sábado, 5 de julio de 2014

Crónicas de la Comarca: Bélgica

Y debutó Higuaín en el Mundial silenciando a mucha gente, incluso al Opa que lo viene vituperando parejo. El partido había comenzado con claro dominio argentino, que logró encontrarle la vuelta al mediocampo belga. Previo al gol hubo unos lujitos de Di María, y de Messi en la asistencia, que hicieron suspirar a la tribuna. La defensa, eterno talón de Aquiles, parece funcionar lo suficientemente bien como para obligar al adversario a patear ladeado y desde lejos. Hasta ahora.
Hay uno de ellos con la cabeza llena de rulos, un estertor setentista que mide como 2 metros de altura con peluca y todo, que se comió de cerca todos los bailoteos de Messi: tendrá algo interesante para contarle a los nietos.
Es interesante ver cómo los belgicanos (ese maravilloso getilicio descubierto por la inefable Karina Olga de las pampas) han comenzado a dominar el arte de zambullirse fingiendo un foul: Robben hace escuela en los países bajos.
Hasta que le encuentran el agujero al colador, por los costados y por el centro, con un bombazo que controla Romero. Y después Di María duda, impersonado en su asombroso parecido con Franz Kafka, en el absurdo de encontrarse rumbo al arco con apenas pocos obstáculos, y se come lo que podría haber sido un gran gol, para despues acalambrarse la pata. Pero es, como Gregor Samsa, una cucaracha resiliente que encontrará la forma de seguir adelante. O no, porque para desesperación del Opa parece que sale de la cancha. Estupor en la Comarca. Entra Enzo Pérez, y la prodigiosa ignorancia futbolera del Opa ruega que su nombre oriental venga cargado de buenas sorpresas.
Leve desajuste en la seleccion, que parece no encontrar la pelota. Hasta que parece encontrarla, y los belgas no tienen más remedio que rodear a Messi para darle una pateadura feroz en la entrada del área. Igual, el tiro libre sirve para decapitar un japonés en la tribuna.
Los defensores que marcaban a Higuaín comienzan a impacientarse entre ellos. No resultan tan malos después de todo, han molestado muchas jugadas interesantes. También el árbitro, cortando el primer tiempo en pleno ataque argentino. Casualidades, piensa el Opa. Mientras, respira aliviado al comprobar que Argentina ataca, intenta, y hasta tiene momentos de juego bonito. Y piensa que hasta ahora Bélgica no ha sido más que Suiza.
Pasado el estupor inicial, pareciera que quedó un vacío en el ataque. No se refiere el Opa a un asado, sino a la pieza ofensiva que parece faltar en los intentos de Argentina. Se espera que se encuentren las alternativas, pero es cierto que los melones se acomodan andando.
Por lo pronto llegó un centro magistral de Lavezzi que no encontró quién lo embocara, y más ataques de la selección. Higuaín, iluminado, perdió otra oportunidad que hubiera sido un gol maradoniano, después de apilar adversarios. El juego crece en intensidad, lujitos, patadones y ataques belgas.
En el breve descanso de un tiro libre Messi se acerca al árbitro para mostrarle las huellas del juego: aguanta las pelotas como un héroe, pero eso no lo libra de los golpes. Sale Lavezzi, para tristeza de la platea femenina, y entra Palacio, uno que generó sorpresas buenas.
A medida que transcurre el partido se pregunta el Opa qué pasa con las tarjetas rojas, porque los tipos ídem están repartiendo patadones aleves como si estuvieran en un potrero de Villa Los 40 Guasos. Viene amonestación para Biglia, en el marco de una falta dudosa. Faltan 12 minutos y las tías beatas del Opa están “con el Jesús en la boca”. Aclara el Opa que la prima también, pero Jesús se llamaba el sodero. En fin, volvamos al partido. Pero, oh, no, entra Lady Gago por Higuaín. Justo ahora que el tipo se reivindicaba.
Piensa el Opa que las posiciones adelantadas están salvando a Argentina. El señor de las motas setentosas por tercera vez aborta una jugada clave: 6 offsides cometió el adversario. Más una falta mal cobrada que nos salvó el puchero. Cinco minutos más y no cesa el hostigamiento. Están casi tan cerca del gol uno de otro, y los belgicanos bombardean con pasión y constancia. En un último ataque argentino el arquero rival ataja un mano a mano que podría haber terminado el partido. Pero no, quedaba un último intento belga que podria depositarnos en el alargue y la incertidumbre.
Sólo en ese momento nota el Opa que había dos jugadores con esos pelos enormes del Mundial ´78. Y entonces, por la mera invocación de aquélla sede infausta, se termina el partido.






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