sábado, 12 de diciembre de 2015

Bastonazos


El Opa no cree demasiado en las ceremonias. Suele haber en torno a los actos públicos una ristra de pompas y fastos que ponen la cosa pública lejos del pueblo, parodiando los modos de las monarquías rancias y descompuestas. Felizmente la composición laica de las élites primigenias de la Comarca ha impedido que esos fastos se enquistaran en las ceremonias públicas con el mismo fervor pavote con que lo hacen en países circundantes.
Pero también cree el Opa que hay ceremonias que importan, porque ayudan a comprender que algo importante está ocurriendo, que se vive un tiempo excepcional al que hay que prestarle atención porque se lleva a cabo una transformación de la realidad. Las ceremonias fúnebres, a las que el Opa es poco afecto, los casamientos de todo tipo, esas cosas que cambian la vida requieren que se subraye ese cambio para comprenderlo. Pero por pudor republicano y sentido del ridículo el Opa prefiere que sean ceremonias simples, sencillas. No hace falta un boato victoriano.
Por eso el Opa cree que la ceremonia de transmisión de mando era importante. Es una de las poquísimas tradiciones nobles que se mantienen en la Comarca sin interrupción desde la democracia: que un presidente elegido por su pueblo le entregue los atributos del mando a otro presidente elegido por el mismo pueblo. Simboliza la continuidad de la representación y la soberanía popular, subrayando que el presidente es un mero mandatario, un gestor temporario destinado a rendir cuentas a todos sus mandantes, que somos los habitantes de la Comarca.
Es, además, una ceremonia sencillita: el presidente saliente espera en la sede del gobierno al entrante, y le entrega los atributos simbólicos: una banda y un bastón. Nada del otro mundo. La entrega es en la misma oficina donde uno termina de trabajar y el otro comienza, y simboliza el carácter temporal y contingente de los presidentes democráticos: es un baño de humildad que significa pasar la posta, porque lo que importa es la larga carrera de la historia de la Comarca.
Pero la flamante ex–Presidenta María Estela Fernández de Neón tiene otra idea. Creyó que el gobierno es algo que le pertenece por imposición divina, y que por lo tanto tiene la facultad de decidir cuándo y cómo lo entrega. Al asumir su segundo mandato hizo que su hija le entregara la banda y el bastón, violando la ley que ordena que lo haga el Presidente Provisorio del Senado. Se le disculpó la ilegalidad en nombre del populismo y la ternura familiar. Ahora, pretendió entregar el mando en el Congreso, apenas jurado el nuevo presidente, frente a su horda de militontos preparados para abuchear al nuevo inquilino.
No fue un caprichito ilegal. Estamos acostumbrados a sus caprichos y sus ilegalidades. Fue la voluntad de medir poder, de tensar la cuerda, de mostrar al mundo cómo somete a un hombre que ganó una elección. Es, como dirían los guarangos de la Comarca, “ver quién la tiene más grande”. Fálica como sólo puede serlo una mujer peronista, María Estela violó la ley y la misma tradición que la encumbró a Ella y a Él con el sólo objetivo de menoscabar al entrante, de amputarlo de la misma tradición que legitimó simbólicamente a los demás presidentes desde 1983. Es decirle “sos menos que nosotros”, pero también es decirle “yo decido cuándo se termina la tradición”. Es manifestarle al mundo entero que es la dueña del Estado, del Gobierno y de la Ley, de los que se apropia para someterlos a su competencia de egos, pueril y berreta.
Hay mucho sadismo en esa maniobra. Hay la voluntad deliberada de causar daño, de provocar dolor, de lastimar a quien ni siquiera es un oponente, de humillar a cualquier precio. Y hacerlo creyendo que es lo correcto, que tiene derecho a hacerlo en nombre de su propia maquinación de futuro. Es una psicópata de manual. El Opa no necesita simpatizar con el nuevo presidente (no lo hace) para advertir que quien ha dejado la presidencia de esa forma es una persona desequilibrada que ni siquiera pudo guardar ese mínimo respeto al pueblo que eligió al presidente entrante. Que es el mismo que la eligió a Ella hace 4 años.
Es dañar sin medir los resultados, es creer que tiene derecho a embarcar a Sarracenos y Pleistocenos en una disputa contra un enemigo imaginario, cargándose a la ley como un daño colateral porque lo que importa es cuánto pueda destruirse al enemigo. Es la más peronista de las tradiciones.
Los asiduos del relato salieron a minimizar el tema, restando valor a esa ceremonia desde un discurso anti-monárquico. Reaprendieron el republicanismo hace 15 minutos, pero de republicanos oportunistas también están llenas las calles de la Comarca. Ellos mismos han venerado como a una deidad egipcia a una mera funcionaria pública, pero ahora nos dicen que no, que con el juramento alcanza. Los que justificaron el desfalco de Sueños Compartidos con la excusa del empoderamiento simbólico ahora desprecian el valor simbólico de la entrega del bastón y la banda. No es raro. Justificadores seriales, su próxima misión será buscarle el pelo al huevo, después de doce años de huevos peludos como un kiwi.
Otros dicen que dos no pelean si uno no quiere. Saben, y callan, que para eso el presidente jurado debería someterse a los caprichos ilegales de una psicópata, cometiendo también prevaricato. La única actitud que admiten es el sometimiento, la rendición incondicional, para poder tratar de cobarde a un tipo al que se sienten con derecho a maltratar.

El germen del fascismo no está tanto en sostener posiciones ultramontanas desde el Estado (que lo han hecho). Sino en ver al otro como a un enemigo al que hay que someter porque es –a priori- cobarde. Es convertir al apriete en la única clave de diálogo. Es la costumbre Montonera de tirar un muerto sobre la mesa antes de sentarte a negociar. Y si uno no acepta esas condiciones es tan cómplice de la violencia como el que las impone. Es bueno que esa parte de la infamia se haya terminado.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Profecías


Hoy hubo elecciones en la Comarca: la tan mentada, temida y esperada segunda vuelta. Había que elegir entre dos candidatos que eran las caras complementarias de la misma moneda, paridos para la vida pública en la misma época y con la profundidad conceptual de una palangana chica. Sin embargo, después del trauma de los helicópteros y los presidentes volátiles, y después de doce años de peludear ese trauma con la épica neo-setentista de un populismo flojo de papeles, una de las cosas que se ha perdido es la serenidad para comprender lo que está en juego. Así, algunos te quisieron convencer de que hoy se jugaba la patria entera contra el enemigo invisible, y que Salvador Allende se enfrenta con Hitler en una justa de ribetes macabros. Otros te quisieron convencer de lo contrario, de que Winston Churchill está a punto de expulsar a Pol-Pot del santuario republicano. El Opa ya ha afirmado que descree de ambos relatos.
Sin embargo, se tropieza con las profecías que embadurnan las redes sociales y los espacios donde interactúan Sarracenos y Pleistocenos. Tras los muros de la Comarca sordos ruidos oír se dejan de corceles y de aceros. Corceles para huir del candidato derrotado, aceros para defenderse de la tormenta judicial que parece aventar el cambio de clima. Pero allí en el descampado, en el llano, habitan los amigos del Opa que adhieren a la Presidenta María Estela Fernández de Neón, que hoy deambulan entristecidos y enojados. Allí las profecías son más vagas y genéricas, aunque no por eso menos angustiantes.
Los científicos se han persuadido de que los mandarán a lavar platos, como hizo un funesto ministro en los malditos noventa. Ministro que intercambió prolijas alabanzas con Él, y quien le enseñó a encanutar en Suiza los fondos de la privatización de YPF, pero que ahora conviene despreciar con entusiasmo militante. Los empleados públicos, aunque se hayan ganado el puesto por concurso o dependan de las provincias y no de la Nación, también tiemblan como hojas en el viento augurando una guadaña que los arranque de cuajo de su trabajo. El Opa no tiene amigos que sean manifiestamente ñoquis, es decir que deban su puesto exclusivamente a su militancia en alguna de las múltiples ramas del Partido Único. Por eso no puede hablar por ellos.
El Opa cree que exageran sus amigos. En primer lugar porque sus trabajos parecen asegurados, o dependen de factores ajenos a la victoria o derrota de uno u otro candidato. En segundo lugar porque todo indicaría que el guadañazo que auguran comenzará –si es que lo hacen- por alguno de los miles de empleados que inundaron la administración pública en los últimos meses. El Opa sólo puede tener alguna preocupación por los trabajadores genuinos que construyen desde el ámbito público, como sus amigos. Pero no tiene ninguna por los que han colonizado el Estado como si fuera la caja generosa de su partido político. Los que entraron por la ventana y a lo bruto, acaso merezcan salir de la misma manera.
Ahora bien, no desconoce que se vienen tiempos bravos. Pero está persuadido de que esos mismos tiempos vendrían con el candidato del relato. El Opa ya ha explicado que el candidato derrotado hubiera contado con la venia marcial de los gobernadores, el Congreso, los milicos y los frailes, y los “pibes para la liberación”. Si hasta se atrevió a insinuar un gabinete donde predominaban las tonfas y los calabozos, el gatillo fácil y la picana como instrumento de pacificación social: mostró sus cartas para el período que se abre. Declaman estentóreos los amigos del Opa que no, que de ninguna manera, que hubiera sido siempre más permeable a un “ajuste con sensibilidad social”, como si tal cosa fuera posible. El Opa cree que es un acto de fe. Un esfuerzo generoso y noble para imaginar que el destino será distinto, pero tan de patadas con la realidad como los esfuerzos opuestos para ver a Abraham Lincoln en el candidato ganador.
En medio de tanta profecía, sabe el Opa que los militantes del relato harán un esfuerzo hercúleo para confirmarlas en cada acto de gobierno, por banal que sea. Y desde luego que las encontrarán, porque el Opa no se engaña con el ajuste que viene. Pero verán el ajuste sanguinario en las cosas más banales, e insiste el Opa en esa palabrita. Banales por insignificantes, pero también por indefendibles. A no confundir: habrá tijeretazos insignificantes, y los habrá más dolorosos. Los habrá insoportables, y el Opa marchará en las calles junto a quienes defiendan un derecho legítimo; y los habrá indefendibles cuando se trate de defender el botín saqueado en este noviembre.
Para ser más claro: si se eliminan gran parte de los subsidios a los servicios públicos que disfruta la capital de la Comarca, sus habitantes pagarán por la luz, el gas, el agua, lo mismo que cualquier habitante del interior. El Opa no encuentra inconveniente en ello. Pero sabe que los militantes de la Presidenta defenderán la expoliación centralista como si se tratara del núcleo duro del mismísimo Estado de Bienestar.
El Opa termina con una reflexión en medio de la angustia circundante (reitera que muchos de sus amigos adhieren al relato). Cree que se terminó la época del vituperio por Cadena Nacional, de la AFIP como una Gestapo vengativa, cruel y selectiva, de la necesidad de profesar la fe oficialista para obtener un puesto de trabajo o una prestación del Estado. Cree que se terminó el fascismo simpaticón y gregario de cuadrarse frente al Líder, so riesgo de convertirse en un cipayo. Cree que no habrá más caza de brujas en la Comarca.

