El Opa se encuentra con que ya no
podrá transitar su marcha vituperante por las calles de la Comarca, protestando
contra la inepcia insufrible, la soberbia o la venalidad de los funcionarios
públicos. Una serie de sucesos amenazan con recortar su libertad básica de
protestar contra los mandones de turno que ha sabido propinarle una democracia
tilinga y mentirosa como una manada de adolescentes en celo. Tampoco ayuda que sarracenos
y pleistocenos sólo puedan coincidir en la mezquindad obcecada de ver la paja
en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio, y que por lo tanto una parte
importante de la clase media mira para otro lado frente a hechos que amenazan
las mismas libertades que le reclamábamos, ayer nomás, a la ex-Presidenta María
Estela Fernández de Neón.
Hace poco más de un año autores
ignorados pero bien conocidos terminaron de un cuetazo con la vida, la denuncia
y la investigación de un fiscal que amenazaba con llevarse puesta a la
susodicha, su canciller, uno de sus diputados, y una runfla de impresentables
que fungía como una cancillería en las sombras. Ese día el Opa salió a la calle
a protestar. Sin saber bien si protestaba contra un estado mafioso, contra una
Presidenta ensoberbecida, contra las pandillas enquistadas en el gobierno. Pero
ahí fuimos. Marchamos. Unos días después se armó otra marcha, parecida, y por
las mismas causas. El Opa también marchó. El Opa ha marchado mucho, marchado
siempre, y prácticamente todos los 24 de Marzos desde 1996 hasta la fecha. Y antes,
en 1995, cuando otro gelatinoso presidente pretendió recortar la educación
pública. Y después, en 2001, cuando el gobierno somnoliento por el cual el Opa
militó las calles de la Comarca intentó ahorcar financieramente las
universidades.
Ahora, hace unas semanas, detuvieron
a Milagro Sala en Jujuy. Sabe el Opa que se trata de la cabecilla de una banda
mafiosa que ha mantenido en el terror a pueblos enteros, y que se ha servido de
la violencia y la intimidación tanto como de las rupias y tombuctúes que
graciosamente le giraba, sin control alguno, la Presidenta Fernández de Neón.
Pero también sabe que en esas provincias feudales, atenazadas por la codicia
miserable de sus oligarquías locales, nadie hizo más por los pobres y
desharrapados de esa región que la susodicha Milagro Sala. Esta realidad
esquizofrénica constituye la identidad del pueblo de la Comarca, dual y
contradictorio como ninguno.
Pero el Opa tiene bien claro que el
motivo de la primera detención fue la protesta. Intuye que se la detuvo para
poder allanarle el aguantadero y conseguir pruebas sobre sus desfalcos y
violencias. Sin embargo, el juez que ordenó su detención se basó en la más
horrible de las interpretaciones de la ley, que criminaliza un corte de calle
como si fuera lo mismo que volar las vías férreas. La ley que se ha utilizado
contra los piquetes nació para combatir los atentados anarquistas de principios
del siglo pasado que creaban un peligro común, es decir, la posibilidad de que
cualquier transeúnte o pasajero inocente volara en pedazos. Comprenderá el lector
que usar la misma ley para evitar un piquete es una monstruosidad sólo digna de
esos seres opacos y taimados que el diccionario llama “jueces”. Sala fue
liberada poco después, puesto que la acusación resultaba ridícula hasta para
los susodichos jueces; sin embargo, luego fue arrestada por, ahora sí, los
delitos graves que hasta el momento seguían impunes. No alcanzó a salir de su
lugar de detención, más bien hubo un enroque de papeles, notificaciones, y
calabozos.
Los militontos del relato, ávidos de
notoriedad y cohesión, han llamado en estos días a cortar calles para pedir la
liberación de Milagro Sala. Llegaron tarde. Si lo hubieran hecho apenas fue
detenida, estarían luchando dignamente contra la criminalización de la protesta,
y el Opa acaso los acompañaría. Ahora, con el cambio de carátula, están
pidiendo la libertad de una estafadora que se enriqueció con fondos públicos
bajo la protección de culateros y matones propiamente peronistas. Hasta
celebran que el Papa le mandó un rosario, y el Opa entonces recuerda que no
hubo genocida ni estafador de grandes ligas que no haya sido bendecido por los
frailes de diversas jerarquías. Y se entristece pensando que el progresismo se
ha convertido en el furgón de cola de un tren fantasma conducido por comehostias
y chupacirios.
Pero como en la Comarca las cosas
siempre pueden ser peores, el presidente cool, el imputado Mauricio, ha dado
vía libre a un protocolo para limitar la protesta. La iniciativa parte de una
fascista inoperante para cualquier iniciativa más seria que descorchar un
tinto. La misma inepta que protagonizó un sainete vergonzoso con la fuga de
tres tipos ávidos de fama y road-movie, ahora pretende contener el previsible
descontento con más milico y más calabozo (como si no tuviéramos una emergencia
penitenciaria). Y el Opa volverá a salir a la calle, porque ama empecinadamente
su libertad de protestar, que es el primer derecho de los pueblos libres.
Sin embargo lo entristece que la
misma gente que clamaba por libertades, que se sentía asfixiada por los
lamentables stand-up que por cadena nacional nos propinaba la Presidenta
Fernández de Neón, ahora mira para otro lado. Si nos ofendía el maltrato por la
tele, con sus amanuenses y buchones, con la AFIP y la SIDE olisqueando a los molestos,
si hemos deplorado los palazos de la Gendarmería o las policías de las provincias
que gobernaban sus aliados, no podemos callarnos ahora. Y sin embargo…
Vuelve a ser claro que el bien y el mal
dependen de quién lo haga, y que sarracenos y pleistocenos se han entregado con
gozo a la lobotomía y el cinismo. Acaso no más que otros pueblos, pero de todos
modos siente el Opa que la Comarca no tiene salvación a corto plazo: su (cada
vez menos) educada clase media está condenada a repetir su infamia en el espejo
pendular de su estupidez. Dentro de algún tiempo se dirá que algo habrá hecho.