viernes, 19 de febrero de 2016

La Protesta

El Opa se encuentra con que ya no podrá transitar su marcha vituperante por las calles de la Comarca, protestando contra la inepcia insufrible, la soberbia o la venalidad de los funcionarios públicos. Una serie de sucesos amenazan con recortar su libertad básica de protestar contra los mandones de turno que ha sabido propinarle una democracia tilinga y mentirosa como una manada de adolescentes en celo. Tampoco ayuda que sarracenos y pleistocenos sólo puedan coincidir en la mezquindad obcecada de ver la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio, y que por lo tanto una parte importante de la clase media mira para otro lado frente a hechos que amenazan las mismas libertades que le reclamábamos, ayer nomás, a la ex-Presidenta María Estela Fernández de Neón.
Hace poco más de un año autores ignorados pero bien conocidos terminaron de un cuetazo con la vida, la denuncia y la investigación de un fiscal que amenazaba con llevarse puesta a la susodicha, su canciller, uno de sus diputados, y una runfla de impresentables que fungía como una cancillería en las sombras. Ese día el Opa salió a la calle a protestar. Sin saber bien si protestaba contra un estado mafioso, contra una Presidenta ensoberbecida, contra las pandillas enquistadas en el gobierno. Pero ahí fuimos. Marchamos. Unos días después se armó otra marcha, parecida, y por las mismas causas. El Opa también marchó. El Opa ha marchado mucho, marchado siempre, y prácticamente todos los 24 de Marzos desde 1996 hasta la fecha. Y antes, en 1995, cuando otro gelatinoso presidente pretendió recortar la educación pública. Y después, en 2001, cuando el gobierno somnoliento por el cual el Opa militó las calles de la Comarca intentó ahorcar financieramente las universidades.
Ahora, hace unas semanas, detuvieron a Milagro Sala en Jujuy. Sabe el Opa que se trata de la cabecilla de una banda mafiosa que ha mantenido en el terror a pueblos enteros, y que se ha servido de la violencia y la intimidación tanto como de las rupias y tombuctúes que graciosamente le giraba, sin control alguno, la Presidenta Fernández de Neón. Pero también sabe que en esas provincias feudales, atenazadas por la codicia miserable de sus oligarquías locales, nadie hizo más por los pobres y desharrapados de esa región que la susodicha Milagro Sala. Esta realidad esquizofrénica constituye la identidad del pueblo de la Comarca, dual y contradictorio como ninguno.
Pero el Opa tiene bien claro que el motivo de la primera detención fue la protesta. Intuye que se la detuvo para poder allanarle el aguantadero y conseguir pruebas sobre sus desfalcos y violencias. Sin embargo, el juez que ordenó su detención se basó en la más horrible de las interpretaciones de la ley, que criminaliza un corte de calle como si fuera lo mismo que volar las vías férreas. La ley que se ha utilizado contra los piquetes nació para combatir los atentados anarquistas de principios del siglo pasado que creaban un peligro común, es decir, la posibilidad de que cualquier transeúnte o pasajero inocente volara en pedazos. Comprenderá el lector que usar la misma ley para evitar un piquete es una monstruosidad sólo digna de esos seres opacos y taimados que el diccionario llama “jueces”. Sala fue liberada poco después, puesto que la acusación resultaba ridícula hasta para los susodichos jueces; sin embargo, luego fue arrestada por, ahora sí, los delitos graves que hasta el momento seguían impunes. No alcanzó a salir de su lugar de detención, más bien hubo un enroque de papeles, notificaciones, y calabozos.
Los militontos del relato, ávidos de notoriedad y cohesión, han llamado en estos días a cortar calles para pedir la liberación de Milagro Sala. Llegaron tarde. Si lo hubieran hecho apenas fue detenida, estarían luchando dignamente contra la criminalización de la protesta, y el Opa acaso los acompañaría. Ahora, con el cambio de carátula, están pidiendo la libertad de una estafadora que se enriqueció con fondos públicos bajo la protección de culateros y matones propiamente peronistas. Hasta celebran que el Papa le mandó un rosario, y el Opa entonces recuerda que no hubo genocida ni estafador de grandes ligas que no haya sido bendecido por los frailes de diversas jerarquías. Y se entristece pensando que el progresismo se ha convertido en el furgón de cola de un tren fantasma conducido por comehostias y chupacirios.
Pero como en la Comarca las cosas siempre pueden ser peores, el presidente cool, el imputado Mauricio, ha dado vía libre a un protocolo para limitar la protesta. La iniciativa parte de una fascista inoperante para cualquier iniciativa más seria que descorchar un tinto. La misma inepta que protagonizó un sainete vergonzoso con la fuga de tres tipos ávidos de fama y road-movie, ahora pretende contener el previsible descontento con más milico y más calabozo (como si no tuviéramos una emergencia penitenciaria). Y el Opa volverá a salir a la calle, porque ama empecinadamente su libertad de protestar, que es el primer derecho de los pueblos libres.
Sin embargo lo entristece que la misma gente que clamaba por libertades, que se sentía asfixiada por los lamentables stand-up que por cadena nacional nos propinaba la Presidenta Fernández de Neón, ahora mira para otro lado. Si nos ofendía el maltrato por la tele, con sus amanuenses y buchones, con la AFIP y la SIDE olisqueando a los molestos, si hemos deplorado los palazos de la Gendarmería o las policías de las provincias que gobernaban sus aliados, no podemos callarnos ahora. Y sin embargo…

Vuelve a ser claro que el bien y el mal dependen de quién lo haga, y que sarracenos y pleistocenos se han entregado con gozo a la lobotomía y el cinismo. Acaso no más que otros pueblos, pero de todos modos siente el Opa que la Comarca no tiene salvación a corto plazo: su (cada vez menos) educada clase media está condenada a repetir su infamia en el espejo pendular de su estupidez. Dentro de algún tiempo se dirá que algo habrá hecho.