Y sabe, con certeza inconmovible y desolada, como caminante de regiones inhóspitas, que no existe emancipación colectiva sin autonomía individual. Que sin personas dignas y firmes en sus derechos, lo que queda es una masa premiada o castigada según la intemperante voluntad del Mesías de turno. Es lo que va de un pueblo digno a un Leviatán. Y de eso se trata la democracia verdadera.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Votar en blanco

 La vida en la Comarca exige una serie de paciencia impropia de este mundo. Tanto así que el Opa ya tiene sus gónadas al plato con las chicanas cruzadas y los improperios sotto voce y no tanto que se liga por ser ora k, ora anti k. En realidad el Opa no es ninguna de esas cosas, y en el debate de parvulario acalorado en el que se entretienen Sarracenos y Pleistocenos prefiere mirar la cosa medio desde afuera. No porque se crea más listo que el resto, sino porque lo apabulla el ruido de tanta perorata hueca. Mira desde afuera, no desde arriba.
Ahora se perora sobre la segunda vuelta. El candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón comenzó muy mal este sprint electoral, con una campaña de miedo que fue rápidamente neutralizada por el ridículo. Pero como el ridículo a esta gente le gusta, desempolvaron la memoria noventista para acusar al opositor de simbolizar esa década nefanda. El Opa cree que ni a propósito se pueden pegar tantos tiros en los pies.
El candidato opositor durante esa década vivió de su actividad privada. El candidato oficial fue funcionario del temible tigre de los llanos, a quien no mencionaremos porque su nombre trae mala suerte (el Opa se toca, discretamente, la gónada derecha). La mayoría del elenco gobernante, incluyendo a la Presidenta Fernández de Neón y a su cónyuge, el barrilete cósmico, también fueron funcionarios de esa década. Como casi todo su gabinete de hoy. Forzaron, propiciaron, celebraron y cobraron en cada uno de los negociados y saqueos que asolaron la Comarca. Fueron Hunos enriquecidos, súbitos aduladores de un Atila que ahora desconocen y vituperan (mientras se tocan, discretamente también, la gónada derecha), han sido parte de las estampitas de una década de la que responsabilizan a un tipo que no era funcionario.
El Opa no encuentra diferencias serias entre ambos candidatos. Vaporosos, acomodaticios, contradictorios al compás de sus asesores de imagen, con la profundidad de una palangana y editados como un mal cuento, simbolizan versiones apenas diferentes de la misma idea. Son neoconservadores tratando de acomodarse a un relato populista, más o menos “progre”, o más o menos “moderado”. Uno de ellos ya mostró sus cartas: ha propuesto a un penitenciario y un carapintada para manejar justicia y seguridad, prometiendo que no tolerará más piquetes en la Comarca. Se ha vuelto Duhalde. Y cuando sus esbirros salgan a matar al pobrerío movilizado, el diario que lo acompaña dirá que la crisis se cobró más nuevas muertes.
El otro se ha mostrado más sereno, casi magnánimo. Pero se le nota la hilacha, proponiendo a un ultramontano salido de las catacumbas de la Inquisición. El Padre Rigoberto debe estar feliz. Pero también sus economistas se han hablado encima, prometiendo un país para las 20 manzanas que rodean a la Casa de Gobierno de la Comarca. Piensa el Opa que de todos modos no tendrá el poder necesario para imponer sus ideas. Afortunadamente.
Al Opa lo espantan los dos candidatos. Y que siente que no tiene por qué votar a gente que le causa repulsión. El Opa siempre ha creído que en el juego de la democracia uno siempre encuentra a quién votar, porque la mersa es grande y variada, como diría el amigo don Julio. Y que por eso uno siempre tiene que buscar a alguien que lo represente en sus ideas o proyectos. Y que en eso se juega la lealtad a la democracia y al estado de derecho, palabras grandotas que el Opa aún enuncia con respeto.
Pero ahora hay un ballotage. Hay sólo dos opciones. Y encima se parecen tanto que tienen que recurrir a imaginarios políticos que ninguno de los dos pueden honrar: el candidato oficial no podrá ampliar derechos, ni el candidato opositor fortalecerá la república. Los dos emiten cheques que no pueden pagar para encubrir una pavorosa indigencia de propuestas. Los dos representan un escenario repulsivo que terminará previsiblemente con gente hambreada.
Se nos pide votar con responsabilidad, y que comamos todos los sapos que nos arrojen por cadena nacional porque, aun si nos asquean, tenemos la obligación de pensar en el otro. Nos psicopatean barato para votar a un candidato que ya tiene la tonfa lista para salir a aporrear a los mismos pobres en cuyo nombre debemos votarlo. Nos psicopatean más fino en nombre de un futuro republicano y sanamente liberal en el que nadie cree. El Opa no tiene ganas de votar a ninguno.
Votar en blanco puede ser una forma de expresar un rechazo, una herramienta para decir que uno no compra esos buzones ni quiere hacerse responsable por una mentira o por otra. Despejada la cuestión ideológica, esa vedette mal afeitada, uno puede tener razones para votar a uno o a otro, pero jamás para forzar a los demás a votarlo. No elegimos entre don Chicho Allende y don Konrad Adenauer. Votamos entre dos yogures dietéticos con componentes altamente cancerígenos.

Por eso el Opa se rebela. Para las huestes K, si uno vota en blanco le está haciendo el juego a la derecha. Para las huestes centralistas, si uno vota en blanco le está haciendo el juego a la Cámpora y a Aníbal. Hasta a los pobres troskos, que el Opa mira con piedad condescendiente, están siendo psicopateados por los fascistas al servicio del mismo gobierno que los revienta a balazos donde los encuentra. Ellos votarán en blanco. Lo bien que hacen: votar al verdugo propio es de idiotas y de peronistas. Los tristes troskos de la Comarca no son del todo ninguna de esas cosas. El Opa tampoco.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El ajuste se escribe con K

