Y debutó Higuaín en el
Mundial silenciando a mucha gente, incluso al Opa que lo viene
vituperando parejo. El partido había comenzado con claro dominio
argentino, que logró encontrarle la vuelta al mediocampo belga.
Previo al gol hubo unos lujitos de Di María, y de Messi en la
asistencia, que hicieron suspirar a la tribuna. La defensa, eterno
talón de Aquiles, parece funcionar lo suficientemente bien como para
obligar al adversario a patear ladeado y desde lejos. Hasta ahora.
Hay uno de ellos con la
cabeza llena de rulos, un estertor setentista que mide como 2 metros
de altura con peluca y todo, que se comió de cerca todos los
bailoteos de Messi: tendrá algo interesante para contarle a los
nietos.
Es interesante ver cómo
los belgicanos (ese maravilloso getilicio descubierto por la inefable
Karina Olga de las pampas) han comenzado a dominar el arte de
zambullirse fingiendo un foul: Robben hace escuela en los países
bajos.
Hasta que le encuentran
el agujero al colador, por los costados y por el centro, con un
bombazo que controla Romero. Y después Di María duda, impersonado
en su asombroso parecido con Franz Kafka, en el absurdo de
encontrarse rumbo al arco con apenas pocos obstáculos, y se come lo
que podría haber sido un gran gol, para despues acalambrarse la
pata. Pero es, como Gregor Samsa, una cucaracha resiliente que
encontrará la forma de seguir adelante. O no, porque para
desesperación del Opa parece que sale de la cancha. Estupor en la
Comarca. Entra Enzo Pérez, y la prodigiosa ignorancia futbolera del
Opa ruega que su nombre oriental venga cargado de buenas sorpresas.
Leve desajuste en la
seleccion, que parece no encontrar la pelota. Hasta que parece
encontrarla, y los belgas no tienen más remedio que rodear a Messi
para darle una pateadura feroz en la entrada del área. Igual, el
tiro libre sirve para decapitar un japonés en la tribuna.
Los defensores que
marcaban a Higuaín comienzan a impacientarse entre ellos. No
resultan tan malos después de todo, han molestado muchas jugadas
interesantes. También el árbitro, cortando el primer tiempo en
pleno ataque argentino. Casualidades, piensa el Opa. Mientras,
respira aliviado al comprobar que Argentina ataca, intenta, y hasta
tiene momentos de juego bonito. Y piensa que hasta ahora Bélgica no
ha sido más que Suiza.
Pasado el estupor
inicial, pareciera que quedó un vacío en el ataque. No se refiere
el Opa a un asado, sino a la pieza ofensiva que parece faltar en los
intentos de Argentina. Se espera que se encuentren las alternativas,
pero es cierto que los melones se acomodan andando.
Por lo pronto llegó un
centro magistral de Lavezzi que no encontró quién lo embocara, y
más ataques de la selección. Higuaín, iluminado, perdió otra
oportunidad que hubiera sido un gol maradoniano, después de apilar
adversarios. El juego crece en intensidad, lujitos, patadones y
ataques belgas.
En el breve descanso de
un tiro libre Messi se acerca al árbitro para mostrarle las huellas
del juego: aguanta las pelotas como un héroe, pero eso no lo libra
de los golpes. Sale Lavezzi, para tristeza de la platea femenina, y
entra Palacio, uno que generó sorpresas buenas.
A medida que transcurre
el partido se pregunta el Opa qué pasa con las tarjetas rojas,
porque los tipos ídem están repartiendo patadones aleves como si
estuvieran en un potrero de Villa Los 40 Guasos. Viene amonestación
para Biglia, en el marco de una falta dudosa. Faltan 12 minutos y las
tías beatas del Opa están “con el Jesús en la boca”. Aclara el
Opa que la prima también, pero Jesús se llamaba el sodero. En fin,
volvamos al partido. Pero, oh, no, entra Lady Gago por Higuaín.
Justo ahora que el tipo se reivindicaba.
Piensa el Opa que las
posiciones adelantadas están salvando a Argentina. El señor de las
motas setentosas por tercera vez aborta una jugada clave: 6 offsides
cometió el adversario. Más una falta mal cobrada que nos salvó el
puchero. Cinco minutos más y no cesa el hostigamiento. Están casi
tan cerca del gol uno de otro, y los belgicanos bombardean con pasión
y constancia. En un último ataque argentino el arquero rival ataja
un mano a mano que podría haber terminado el partido. Pero no,
quedaba un último intento belga que podria depositarnos en el
alargue y la incertidumbre.
Sólo en ese momento nota
el Opa que había dos jugadores con esos pelos enormes del Mundial
´78. Y entonces, por la mera invocación de aquélla sede infausta, se
termina el partido.
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