Trasega el
Opa una preocupación insidiosa. Mira las
noticias, saca cuentas, vuelve a mirar y sigue pensando. Le cuesta
entender que cosas tan incompatibles ocurran en la Comarca. Sabe el
Opa que las opiniones son libres y cada uno es dueño de interpretar
lo que se le ocurra, pero no abandona la intuición básica de que
las cosas son de una manera o de otra. Que hay un sustrato de los
hechos que no pueden obviarse con ligereza. Y vuelve a leer los
diarios.
En
ellos ve que coinciden las fotos: está la presidenta Fernández de
Neón con el presidente ruso. Los diarios neonistas insisten en la
importancia estratégica de expandir nuestra influencia hacia un
grupo de países que se sustrae a Europa y Estados Unidos para
conformar un polo alternativo de poder. No está mal, piensa el Opa.
Recuerda las relaciones carnales con el gran país del norte y le
duelen las asentaderas. Recuerda los capitales españoles, franceses,
italianos que se quedaron con las empresas públicas de la Comarca, y
le duele el vaciamiento.
Ahora
bien, ninguno de esos países es un ejemplo de democracia y “derecho
sumanos”, que tanto les gusta referir a los neonistas. China es una
dictadura de comunismo de mercado, una inmensa cárcel de trabajos
forzados que fabrica productos baratos para copar mercados
extranjeros, y el principal comprador de nuestro “yuyo que crece al
lado de la ruta”. Rusia tiene el récord mundial de periodistas
asesinados, gays asesinados, opositores asesinados, verdades
asesinadas. Es un país imperialista que ha invadido una y otra vez a
todos sus vecinos. La unión soviética no fue más que una excusa
ideologizada para hacer lo que siempre hizo, antes y después del
comunismo: convertir a toda la región en un campo de concentración.
El Opa entiende por qué ese régimen de indoctrinación masiva y
negocios oscuros es venerado por algunos neonistas. Ya volveremos a
hablar de las verdades.
India
no ha logrado reducir sus inequidades, pero tiene bomba atómica, un
mercado gigantesco y toneladas de dinero sucio conviviendo con la
miseria más espantosa. Sólo Brasil queda al margen del
cuestionamiento del Opa, porque pudo sumar inclusión y desarrollo
social a una democracia estable. Además, no olvida que Dilma, su
presidenta, no tuvo empacho en mandar a la cárcel a varios ministros
corruptos, incluyendo la mano derecha del venerado Lula da Silva.
Ese
es el selecto club al que la presidenta nos lleva.
Decía
el Opa que no está mal abrirse a otros actores, sobre todo si hay
alguna posibilidad de articular estrategias de crecimiento. Pero le
llama la atención que algunos medios consideren que ingresamos al
zenith de la historia que acabará con el imperialismo cipayo, y
otros crean que vamos en dirección a una versión local de esos
populismos autoritarios y sangrientos. Algo tiene que haber en el
medio.
Cree
el Opa que en el medio no hay nada. Que hay que sumar las narrativas.
Que es cierto que los de Clarín son golpistas, pero también es
cierto que la presidenta Fernández de Neón pretende un discurso
único. Es cierto que los del campo son maestros de la evasión y el
golpe, pero también que Cristina les quiso manotear la renta agraria
con fines inconfesables. En estos términos en la Comarca no hay
malos y buenos: hay malos y peores.
Por
ejemplo: el vicepresidente. A medida que se encuentran pruebas y
conexiones con nuevos negocios oscuros, recrudecen los ataques al
juez que lo investiga. Así, lo han emparentado a un dirigente
neonazi, porque concedió personería jurídica a su partido
político. Eso implica acusarlo directamente de nazi también. Y
entonces, denunciar que las investigaciones contra Bubú son parte de
una conspiración nazi-clarinesca, que como todos sabemos, miente.
Ahora
otro juez lo está investigando por comprar un auto con papeles
truchos. Dicen los neonistas: “bueno, ¿quién no compró un auto
flojo de papeles?” Tema menor. Luego se supo que una empresa que
aparentemente le pertenece embolsó siete millones de rupias por un
trámite que debería haber hecho gratis el ministerio de Economía
cuando Bubú era el Ministro. Crujen los dientes de la máquna del
relato, porque todavía no saben cómo explicarlo. Pero será culpa
del juez.
Volviendo
a la verdad, lo cierto es que hay una necesidad atroz de modelarla de
acuerdo al interés, a la creencia, al relato. A dibujar los hechos
mismos, y si no se puede, a permitirse el delirio y la estupidez para
interpretarlos. Es esto lo que al Opa lo indigna. Que lo tomen por
estúpido, ya que Opa es desde antes. Que crean que es posible decir
que alguien tome en serio algunas de las cosas que dicen. Pero, ya se
sabe, es pródiga la Comarca en crédulos y paparulos. Están por
todos lados.
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