lunes, 25 de mayo de 2015

Vuestra Señoría el Juez

Hablaba el Opa no hace mucho sobre los jueces de la Comarca, inflexibles con la gente de a pie y genuflexos con los poderosos. Ya se ha hablado mucho sobre dos jueces de tristes antecedentes que han sido benevolentes con el violador de un nene de 6 años; el Opa no entrará en detalles porque son escabrosos y tristes, y además todo el mundo medianamente los conoce. Lo que preocupa al Opa es que, según ha podido consultar con vecinos abogados y gente de esa índole, Piombo y Sal Llargués son considerados buenos jueces. En el ámbito insano de la judicatura, en esa institución llamada Joder Perjudicial, estos anti-héroes del día son considerados por sus pares como magistrados respetables. Ello provoca angustiosas reflexiones.
En primer lugar un juez ha sido antes abogado, lo que provoca al Opa hondos escalofríos. Es como un abogado al cuadrado, porque puede ordenar y mandar sobre otros abogados. Es un abogado cuyo despacho, papelería, empleados, amantes, estacionamientos y vicios mantenemos todos con las rupias y tombuctúes que recauda el gobierno. Pero además éstos son penalistas, se dedican a hurgar delitos cometidos por personas a las que ellos jamás les darán la mano. No está mal que haya una respuesta a los crímenes, civilizada, racional y socialmente útil. Sucede que los jueces no están en condiciones de ninguna de estas respuestas: ni civilizada, porque aplican una violencia sin siquiera dar explicaciones a los involucrados; ni racional, porque no pueden demostrar una relación entre la condena y los resultados que debería tener; ni socialmente útil, porque la gente sale de ese infierno en peores condiciones que las que tenía cuando fue condenada. Depositan gente en un rincón del infierno, los olvidan allí cocinándose a fuego lento en las miserias espantosas de los servicios penitenciarios, y después se sienten sorprendidos si los reos reinciden.
En segundo lugar utilizan categorías, y un lenguaje, y un cuerpo de ideas que por sí solos son escalofriantes. El Opa siempre supuso que las leyes deberían ser simples para que sarracenos y pleistocenos puedan entenderla y acomodar su conducta. Pero un par de veces leyó un código inentendible, y unas sentencias inentendibles y unos tratados escritos en indonesio pero con palabras que parecían del castellano. Se pregunta el Opa para quién hablan los jueces en sus sentencias. La respuesta: hablan para sí mismos, y para otros jueces. Monologan con su ego, a lo sumo practican esgrima institucional con sus colegas o juegan al truco con sus compañeros de cátedra. El reo les importa poco, la víctima directamente nada: son meros insumos de trabajo.
Esas categorías y ese lenguaje han construido una seudociencia oscura y manipulable, un juego de espejos que les permite hacerle decir cosas opuestas a la misma ley dependiendo de la cara del cliente. Quienes manejen con más astucia las cuentas de este abalorio macabro serán considerados como jueces más hábiles, y por lo tanto serán ascendidos. El Opa ha visto detalles de sentencias del juez Piombo, término itálico que denota al plomo, al balazo, a la patota de anteojos negros en autos sin patentes.
Sistemáticamente han maltratado a la víctima, especialmente en delitos sexuales. La han vuelto sospechosa de provocación, y por eso han disculpado el crimen vil de hombres enfermos bajo un palabrerío ininteligible del que lo único que se entiende es que fue culpa de la mujer. O del niño. Pero también tienen larga historia de proteger con mano blanda a policías torturadores y asesinos, a barrabravas mercenarios y taimados, a cuanto sotreta con poder ha merodeado los andurriales de la Comarca.
Pero, ¡guay que el imputado robe una bicicleta, o tenga un caballo para cartonear como medio de subsistencia! Porque entonces descenderán sobre los pobres infelices con sus plumas y estiletes, con expedientes y otras armas negras, con latinazgos y citas de mala fe. Y despedazarán al infractor menor con la misma saña con la que han caído sobre las víctimas en los delitos con víctimas.
Se pregunta el Opa de dónde sale esa gente. Salen de las universidades, esos lugares de voz engolada que fracasan sistemáticamente en el noble esfuerzo de cambiar el mundo. Talvez porque jamás quisieron cambiarlo. Las escuelas de derecho sólo sirven para persuadirnos de que la abogacía es el arte de la infamia refinada, y para machucar los ideales de los que creen en la justicia y el estado de derecho, esas cosas con las que el Opa se emociona cada vez que abre la Constitución de la Comarca. Los que no salen de la universidad graduados de tahúres aprenden el oficio más pronto que tarde, y arrinconan contra los armarios y escritorios polvorientos al puñado de abogados que defienden la dignidad de los ciudadanos de a pie.
Así funcionan las universidades, y entonces no extraña al Opa que Piombo, Sal Llargués o cualquier otro córvido ejemplar obtenga ese vago prestigio, el aura de infalibilidad casi religiosa de empleados públicos acostumbrados al señorío medieval. Los Torquemadas de cartón que adornan los juzgados de la Comarca han salido de algún lado, y el Opa no logra pensar una solución que no implique cuestionar lo que ocurre en esas madrigueras donde se cultivan Casanellos y florecen Oyarvides, se entierran Rafecas y se cosechan Bonadíos, donde Catuccis y Bustos Fierros se abren como pimpollos ante los pingües rayos del poder de turno. Romanos y Petras se han ensoberbecido en las mismas aulas y pasillos que Novarinos, Magraners, García Arpóns y cualesquiera que comparta su calaña innoble.

