martes, 20 de noviembre de 2018

Jueces

A nadie le escapa la particular aversión del Opa por los jueces y otras aves  negras. Tampoco, que considera a jueces, frailes y milicos como parte de todo lo que está mal en la Comarca, los eternos usurpadores de privilegios medievales y despojos perennes. Pero no descree el Opa en la esencia terrestre de la Justicia, y de la necesidad de que funcionarios imparciales se encarguen de desfazer los entuertos comarcales. De otro modo, sospecha que, más que una ilusoria anarquía adolescente sobrevendría una brutal tiranía de los que jamás necesitaron la protección de las leyes.
De modo que el Opa comprende la importancia de que los jueces de la Comarca sean razonablemente decentes, y representen sanamente esa carta de derechos contenida en la Constitución Nacional. Para elegirlos, entrenarlos, monitorearlos, eventualmente investigarlos, sancionarlos y expulsarlos del Parnaso judicial, esa misma Constitución previó un ente colegiado que es el Consejo de la Magistratura. El Consejo se compone de otros jueces, que tienen la misteriosa habilidad de elegir a sus propios colegas pero mantenerse “imparciales” respecto a ellos; también la componen representantes de los abogados (acaso la versión larval de un juez, aun sin bozal ni juramentos), y también diputados y senadores elegidos por cada Cámara.
Hubo sesión de acuerdos en Diputados para elegir a los representantes de esa Cámara, y todo indicaba que el oficialismo podría mantener sin problemas a sus designados, entre ellos a Mario Negri, presidente del bloque de la UCR y del interbloque oficialista. Pero por arte de magia, al momento de contar los votos se unieron todos los fragmentos del Peornismo, las distintas vertientes del movimiento que ha azotado la comarca con populismo autoritario y nacionalismo berreta, divididos molecularmente por gatuna necesidad de reproducción celular, unidos por el espanto y los millones.
Así, se han unido el otrora llamado Peornismo Diabólico, hoy colaboracionista part-time del gobierno de los globos, las foscas huestes de la Faraona Egipcia, y el peronismo residual que se amontona en las cunetas de la ancha avenida del medio que conduce al Tigre. Fragmentos que se han repartido balazos, negocios y gobernaciones, ese pintoresco mosaico que incluye a Osinde, Rousselot, Insfrán, y De Vido y se han unido, mercuriales, como una versión tropical y berreta de un Leviatán con forma de Robocop. Todos unidos triunfaron, y sellaron un pacto de impunidad evidentísimo hasta para el Opa.
Pero ese pacto incluye también al gobierno nacional, a su felino Presidente y a sus ministros. Al Opa le resulta llamativa esta operación forjada al calor de un Presupuesto Nacional votado también por el peornismo, y explícita la confesión del único diputado oficialista que queda en el Consejo, admitiendo que “a veces se gana y a veces se pierde”. Contundente silencio del gobierno, que ni siquiera se molestó en negar un do ut des a cambio del Presupuesto: tus votos por los jueces. Aritmética básica de la historia de la Comarca, en momentos en que los jueces conectan al peornismo entero con festivales de delitos que incluyen unos cuadernos ya demasiado famosos, pero también con Oderbrecht y al gobernador de Córdoba, quien coló en ese acuerdo a su compañero de fórmula. Oderbrecht, gigante de otra comarca, es además la cifra que enlaza a hombres claves del presidente con la corrupción global, por lo que tiene la misma necesidad que la Faraona de que los jueces de la Comarca alambren las fronteras nacionales y no vean, no escuchen, no hablen. Enlaza a su propio primo, súbito heredero del imperio familiar, y al jefe de los espías locales, otra de las prolongadas debilidades del Presidente.
El Opa mira este entuerto, y no le gustaría estar en los zapatos de Negri, súbitamente desplazado de su cargo, rumiando además la tirria de ver en este acuerdo a su próximo competidor por la gobernación de la provincia. Desconoce el Opa sus intenciones, sanas o no. Si pretendía erigirse justiciero como paladín de un incierto Lava Jato local que exorcice la corrupción de la Comarca, o si pretendía hacer del Consejo otra caja de resonancia  para sostener su campaña electoral, lo cierto es que lo han dejado sin carpa en mitad de la noche. Habrá de caminar, en ambos casos, para salvar la ropa y las chances. Descuenta el Opa la proterva cadena de improperios que debe estar vituperando Negri en estos días, y sospecha que no le gustaría compartir, digamos, el taxi con el diputado.
Casi en simultáneo, la oposición entera se une en el senado para impedir el desafuero de la Faraona, en alguna de las múltiples causas que le mordisquean los talones. Y, admitiendo una derrota a mediano plazo, el gobierno mismo comienza a urdir su capitulación ante el peornismo unificado, oteando las chances de ofrecer ministerios y cargos en la Corte Suprema de la Comarca, de prohijarle candidatos a intendentes, de acomodarles las fechas electorales a los opositores que busca seducir. “Ampliar las bases de sustentación” se llama esa claudicación que el Opa ya ha visto otras veces, y ya sabe cómo termina: con los invitados quedándose hasta con el mantel.
Los jueces volverán a su plácida costumbre de archivar las causas molestas, seguirán prevaricando impunes, ya que nadie habrá de contarles las costillas ni las fechorías. Seguirán sin pagar impuestos que el Opa paga con unción impositiva, seguirán escondiendo bienes y nombrando hijos, amantes y entenados en los juzgados de los amigos. Nada cambiará en la Comarca.
Y el partido de Negri, el mismo al que el Opa se hubo afiliado al cumplir la mayoría de edad, continuará su plácida costumbre de protestar quedo, engolando la voz y levantando el dedo, perturbando la siesta con una revolución de comunicados. Le hubiera encantado al Opa que este cachetazo rotundo signifique la humillación final, que entiendan los dirigentes que no habrá en el futuro más cargos ni candidaturas bajo el amparo de los globos de colores. Porque los han encontrado prescindibles, porque le aparecieron al presidente socios que aportan más votos y menos pruritos, o menos vergüenza, o menos complejos.