el acoso, pero cambiaron los colores. El blooper de
Romero, con sus manitas de manteca, marcan la diferencia entre un
momento y otro.
Insiste Argentina pero no
hay caso, la defensa suiza funciona como tal y logra frustrar un
ataque tras otro. No sabe mucho de fútbol, pero el Opa se pregunta
si habrá un plan B para horadar esa muralla roja que, para como de
males, cada tanto escupe contragolpes peligrosos.
Mientras tanto el partido
se pone intenso, y el Opa no respira. Se pone celestito, cianótico,
hasta que otro nuevo pelotazo a la lontananza ralentiza el partido.
Vuelve la velocidad del ataque argentino, con grandes momentos de
Lavezzi y Di María pero sin precisión. Los patadones a Messi
ameritan tarjeta roja, pero no hay nada de eso. Más de uno parece
temer que los suizos le congelen los ahorros. Y apareció Higuaín
con un buen cabezazo al arco. Si entraba, hubiera sido mejor.
Se acuerda el Opa de
cuando en lugar de Lavezzi estaba ese vórtice de vacío llamado
Agüero: no hay mal que por bien no venga. Pero ahora Sabella sacó a
Lavezzi y puso a Palacio, dizque defensor. Es pésima noticia, piensa
el Opa, que salga un tipo que estuvo en todo el partido, y entre un
enigma con mala fama. Que salga un delantero con garra que baja a
buscar pelotas y entre un mal defensor. Espera equivocarse.
Por lo pronto, Gago
desperdicia una nueva oportunidad: frente a una pared de defensores
eligó mandarla a la tribuna detrás de Benaglio, que en la jugada
suficiente parece romperse en un bosque de patas. Pero era,
literalmente, fulbito para la tribuna.
El Opa ha aprenddo a leer
los labios, y disfruta como un orate ver a Mascherano gritarle a
Shakiri “fuck off, fuck off, what do you want?”. Después vuelve
el aburrimiento de pelotazos al éter. Hasta Messi está embolado de
que lo cascoteen y le pone un pechazo de potrero a uno teñido como
Martín Palermo. Entonces el pavote de Rojo se hace amonestar por una
falta de adolescente calentón.
El partido se va al
alargue sin goles, y con poca gracia. Suiza entendió cómo juega
Argentina, y dedicó sus mejores esfuerzos para impedir cualquier
peligo.
En la primera mitad del
alargue vuelven los pelotazos sin peligro para el arco helvético. Le
preocupa al Opa la cantidad de pases malos que comienza a tener
Argentina. Pareciera que se queda sin alternativas, sin propuestas
para sortear la ligustrina prolija de los suizos. Sale Rojo y entra
Basanta, y cerca del arco suizo siguen habiendo un montón de
jugadores de rojo con la pata dispuesta a interrumpir cualquier cosa.
Último descanso, y el
Opa no logra respirar con normalidad. Ruega que el arco rival se abra
y vuelva cierta calma a la Comarca. Pero eso parece poco probable,
porque cuando se encienden Di María y Messi, terminan solos y
aisados, rodeados de suizos. Nuevamente sin más alternativa que la
heróica personal, en un lance que los encuentra desarticulados. Los
jugadores ya caminan por la cancha, y en esta ordalía de dos horas
no es fácil saber quiénes llegan en mejor estado.
Llega el gol de Di María,
el que se corrió todo, a los 117 minutos. Habrá tres minutos más
de agonía, con todos los dioses del Olimpo y de la Comarca
aguantando en el poste izquierdo de Romero. El árbitro inventa un
tiro libre en la puerta del área, a los 124 minutos. Lo rechaza la
barrera y se termina la agonía. Acaso Argentina mereció ganar, pero
no sabe el Opa si Suiza mereció perder.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario