Así se llama un libro de
relatos de don José Playo, a quien el Opa lee con asiduidad. Piensa
en ese nombre y piensa que es apropiado para describir lo que
ocurrió en la Comarca chica. Porque hay Comarca chica, con Alguacil;
Comarca mediana, con Gobernador; y Comarca grande, con la Presidenta
Fernández de Neón. El Opa se siente tentado de escribir “Comerca”,
pero como el mote se les aplica a las tres, prefiere no hacerlo para
no confundirse.
El Opa nota que el
Alguacil de la Comarca chica andaba con el paso cruzado en los
últimos meses. Hubo elecciones el año pasado en las que se postuló
su hermano para ir al Gran Consejo de la Comarca (grande), y que
terminó en escándalo porque acusaron a su partido de participar,
beneficiarse o tolerar un aparente manoteo indecente de sufragios.
Mientras esto sucedía, el Gobernador de la Comerca estaba teniendo
un traspié tras otro porque se difundían noticias que lo vinculaban
con el tráfico de ajenjo y otras sustancias tóxicas. Tanto así que
el Jefe de los Esbirros contra el Tráfico de las Sustancias Tóxicas
y su plana mayor terminaron presos por, precisamente, tráfico de
sustancias tóxicas. En medio del escándalo, allanaron una oficina
de los esbirros y encontraron más sustancias tóxicas. El Ministro
(no el tío abuelo del Opa, otro Ministro) dijo que “era para los
perros” que entrenan para luchar contra las sustancias. El delegado
sindical de los perros ofreció rinoplastías para limpiar el honor
canino, pero no le dieron bolilla.
Mientras esto ocurría,
en la Comarca chica el Alguacil perdía las elecciones en las que
postuló a su hermano. Pocos meses después, la prensa denunció que
el Alguacil, su ViceAlguacil y su Secretario Privado, todos ellos junto a sus respectivas esposas, fueron a una
fiesta organizada por un empresario de otra Comarca. Según la
denuncia, el empresario los invitó al pelotero donde festejó su
cumpleaños, y les mandó una alfombra voladora para llevarlos y
traerlos y les costeó la noche en la posada. Este empresario había
sido elegido por el Alguacil, meses antes, para manejar los desechos
y el transporte de la Comarca.
Se comenta en los
mentideros de la Comarca que esa misma empresa habría pertenecido
alguna vez al padre del Alguacil, que también fue a su vez Alguacil
y Gobernador, e interventor de la comarca donde vive el empresario y
donde organizó su fiesta.
Mandaron al ViceAlguacil
a un canal de televisión, y solito admitió que “es cierto, nos
pagaron los pasajes y el hotel para ir a la fiesta del empresario”.
El Opa consulta con un jurisconsulto de confianza, y éste le dice
que eso en el Código Penal de la Comarca grande se llama “recepción
de dádivas”. Coima con delay, ponele. El Opa mira el programa y lo escucha
una y otra vez porque no puede creer que el ViceAlguacil sea capaz de
enterrarse solito. Enterrarse tanto, y tan solito.
Agrega el ViceAlguacil,
en esa entrevista, que aceptar los regalos de un empresario que negocia con el municipio “no roza la ética”.
En eso el Opa coincide. Aceptar regalos de empresarios que tienen
contratos millonarios con la administración de la Comarca no roza la
ética: le pasa bien lejos. Tan lejos como la distancia que hay entre
una comarca y otra.
Es tan antiético que
hasta el Código Penal dice que no se puede hacer. El mismo
ViceAlguacil explica que todos los contertulios conocieron al
empresario justamente cuando, de muchachos, fueron en calidad de
hijos y entenados a la intervención de esa otra comarca, y que desde
entonces son chanchos amigos.
El Opa se entera de que
el ViceAlguacil tiene un apodo curioso: le dicen “Capocha”. Se
pregunta, el Opa, si ese apodo no es un oxímoron. Se angustia el
Opa, porque su condición de tal peligra ante un opa más profundo y sólido,
y con mucho dinero, y con un escritorio grandote y secretarias en
minifalda.
Días después la prensa
vuelve a sacudir la estantería municipal: exhibe al Gran Cuñado del
Secretario de Gobierno de la Comarca cobrando la recaudación del
kiosko de plastificado de carnets sanitarios. Resulta que el
funcionario manejaba esos curritos y acaso otros. Se pregunta el Opa,
cómo es que esta gente, con buenos ingresos y apellidos sonoros, son
capaces de robar, y de robar tan torpemente que dejan los dedos
marcados en todo lo que roban.
Estalló el escándalo, y
se supo que otro funcionario top tenía el curro de la empresa de
limpieza de las oficinas de la Comarca, pero a nombre de tres chicas
de apellido difícil. El Opa buscó fotos en la página de sociales
de La Voz de la Comarca. Las tres son mujeres bellas, y han trabajado
todas ellas con el Alguacil en su estudio jurídico, o como
funcionarias o empleadas de otros funcionarios de confianza. El Opa
sospecha que alguna/s de ella/s era/n para el Alguacil o sus hombres
algo más que una/s empleada/s. Recuerda también un rumor: quien dio los
datos a la prensa fue la esposa de uno de los funcionarios denunciados, herida y
despechada por las infidelidades del susodicho. Piensa el Opa que
pocas cosas hay tan peligrosas como una mujer despechada. Acaso el
Alguacil también lo piense.
Hasta aquí, la crónica
de lo ocurrido. Próximamente el Opa brindará su opinión,
adelantando que está convencido de que el Alguacil ha recibido un
enorme, frondoso favor por parte de la prensa. Pero eso será mañana.
La administración aclara que el Sr. José Playo es ajeno a los devaneos intelectuales del Opa, quien ha utilizado el nombre de su libro acaso sin consultarlo.
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