Don Jorge Luis Borges,
que lo tenga en su gloria el Dios de los ateos, decía que a la
historia le gustan las simetrías, y puesto a buscar en ellas el Opa
las encuentra a raudales, y de las más variadas. El Opa ya ha
referido en algún momento a la curiosa simetría entre el gobierno
de la presidente María Estela Fernández de Neón y el de otra María
Estela, esta vez Martínez de Perón. Para no abundar en errores y
repeticiones, a la segunda (la original) la llamaremos simplemente
“Isabelita”, tal su nom de guerre.
En esta oportunidad el
Opa vuelve a recurrir a un librito curioso que se empeña en empañar
el relato. Se trata de “Un enemigo para la nación”, y
para tristeza de los militantes oficialistas no se refiere a Página
12, ni plantea las historias de un gendarme justiciero que salta
sobre el parabrisas de Bartolomé Mitre.
En ese librito la autora
cuenta cómo el gobierno de Isabelita clausuró un diario por
difundir un brote de sarampión; y a otro diario comunista por
“infundir el desánimo y así colocarse al servicio de la
subversión, el desorden y el delito.” Este último diario
venía publicando las atrocidades que cometía la Alianza
Anticomunista Argentina, ese club selecto donde los ministros
peronistas y sus matones jugaban al tiro al blanco usando como ídem
personas mayormente vivas.
Desde luego, hay un salto
muy largo entre usar el latiguillo del desánimo para incautar
diarios y vituperar periodistas; y volarles las redacciones con los
periodistas adentro. No es lo mismo una filípica por cadena nacional
que las razones de trotyl y gelamón que se usaban antes. Tampoco que
los sindicalistas matones bloqueen la salida de los camiones que
distribuyen diarios, a que usurpen los talleres a punta de
ametralladora. En esas cosas han cambiado un poco en la Comarca.
Diríamos que se han civilizado, y hoy les basta con intervenirlos
con leyes ad-hoc y un batallón militante de agentes de la AFIP.
Recuerda el Opa que en
aquel relato setentista el Ministro del Interior negaba la existencia
misma de los distinguidos contertulios de las AAA, y afirmaba que las
bombas y asesinatos eran perpetrados por los mismos izquierdistas que
se masacraban alegremente entre ellos. Es algo así como la versión
original del “algo habrán hecho”, o del “se mataron un montón
porque todos quieren viajar en el primer vagón”, o del “se hacen
los héroes viajando colgados de los estribos del tren”.
La negación de la
realidad termina prohijando esas ridículas flatulencias del
lenguaje, en las que el peso de las cosas que se quieren ocultar
termina resquebrajando el andamiaje bobo de un relato mentiroso. Las
cosas ocurren, y querer negarlo es tentar a la suerte para que se
descargue insolente como la realidad misma. Esto era así en 1974, en
el 2012 o en 2014.
Es cierto que los
mercaderes de la información juegan a prestidigitadores de la suerte
de países enteros, pero es un juego que la presidenta de la Comarca
ha jugado siempre, con saña y alevosía. Le ha ido bien, y le ha ido
mal. Ha jugado, junto a su difunto marido, a construir un monopolio
de diarios, televisión, radio y palomas mensajeras. Pero cuando
creían que iban a poder apropiarse de ese conglomerado, como se
apropiaron de media Patagonia, el tiro les salió por la culata
porque el dueño no les entregó las acciones que pretendían. Le
armaron un gigante peligroso a un tipo particularmente peligroso.
Pero aún así, nota el
Opa, cada tanto lo encañonan en alguna calle de la Comarca, cada
tanto un tren se estrola, cada diez minutos aumentan los precios y se
destapa una olla. También, cada tanto se pierden “casualmente”
los expedientes que incriminan a un vicepresidente, pero esas cosas
no llaman la atención de la presidenta.
Se pregunta el Opa sobre
esta curiosa tentación de manipular la verdad y las verdades.
Entonces el Opa reacciona: ¡es la genética, estúpido!
Forma parte del ADN
populista la costumbre de manipular la realidad. De rebajar cualquier
hecho a un panfleto o una diatriba. ¿Se puso en órbita un satélite?
¡Eso muestra nuestro destino iluminado, de nuestra marcha sin
querellas por las calles de la felicidad! De la mano de la
presidenta, claro, porque ella lo quiso así. No importa si, como el
Torino, fue una feliz articulación de elementos extranjeros. Tenemos
un satélite que es 100% argentino y somos los mejores del mundo
gracias a Ella. Si se le pincha una rueda, será culpa de Magnetto, y
su cadena del desánimo.