El Opa, se sabe,
simpatiza con Bosnia. Además, saben quienes lo frecuentan que de
fútbol entiende poco y nada. El Opa no entiende mayormente mucho de
nada, en general. Pero se ha sentado a ver el partido, como se estila
en la Comarca, y de ello ha extraído un puñado de conclusiones.
Al término del primer
tiempo ha notado una llamativa pobreza de ambos equipos. No
sorprenderá al cronista ni al lector que Bosnia no tenga mucho para
desplegar: no ha llegado a Río como candidata ni se espera una gran
revelación del seleccionado balcánico. Pero nota el Opa que ha
llegado varias veces, con notoria facilidad, al arco argentino. Tan
sólo ha salvado el honor del guardavallas la notable imprecisión de
los delanteros azzurros, pero que llegaron, llegaron. La defensa
argentina los dejó pasar una vez y otra también, y no pudo
articular mucho más que algún que otro patadón alevoso que
determinó una tarjeta amarilla para el jugador Rojo. Tan cromático
desenlace habla de la debilidad de la defensa, endeble e insegura,
que apenas puede contener a un seleccionado débil.
Pero también se nota
imprecisión en el ataque argentino, un navegar sin rumbo fijo, un
merodeo infructuoso por el área rival. Como si la defensa
medianamente sólida de los bosnios tuviera el efecto de convertirse
en un espejo en el que la impotencia argentina se mira en la
impotencia bosnia. Acercamientos, jugadas interesantes, idas y
vueltas, y vuelta a empezar porque una desinteligencia mandó toda la
jugada a los pies del rival. El gol en contra de Bosnia fue tan
pavote que no merece mayor comentario
A Messi, nuestra gran
esperanza blanca, se lo ha visto como desenfocado desde el momento
del himno, como si quisiera recordar si puso la moneda en el
parquímetro o si dejó prendida la luz del patio. Durante el primer tiempo
estuvo callado, que es estar como ausente. En sus apariciones
esporádicas lució solo, como desconectado del resto de
individualidades que no logró ser claramente un equipo.
Ruega el Opa que sea todo
esto una habilísima estrategia de Sabella, de esconder la verdadera
potencia y jugar con el envión frente a equipos más débiles, para
despistar y confundir. Esa estrategia funciona en el truco y en pocos
deportes más, pero el Opa es generoso y atribuye elevadas
intenciones al DT nacional.
Comienza el segundo
tiempo. La entrada de Higuaín aparenta ser un intento de dotar de
mayor capacidad ofensiva al equipo. Pero ante la medianía en la que
entró el partido, el Opa se enfoca en los rostros. Sabella adusto,
como si conociera un secreto angustiante, la sombra de una amenaza
que se cierne sobre su vestuario. El DT bosnio, sin poder creer que
aún, a los 55 minutos, no pierde por goleada frente al equipo de la
muerte y su arco sólo ha sido mancillado por la pálida afrenta de
un gol en contra. O acaso es portador de un secreto, el mismo que
parece angustiar a su colega argentino.
El Opa nota que este
muchacho Agüero se las comió todas, que fue el rostro de la mayoría
de las oportuidades perdidas, hasta que se ofreció en sacrificio
ante los botines de Spahic y generó un tiro libre que Messi utilizó
para decapitar un camarógrafo.
Finalmente vino el gol, y
con él la furia del festejo y el fin de la agonía para Argentina.
Un golazo marca Barcelona, con el tipo apelando a toda su magia. Y
fue como un switch que se levanta, porque el equipo pareció salir
del marasmo e intentarlo con más foco. Y a la vez, sumir en la
confusión a Bosnia, que parecía hacer pie. Una de las cosas buenas
de que Messi haya sido autor del gol argentino es que silencia a sus
detractores (es que en la Comarca hay detractores para todo, hasta
para Messi). Mientras Higuaín insistía en pegarle pelotazos a las
grúas, Bosnia no dejó de intentarlo, hasta que vino el merecido gol
esperado, una pelota lenta que pasó entre las piernas de Romero y
rodó mansa hasta el fondo del arco. Alegría del Opa, y también de un pueblo
sufrido.
Piensa el Opa que no fue
un resultado del todo injusto: podría haber sido 3 a 1, o podría
haber sido 2 a 2, que acaso hubiera empatizado más con sus
preferencias. Pero 2 a 1, con un gol en contra, es casi una metáfora
que traduce un partido errático.
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