Hoy el Opa se aventurará en los tenebrosos meandros del futuro. Sin saber muy bien con qué, y munido solamente de su experiencia de vida en la Comarca, se ha puesto a conjeturar sobre el destino que les aguarda a Sarracenos y Pleistocenos al término de las elecciones que se nos vienen encima como un tren enloquecido. El futuro, se sabe, viene cargado de invocaciones funestas y nubarrones dispersos. Se sospecha que, venga lo que venga, será peor que lo que hubo. Cada uno hará las cuentas lo mejor que pueda, a fin de cuentas nadie sabe mejor que uno lo que necesita, lo que quiere, lo que está dispuesto a perder y lo que desea ganar. Pero se habla del miedo, que tiene un rostro que se conoce bien en la Comarca: el ajuste.
El Opa se puso a pensar en esto del ajuste. Como cada vez que se termina una fiesta, quedó en el suelo de la república un alfombrado de papelitos, manchas extrañas, botellas vacías, colillas de cigarrillo y algunas cosas rotas. También, algún que otro borracho que insiste en cantarle a la luna cuando hace rato que ha amanecido. Entonces, llega el momento de ponerse a limpiar y ordenar la casa. Toda la discusión sobre el ajuste consiste en saber qué se tira, que se lava y que se guarda.
El ajuste.
Se puso a pensar el Opa que los dos candidatos para el ballotage evitan hablar del asunto, y cuando son apurados dicen que no lo habrá. Luego, sus propios asesores los desmienten por lo bajo, suponemos que para decir lo que los candidatos no pueden decir. Ahora bien, se pregunta el Opa quién de los dos está en mejores condiciones para hacer un ajuste salvaje, de esos que dejarán a la Comarca exhausta y prometiendo no beber más del licor traicionero del populismo.
Uno de los candidatos tendrá el apoyo de los gobernadores de su partido, que necesitan aliviar su gasto público si quieren atraer las inversiones que se fueron en la década ganada. Tendrá el apoyo de su partido en el Congreso de la Comarca, porque no olvidemos que a la hora de la obediencia se trata de un partido verticalista en el que no se discute ni siquiera el candidato del modelo.
Será apoyado por ellos, pero sólo para hacer el trabajo sucio. El Opa ya ha descripto cómo su discurso después de las elecciones sonó a derrota y resignación, y cómo los siniestros caciques de su partido lo desprecian con énfasis moderado: casi no han movido un dedo por él, y tampoco lo harán en las elecciones próximas. Sin embargo, lo apoyarán gustosos en un ajuste salvaje porque preferirán que sea él quien se llene las manos de sangre ajena.
El Opa mira el gabinete que ha propuesto el candidato del relato, y en él brillan rutilantes los más violentos represores del campo popular. Esos nombres deberían servir como advertencia: quiere la memoria que se recuerden los personajes que venían con el General al regreso de su largo exilio, porque en ese avión de Alitalia quienes compartían los espacios más cercanos eran los más siniestros matones de la Comarca. Nadie quiso advertir esa llamada de la realidad, mucho menos quisieron advertirlo los mismos que pretendieron usar al General como ariete para su guerra revolucionaria. Les resultó más fácil hacerse los distraídos, y después acusar al General de traidor.
Lo mismo ocurre ahora. El club de fans de la Presidenta María Estela Fernández de Neón se propone a sí mismo como “los pibes para la liberación”, en una poética licencia que rememora aquella década sangrienta y despiadada. Con cinismo, apoyan ahora a un candidato que tiene todas las herramientas necesarias para un ajuste sin anestesia: incluyendo a los represores. Con cinismo también, se mantendrán silenciosos y sumisos cuando caiga sobre el pueblo la guadaña del ajuste. Con el mismo silencio que mantienen frente a los trenes que chocan destrozando laburantes, frente a los inundados porque las rupias y tombuctúes para los desagües se convirtieron en propaganda naranja, frente a los aborígenes masacrados por los gobernadores “del palo”, frente a los fiscales que se suicidan disparándose casi en la nuca.
El Opa conoce ese silencio: lo vivió en los 90. Cuando la llamarada privatizadora se llevó lo que quedaba de un Estado saqueado y terminó con un 20% de desocupación, los sindicalistas del partido se dedicaron a sus millones y sus empresas. A sus negociados y matufias. Se callaron frente al hambre. El mismo silencio resuena ahora en la conducta de los jóvenes del relato.
¿Y el otro candidato? Ícono cultural de la década maldita, cada vez más cerca de ser electo presidente, tendrá un escenario muy adverso para intentar un ajuste salvaje. Tendrá un Senado en absoluta minoría. Tendrá una Cámara de Diputados fragmentada, y en ella los peornistas se volverán combativos con el mismo fervor con el que se callarán la boca si el ajuste lo realizan ellos. Tendrá a los sindicatos en pie de guerra, súbitamente despiertos porque la inflación que no existe les come el salario a los trabajadores. Tendrá a los gobernadores dispuestos a extorsionarlo públicamente pero negociando por abajo. Tendrá a los estudiantes, unánimes en el repudio, constantes en el rechazo al recorte educativo. Tendrá a los laburantes de la Comarca, de a pie u organizados, vigilando cada centavo.
Por paradójico que suene, el ajuste salvaje tiene más oportunidades con el candidato del relato que con el candidato de la Opo. Simplemente porque el primero tendrá un apoyo, una complicidad y un silencio que el otro no tendrá nunca. Simplemente porque los militontos se agacharán sumisos y marciales frente a uno, pero pelearán combativos frente a otro. Porque al peornismo se le permite el hambreo, el robo descarado, la violencia y la muerte. Son la excepción a la república, y como tal se los exime de sus humildes requisitos.

El Opa piensa, entonces, que el candidato que propone mantener todo es el que más poder tendrá para destrozar todo. Y el candidato garroneado por la campaña del miedo, es el que menos espacio tendrá para recortar derechos. Así de insensata se ha vuelto la Comarca cuando se termina el relato y se agudizan las contradicciones.

sábado, 31 de octubre de 2015

Salir a asustar en la era de la boludez

Hubo elecciones en la Comarca, y Sarracenos y Pleistocenos quedaron mirándose sin entender lo que había ocurrido. El inapelable veredicto de las urnas estableció un resultado que no esperaba nadie, ni sus actores protagónicos, ni los periodistas a sueldo, ni los militontos de diversos colores. Ni, desde luego, el Opa de la Comarca, cuya candidata sacó tan poquitos votos que, si él y su familia no la hubieran votado, posiblemente hasta Moreau podría hacerle burla. Moreau…
Todas las encuestas auguraban el triunfo categórico del candidato ungido por el dedo autoritario de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Pero los resultados se demoraron muchas horas, y en el primer corte informativo, el que aparecía ganando era Macri, el denostado emblema noventista. Luego del estupor, que explicó por qué el Correo Oficial tardó tanto en difundir los resultados, cundió una mezcla de pavura y alegría en partes casi iguales. En lo único en lo que se unían los espantados y los festejantes era en la incredulidad por el resultado. Luego los números se revertirían, y ganaría el candidato oficial “por un par de puntitos”.
Lo interesante es lo que ocurrió después.
El candidato que perdió las elecciones se plantó como triunfador, seguro y magnánimo, hablándoles de futuro y de unión a todos los habitantes. El Opa no le cree una palabra, pero el impacto de esa primera aparición fue contundente.
Luego supo que el Peornismo había perdido la Provincia más extensa de la Comarca, su feudo inexpugnable desde donde controla el 40% de los votos. Ganó la candidata de Macri, a quienes sus detractores confunden con una maestra jardinera. Le ganó al temible Capitán Efedrina, el compadrito ricotero que se las sabe todas y fuma abajo del agua. El Opa se tienta, y tiene ganas de decirles a sus amigos oficialistas: “muchachos, la maestra jardinera le ganó al Don Corleone de Quilmes”. Pero deambulan enardecidos de odio, los muchachos del amor.
Mientras tanto, el candidato oficial tardó un rato largo en manotear un micrófono. Tuvo un discurso asustado, vengativo y dirigido a la parcialidad que gimoteaba ante las cámaras de televisión. Un discurso de perdedor, un discurso de alumno reprobado insultando al profe. La presidenta Fernández de Neón insistió en dos de sus pasatiempos favoritos: esconderse en la Patagonia cuando llueven malas noticias, y despreciar minuciosamente a su propio candidato. Sus pibes para la liberación le dieron la espalda al candidato, ganador al fin, y se refugiaron en el búnker del candidato a gobernador derrotado, a celebrar no se sabe qué junto con el ministro de economía, cuyo modesto premio consuelo fue ser electo diputado por la Capital.
El Opa dedicó esta semana a ver cómo se paraba cada sector de cara al ballotage. Tiene para sí que esos primeros días pueden ser decisivos, porque modelan un estado de ánimo que impregnará el trabajo electoral subsiguiente y que cree difícil poder modificar a mitad del río. Las reacciones de la militancia del relato fueron casi tan sorprendentes como la performance de su candidato: lamentables.
Acostumbrado el Opa a verlos resurgir de las cenizas cada vez que fueron derrotados, daba por descontado que reaccionarían con los reflejos y la precisión habituales para reconquistar laureles con un talento que hasta el Opa reconoce. En su lugar insistieron en su provecta costumbre de asustar con el miedo y las chicanas tontas.
“¡Se vuelven los noventa!”, decían, obviando los vínculos del candidato –y la misma presidenta- con lo más horrible de la década maldita. Apelaron más al miedo bobo que a la memoria, porque la memoria les retribuía cachetada tras cachetada: fotos de Él y Ella con Méndez, el innombrable, de quien el candidato del modelo fuera funcionario; sus presiones para privatizar la empresa petrolera porque ya la tenían vendida; su apoyo a una ley que amenazaba la educación pública…
El destino es inicuo para con los soberbios, y no quiere la suerte que ellos se enseñoreen en su vicio. Por eso, cada acusación al otro candidato era retrucada. Aparecía el rastro de pecados iguales o peores cometidos por los cruzados del modelo. Ha dicho el Opa que no le gusta Macri, ni piensa votarlo. Pero ante cada ataque han surgido cinco respuestas humillantes que deberían llamar al silencio a los militontos, si no fuera porque parecen empeñados en el ridículo. Cinco por uno, el General que los parió debe estar contento.
Siente algo de pena el Opa, porque algunos de los acólitos son buenas personas y son sus amigos. Y porque padecen “la maldición de la puta que los parió”, una construcción metafísica que explica que la izquierda peronista fue parida por una mentira: la de creer que el General era un instrumento revolucionario, y que había que utilizarlo como tal al costo de una profusa ingesta de batracios. La historia los ha desmentido una y otra vez. El cinismo que anida en esa ilusión se muerde la cola, porque finalmente los utilizados han sido ellos. En los ’50, en los ’70, en los ’90 y también ahora. Ese cinismo es también culpa: no fueron capaces de defender a su candidato preferido, el chico de los trenes a quien la presidenta bajó de un yuyazo furioso. Verticales y autoritarios, abandonaron a Randazzo, humillado, débil o demasiado sucio para defender su candidatura.
No fueron capaces de defender a un candidato que reivindicara las conquistas reales, y en cambio fueron en tropel detrás del siniestro candidato del peronismo real. El que maneja gobernaciones y chequeras, presupuesto y territorio, punteros y jueces: ha sido siempre la versión macabra de un populismo conservador que sólo se vistió de “progre” cuando necesitó el voto joven. Cuando se queda sin plata, el populismo muestra su verdadero rostro, y ese rostro ha sido rotundamente rechazado por los habitantes de la Comarca.

