Hoy hubo una marcha en la Comarca del Opa, masiva y plural como sólo suele ocurrir cuando se marcha en defensa de la educación pública. Décadas de populismos ambidiestros no han terminado de desmoronar esa idea que conforma el núcleo identitario de lo más noble de la Comarca. La educación pública, desde las escuelas sarmientinas hasta la universidad reformista, ha conformado el sustrato de una memoria histórica nutrida de premios nóbeles, de ascenso social, de contención social y económica en estos tiempos cretinos, y también del sueño de un futuro. Es un anhelo de prestigio que se desenvuelve en el pasado, el presente y se proyecta hacia el futuro como proyecto o ensoñación.
El Opa, como tantos en la Comarca, es
hijo y nieto de la universidad reformista, pública, gratuita, laica, con
excelencia y libertad académica. De esa noble tradición que no terminaron de hundir
los militares integristas, los jesuitas o los mercaderes. Tampoco pudo hacerlo
el Papadas, ese conglomerado de resentimientos que un pueblo agobiado votó como
Presidente. La Universidad, así con mayúsculas, ha resistido infamias peores, y
resistirá esta otra también. Su hermana mayor, el Jefe, no sabe de qué se trata
puesto que en su CV sólo hay tarotismo y repostería, carreras que, según constata
el Opa, no son impartidas por ninguna de las unidades académicas del Sistema
Universitario Argentino.
Hay un costado infame y triste en todo
esto, y es la constatación de que la camporización acelerada de las botineras
del Presidente ha atacado también a personas otrora razonables, con algún resquicio
de pudor y sentido crítico. Estas personas, súbitos aplaudidores de cualquier
gansada esputada por el hermanito del Jefe, se han prendido con uñas y dientes
a cada una de las falacias que rodean a la Universidad. “¡Que las auditen!”,
reclaman, ignorando que cuentan con auditoría interna y externa que debe ser
remitida a la Auditoría General de la Nación. Claro, como la AGN no tiene
cuenta de Twitter, el Papadas y sus caniches cibernéticos desconocen su
existencia. “¡Hay corrupción!”, declaman, ignorando que más de un rector ha
llevado a la justicia los resultados de auditorías externas encomendadas apenas
asumido su cargo. Es curioso que declamen corrupción, ya que su gabinete entero
es un mosaico de operadores de la impunidad y empresaurios con conflicto de
interés. “¡Pero marchan con un corrupto peornista!”, protestan señalando con un
dedo índice mientras levantan el pulgar de la misma mano a otros corruptos
peornistas que están en el gobierno que idolatran. La calle es pública, se
marcha con los que tengan ganas de caminar para el mismo lado, se hayan
graduado o no (vos también podés, Cristina). “¡Hay banderas palestinas y filonazis!”,
se agitan mientras toman su té con el abogado de terroristas iraníes que
llevaron de candidato a vicegobernador. Se supone que ellos comparten gobierno
con lo mismo que vituperan, pero en ese caso no pasa nada, es todo pelota. La
doble vara permanente, el cinismo y la desvergüenza.
Cree el Opa que la corte de notables
al servicio de la Faraona Egipcia tardó un poco más de tiempo en completar su
parábola descendente, su trayectoria idiotizante, su metamorfosis hacia una
forma de vida que notoriamente reniega del uso de sus conocidas facultades
mentales. Esta otra gente, sus némesis en apariencia, se ha convertido con la
velocidad en que los intelectuales franceses mutaron al islamismo en las novelas
de Houllebecq.
¿Significa que todo brilla en las
universidades de la Comarca? Desde luego que no. El Opa recuerda agriamente el
espectáculo denigrante de les tristes trosques que intentaron boicotear una
gestión rectoral con un Navarrazo de cartulina. Hay algunos docentes delirantes,
hay algunos estudiantes indeciblemente obtusos en nombre de ideologías
preconciliares, hay empleados sacados de un sketch de Gasalla. Pero todas esas
taras son menores, no afectan el funcionamiento general de lo mejor de la
universidad, y pueden ser mayormente corregidas con una gestión universitaria
decidida y con objetivos claros. Pero estos nuevos troscos de derecha no están
planteando esos debates. Perdura en ellos la chicana mediocre, el ataque ad-hominem,
la falacia rebajada a mentira boba largamente desmentida. Tanto ir a la cama
con el kernernismo y les han pegado, como una venérea infamante, el mismo
desprecio soez y arrogante por la verdad y los hechos concretos. Aquéllos afirmaban
que en la Comarca había menos pobres que en Alemania porque Ella lo decía;
éstos declaman “¡auditoría!” porque el Papadas, el hermanito del Jefe, les
enseñó esa palabra. Le duele al Opa ver en el estercolero de las redes sociales
a gente que fue lúcida y hoy aplaude como focas las mentiras presidenciales.
Qué rápido progresa la gangrena del espíritu, se lamenta el Opa.
Reclaman orden, estas personas, indignados
por los carteles de las agrupaciones estudiantiles. Como si la década de oro de
la Universidad Pública en la Comarca (entre 1956 y 1966) no hubiese sido un lavarropas
en el que las autoridades radicales hacían equilibrio entre los integristas
católicos de la derecha nacionalista, los marxistas-stalinistas de todos los
pelajes posibles, los peronistas nostálgicos de Mussolini y los científicos y
docentes liberales, tímidamente republicanos, sensatos y generosos que
investigaban y creaban en medio de ese caos. Aquella universidad gloriosa fue
cualquier cosa menos “formal y cortés”, pero alcanzó con que sus autoridades
mantuvieran el pulso democrático para que florecieran los frutos que
alimentarían su nombre por décadas. Luego vendrían a poner orden los
integristas de los cursillos de cristiandad, los policías con picana, los
civiles pagando un cargo con la moneda infame de la delación.
De esa runfla funesta emergen los
genes del Ottalagano de estos tiempos, un oscuro muchacho ahíto de
resentimiento, huérfano de méritos, hijo de un oscuro valijero, ese muchacho que
ejercita su odio desde la Secretaría de Políticas Universitarias para algarabía
de los así llamados twitteros liberales. Kerneristas de derecha.
Para terminar, el Opa renuncia
expresamente a toda pretensión de originalidad para parafrasear a He-Man: “Recuerden
amigos: nunca sean tan miserables como Patricia Bullrich. ¡Adiós amigos!”.