Hace
unos días resonó una nueva crisis en la Comarca, esta vez relacionada con los
así llamados “organismos de inteligencia”. Al Opa le parece un oxímoron que una
oficina comandada por policías, militares, buchones de cualquier calaña y
políticos reciclados se llame “Secretaría de Inteligencia”, pero así son las
cosas en la Comarca.
Sucede
que la presidenta Fernández de Neón se dio con que no cuenta con sus espías a
sueldo para hurgar a la oposición y extorsionar los jueces que le muerden los
talones. Que la proterva institución que se encargaba de sembrar negocios
turbios para entrampar delincuentes anotados en el presupuesto nacional, ya no
respondía a sus mandos naturales. Porque es necesario apuntar lo siguiente: la
Secretaría de Inteligencia, o la SIDE según su nombre de soltera, nunca sirvió
para otra cosa que para el control policíaco de la política de la Comarca.
Jamás para detectar el crimen complejo, jamás para detectar amenazas externas,
jamás para evitar que el terrorismo de cualquier signo celebre en la Comarca su
desfogue sanguinario. Para eso no sirvió nunca. Fue cómplice, o inútil.
Frecuentemente, las dos cosas juntas.
Lo
cierto es que la SIDE sólo sirvió para poner cámaras en lugares donde los
políticos-jueces-industriales-periodistas-militares-curas-sindicalistas esnifan
cocaína mientras esperan sus travestis o sus prostitutas adolescentes. O se
entretienen entre ellos. Después, la SIDE les recordaba gentilmente que contaba
con esas grabaciones, que se les podían filtrar a la prensa o a sus familias si
cometían la torpeza de no obedecer las sutiles señales del gobierno.
Él y
Ella fueron expertos en el manejo de la extorsión oficial. El apriete y el
carpetazo formó parte de su ADN político desde las arideces de su estepa
patagónica. Ahora, sin embargo, los espías huelen el olor a cala de un gobierno
en retirada y comienzan a operar para los dirigentes que parezcan favoritos
para las elecciones del año que viene. Y al descuidar su trabajo, los jueces
que perciben el mismo olor se despertaron del letargo y comenzaron a apurar las
causas por corrupciones varias, en las que Ella, su familia, el ladrón y su
amante, han dejado los deditos marcados. Se les viene la noche judicial, y
entonces la emprenden con la SIDE.
Ahora,
lo que ha pasado desapercibido es lo más grave, lo que a todos les parece
normal. Sarracenos y pleistocenos hablan con naturalidad de la necesidad de
someter la SIDE a las necesidades del gobierno, antes que las del Estado.
Consideran, incluso los fervientes defensores de Ella, que es razonable que los
espías vuelvan a controlar a los jueces, que les pongan límite, que los pongan
en caja. En Caja. Para que se entienda: hasta los medios oficialistas
naturalizan la idea de que hay que parar las investigaciones y que eso es tarea
de la SIDE.
Olvidado
hace rato el argumento de la pureza, olvidado también el principio de inocencia
del que goza constitucionalmente hasta el Vicepresidente, hasta los militantes
de la década ganada aceptan que hay que apretar a los jueces para que no
avancen sobre Ella. Que la SIDE debe fungir como el pistolero de retaguardia,
que se queda aguantando a balazos mientras los “porongas” huyen con el botín.
Hace tiempo
que nada es lo que parece en la Comarca, pero por alguna razón misteriosa el
clima de fin de fiesta entraña ese regodeo perverso del amanecer de una noche
agitada. Con arrugas, despeinados, con mal aliento, las primeras luces del día
nos dicen que la fiesta terminó, que se nos notan las ojeras y el cansancio,
que el glamour y la alegría quedaron atrás, tan al principio de la noche.
En esa
espesura melancólica, copar la SIDE para que no avancen los jueces y los
opositores, los fiscales y los periodistas, equivale a jalarse una última línea
de merca, rogando que en la última hora de la fiesta populista logremos
convencer a la más linda de la noche de que nos acompañe a casa. Pero la más
linda parece haberse ido ya, y quedan sus amigas con el maquillaje corrido,
también ellas bajando su cotización a medida que sube el sol en el firmamento.
Lo triste
no es el alba, ni que el rocío deslave la ilusión de la fiesta. Lo triste es
naturalizar el adagio de Méndez, el innombrable: “si no manejo la policía y los
milicos, no puedo gobernar”. Sale el sol, y el populismo de bolsillo flaco es
esto: un tipo con sueldo estatal que nos saca una foto indiscreta para que no
saquemos los pies del plato. Y nos parece normal.