Pierden el tiempo con su campaña del miedo, porque sumarán muy poco y se lastimarán a sí mismos. Engolados en la soberbia y el cotillón ideológico, confundidos por el discurso y los cantitos, acunados por un relato mentiroso, no han logrado reaccionar proponiendo razones que convoquen al voto. No han defendido ningún presente ni futuro: apenas la incomprobable permanencia de un pasado que su candidato no les garantiza. Hay sólo más soberbia y más desprecio al voto popular, ese que sólo les gusta cuando ganan elecciones, limpias o no. Macri les agradece, muchachos. El Opa se los reprocha.

domingo, 18 de octubre de 2015

Los manteros del mercado de ideas

El domingo que viene hay elecciones en la Comarca: el Opa ya ha dejado de sentirse atontado por los arrebatos preelectorales y se predispone a votar a conciencia, pero sobre seguro: la opción que ha elegido obtendrá, con suerte, poco más del 5% de los votos. Sabe que no será responsable de ninguno de los distintos males que van a azotar a la Comarca si gana alguno de los tres candidatos que más cerca se encuentran de esa cosa que llaman victoria. Serán males muy distintos, según aconsejan los expertos que medran con la inanidad intelectual de los candidatos; serán males más bien parecidos, según sospechan quienes han vivido algún tiempo en la Comarca.
Es que debajo de la parafernalia de los medios y los discursos de alquiler, la cosa pública en la Comarca se ha vuelto todo tan superficial que ya no disimula que bajo la piel tersa de las soflamas alambicadas hay más coincidencias culturales y de intereses que diferencias basadas en programas concretos. Pero Sarracenos y Pleistocenos se han comido el amague: se desgañitan los amigos del Opa vociferándose mutuamente los infiernos que los aguardan si votan a la opción contraria, porque son tres pero son dos. Por un lado, algunos sostienen que la salvación de la patria vendrá de la mano de un menemista balbuceante que reivindica a la Dictadura y no se cree una sola palabra del discurso que pregonan sus acólitos. Pero por otro lado, sus detractores sostienen que hay que impedirlo, y en cambio hay que votar a un menemista balbuceante que reivindica a la Dictadura y no se cree una sola palabra del discurso que pregonan sus acólitos. Señora lectora, el Opa no se ha confundido. Ponga usted el nombre de los candidatos en cada uno de los roles, y advertirá cuánto se parecen.
Por un lado, el candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Motonauta retirado, ha sido más cauto que el Lole Reutemann, inolvidable casi campeón del mundo que si corría solo salía segundo. El candidato que hoy nos ocupa ha corrido efectivamente solo, y ha sido campeón en categorías en las que no tenía ningún competidor porque era el único que podía comprar una lancha de la categoría más potente. Corría solo, y ganaba. Nunca dejó de hacerlo, Florencio.
Sus fans sostienen que continuará una senda progresista de inclusión revolucionaria. El mismo que continuará la línea dura del clericalismo de la Comarca, con el Padre Rigoberto aplaudiéndolo en la homilía, el mismo que continúa el saqueo de las corporaciones “del palo”, el mismo que festeja la contaminación de la megaminería que le engorda los fondos de campaña, el mismo que ha gobernado la provincia del gatillo fácil y las torturas en comisarías y cárceles, la provincia inviable que devora recursos nacionales y multiplica los pobres como si fueran panes. Hablemos de la igualdad y la libertad y los Derechos Humanos.
Al frente, con un discurso que gira bajo la pacatería republicana, nos encontramos con un tipo que mandó a espiar a sus opositores, asesorado en el área de Defensa por un Carapintada confeso y no arrepentido, y que ha distribuido contratos fantasmas entre los candidatos de su partido y los periodistas afines, que muchas veces son la misma cosa. El mismo que proviene de una familia enriquecida en el desfalco al Estado en épocas amargas, y no ha atisbado a crear una sola empresa decente. Por añadidura, su esposa está imputada por mantener obreros en condición de esclavitud en sus talleres textiles. Hablemos del amor a la ley y al Estado de Derecho.
Dijo el Opa que los candidatos son tres pero son dos. El tercero en discordia sabe que no puede ganar, pero mantenerse en la conversación le garantiza futuro, y hoy por hoy también asegura una segunda vuelta. Delicias de la política de la Comarca. Este candidato promete mano dura contra el pobrerío, pero lo sostiene una red de punteros y dirigentes con más prontuario que trayectoria. Promete terminar con “ladroga”, justo el hombre fuerte de un municipio “narco friendly”. Sabe que en esta partida no llegará a ganar, pero se mantiene a flote aferrado al discurso de demagogia punitiva más brutal y elemental.
Finamente, los tres tratan de orates a los votantes de la Comarca. O acaso hay razones profundas para votarlos, que al Opa se le escapan, agobiado como está por una campaña anodina, aburrida y sin un solo atisbo de creatividad. Sólo un debate guionado le puso un poco de pimienta, pero la sopa electoral era demasiado desabrida para que las cosas cambien demasiado. En ese debate el candidato de la Presidenta Fernández de Neón brilló por su ausencia. Se aseguró de que el nivel de las preguntas descendiera a una pobreza conceptual suficiente como para que pudiera moverse sin pasar mucha vergüenza, y después faltó sin aviso. Pero como en la Comarca no existe la verdad ni la mentira, para los oficialistas fue una movida brillante porque no se expuso a ataques gratuitos; para los opositores fue una muestra de cobardía, irresponsabilidad y mala fe. En rigor de verdad, a nadie le importó: nadie cambió su voto por eso.

El Opa quiere aventar un malentendido. No desprecia los discursos. Cree profundamente en la fuerza de las ideas y en la importancia de concretarlas en acciones tangibles. Pero cuando los discursos son fungibles como una camiseta sucia, se convierten en sarasa, en palabrerío vacuo, en la escenificación de razones mucho más pobres para decidir un voto. Y en la Comarca la palabra está tan devaluada que cotiza muy poco en el mercado político. Y eso no puede augurar nada bueno.

viernes, 28 de agosto de 2015

Intriga en la Satrapía del Norte

 Nuevamente el Norte de la Comarca fue el epicentro de episodios que desintegran la fe del Opa en la consolidación democrática. Hace poco murió un pibe de la JR baleado por la espalda, aparentemente por los matones de Milagro Sala, esa taumaturga que conjuga violencias y reivindicaciones como sólo pueden hacerlo las huestes fascistas. Ahora, unos kilómetros más al sur, o menos al norte, hubo unas elecciones disputadas a dentelladas que resucitaron todas las lacras políticas de la Comarca. En un pintoresco muestrario de infamias el candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón, que fuera su ministro más rico en un gabinete ahíto de millonarios, se atribuyó una victoria que no termina de ser creída por nadie.
Digamos, para comenzar, que hubo venta de votos: personas que admitieron votar a Fulano porque les pagaron o les iban a pagar. Digamos también que hubo un bolsoneo impune, registrado por un periodista que terminó patoteado por las huestes de Fulano. Digamos que hubo urnas quemadas, que alteraron actas, que a los candidatos de la oposición en muchos lugares les borraron todos los votos obtenidos. Digamos que en muchas mesas Fulano ganó con el 100% de los votos, es decir, con el voto de los fiscales de la oposición.
Como un muestrario de irregularidades nunca se termina del todo, el gobierno provincial tardó más de seis horas en dar las primeras cifras oficiales. Es comprensible, para retener su feudo el gobernador saliente urdió un entramado de candidaturas, acoples y listas paralelas que desquiciarían al más pintado y favorecen siempre al mismo: a Fulano. Para cuando se difundieron esas cifras, se dijo que escrutadas el 81% de las mesas Fulano ganaba con el 54% de los votos frente a los 40% de Mengano, principal contendiente de la oposición. Fue tal el tufo a fraude que desde entonces se sucedieron las protestas públicas frente a la Casa de Gobierno. Como es tradición en la provincia, la policía se encargó de desparramar a palazos a los manifestantes que querían algo tan básico, tan burgués y aburrido como la transparencia electoral. Y, garrote en mano, Fulano y los militontos del relato se prodigaron a recitar ese 14% de diferencia como un mantra sagrado que purifica todas las incertidumbres.
Pero fue tal el descalabro y la lluvia de denuncias que se decidió suspender el escrutinio provisorio, que realiza el Correo. Es claro: el mismo Correo no fue capaz de difundir una sola cifra durante toda la madrugada infausta del lunes. Tenía menos credibilidad que todos los periodistas de la Comarca juntos, oficialistas y opositores. Ahora, una Junta Electoral Provincial, manejada por el oficialismo, está intentando el escrutinio definitivo. Han abierto el 6,8% de las urnas al momento de escribir este informe, y de ello surge que Mengano le gana a Fulano por 52% a 36%, aunque hay que aclarar que esos votos corresponden todos a la Ciudad Capital.
Ahora el Opa se aventura en la aritmética, un atrevimiento irresponsable si se recuerda cuánto le costaron las matemáticas en la escuela. Pero el Opa es obcecado, y volverá a intentarlo. Según el escrutinio provisorio, Fulano ganaba por 54%, y Mengano tenía 40%. Ello corresponde al 81,55% de los votos procesados, que fueron 776.999, mayormente del interior de la provincia. Reniega el Opa con la regla de tres simple para columbrar un total de 952.788 votos. De los contabilizados, aplicando la misma regla de tres, Fulano habría obtenido unos 442.843 votos y Mengano unos 316.705 votos.
Ahora bien, recordemos que estos votos eran del interior, y que el 19% restante era mayormente de la Capital. Sabemos que allí hasta ahora Mengano gana por un 52% de los 175.789 de los votos (unos 91.410 votos), contra el 36% de Fulano (unos 63.284 votos). En esta hipotética suma llena de incertidumbres, Fulano quedaría con 506.127 votos, y Mengano quedaría con 408.115 votos, es decir, 98.012 votos de diferencia. Admite el Opa que se está comparando peras con manzanas, Sarracenos con Pleistocenos, chanchos y Tombuctúes. Pero nota que la diferencia original (y provisoria) de 126.138 votos se reduce a 98.012, es decir, un 10,28%. ¿Es esto suficiente para determinar que el fraude pudo haber cambiado el resultado? El Opa no lo sabe.
En principio la arquitectura del fraude electoral puede alterar una cantidad de puntos. Por eso el Opa se sentiría tentado de admitir que Fulano habría sido ganador aun si no hubiera existido fraude, que sólo amplió una ventaja que era indescontable para Mengano. Ahora bien, en esta elección hubo una tormenta de irregularidades denunciadas y constatadas. Al Opa le consta de gente que conoce que en una mesa de  la Capital a Mengano le borraron todos los votos (un 65% contra 25% de Fulano). Eso en la Capital, donde los fiscales de Mengano sacaban fotos de todas las actas antes de meterlas en la urna y mandarlas al Correo. Se trata del hermano de una amiga, quien fiscalizó la elección y constató los resultados oficiales de su propia mesa.
El Opa concluye entonces que la diferencia en la Capital podría ser mucho mayor. Y que en el interior de la provincia los fiscales de Mengano firmaron con rojo las actas, que luego aparecieron firmadas con azul en el Correo (con una avalancha de votos a favor de Fulano, desde luego). Todo ello debidamente registrado con fotos. Por lo que la diferencia en el interior podría ser mucho menor. ¿Cuánto restaría el fraude en Capital y cuánto sumaría en el interior? ¿Qué diferencia quedaría, sabiendo que se han mordisqueado los dos extremos del padrón?
El Opa no sabe si corresponde anular las elecciones y votar de nuevo. Pero a medida que pasan los días hasta los funcionarios oficiales van admitiendo que los abruma la cantidad de denuncias y pruebas. Algo huele mal en la Comarca, pero eso es casi normal. Lo insólito, lo que verdaderamente tiene anonadados a Sarracenos y Pleistocenos, es que a medida que transcurren los días las certezas se evaporan.
Acaso el candidato Mengano, sin saberlo del todo, haya ganado las elecciones. O talvez no. Esta novela de suspenso queda abierta, porque hasta los números bailotean su danza intrigante y desquiciada. El Opa celebra a ese pueblo que ha despertado y no deja de protestar, y se apresta a seguir la novela más interesante de un año otherwise aburridísimo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Réquiem para Ariel

El Opa escribe este post dolido con una realidad miserable. Han matado a un pibe que militaba en la Juventud Radical del norte lejano de la Comarca. Lo han matado por la espalda, porque sí, después de haberlo echado con amenazas y agresiones del barrio donde estaba repartiendo volantes. Lo han matado, según todo indica, unos matones de Milagro Sala, la lugarteniente norteña de la Presidenta María Estela Fernández de Neón.
El Opa se conduele porque ha militado, también él, en esa organización que tiene mucho de mística, mucho de pavote, mucho de amor por la libertad y mucho de pérdida de tiempo en la rosca inútil. Como quiera que sea, el Opa conoce bien a la Juventud Radical. Aun con todos sus defectos es un lugar que convoca mayormente a pibes con sueños, con ideales frescos y con ejemplos maravillosos. Algunos después se tuercen, como suele pasar en la Comarca, pero la mayoría transcurre su militancia convencida de estar contribuyendo con la democracia, con alegría y esperanza.
Por eso duele que maten a un pibe, que acaso ni siquiera había tenido tiempo de ser tentado por el poder que la Juventud Radical no tiene, y acaso nunca tenga en ese rincón olvidado de la Comarca. El Opa ha perdido amigos muy queridos que dejaron su vida militando en alguna ruta, en algún estúpido accidente de tránsito, pero esto duele más, tanto más.
Duele reconocer que la violencia política sigue siendo una herramienta legítima para el peronismo, que se le perdone los cadenazos y palazos a los militantes radicales o de izquierda, que se mire para otro lado cuando las patotas matan piqueteros con la complicidad de la policía que les libera la zona para que maten sin inconvenientes. Que cada tanto aparezcan incendiados los comités, o los autos de los militantes de otros partidos.
La violencia y la amoralidad están en el ADN del movimiento peronista. No es posible negarlo. El Opa ha leído el Manual de Conducción Política, y otros refritos suscriptos por el General, y de ellos ha aprendido que lo único que importa es lograr el objetivo. Los métodos son buenos cuando resultan, decía el General, y son buenos porque resultan. Si no resultan, son malos. Es decir, el fin justifica cualquier medio. Como buen militar, asumía que la disputa por el poder incluye explícitamente la destrucción física del adversario. Para despabilar los distraídos: para Perón matar un adversario era legítimo, si con ello lograba conseguir o mantener el poder.
Esa cultura impregna la idiosincrasia política de la Comarca. Es pre-republicana, porque subordina la ley a los intereses del caudillo, y borronea los límites y contrapesos que tiene que tener el poder. Es antidemocrática, porque justifica el boicot a quien gobierna cuando quien gobierna es de otro partido: a fin de cuentas los ha parido un golpe de estado, y la historia no puede contarse de otra manera. El peronismo nace con el derrocamiento de Yrigoyen, don Hipólito. Y porque después, una vez conquistado el poder, subordina al Estado como herramienta del partido de gobierno para impedir la competencia electoral equitativa. Reduce las elecciones a un desfile simbólico, que finalmente se define por el aparato del Estado.
Han convertido a la democracia en esta farsa donde se vota cada dos años y ahí mismo termina el ciudadano para convertirse en súbdito, en una masa sometida al sátrapa de turno. El que adhiera recibirá los favores del gobierno, merecidos o no. El que no adhiera, será considerado un gorila, es decir, un enemigo. Y como dijo la compañera Eva: al enemigo, ni justicia.
Justicia es lo que no tuvo Ariel Velázquez, el militante de la JR de Jujuy. No la tendrá, tampoco. A lo sumo agarrarán algún perejil y le imputarán homicidio en ocasión de robo, aunque al pibe no le hayan robado nada y lo hayan venido amenazando desde hace rato. El Opa conoce la justicia del norte de la Comarca. Conoce a sus jueces y fiscales, esbirros casi todos de un poder feudal, violento y profundamente vulgar. Sabe que no pasará nada. Para un compañero, nada mejor que otro compañero.
El Opa sabe también que el club de fans de la Presidenta Fernández de Neón está ahora mismo mirando para otro lado, posteando fotos familiares, o de las vacaciones, o de las zapatillas nuevas, o de lo que sea. Como cada vez que el peronismo mata en la Comarca. Cada vez que la violencia política o la corrupción, o ambas, se cargan a alguien, los pibes para la liberación se convierten en militantes de la banalidad espontánea. Se convierten en seres superficiales, tilingos y buenudos. Se vuelven Macri.
Pero el Opa ya no espera nada de ellos. Son cómplices de una realidad para la que militan, son operarios de la mentira, el desfalco y el apriete, aunque no empuñen el fierro ni se encanuten los dólares. Cuando la cosa se pone fea, miran para otro lado y le echan la culpa a los medios, que siempre tiran mala onda. Igualito a Isabelita cuando le reclamaban por los cadáveres destrozados por la Triple A: “es la cadena del desánimo, compañeros”.
El Opa piensa en este chico, no se lo puede sacar de la cabeza. Esta triste, enojado y triste. Siente ganas de no creer en nada ni volver a tener expectativas. Pero hace un esfuercito. Hace el intento. Y entonces decide que seguir militando por la vida y por la paz no es un cantito de los ochenta, es una elección de vida.

Somos la vida, somos la paz. El Opa se irá a dormir sintiendo que mañana habrá que juntar el dolor y dejarlo de lado, porque es hora de comenzar a construir el día después.  A seguir trabajando por la libertad del pueblo, que está en nuestro corazón.

miércoles, 12 de agosto de 2015

El llamado de la naturaleza

Las vicisitudes de la Comarca nunca dejan de sorprender al Opa, que apenas puede procesar la realidad entera. Ha seguido de cerca el novelón de las candidaturas en la ciudad en la que vive, porque desde las últimas elecciones provinciales se ha desmadrado el escenario y las traiciones y agachadas florecen como lapachos invernales.
Sucede que en el corazón de la Comarca se había llegado a un acuerdo para amontonar opositores y ganar la gobernación. No funcionó, en parte porque los elementos constitutivos de tan insólita combinación resultaban repugnantes entre sí, y en parte porque el candidato era tan carismático como un yogur vencido. No se habían terminado de contar los votos cuando el Luí Jué, jefe de la campaña provincial y senador reelecto, arremetió contra el intendente de la Capital acusándolo de no trabajar lo suficiente. Internismo bobo antes de tiempo y a contralelo de la realidad: el único lugar de la provincia donde se ganaron las elecciones fue justamente la ciudad capital.
Sabemos que demasiado pronto y con el fiambre aún tibio, el yerno del candidato a gobernador, que acababa de ser reelecto legislador provincial, se postuló también para la intendencia. Bah, hizo el intento, porque el partido declaró abstracta la interna en virtud del mismo acuerdo que lo atornilló a su banca. A partir de entonces las cosas se aceleraron.
El que rompió el cerco fue el Luí, orate impredecible de verba calumniosa y ocurrente. El último día para presentar las candidaturas municipales, anunció con pífanos y retruécanos que sería candidato a intendente aliado con la Olga. Cuando hablamos de la Olga pensamos en ese personaje tosco, maltrecho, ese torpe remiendo de un Frankenstein mal dibujado por un buen comediante, un monstruo fantasmagórico que se desplaza recitando su propio nombre como una letanía inaccesible. No, no hablamos del personaje de Liniers.
El Luí comenzó su estrellato local denunciando la corrupción del gobierno provincial, especialmente los aprietes y enjuagues de la esposa del Gobernador, que ejercía en contraturno la Secretaría General de la Gobernación. El Luí sacó al sol los trapitos percudidos, los sacudió bien ante sarracenos y pleistocenos, obligó a la Olga a bajar su perfil, mientras él mismo era eyectado del cargo. Entonces se reinventó como un mártir y paladín de la justicia, y en la Comarca crédula lo elegían intendente. Esto ocurrió hace doce años, y entonces el Luí y la Olga se odiaban.
Fue una gestión opaca: los desbordes histriónicos del Luí no alcanzaron a cubrir la ineptitud de sus funcionarios, que tampoco se privaron de meter la mano en la lata. Antes de irse, el Luí se encargó de nombrar unos 4500 tipos como empleados municipales, convirtiendo a sus militantes en un tumor a control remoto que carcomería desde adentro las gestiones siguientes. La Olga, concejal, lo denunciaba desde su banca por inepto, demagogo, clientelar y manolarga. Es decir, por peronista. Seguían odiándose minuciosamente.
Cuando ambos quedaron despechados, cuando comprendieron que el resentimiento y la sed de venganza pueden más que el amor y las coincidencias. Cuando recordaron que ambos, más allá de los tiroteos previos, eran incurablemente peronistas, comenzaron a mirarse con otros ojos. Trocaron el odio por la especulación, la voluntad de daño logró cohesionarlos en una fórmula bizarra, y allí se lanzaron a las aguas procelosas de la política municipal. Y comenzaron a naufragar.
La Olga medía bien, al cabo de ocho años de despotricar desde el Concejo y recorrer los barrios más olvidados de la Ciudad. El Luí era ya un artículo pasado de moda, era la chica del verano que se atragantó en el Macdónal y ahora tiene un gatito en su foto de perfil en Facebook. Pero su voltereta con Macri le subió el precio, lo hizo candidato a senador, y la Olga compró el paquete decadente, ya vencido.
Y las acciones de ambos se desplomaron: el mercado de la ciudad tampoco tiene estómago para operetas basadas en el rencor y el resentimiento. Los ha unido el odio al actual intendente, y eso transpira más que todos los discursos que han ensayado para justificar su alianza. El Luí traicionó a todos sus socios locales y porteños, como siempre lo hizo. La Olga traicionó a esos militantes humildes que la seguían por calles embarradas. A la Olga le fue peor, porque todo indica que no ganarán las elecciones, y ella no puede ser concejal por tercera vez. El Luí renunció a su banca de senador cuando todavía estaban calentitos los votos que lo eligieron, traicionando a los despistados que votaron a un senador que no sería. El Luí podrá, en el mejor de los casos, ser un concejal más, con el plus de traicionar a un 30% del electorado.
Al Opa lo ha impresionado la capacidad de daño del Luí. Fue socio de cuanto corrupto se ha envilecido en la Comarca, y los ha traicionado con saña persistente. Un consecuente del volanteo y la traición, el Luí fue carcomiendo su propio partido, ese frente de oportunistas que saltaron varios charcos para alojarse en el calorcito del cargo público. Porque recuerda el Opa que ni uno solo de los dirigentes y militantes del Luí se acercó a su partido sin cobrar un puesto. Ninguno se acercó al llano: peronista al fin, el Luí siempre supo que las adhesiones subrepticias y lealtades porosas se financian con presupuesto público, y no existe un solo juecista que no haya cobrado del Estado.

Piensa el Opa en la estupidez de Macri, ese muchacho pituco que desprecia la política y por lo tanto no la entiende. Compró un buzón que hace chistes, promete votos y transpira decepciones. Pero que apenas pudo traicionarlo y arriesgar su construcción, lo hizo como si no hubiera un mañana. Macri fue comprensivo hasta la ridiculez y prefirió no hablar del tema. Es que admitir el daño confesará su propia torpeza y mostrará el rosario de impericias que jalona su carrera de embolsados hacia la presidencia de la Comarca. Mostrará que no está a la altura.

