Saben quienes frecuentan
al Opa y su familia que los domingos por la mañana éste se
encuentra sumido en un trance que ocurre frente al televisor y dura
un par de horas. Mirar las carreras es una vieja costumbre familiar
que en algún momento engordó con la lectura (más bien el estudio
minucioso) de las revistas del ramo. Al cabo de algunas décadas el
Opa pudo, por fin, desentrañar una conclusión que atormentaba su
cabeza. El TC es la Argentina. Es una metáfora de la Argentina. De
la Argentina peronista.
Iremos por partes.
El Turismo de Carretera
nació en 1937 cuando una banda de intrépidos unía los pueblos y
ciudades de la Comarca por caminos que a veces no existían.
Enlazaban el campo, la ciudad, los pueblos, los más recónditos
parajes de la patria. Llegaban allí donde no llegaban los trenes, en
autos a los que pueblos enteros ayudaban a construir y equipar. Y se
crearon mitos: los Gálvez, Fangio mismo, los hermanos Emiliozzi.
El Opa comenzó a conocer
de ellos en los ´80.
Hoy esa vieja categoría
es otra cosa. No es nada de lo que dice ser, si no una versión
siniestra del manejo mafioso aplicado a los deportes. Para comenzar,
las carreras y los campeonatos no se deciden en las pistas. Desde
hace rato las carreras se deciden en escritorios, según las
conveniencias de los dirigentes, de los políticos, de los
patrocinantes. Los memoriosos argumentarán con razón que ello
ocurre desde siempre, o al menos desde que los hermanos Gálvez
contaban con el patrocinio estatal de la Fundación Eva Perón, con
avión privado y todo, y que por ello el “Chueco” Fangio decidió
irse a la Europa de posguerra. Se decide quiénes ganan, quienes
pierden, y a quiénes no se revisará por si tienen el auto fuera del
reglamento. Para que se entienda: es como que a los elegidos nunca
les hagan el antidoping.
Los dirigentes han
entremezclado sin pudor sus intereses económicos con su gestión
institucional: casi siempre tienen algún fuerte vínculo empresario
con alguna fábrica, y nunca trepidaron en beneficiarlas apenas
pudieron hacerse del poder para manipular reglamentos.
Los hinchas de cada marca
portan banderas de marcas que ya no existen o ya no están en la
Comarca. En cualquier caso, se ha limitado el parque a la figura de
autos que dejaron de fabricarse hace más de 30 años. Pero en
realidad tampoco, porque ni siquiera son autos de calle modificados
para correr, son esqueletos de caños a los que les pegan remiendos
de chapa que imitan las originales. Acaso solamente el techo sea
verdadero. El resto es una profusión de plástico, publicidades y
cocaína.
Sobre las publicidades,
recientemente la prensa descubrió parte de un escándalo: la familia
de un piloto de triste nombre fue imputada por utilizar facturas
falsas y evadir impuestos. Las empresas pagaban una suma determinada
y la familia del piloto entregaban recibos por el doble de dinero:
las empresas descontaban impuestos, y el piloto recibía fondos para
su equipo. Este escándalo amenaza con enviar a la cárcel a una de
las familias más influyentes de la Comarca deportiva, pero ha sido
vivida como una lucha entre otros clanes mafiosos. En todo caso,
ilustró cómo el automovilismo de la Comarca se financia con dinero
negro.
Pero también hay
misoginia, tanta que sobresale en un mundo de machismo rampante. Las
promotoras en los autódromos están sometidas a vestirse como un
objeto sexual, listo para ser usado por pilotos, dirigentes,
periodistas. Los exhabruptos de un inimputable como Marquitos Di
Palma, manoseando chicas ante la risa festejante de los periodistas y
los hinchas, es parte del circo. También lo es que recientemente se
haya detectado una (de las varias) redes de trata de personas, que
sometían a la prostitución a menores de edad en el cálido ámbito
familiar del TC.
Ya que hablamos de la
familia, está la parte sana del mito: el humito del asado al lado
del alambrado, la presencia de varias generaciones familiares
alentando desde la reposera.
El TC es una mentira. No
es turismo, ya no corren (afortunadamente y después de muchas
muertes) en carreteras, los autos no son lo que dicen ser, no gana el
que mejor maneja sino el que mejor hace trampa y teje su impunidad,
el origen de los fondos es inconfesable, fomenta la trata, la
prostitución y el narcotráfico. Pero siempre al amparo de las
tradiciones, de la apelación emotiva, del amor por los trapos. De la
pulsón imbécil por el aguante cómplice, caiga quien caiga. No es
casual tampoco que cada tanto la muerte adorna el espectáculo. Es la
Argentina de máxima pureza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario