Al Opa de la Comarca le
han enseñado que en una democracia no pueden existir “vacas
sagradas”. Que no es posible que haya personas o instituciones
públicas que se pongan al resguardo del examen y la crítica de los
ciudadanos de a pie. Tiempos ha, en la Comarca no podía hablarse mal
del Alguacil porque te aplicaba la figura del desacato. Antes, el
Padre Rigoberto cuenta con nostalgia, tampoco podías hablar mal de
nuestra Santa Iglesia, la Madre de la Única Religión Verdadera.
Sonríe es su añoranza el Padre Rigoberto cuando le cuenta al Opa
las azotaína que ligaban los herejes, los insolentes y los
distraídos que se ataban los cordones mientras pasaba el Arzobispo
en su Vespa.
El Opa se horroriza.
Pero claro, eso era
antes, ahora la democracia que comecurayeduca permite discutir o
cuestionar al Alguacil o al Arzobispo en su Vespa. Pero no a las
Madres. Ni a las Abuelas. Porque los pañuelos no se manchan, le
dijeron. El Opa se pregunta qué tienen que ver los pañuelos con la
obra pública, las políticas de la memoria con las cuentas
off-shore, la Memoria (así grandota) con un yate a nombre de una
empresa con nombre egipcio. “No importa”, le dijeron, “eso no
se pregunta porque es hacerle el juego a la derecha”. El Opa
entonces mira su mano derecha. “No, Opa, la derecha derecha.
Macriado, La Nación, esa derecha”. El Opa casi no lee los diarios,
y no entiende mucho.
Entonces le explican que
no se las puede cuestionar porque es gente que ha sufrido mucho y ha
luchado por reivindicar a sus hijos y recuperar a sus nietos de
cuando vino La Gran Invasión Marciana. Que ellas lucharon contra los
Marcianos y que por eso merecen nuestra gratitud eterna. El Opa se
rasca la cabeza, y sigue sin entender qué tiene que ver la gratitud
con el enriquecimiento ilícito. “¡Sacrílego!”, le gritan. Pero
esta vez no es el Padre Rigoberto, sino los esforzados heróicos
heraldos de la Revolución.
Pregunta, tímido, el
Opa, si su nueva condición de hereje también le reportará una
sesión de azotes como en los tiempos de su infancia. Le dicen que
no, pero que recibirá a los esbirros que colectan la gabela del
reino, y que se quedará sin el subsidio. Como el Opa no recibe
subsidio (por Opa), no se molesta tanto. Pero le preocupan los
esbirros, porque cree que la última vez que pasaron por su casa les
quedó debiendo un par de tombuctúes indexados: media Rupia moneda
nacional.
El Opa abandona la
conversación y le pregunta a un señor viejito que andaba por ahí.
“Es que con alguna gente, no”. Pero al Opa le dijeron en la
escuela y en la radio que éramos todos iguales. “Pero algunos son
más iguales que otros”, dijo el viejito. “No te metás”. Se va
el Opa rumiando su estupefacción. Recuerda cuando al Doctor Alfonso
Carrido Lura, el Padre de la Democracia, lo vilipendiaron con ganas
en un festín de cuestionamientos en el que el Opa participó
gustoso. Nadie se rasgó mucho las vestiduras por eso: al fin y al
cabo, cuestionar al que manda o a sus acólitos es parte de las
mejores tradiciones de una sociedad libre.
Pero por alguna razón
hay cosas de las que no se puede hablar sin ser acusado de Marciano,
o de pro-Marciano, o de nostálgico de los Marcianos. O amigo de los
empresarios que se enriquecieron con los Marcianos y ahora están con
Macriado, el Infame. En ese caso el Opa entra en estado de
perplejidad aguda, porque reconoce a su tío abuelo Robustiano Patrón
C. sonriendo en las fotos con los Marcianos, inaugurando una
modernísima planta para descular hormigas y compartiendo una cena
con los Marcianos en la casona familiar. Su tío abuelo es hoy
ministro de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. No
recuerda el Opa ministro de qué. Ministro de algo. Con chofer y
todo.
Se preguntaba el Opa cómo
se llevaría su tío abuelo con las Madres y las Abuelas, ya que se
han denostado tanto y tanto. Pero dejó de preguntarse porque los ve
abrazados y aplaudiéndose mutuamente en los saraos y ágapes de la
Presidenta, que el Opa mira por televisión con puntualidad suiza.
Tampoco tiene muchas opciones, porque a la hora que el Opa quiera
sentarse a mirar televisión aparece la Presidenta Fernández de Neón
para contarle que descubrió la vacuna contra la polio o que está
volviendo a inaugurar el hospital que antes solamente inauguraban
para las elecciones.
El Opa no entiende, hasta
que viene a buscarlo su primo Segismundo Junior para contarle que
saldrá de cabarute con el Secretario de Lucha contra los Cabarutes.
Se queda pensando por qué no lo llevan a él también, pero ha
escuchado tantas veces la respuesta que ya se la ha aprendido de
memoria. Perdón, de Memoria.
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