Algo hay que hacer en esas universidades, piensa el Opa, porque funcionan casi igual que los juzgados, los cuarteles y las iglesias: monárquicas y oscuras, medievales y tenebrosas, ahítas de palabrerío hipócrita e infladas de negociado y corruptelas. No puede ser accidente que construyan capas geológicas de esos mismos funcionarios. Cuando el Opa piensa en las cosas que debilitan la democracia y la república, debe agregar ahora a los lugares donde fabrican jueces. Porque son gente peligrosa, casi todos ellos. Y además nos salen carísimos.

domingo, 24 de mayo de 2015

Arrorró celeste y blanco

Quiso el destino que el Opa tuviera que fumarse de a ratos el acto patrio del 24 de Mayo. Debe saberse que el Opa había encendido el televisor con el noble propósito de ver las carreras, pero ya ven, cadena nacional para un acto institucional que terminó convertido en un acto partidario, y el Opa entonces trepando por las paredes porque se había acomodado con el café y las galletitas. Pocas cosas distraen su ánimo cuando se dispone a ver la única cosa que atiende regularmente en la TV, así que la interrupción por el susodicho acto logró enojarlo como un puma en lavarropas.
El acto en sí consistía en el traslado del sable corvo del General San Martín desde su lugar anterior en el Regimiento de Granaderos a Caballo, hasta su nuevo emplazamiento en el Museo Histórico Nacional. La primera pregunta que al Opa le surgió es: ¿para qué?
Debe saberse que al Opa los uniformes lo espantan, especialmente los militares y los de ceremonia; pero de todos modos los Granaderos a Caballo son los menos deleznables de la casta militar de la Comarca. Es más, el Opa hasta les tiene aprecio, desde que se aprendió la leyenda de la Batalla de San Lorenzo hasta una vez que lo llevaron de cachorro a la Capital de la Comarca y se le cayeron las tutucas entre los pies de los impertérritos susodichos. Además, fue el primer ejército creado ad-hoc por San Martín. ¿Para qué sacar de allí su sable?
El Opa no es historiador ni conoce los vericuetos ceremoniales que indican dónde debe ir cada cosa, así que no sabe si el traslado fue razonable o no. Sólo sabe que los esfuerzos por disfrazar la intención partidaria fueron muy pocos. Más bien, sospecha que se quiso subrayar justamente la intencionalidad partidaria. Es que hay elecciones en la Comarca, y como los caniches del Joder Perjudicial les están mordiendo los talones necesitan quedarse en el poder como sea. Y estas cosas, la simbología patria, y los actos fastuosos, conmueven identidades y suman votos.
Le recuerdan, off the record, que el sable de San Martín había quedado guardado en el Regimiento de Granaderos a Caballo cuando fue recuperado, porque en el año ’65 se lo robó un comando de la Juventud Peronista que estaba haciendo patria mediante la apropiación de los bienes públicos. Como ahora, bah, como siempre… Desde entonces el sable estuvo en el Regimiento.
En el acto de hoy sacaron el sable, lo montaron en un vehículo militar y lo trasladaron acompañado por 280 Granaderos con sus correspondientes Caballos. Lo llevaron a la Catedral para que lo bendijeran los mismos tipos que a San Martín lo tienen enterrado cabeza abajo por masón, como castigo por pertenecer a esa institución que la iglesia considera satánica. Los mismos tipos que despreciaron tanto a San Martín que hasta le negaron durante décadas cristiana sepultura tuvieron sus minutos de fama. Bendijeron el sable, que siguió su camino.
Hasta ese momento había muy poca gente acompañando el cortejo, luego desde allí se sumaron más viandantes, curiosos y gente con banderitas. El Opa le tiene mucho miedo a la gente con banderitas. En el Museo la Presidenta María Estela Fernández de Neón recibió el cortejo, y con pasito militar siguió al granadero y la granadera que depositaron el cofre en una mesita. Como la centralidad no se comparte, la Presidenta no aceptó la compañía de quienes deberían haber estado allí: el Ministro de Defensa, el Jefe del Ejército, el jefe de los Granaderos, ponéle. Pero no, el Ministro es cartón pintado, el Jefe del Ejército tiene cuentas pendientes por genocida, y el jefe de los Granaderos el Opa no sabe quién es, capaz que es un buen tipo. El tema es que ninguno de ellos estuvo en ese acto. Talvez así sea mejor, mire…
Estuvo Ella sola, con pasito marcial y todo, para recordarnos cómo les gustan las paradas militares, el verticalismo y los uniformes. Al movimiento Nac&Pop le encanta mimetizarse con las fuerzas armadas, desde ayer y desde siempre. No es que haya nada de malo en eso, salvo el pequeño detalle que las susodichas fuerzas han simbolizado lo más regresivo de la historia de la Comarca: el brazo armado de un país para pocos, la oligarquía ganadera con un primo fraile y otro coronel, la curiosa costumbre de voltear gobiernos democráticos, la de inventar guerras humillantes e inútiles y la de masacrar compatriotas en nombre de Occidente.
Pero a Ella esas cosas no le importan. Sus adláteres admirarán el gesto marcial, el aire mandón y altanero, como reivindican el verticalismo que naturaliza el autoritarismo nacional. La cultura autoritaria es inherente al populismo, y ambas cosas solamente son posibles cuando hay un solo jugador en la cancha que se apropia del Estado para fines personales. Ello sólo es posible cuando el resto del campo político está compuesto por seres mayormente balbuceantes, impotentes o imputados, y frecuentemente todo eso junto.

Cree el Opa que la deriva autoritaria nunca es responsabilidad exclusiva del gobernante que se apropió del Estado, sino que contribuye una oposición generosamente mezquina y mediocre. Piensa en esas cosas, tiembla de espanto ante las banderitas, piensa que mañana se sentirá un poco más solo si mantiene estos pensamientos y ya le agarra un poco de angustia. Pero recuerda que habrá locro, un humilde recordatorio de las cosas nobles de la Comarca. Y ya no está tan triste.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Los tibios jueces de la Comarca

Y cuando las cosas se les pusieron peludas hicieron lo que hacen los delincuentes poderosos cuando las cosas se les ponen peludas: tratar de eliminar a los jueces o fiscales molestos. No siempre la eliminación es física: a veces es moral, y a veces las dos cosas. Sugiere el Opa que la distinguida audiencia recuerde a Alberto Nisman, el suicida fiestero. Después de denunciar a la Presidenta María Estela Fernández de Neón y algunos de sus muchachos, y antes de presentar públicamente su evidencia, el fiscal apareció suicidado en su casa. Para evitar que el escándalo se propagara surgieron operaciones dirigidas por la mismísima Conductora para denigrar y ultrajar al muerto. Así se supo que el muerto era tan venal, irresponsable y corrupto como cualquier funcionario del gobierno de la Comarca. Sólo que en el discurso alegremente fascista de la Presidenta, su corte y sus seguidores, las dudosas cualidades del occiso justificaron su muerte: algo habrá hecho el fiscal, ergo, está bien muerto.
Decía el Opa que la muerte también puede ser moral y simbólica, hostigando a un funcionario incómodo hasta el punto en que nada de lo que éste diga pueda ser tomado en serio por nadie. Simplemente se mata el mensajero para destruir el mensaje. La artimaña es de corto alcance, pero en momentos de una rampante superficialidad política y cultural, suele ser suficientemente efectiva. La tilinguería no tiene memoria.
Ahora se la agarran con Carlos Fayt, juez de la Corte Suprema de la Comarca nombrado por don Alfonso Carrido Lura en los albores de la democracia. Ha sido juez desde 1983, una hazaña de longevidad y permanencia. También ha sido uno de los más respetados. Ha sobrevivido con hidalguía y austeridad el escabroso tránsito al noventismo, la mayoría automática del Carlo, las operaciones mafiosas de un presidente mafioso, y una cierta oxigenación cuando Él decidió darle a la Corte un carácter más digno, profesional y respetable. Pronto Él se arrepentiría.
Sucede que Fayt tiene 97 años. Eso es mucho, piensa el Opa. Y son razonables las leyes que fijan un límite de edad. La Constitución de la Comarca reformada en 1994 establecía que a los 75 años los jueces de la Suprema Corte debían ser re-examinados para ver si estaban en condiciones de seguir trabajando. La provisión es razonable porque no todo el mundo envejece igual, algunos a esa edad estarán pensando más en la jubilación gorda, la amante flaca, los nietos numerosos. Otros estarán aplicando la sabiduría serena adquirida con la madurez, alejados de las vanidades y los aprietos mundanos. No sabe el Opa a cuál de estas categorías puede pertenecer Fayt, porque no frecuenta la comidilla judicial de la Comarca. Más bien, le dan cosita los abogados; y más aún los jueces, que son como abogados pero más peligrosos.
Sin embargo, el embate furioso que lideran las foscas huestes de la Presidenta Fernández de Neón es oportunista, es la revancha del perdedor que se lleva la pelota a su casa porque lo vienen goleando y eso que no terminó el primer tiempo. Sabe el Opa que a Fayt lo escarnecen no por la edad, porque el Joder Perjudicial (donde trabajan los jueces), está lleno de seres de edad provecta, afectos a latinazgos, anacronismos y remisiones bobas a la rancia monarquía. Lo escarnecen por otra cosa. El tipo les votó en contra del levantamiento de un embargo que pesaba sobre Chevrón-Chevrón-qué-grande-sos, una gestión que Ella en persona había acordado con sus patrones yanquis. Y vino Fayt y la hizo pasar un papelón. Menos mal que el resto de la Corte votó a favor, así que Ella pudo cumplir su palabra empeñada a una multinacional que de lunes a viernes contamina países del tercer mundo, y los fines de semana y fiestas de guardar, lava ese dinero en la banca off-shore. Igualito que el populismo, nota el Opa con cierta perplejidad…
Antes de abandonarse a la comparación entre las corporaciones saqueadoras y los regímenes populistas, vuelve el Opa al juez veterano. Fayt obtuvo una decisión de la misma Corte, integrada por conjueces (que son como jueces “blue”), que limitaba el efecto de la cláusula de los 75 años a los jueces que juraran por la nueva Constitución. Y que por eso no se aplicaba a los que ya eran jueces de antes, porque asumieron el cargo con ciertas reglas de juego que es razonable mantener. Al Opa todo esto le parece  discutible, y no ponderará a Fayt más que como un tipo que al menos no tiene prontuario.
La Comisión de Juicio Político de la Comarca decidió investigar si el juez mantiene sus facultades mentales. Mirada especular, dice don Miguel Fucó, el psicólogo de la Comarca. Los vengadores en nombre de Ella dudan de las facultades de un tipo, y lo hacen con tanto desatino, vulgaridad y rencor que exhiben su propia corrosión intelectual y moral. No existe en ninguna ley, le explican al Opa, la facultad de ver si alguien sigue con los patitos en fila. Pero no importa, asegura Ella, que contempla el hostigamiento con fruición.
Es que un Senador que fue presidente por tres días, un mafiosillo de provincia policial, ya admitió que están negociando los jueces Gobierno. Hoy hay cuatro jueces en la corte, y Ella necesita que queden tres para juntar los votos de algún sector de la oposición y llegar a dos tercios del Senado: vos ponés uno y yo pongo el otro. “Vamo y vamo”, le explica al Opa su primo funcionario. El Adolfo, personaje tropical, ya levantó la manito para cuando se abra el juego.
La Presidenta Fernández de Neón necesita ese juez que le ataje los pelotazos judiciales que lleguen a la Corte. En la desesperación sus soldados han dejado la dignidad (los que la tuvieron) y se dedican a patotear a un juez cuyo único crimen conocido fue un hecho biológico: cumplir 97.
Mientras tanto, la misma comisión archivó los juicios al vicepresidente de la Nación que se quedó con la fábrica de hacer billetes, al canciller que negoció la impunidad de los terroristas que volaron edificios, y a la procuradora general que designa fiscales según la necesidad del momento. La semana pasada salvaron a un juez que no puede justificar su anillo de brillantes ni sus sentencias a medida de la Presidenta, y a otro juez que mandaba mensajitos aconsejando a la defensa del vicepresidente que él mismo investigaba. Este mismo juez es el que en tiempo récord desestimó la denuncia que había presentado el fiscal Nisman. Se entiende, ¿no?
Como siempre, lo lamentable no es la patota operando con pulsión setentista. Lo lamentable son los que aplauden convencidos de que hacen patria, de que la democratización es reducir la Constitución al dedo presidencial, de que el problema de la justicia es un tipo de 97 años. Mientras tanto, pasan frente a ellos los héroes letrinosos, los corruptos que antes despreciaban pero que ahora aplauden porque la tienen larga. A las miasmas del infierno las condimentan los fanáticos, piensa el Opa, en la intemperie de su escepticismo.

domingo, 10 de mayo de 2015

Encuentros cercanos del tercer tipo

Vuelve el Opa porque lo convocan irremediablemente los desaguisados de la Comarca. Vuelve en esta oportunidad para reírse un poco, aunque con risa triste, de los compañeros que militan en el Relato y que guardan estampitas de Ella y Él como mesías bajados de Sierra Maestra. Se les ríe el Opa porque la desesperación por mantener la credibilidad del relato ha llevado a sus dirigentes a cometer una torpeza digna de un principiante: le han creído a Moreau, Leopoldo, eterno ñoqui bonaerense. Y han convertido a su yerno, que epitomiza el estereotipo de radical inútil y vago, en candidato a vicejefe de gobierno de la capital de la Comarca. El Opa irá explicando estas afirmaciones, y por qué es que lo acontecido le da penita.
Moreau, Leopoldo, trabaja de radical en esa máquina de poder alimentada a presupuesto público y narcotráfico que es el peronismo bonaerense. Enviado por Alfonsín para que sirviera de nexo entre el peronismo y la oposición radical, Moreau rápidamente logró de ese mandado acuerdos más que fructíferos. Para sí mismo, claro. En primer lugar logró ubicar en el presupuesto bonaerense a sus militantes y dirigentes, la mayoría de los cuales contaba como única destreza la de recitar prolijitamente la “Contradicción Fundamental” y otros elementos de la liturgia alfonsinista. Casi ninguno de ellos trabajó jamás en ninguna otra cosa que no implicara tomar café durante el 95% de su jornada laboral. En segundo lugar logró impedir que desde los ’90 hasta la fecha el radicalismo bonaerense volviera a ser competitivo, y así lo convirtió en una expresión lamentable que apenas alcanza el 10% de intención de voto en los días buenos.
En la última década recibió en encargo de propiciar un nuevo entendimiento con el peronismo, y de allí nació ese engendro triste que fue la alianza entre el pavote de Ricardito y el colorado De Narváez, candidato efedrínico y tatuado. Rápido para quedarse con los vueltos, Moreau logró convertirse en empleado del Grupo Vila, es decir, de José Luis Manzano, el jefe político de De Narváez. Empleado es una forma de decir: cuando finalmente se quedó sin el sueldo del estado nacional o bonaerense, le blanquearon el sueldo que le pagaban desde el aparato peronista para operar adentro del radicalismo. Es que, como sucede en estos casos, el radical que había sido enviado a negociar con los peronistas, se convirtió en un operador del peronismo dentro de la UCR. Cosas de la Comarca, ¿vio?
Pero eso se terminó, cuando Moreau contagió su talento político que consiste en sacar siempre menos votos que en la elección anterior. Es decir, cuando De Narváez entendió que el tipo le restaba más de lo que le sumaba. Al mismo tiempo, Ricardito el pavote logró desbancar a Moreau del radicalismo bonaerense, después de décadas de operaciones provechosas como un tumor mal detectado. Entonces Moreau tuvo que recalcular. Y con él su pandilla: hijas y yerno.
Una de sus hijas trabaja actualmente para Sergio Massa, el ex intendente del paraíso narco más chic de Sudamérica. Otra de sus hijas, y su yerno, lo siguieron en su larga peregrinación hacia la guarida donde se refugian las foscas huestes del oficialismo nacional: cruzaron la calle.
Moreau comenzó a hablar bien de la Presidenta Fernández de Neón, y a olvidar los agravios vertidos cuando cobraba el sueldo en otra ventanilla. Su yerno hizo lo propio, y armó una agrupación que se dice alfonsinista. Al chico, y al viejo, los invitaron a ese programa en la tele donde un grupo de orates indoctrinados repiten la línea que les baja Zannini, el maoísta recuperado. Se sobaron el lomo mutuamente: al chico lo llevaron de viaje en la comitiva de La Cámpora, esa triste expresión estatal que reivindica un inútil mayor de obsecuencia criminal y autogolpista, y a su regreso le blanquearon el sueldo con un cargo en el gobierno nacional. Un cargo que le queda grande, porque para hacerlo funcionar tendría que haber estudiado algo alguna vez en su vida.
Lo interesante es que apenas al chico lo convirtieron en acompañante de un desfalcador serial, la prensa malvada comenzó a desenterrar los twitts maledicentes que el susodicho había dedicado a Ella, a Él y a su gobierno cuando era opositor. Es decir, hace menos de un año.
Sabe el Opa que un año es muchísimo tiempo en la Comarca, y que las cosas son siempre móviles, dinámicas, que la realidad es un caleidoscopio enloquecido rebotando sobre una calle empedrada de desilusiones. Pero sabe también que aún el borocotazo más alevoso necesita alguna justificación, algún lubricante que amenice el lento desplazamiento de batracios por la tráquea de los creyentes. En este caso no hubo nada. Hubo conversión espontánea, y ni siquiera el reflejo tardío de borrar los twitts acusadores.
Pero lo lamentable no terminó allí. Puesto a explicarse, el muchacho no tuvo mejor idea que admitir que puso esas cosas para ganar notoriedad, que en un pueril ejercicio de narcisismo pavote quiso congraciarse con los dioses internéticos ofrendándoles vituperaciones ramplonas. Que puteó para la tribuna, bah. Como la imbecilidad nunca tiene límites ni fondo, admitió que no habría recurrido al escarnio de sus actuales jefes si hubiera sabido que algún día cobraría en esa ventanilla. Es decir, admitió que hubiera sido más calculador, más hipócrita, más taimado.
Pero no le da. No le dio. Es lo que es, retoño político de un tipo cuya estatura moral y política es el 2% que sacó cuando finalmente fue candidato a presidente. Y como tal, el flamante candidato acarrea sobre sí el estigma de la estupidez mediocre, mezquina, vividora e inútil que caracteriza a los radicales “hijosde” (definición ésta que incluye a hijos y entenados). El entenado del “Marciano” Moreau resulta ser tan listo como Mork, tan lúcido como Alf, tan confiable como Diana (la de “V, Invasión Extraterrestre). En los Expedientes X de la mediocridad política de la Comarca, el Opa no ha encontrado registro alguno para este muchacho, así de inútil es.

Es de suponer que cuando pasen las elecciones y se reponga de la paliza que le propinarán tanto propios como ajenos, Tirios y Troyanos, sarracenos y pleistocenos, el candidato derrotado elevará al cielo del conurbano bonaerense su dedito incandescente, en dirección a los campos que Moreau posee cerca de General Pinto. Y con voz trémula dirá “E.T., teléfono, mi casa. Mi caaasaa”. Sólo que esta vez es difícil imaginar que sus nuevos compañeros de fechorías lo lleven en el canastito de la bicicleta. El peronismo es despiadado con los perdedores. Especialmente si  son importados.