miércoles, 14 de mayo de 2014

Los pañuelos se manchan

Al Opa de la Comarca le han enseñado que en una democracia no pueden existir “vacas sagradas”. Que no es posible que haya personas o instituciones públicas que se pongan al resguardo del examen y la crítica de los ciudadanos de a pie. Tiempos ha, en la Comarca no podía hablarse mal del Alguacil porque te aplicaba la figura del desacato. Antes, el Padre Rigoberto cuenta con nostalgia, tampoco podías hablar mal de nuestra Santa Iglesia, la Madre de la Única Religión Verdadera. Sonríe es su añoranza el Padre Rigoberto cuando le cuenta al Opa las azotaína que ligaban los herejes, los insolentes y los distraídos que se ataban los cordones mientras pasaba el Arzobispo en su Vespa.
El Opa se horroriza.
Pero claro, eso era antes, ahora la democracia que comecurayeduca permite discutir o cuestionar al Alguacil o al Arzobispo en su Vespa. Pero no a las Madres. Ni a las Abuelas. Porque los pañuelos no se manchan, le dijeron. El Opa se pregunta qué tienen que ver los pañuelos con la obra pública, las políticas de la memoria con las cuentas off-shore, la Memoria (así grandota) con un yate a nombre de una empresa con nombre egipcio. “No importa”, le dijeron, “eso no se pregunta porque es hacerle el juego a la derecha”. El Opa entonces mira su mano derecha. “No, Opa, la derecha derecha. Macriado, La Nación, esa derecha”. El Opa casi no lee los diarios, y no entiende mucho.
Entonces le explican que no se las puede cuestionar porque es gente que ha sufrido mucho y ha luchado por reivindicar a sus hijos y recuperar a sus nietos de cuando vino La Gran Invasión Marciana. Que ellas lucharon contra los Marcianos y que por eso merecen nuestra gratitud eterna. El Opa se rasca la cabeza, y sigue sin entender qué tiene que ver la gratitud con el enriquecimiento ilícito. “¡Sacrílego!”, le gritan. Pero esta vez no es el Padre Rigoberto, sino los esforzados heróicos heraldos de la Revolución.
Pregunta, tímido, el Opa, si su nueva condición de hereje también le reportará una sesión de azotes como en los tiempos de su infancia. Le dicen que no, pero que recibirá a los esbirros que colectan la gabela del reino, y que se quedará sin el subsidio. Como el Opa no recibe subsidio (por Opa), no se molesta tanto. Pero le preocupan los esbirros, porque cree que la última vez que pasaron por su casa les quedó debiendo un par de tombuctúes indexados: media Rupia moneda nacional.
El Opa abandona la conversación y le pregunta a un señor viejito que andaba por ahí. “Es que con alguna gente, no”. Pero al Opa le dijeron en la escuela y en la radio que éramos todos iguales. “Pero algunos son más iguales que otros”, dijo el viejito. “No te metás”. Se va el Opa rumiando su estupefacción. Recuerda cuando al Doctor Alfonso Carrido Lura, el Padre de la Democracia, lo vilipendiaron con ganas en un festín de cuestionamientos en el que el Opa participó gustoso. Nadie se rasgó mucho las vestiduras por eso: al fin y al cabo, cuestionar al que manda o a sus acólitos es parte de las mejores tradiciones de una sociedad libre.
Pero por alguna razón hay cosas de las que no se puede hablar sin ser acusado de Marciano, o de pro-Marciano, o de nostálgico de los Marcianos. O amigo de los empresarios que se enriquecieron con los Marcianos y ahora están con Macriado, el Infame. En ese caso el Opa entra en estado de perplejidad aguda, porque reconoce a su tío abuelo Robustiano Patrón C. sonriendo en las fotos con los Marcianos, inaugurando una modernísima planta para descular hormigas y compartiendo una cena con los Marcianos en la casona familiar. Su tío abuelo es hoy ministro de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. No recuerda el Opa ministro de qué. Ministro de algo. Con chofer y todo.
Se preguntaba el Opa cómo se llevaría su tío abuelo con las Madres y las Abuelas, ya que se han denostado tanto y tanto. Pero dejó de preguntarse porque los ve abrazados y aplaudiéndose mutuamente en los saraos y ágapes de la Presidenta, que el Opa mira por televisión con puntualidad suiza. Tampoco tiene muchas opciones, porque a la hora que el Opa quiera sentarse a mirar televisión aparece la Presidenta Fernández de Neón para contarle que descubrió la vacuna contra la polio o que está volviendo a inaugurar el hospital que antes solamente inauguraban para las elecciones.

El Opa no entiende, hasta que viene a buscarlo su primo Segismundo Junior para contarle que saldrá de cabarute con el Secretario de Lucha contra los Cabarutes. Se queda pensando por qué no lo llevan a él también, pero ha escuchado tantas veces la respuesta que ya se la ha aprendido de memoria. Perdón, de Memoria.

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