El Opa se había
prometido no meterse en (más) problemas, y mantenerse fuera de los
temas que no maneja con alguna soltura. Que son casi todos. Esta
semana la Comarca se vio conmovida por la decisión de la Corte
Suprema de otra comarca, que ordena el pago de sumas ingentes de
tombuctúes y de rupias a los así llamados “fondosbuitres”.
Es larga la historia, y
podría resumirse arbitrariamente de la siguiente forma: los que
gobernaron la Comarca, por los votos o las botas, han ido acumulando
capas geológicas de deudas con acreedores extranjeros. Eso se ha
dado en llamar Deuda Externa, y hablar de ella parece haber sido uno
de los deportes nacionales, aunque en rigor nadie sabe bien de qué
se trata ni a quién se debe pagar. La deuda comenzó a ser un
problema cuando en plena invasión de los Marcianos un funcionario
decidió que el Estado garantizaría todos los créditos
externos. Los empresarios locales se endeudaron, claro, y por
supuesto no pagaron. Porque total garantizaba el Estado. Esto ocurrió
en 1981.
Durante los ´80 se
vivieron días grises, la deuda aumentó porque no se podían pagar
los intereses, y el presidente Alfonso Carrido Lura se enfrentó con
los empresarios que habían endeudado el país, con los Marcianos que
lo habían permitido, con los frailes que bendijeron la
operatoria y con el peronismo que se frotaba las manos. Fue una bomba
de tiempo que lo hizo estallar por el aire, en uno de los más
crueles inviernos de la Comarca.
La deuda siguió
creciendo durante los ´90, porque alguien tenía que pagar la
fiesta: nos dijeron que estábamos en el primer mundo y nos dedicamos
a consumir como si fueramos californianos con el aguinaldo en la
mano. La ficción ya se agotaba, y esta vez la bomba estalló en las
manos del inefable presidente Frenando de la Duda. Tristísimo fin de
año, de angustia y balas, de hambre y desazón. La Comarca reducida
a cenizas declaró el default, que es decir, “minga, no pagaremos”.
En ese escenario el
Ministro de las Rupias logró renegociar esa deuda y cambiarla por
bonos, con un descuento grande que permitió a la Comarca aliviar un
poco la soga. Algo así como el 93% de los acreedores aceptaron el
canje, el resto, no. Ese 7% está compuesto por varios fondos
de inversión, que se han dado en llamar “buitres”. No aceptaron
el canje y fueron a los tribunales a reclamar que les paguen lo que
habían convenido cuando compraron esos bonos de deuda. Algo hay de
razón en su planteo: al comprar los bonos se les prometió cien
rupias, y ahora quieren las cien, no las sesenta que se acordaron en una
negociación en la que no participaron.
Se pregunta el Opa cómo
es que la presidenta Fernández de Neón no buscó la manera de
acordar con ellos antes del juicio, antes de que un eterno litigio de
12 años terminara en la Corte Suprema de otra Comarca. Que a las
deudas hay que pagarlas, están de acuerdo sarracenos y pleistocenos.
Cómo hay que pagarlas, y cuánto, es lo que se discute hoy.
Pero el Opa nota que la
presidenta Fernández de Neón se ha enclavado en la diatriba contra
los “fondosbuitres”, corriendo la lupa de sus propias decisiones.
Se ha embanderado la Comarca y medio continente en contra del poder
financiero mundial, esa banda de rufianes justamente detestada. Pero
se presta poca atención al hecho de que esos bonos de deuda fueron
emitidos conociendo sus implicancias: la presidenta y sus antecesores
(incluyendo al extinto) sabían que una parte de ellos caerían en
manos de tipos capaces de exprimir un ladrillo hasta sacarle mostaza.
Sabían, nuestros sabios
economistas, que los bonos irían a usureros inescrupulosos que se
han enriquecido con el despojo de deudores débiles. Vaya
coincidencia, piensa el Opa, exactamente como hizo la presidenta y su
marido, pero a escala patagónica, humilde y gélida. También sabían
que al aceptar la jurisdicción de Nueva York renunciaban a la
posibilidad de que cualquier litigio ocurra en un país neutral con
reglas medianamente ecuánimes.
En medio de la urgencia,
la presidenta y su ministro Kici-Love han abusado de la perorata de
atril para anunciar, con el ceño fruncido en una pose guevarista,
que a esos extorsionadores les pagaremos hasta el último centavo.
Todo ello mientras la oposición se pregunta qué hacer. Algunos
festejan porque creen que el problema es sólo de la presidenta y su
séquito, ignorando que la sombra del hambre se cierne sobre los
hogares de la Comarca, sintonizados todos en esa alegría celeste y
blanca, en ese arrorró que nos arrulla para que disfrutemos una
nueva pesadilla.
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