domingo, 26 de julio de 2015

Dictaduras y dictablandas

Al Opa nunca deja de sorprenderlo la insoportable levedad de los debates en la Comarca. Cree que de todos los males que dejarán la Presidenta María Estela Fernández de Neón y sus acólitos, el peor será la entronización de la mediocridad más chota, de esa celebración de la chicana ramplona a la que confunden con “el debate” a falta de mejor cosa. El Opa los escucha repetir eslóganes como orates, y mira para el lado de la Opo y escucha otros eslóganes parecidamente superficiales pero de signo aparentemente contrario. Mucha sarasa insustancial, mucho ideologismo profundo como una palangana, y una pavorosa indigencia intelectual para profundizar cualquier debate. Por las dudas.
Ahora la Señora de los Almuerzos, célebre fósil televisivo de la Comarca, ha dicho que la Presidenta es una dictadora. Frase desafortunada, banal y pavota. Horas de “debate”, ríos de tinta a favor o en contra de la Señora y de sus dichos, los pavorreales del relato se hincharon pletóricos de indignación Nac&Pop, y como son ardorosos defensores de la democracia, procedieron a amenazar a la disidente con exhumar sus secretos de alcoba.
Para ser más claro: un terrorista reciclado como diputado nacional se refirió al pasado de la Señora, atribuyó su estrellato de hace décadas a su tránsito por alcobas oficiales y ajenas. Entre tanto revisionismo de neceser, entre tanta antropología de complicidades con las dictaduras genocidas de la Comarca (en las que Ella y Él se enriquecieron, hay que recordarlo), a la progresía militonta se le pasó por alto esa escatológica auditoría de calzones ajenos.
Al Opa no lo asusta lo que diga un Montonero arrepentido, porque al fin y al cabo siempre fueron fascistas. Al Opa lo entristece hasta la médula que la progresía militante no encuentre ningún problemita “de género” en la amenaza del diputado. Tanto que marcharon con los cartelitos de “Ni una menos”, tanto que se jactan de tener una presidenta mujer (que antepone su visión católica para impedir el aborto regulado), tanto que cacarean sobre la igualdad y otros relatos, ahora cuando tienen servida la oportunidad del escrache moralizante, ahora se quedan calladitos. No lo sorprende al Opa, porque se han quedado callados siempre. Nada más triste que el silencio cómplice de los progresistas de la Comarca. Nada más repugnante que su doble moral oportunista y cobarde.
No lo asusta al Opa que lo acusen de defender al fósil de los almuerzos: en un mundo idiotizado la monada considera que si uno no está de un lado es porque está del otro. El Opa les pide que entonces expliquen qué tiene de malo la dictadura, si hasta Néstor se enriqueció en ella desalojando al pobrerío en los inviernos australes para engordar los bancos cipayos. Si hasta recurrieron a un genocida para conducir al Ejército y construir una red de buchones que tributan a la Presidenta Fernández de Neón. Si la mitad del gabinete fueron funcionarios públicos en esos años. Incluyendo a la cuñada presidencial. Si el hombre fuerte de la seguridad en la Comarca es un coronel Carapintada que se levantó contra la democracia incipiente. Si asumimos que todas estas cosas son menores, también lo es que la Señora de los Almuerzos haya sido la anfitriona favorita de cuanta dictadura asoló la Comarca.
Pero estas sutilezas no llegan a iluminar a los militontos. Están encandilados por el odio selectivo, desorientados porque ahora tienen que ir a votar, y aplaudir, y justificar al mismo tipo al que despreciaban con fervor hasta hace diez minutos. Los progresimios de la Comarca se rieron, junto con los intelectuales a sueldo de la Biblioteca Nacional, cuando un dirigente “del palo” se burló de la discapacidad del mismo tipo que ahora “representa al modelo”. Llegaron a la bajeza de mofarse de una desgracia pretérita: así lo odiaban. Ahora lo aman. O lo apoyan. O lo que sea.
Esa misma gente ahora no se inmuta cuando un comisario moral amenaza a una mujer anciana con revelar sus trapisondas de antaño si sigue opinando que la Presidenta es dictadora. Tampoco se inmutó cuando le volaron los sesos a un Fiscal que sabía demasiado, porque rápidamente se alinearon con el discurso oficial: se mató solo. Y se mató por puto, por chanta, por cagón y por cipayo. Gente de esta catadura se rasga las vestiduras contra los innobles jueces de la Comarca, pero sólo si osan investigar el patrimonio y los negociados oficiales. Cuando prevarican a favor del poder y la familia son jueces legítimos.
El sainete bobo de la Señora de los Almuerzos se terminará pronto, cubierto por algún otro episodio de vergüenza nacional. Quedará apenas el eco de los escandalizados por sus palabras. Quedará la complicidad con la amenaza stalinista del terrorista con banca. Quedará una discusión que se mantuvo deliberadamente en el plano de la estupidez (¿dictadura sí o dictadura no?), porque si se profundiza y se describen los contornos del autoritarismo, se descubrirá que sus líneas van definiendo, de a poco pero con certeza, el rostro de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Está en el ADN del movimiento, pero como a nadie le gusta asumirse autoritario es más fácil pelearse contra el hombre de paja: la dictadura.
Como si el autoritarismo como delimitación violenta de la disidencia política se limitara a una flota de Falcon verdes, a las hogueras donde ardieron libros prohibidos, a la cesantía de profesores notables, al  exterminio de militantes entregados por sus dirigentes. Como si el autoritarismo no funcionara como una escala móvil que según las épocas y las modas se desplaza entre el exterminio y el bardeo por cadena nacional, entre el gelamón y la AFIP, entre la ESMA y el Consejo de la Magistratura.

El Opa no es muy listo, pero lo asiste una sensibilidad que le eriza la piel ante la brisa pesada de los autoritarios de cualquier pelaje, incluso de los posmodernos. Porque ha nacido y vive en la Comarca, donde la disidencia al populismo se pagó y se paga con la cesantía, el desprecio y el sopapo. Donde cualquier patotero de barrio se cree con derecho a contarte las costillas para preguntarte en nombre de quién hablás.

sábado, 18 de julio de 2015

Fe de ratas, y el gorilismo boomerang

El Opa comienza este post admitiendo y disculpándose por el grosero error de cálculo que ha cometido en el post anterior. En él, asumía que el menjunje que competía por la gobernación de la Comarca mediterránea en nombre de su desdichado partido resultaría ampliamente perdedor, y sería derrotado hasta por los militontos de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Se equivocó. Compró la operación de encuestas falaces de esa caterva de trúhanes que se hacen llamar “consultores políticos”. Piensa el Opa que ningún consultor nace chorro, pero son casi como los periodistas: taumaturgos capaces de crear ficciones y operetas al mejor postor.
Este rejunte que propuso como candidato a gobernador a ese triste George Bush del subdesarrollo que alegremente se hace llamar “el milico”, terminó obteniendo un segundo lugar a escasos seis puntos del ganador. El partido de la Señora Presidenta terminó tercero y lejos, con un miserable 17% después de persuadir a la ciudadanía con una lluvia de rupias y tombuctúes de que estaba cerca del premio mayor. Hasta el Opa se creyó el relato, así de inerme se encuentra frente a las mentiras públicas. Como todo el mundo en la Comarca, le aclaran.
Lo insólito del asunto es que ni bien contaron los votos, en lugar de festejar su inopinado segundo puesto con un más que respetable 33% (por la invotabilidad del candidato), “el milico” y sus adláteres utilizaron cuanto micrófono tuvieron a mano para atribuirle la derrota al intendente de la Comarca vecinal. El más pernicioso de sus elementos, el incombustible Luí Jué, no tuvo empacho en sostener, en plena campaña, que el intendente no aportaba lo que tenía que aportar. No se sabe bien a qué se refería, pero el único departamento en el que ganó “el milico” fue en la Capital, conducida justamente por el intendente. En las proficuas praderas ganaderas de la Comarca, allí donde “el milico” se convirtió en vocero oficioso de terratenientes, sojeros y toyotistas, allí resultó minuciosamente despreciado en favor del candidato oficial. Perdió entre su electorado primigenio, y en varios lugares obtuvo sólo la mitad de votos que el ganador. Perdió como chancho.
El Opa intuye, como intuyó todo el mundo, que habría algo más detrás de esas declaraciones de campaña y de esa bravata al cierre del escrutinio. El misterio se develó al día siguiente, cuando el yerno del “milico” lanzó su candidatura a intendente por el mismo partido. Comenzó un vodevil vergonzoso, con especulaciones cruzadas en un marco de alianzas y traiciones de folletín. El muchacho inscribió su candidatura, con el apoyo explícito de su suegro, del Luí, y se diría que de nadie más. Esa candidatura conspiraba contra la reelección del intendente, que había sido acordada en la misma negociación que convirtió al “milico” en candidato a gobernador, al Luí en candidato a senador nacional, y a este triste muchacho en candidato a legislador provincial. Cobraron todos, pero ni bien se aseguraron la banca patearon el tablero.
Corrieron a la Capital de la Comarca a ofrendarse ante su santo patrono con los pantalones bajos. El accionista principal balbuceó alguna cosa que no comprendieron, y volvieron a la provincia preguntándose qué hacer. El Luí comenzó su campaña junto con la Olga, espantoso mandril aquerenciado, antigua primera dama provincial y virtual interventora de la municipalidad cuando el peronismo se quedó con todo. La Olga salió de escena cuando el Luí, en aquél lejano momento Fiscal Anticorrupción, la encontró en un aeropuerto con valijas clandestinas de dinero público. El escándalo terminó con la visibilidad de la Olga y con la carrera del Luí como fiscal, y lo proyectó hacia el estrellato como víctima propiciatoria que luego facturaría convirtiéndose en intendente de la Ciudad. Parafraseando al viejo Balbín, aquellos viejos enemigos hoy son amigos. O aliados. O cómplices. O algo por el estilo. Los une la tirria contra el intendente actual. Los une la envidia, el resentimiento, y las ganas de quedarse con los negocios.
La Olga le respondía a otro candidato a presidente, un diputado termocefálico que aspira a ser tercero en discordia entre el obediente Daniel Osvaldo (amanuense de la Señora) y Mauricio, el accionista principal de la empresa política donde cobró el Luí su senaduría. El “milico”, su yerno y el Luí se dejaron llevar por el rencor y propiciaron una candidatura que impacta directamente en las chances presidenciales de Mauricio, el único que les juntaba las cabezas. Apuntan a hacer perder al intendente, más para cobrarse venganzas y mezquindades que por voluntad de victoria. Apuntan, por analogía, a que Mauricio pierda las elecciones en la segunda ciudad de la Comarca, y quede herido para el resto del calendario electoral.
Al momento de escribir estas líneas el Opa supo que finalmente el partido les ha bajado la caña, les ha cerrado las puertas, y los ha marginado de la contienda por la ciudad. Se declararon abstractas las internas porque el partido ya había inscripto una alianza con unos candidatos determinados en el marco de ese acuerdo primigenio. Y punto.
El Opa considera que es una maniobra estalinista y conservadora que clausura el debate y la posibilidad de competir. Pero “el milico” y su yerno ya se habían favorecido con la maniobra original, que les permitió ser candidatos por derecho divino impuestos por el dedo fálico de la Capital de la Comarca. Llegaron a sus candidaturas en el caballo del comisario más soberbio, y al amparo de sus charreteras y trabucos se quedaron con cuantos cargos quisieron, despreciando a dirigentes que querían competir democráticamente. Violaron la ley y la Carta Orgánica para ser ungidos en el marco de un unicato oligarca.
Ahora se cayeron del caballo, los volearon de un planazo y los condenaron al rincón de los inicuos. No serán perdonados, y no merecen perdón. El Opa lo lamenta por el muchacho, que sabe leer de corrido y hablar con cierta propiedad, lo cual es un lujo en la legislatura de la Comarca. Tenía un gran futuro, dañado ahora por la soberbia y las malas pasiones, por un suegro ególatra y mezquino y un socio resentido y traidorazo. También, por la compañía de una cohorte de soberbios ahítos de ignorancias. El Opa no lo lamenta. Si el muchacho es listo, sabrá sacudirse esos lastres y reinventarse mientras esté en la Legislatura. Si no, no se perderá demasiado.

