El Opa no se ha
tomado vacaciones. Lo ha demorado el estupor, el sopor estival y algunas tareas
pendientes que demoraron su acceso a la realidad de la Comarca. Cuando habla de
estupor se refiere tanto a las torpezas del nuevo elenco gobernante como al
cinismo de los que padecen la tristeza de ya no ser. Ambos han confirmado que
en lo profundo se parecen bastante, y que practican una versión de la
democracia mezquina y sotreta como un adolescente taimado.
El gobierno
entrante comenzó nombrando jueces en comisión para la Corte Suprema de la
Comarca. Sabe el Opa que los juristas interesados pueden hacerle decir casi
cualquier cosa a la Constitución, pero algunas cosas son más insostenibles que
otras. Las interpretaciones para admitir que el Presidente puede comisionar
jueces para la Corte necesitan demasiada vaselina para poder encastrarse en
cierta parte de la ley fundamental, pero hay un cuello de botella inevitable. No
hay lubricante que alcance para justificar el contexto de necesidad y urgencia que
requiere la ley.
Acá le dicen al
Opa que la necesidad y urgencia deriva de la minoría que detenta el sector
político del Presidente en el Senado de la Comarca. Pero hasta el Opa entiende
que una minoría circunstancial, tan circunstancial como cualquier mayoría, no
le puede dar a nadie el derecho de recurrir a remedios extraordinarios y
excepcionales. “Es la democracia, estúpido”. Es cierto que nuestra organización
convierte a los Presidentes en sultanes electivos cuando manejan el Senado, y
en poco más que endebles líderes parlamentarios cuando no lo hacen. Eso explica
por qué el peronismo gobierna la Comarca como si fuera un califato, mientras
que otros partidos requieren una paciencia de relojero suizo para anudar
acuerdos para gobernar diez días más. Un peronista gobierna empuñando una
bazooka institucional; un no peronista gobierna siempre con el punto incandescente
de una mira láser decorándole la frente.
Son los vicios
de una cultura constitucional hegemonista y autoritaria, pero esos son los
estrictos márgenes del juego institucional que debe jugar cualquier presidente.
No hay en ello nada excepcional, salvo la necesidad de una reforma
constitucional que termine de desmontar la pulsión cuartelera de la Comarca y
equilibre el poder que Sarracenos y Pleistocenos puedan obtener en las urnas.
No hay urgencia
tampoco: los jueces (todos ellos) se consideran ajenos a los tiempos de los
mortales, y por lo tanto ninguno de ellos se considera apremiado por las causas
que demoran en resolver. Si los jueces comisionados hubieran asumido en
diciembre, se habrían refocilado en la exasperante parálisis del fin de año,
pletórico de feriados y ágapes que ralentizan aún más esa cosa que llaman
Justicia. Después hubieran tenido la feria de enero, esa rémora del privilegio
medieval que adoran esos funcionarios que en pleno siglo XXI se hacen llamar “Vuestra
Señoría”. Y después, el lento renacer de febrero, entre anécdotas vacacionales
y el sopor del verano que persiste. En síntesis, no habrían hecho casi nada
hasta entrado marzo, en que se los podría haber nombrado como corresponde con
acuerdo del Senado como dice la Constitución. Incluso se podría haber ganado
tiempo durante el verano para que transiten la sana deliberación pública sobre
sus méritos, o no.
Para el Opa no fue
una total sorpresa que fuera el radicalismo el que le clavara los tacos al Presidente.
Algo les queda del reflejo republicano, y rápidamente salieron a desmarcarse
del mamarracho presidencial forzando a Macri a una tregua para que entre en
razón. Sus líderes parlamentarios y partidarios tuvieron el buen tino de apoyar
tibiamente la autoridad del Presidente, hacer públicas sus dudas, y ajustarle
las clavijas puertas adentro. Eso, y el mensaje del peronismo anticipando que
no le aprobaría en el Senado los jueces comisionados bastaron para suspender su
juramento hasta febrero, lo que sugiere que para entonces se tratarán de construir
los acuerdos necesarios.
El Opa entiende
que el Presidente haya querido demostrar autoridad, pero lo hizo de la manera
más torpe posible y tuvo que recular en ojotas. Alguien tendría que
recomendarle al ingeniero que consulte más con los constitucionalistas que
tiene a mano que con los sacapresos con los que rosqueaba en la interna de Boca
Juniors.
Hizo algo
parecido cuando quiso patear ese hormiguero radiactivo que son los servicios de
inteligencia. En el apurón mandó a la cueva de los espías a un traficante de
futbolistas y a una diputada vinculada a lo más turbio del menemismo reciclado.
La excusa es que les tiene confianza, pero sus antecedentes oscilan entre la
insignificancia y la turbidez. El Opa no sabe qué es peor, pero debutaron de
mala manera cuando se les escaparon tres hampones de una cárcel de máxima
seguridad. Una opereta del tío Aníbal, also known as “la Morsa”, pero demuestra
que sin profesionales en esa área se terminarán comiendo una operación tras
otra de los mafiosos estatales más turbios de la Comarca. Sobre este sainete el
Opa hablará mañana.
La misma
estructura mafiosa que hasta el 10 de diciembre le reportó a Ella, con
carpetazos, “accidentes” y fiscales suicidados en la víspera. El Opa, como
siempre, seguirá remarcando la inoperancia política de un petitero cool, y el
cinismo cararrota de los militontos del modelo. Porque se parecen demasiado,
porque se parecen en todo.
Y porque en el
esfuerzo especular para diferenciarse, apenitas se diferencian en las
impostaciones de sus propios relatos: los hippies con OSDE burlándose del
millonario que se hace atender en hospitales públicos. Los heraldos de un
ejército de ñoquis indignados por las vacaciones de un nene bien. Amigas,
amigos, serán tiempos duros de oportunismo e hipocresía. Nada nuevo en el
sainete irresponsable de la Comarca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario