Dicen que las maldiciones gitanas se
cumplen a rajatabla en todos los rincones de la Comarca. Y cuando una gitana te
dice que perderás como el Chancho Mayor de la Comarca mediterránea significa
que perderás elecciones aun teniendo todo a tu favor para ganar. Es el precio
de la soberbia, y de despreciar el arte sutil de la política bien entendida. En
esa política, los dirigentes importantes se ocupan de dos cosas: hacer bien su
trabajo, y hacerle saber a sus votantes potenciales que están haciendo bien su
trabajo. Cuando los dirigentes son soberbios comienzan a creer que un rayo
misterioso hará nido en su calva, y que los ciudadanos irán en tropel a
depositar su voto allí donde el rayo anide. Eso nunca pasa en la vida real, y
hasta el Opa lo sabe.
Entonces, ocurre que esa casta maldita
originada por el Chancho Mayor se enfrenta a elecciones. Han sido tan soberbios
que han perdido elecciones que no podían perder. Han perdido una elección
legislativa hace dos años con demasiadas cosas a favor: el gobierno
mediterráneo estaba enterrado hasta el pecho en un escándalo de narcotráfico y
lavado de dinero que llenó hasta los titulares de los diarios del Gobernador.
El peronismo venía con un festival de errores, con obra pública que se caía a
pedazos, con dirigentes que no sabían el abecedario de corrido. El radicalismo
proponía a Ken, ese muñeco apuesto y bobo, que si uno lo sacude balbucea frases
de derecha. Supuestamente era lo mejor que el viejo partido podía ofrecer en la
Comarca mediterránea. Se creyó el toro campeón: paseó la cucarda por los
diarios y la tele, y nunca salió a la calle a buscar los votos que nunca tuvo.
Perdió como Chancho, en una elección que no podía perder.
Ahora Ken, balbuceante y soberbio,
impulsó una alianza con Macri, el Niño Cincuentón (como sabiamente lo llama don
Julio). En realidad, viene extorsionando a su propio partido desde hace varias
elecciones: “si no vamos con Macri, no soy candidato, y perdemos”. Bueno, hasta
ahora, y como siempre que ha sido candidato, hemos ido con Ken, y hemos
perdido. Como Chanchos, insiste el Opa.
Esa alianza en realidad la cerró Macri
himself. Trajo de la oreja a Ken y a un par de amanuenses que le sirven, buscó
a sus propios lugartenientes en la Comarca (deportistas casi analfabetos
decorando una cueva de ladrones), y buscó al “Luí Jué”, para amalgamarlos en un
frente electoral presuntamente imbatible. Saldrán terceros.
El Opa debe describir al “Luí”. Se trata
de un personaje folclórico parido por el populismo local. Un lengualarga con
talento profuso para el chiste cordobés, para la metáfora mediterránea, para la
ocurrencia hiriente. Un denunciador profesional que saltó a las grandes ligas
denunciando al actual Jeque de la Comarca mediterránea y a su por entonces
Esposa. “El Luí” fue elegido intendente de la Ciudad, en una de las gestiones
más lamentables de su corta historia democrática. Desde entonces se empeña en
perder elecciones a Gobernador, casi siempre disputando la derrota con Ken, a
quien ha denunciado varias veces por sus fechorías cuando fue interventor de la
Mesopotamia de la Comarca.
Ahora, estos antiguos enemigos dejaron
de disputarse a dentelladas la vergüenza y pretendieron juntarse para construir
una victoria. Perderán como Chanchos, y el Opa explicará por qué.
En primer lugar, sobreactúan tanto su
alianza que nadie les cree una palabra. Los radicales han sido denunciados
penalmente por “El Luí”, casi siempre sin pruebas, casi siempre con razón. Han
sido defenestrados una y otra vez. Ahora se ven obligados a caminar de la mano
del tipo que los ha despreciado públicamente. En segundo lugar, los votantes
del “Luí” representan a la antipolítica: eternos ninguneadores de la finesse ideológica, populistas sin
patrón y demagogos con cartelitos, resumen su preferencia electoral en una
bravata pre-republicana: “basta de chorear”. Taxistas que no se abrochan los
cinturones ni te dan el vuelto, comerciantes que facturan en negro, amas de
casa que negrean a la empleada doméstica. Ese es el perfil del votante del
“Luí”, que preferiría el retorno de los militares honestos antes que un radical
con prosapia y discurso florido. Ahora se ven obligados a caminar de la mano de
un tipo que debe 60 millones de Rupias y ha logrado su impunidad.
Sin embargo, los gurúes electorales de
Macri que juntaron las cabezas de esta triste expresión de la decadencia de la
Comarca, han creído que pergeñaban la fórmula ganadora. Estaban disparándose en
el pie, anulando mutuamente los electorados que creían amontonar
aritméticamente. Ignorantes profundos de la política fina, despreciantes
minuciosos de la política de la Comarca. Ninguno de los votantes de uno
votarían por el otro. Por eso, en lugar de sumar votantes restó gente asqueada.
Hace dos años Ken perdió la elección legislativa que no podía perder. Obtuvo el
23% de los votos. Hoy, las encuestas más optimistas le dan los mismos números.
Hace dos años salió segundo, ahora saldrá tercero.
Piensa el Opa que hay algo de justicia
en ello. El gran dios de las volteretas electorales desprecia a los idiotas y a
los soberbios. Ken, y esa casta maldita del mestrismo, han perpetrado ambas
injurias en dosis parejas y generosas. Han sido idiotas, despreciando años de
construcción de una cultura política convocante, transformadora y ganadora,
reemplazándola por un eficientismo ramplón, inepto y manolarga. Han restado
votos y sumado imputaciones penales. Han sido soberbios, han creído que
arrodillándose ante un cacique porteño podían conjurar a los mismos dioses que
convirtieron en presidenciable a un ingeniero bocapapa que jamás enuncia una
idea entera.
Se han dejado juntar las cabezas, como
ganado. Como ovejas disciplinadas por el ladrido autorizado, se juntaron viejos
enemigos. Incapaces todos ellos de desplegar una sola idea, incapaces de
convencer a sus propios partidos que se les han rebelado. Han creído que la
alquimia de la victoria se cocina en oficinas paquetas de la Capital de la
Comarca. Y eso, se sabe, es imperdonable en la Comarca. Y por eso perderán como
Chanchos.