lunes, 22 de junio de 2015

"Perderéis como Chanchos"

 Dicen que las maldiciones gitanas se cumplen a rajatabla en todos los rincones de la Comarca. Y cuando una gitana te dice que perderás como el Chancho Mayor de la Comarca mediterránea significa que perderás elecciones aun teniendo todo a tu favor para ganar. Es el precio de la soberbia, y de despreciar el arte sutil de la política bien entendida. En esa política, los dirigentes importantes se ocupan de dos cosas: hacer bien su trabajo, y hacerle saber a sus votantes potenciales que están haciendo bien su trabajo. Cuando los dirigentes son soberbios comienzan a creer que un rayo misterioso hará nido en su calva, y que los ciudadanos irán en tropel a depositar su voto allí donde el rayo anide. Eso nunca pasa en la vida real, y hasta el Opa lo sabe.
Entonces, ocurre que esa casta maldita originada por el Chancho Mayor se enfrenta a elecciones. Han sido tan soberbios que han perdido elecciones que no podían perder. Han perdido una elección legislativa hace dos años con demasiadas cosas a favor: el gobierno mediterráneo estaba enterrado hasta el pecho en un escándalo de narcotráfico y lavado de dinero que llenó hasta los titulares de los diarios del Gobernador. El peronismo venía con un festival de errores, con obra pública que se caía a pedazos, con dirigentes que no sabían el abecedario de corrido. El radicalismo proponía a Ken, ese muñeco apuesto y bobo, que si uno lo sacude balbucea frases de derecha. Supuestamente era lo mejor que el viejo partido podía ofrecer en la Comarca mediterránea. Se creyó el toro campeón: paseó la cucarda por los diarios y la tele, y nunca salió a la calle a buscar los votos que nunca tuvo. Perdió como Chancho, en una elección que no podía perder.
Ahora Ken, balbuceante y soberbio, impulsó una alianza con Macri, el Niño Cincuentón (como sabiamente lo llama don Julio). En realidad, viene extorsionando a su propio partido desde hace varias elecciones: “si no vamos con Macri, no soy candidato, y perdemos”. Bueno, hasta ahora, y como siempre que ha sido candidato, hemos ido con Ken, y hemos perdido. Como Chanchos, insiste el Opa.
Esa alianza en realidad la cerró Macri himself. Trajo de la oreja a Ken y a un par de amanuenses que le sirven, buscó a sus propios lugartenientes en la Comarca (deportistas casi analfabetos decorando una cueva de ladrones), y buscó al “Luí Jué”, para amalgamarlos en un frente electoral presuntamente imbatible. Saldrán terceros.
El Opa debe describir al “Luí”. Se trata de un personaje folclórico parido por el populismo local. Un lengualarga con talento profuso para el chiste cordobés, para la metáfora mediterránea, para la ocurrencia hiriente. Un denunciador profesional que saltó a las grandes ligas denunciando al actual Jeque de la Comarca mediterránea y a su por entonces Esposa. “El Luí” fue elegido intendente de la Ciudad, en una de las gestiones más lamentables de su corta historia democrática. Desde entonces se empeña en perder elecciones a Gobernador, casi siempre disputando la derrota con Ken, a quien ha denunciado varias veces por sus fechorías cuando fue interventor de la Mesopotamia de la Comarca.
Ahora, estos antiguos enemigos dejaron de disputarse a dentelladas la vergüenza y pretendieron juntarse para construir una victoria. Perderán como Chanchos, y el Opa explicará por qué.
En primer lugar, sobreactúan tanto su alianza que nadie les cree una palabra. Los radicales han sido denunciados penalmente por “El Luí”, casi siempre sin pruebas, casi siempre con razón. Han sido defenestrados una y otra vez. Ahora se ven obligados a caminar de la mano del tipo que los ha despreciado públicamente. En segundo lugar, los votantes del “Luí” representan a la antipolítica: eternos ninguneadores de la finesse ideológica, populistas sin patrón y demagogos con cartelitos, resumen su preferencia electoral en una bravata pre-republicana: “basta de chorear”. Taxistas que no se abrochan los cinturones ni te dan el vuelto, comerciantes que facturan en negro, amas de casa que negrean a la empleada doméstica. Ese es el perfil del votante del “Luí”, que preferiría el retorno de los militares honestos antes que un radical con prosapia y discurso florido. Ahora se ven obligados a caminar de la mano de un tipo que debe 60 millones de Rupias y ha logrado su impunidad.
Sin embargo, los gurúes electorales de Macri que juntaron las cabezas de esta triste expresión de la decadencia de la Comarca, han creído que pergeñaban la fórmula ganadora. Estaban disparándose en el pie, anulando mutuamente los electorados que creían amontonar aritméticamente. Ignorantes profundos de la política fina, despreciantes minuciosos de la política de la Comarca. Ninguno de los votantes de uno votarían por el otro. Por eso, en lugar de sumar votantes restó gente asqueada. Hace dos años Ken perdió la elección legislativa que no podía perder. Obtuvo el 23% de los votos. Hoy, las encuestas más optimistas le dan los mismos números. Hace dos años salió segundo, ahora saldrá tercero.
Piensa el Opa que hay algo de justicia en ello. El gran dios de las volteretas electorales desprecia a los idiotas y a los soberbios. Ken, y esa casta maldita del mestrismo, han perpetrado ambas injurias en dosis parejas y generosas. Han sido idiotas, despreciando años de construcción de una cultura política convocante, transformadora y ganadora, reemplazándola por un eficientismo ramplón, inepto y manolarga. Han restado votos y sumado imputaciones penales. Han sido soberbios, han creído que arrodillándose ante un cacique porteño podían conjurar a los mismos dioses que convirtieron en presidenciable a un ingeniero bocapapa que jamás enuncia una idea entera.

Se han dejado juntar las cabezas, como ganado. Como ovejas disciplinadas por el ladrido autorizado, se juntaron viejos enemigos. Incapaces todos ellos de desplegar una sola idea, incapaces de convencer a sus propios partidos que se les han rebelado. Han creído que la alquimia de la victoria se cocina en oficinas paquetas de la Capital de la Comarca. Y eso, se sabe, es imperdonable en la Comarca. Y por eso perderán como Chanchos.