lunes, 18 de enero de 2016

Las torpezas del autoritarismo cool

El Opa no se ha tomado vacaciones. Lo ha demorado el estupor, el sopor estival y algunas tareas pendientes que demoraron su acceso a la realidad de la Comarca. Cuando habla de estupor se refiere tanto a las torpezas del nuevo elenco gobernante como al cinismo de los que padecen la tristeza de ya no ser. Ambos han confirmado que en lo profundo se parecen bastante, y que practican una versión de la democracia mezquina y sotreta como un adolescente taimado.
El gobierno entrante comenzó nombrando jueces en comisión para la Corte Suprema de la Comarca. Sabe el Opa que los juristas interesados pueden hacerle decir casi cualquier cosa a la Constitución, pero algunas cosas son más insostenibles que otras. Las interpretaciones para admitir que el Presidente puede comisionar jueces para la Corte necesitan demasiada vaselina para poder encastrarse en cierta parte de la ley fundamental, pero hay un cuello de botella inevitable. No hay lubricante que alcance para justificar el contexto de necesidad y urgencia que requiere la ley.
Acá le dicen al Opa que la necesidad y urgencia deriva de la minoría que detenta el sector político del Presidente en el Senado de la Comarca. Pero hasta el Opa entiende que una minoría circunstancial, tan circunstancial como cualquier mayoría, no le puede dar a nadie el derecho de recurrir a remedios extraordinarios y excepcionales. “Es la democracia, estúpido”. Es cierto que nuestra organización convierte a los Presidentes en sultanes electivos cuando manejan el Senado, y en poco más que endebles líderes parlamentarios cuando no lo hacen. Eso explica por qué el peronismo gobierna la Comarca como si fuera un califato, mientras que otros partidos requieren una paciencia de relojero suizo para anudar acuerdos para gobernar diez días más. Un peronista gobierna empuñando una bazooka institucional; un no peronista gobierna siempre con el punto incandescente de una mira láser decorándole la frente.
Son los vicios de una cultura constitucional hegemonista y autoritaria, pero esos son los estrictos márgenes del juego institucional que debe jugar cualquier presidente. No hay en ello nada excepcional, salvo la necesidad de una reforma constitucional que termine de desmontar la pulsión cuartelera de la Comarca y equilibre el poder que Sarracenos y Pleistocenos puedan obtener en las urnas.
No hay urgencia tampoco: los jueces (todos ellos) se consideran ajenos a los tiempos de los mortales, y por lo tanto ninguno de ellos se considera apremiado por las causas que demoran en resolver. Si los jueces comisionados hubieran asumido en diciembre, se habrían refocilado en la exasperante parálisis del fin de año, pletórico de feriados y ágapes que ralentizan aún más esa cosa que llaman Justicia. Después hubieran tenido la feria de enero, esa rémora del privilegio medieval que adoran esos funcionarios que en pleno siglo XXI se hacen llamar “Vuestra Señoría”. Y después, el lento renacer de febrero, entre anécdotas vacacionales y el sopor del verano que persiste. En síntesis, no habrían hecho casi nada hasta entrado marzo, en que se los podría haber nombrado como corresponde con acuerdo del Senado como dice la Constitución. Incluso se podría haber ganado tiempo durante el verano para que transiten la sana deliberación pública sobre sus méritos, o no.
Para el Opa no fue una total sorpresa que fuera el radicalismo el que le clavara los tacos al Presidente. Algo les queda del reflejo republicano, y rápidamente salieron a desmarcarse del mamarracho presidencial forzando a Macri a una tregua para que entre en razón. Sus líderes parlamentarios y partidarios tuvieron el buen tino de apoyar tibiamente la autoridad del Presidente, hacer públicas sus dudas, y ajustarle las clavijas puertas adentro. Eso, y el mensaje del peronismo anticipando que no le aprobaría en el Senado los jueces comisionados bastaron para suspender su juramento hasta febrero, lo que sugiere que para entonces se tratarán de construir los acuerdos necesarios.
El Opa entiende que el Presidente haya querido demostrar autoridad, pero lo hizo de la manera más torpe posible y tuvo que recular en ojotas. Alguien tendría que recomendarle al ingeniero que consulte más con los constitucionalistas que tiene a mano que con los sacapresos con los que rosqueaba en la interna de Boca Juniors.
Hizo algo parecido cuando quiso patear ese hormiguero radiactivo que son los servicios de inteligencia. En el apurón mandó a la cueva de los espías a un traficante de futbolistas y a una diputada vinculada a lo más turbio del menemismo reciclado. La excusa es que les tiene confianza, pero sus antecedentes oscilan entre la insignificancia y la turbidez. El Opa no sabe qué es peor, pero debutaron de mala manera cuando se les escaparon tres hampones de una cárcel de máxima seguridad. Una opereta del tío Aníbal, also known as “la Morsa”, pero demuestra que sin profesionales en esa área se terminarán comiendo una operación tras otra de los mafiosos estatales más turbios de la Comarca. Sobre este sainete el Opa hablará mañana.
La misma estructura mafiosa que hasta el 10 de diciembre le reportó a Ella, con carpetazos, “accidentes” y fiscales suicidados en la víspera. El Opa, como siempre, seguirá remarcando la inoperancia política de un petitero cool, y el cinismo cararrota de los militontos del modelo. Porque se parecen demasiado, porque se parecen en todo.

Y porque en el esfuerzo especular para diferenciarse, apenitas se diferencian en las impostaciones de sus propios relatos: los hippies con OSDE burlándose del millonario que se hace atender en hospitales públicos. Los heraldos de un ejército de ñoquis indignados por las vacaciones de un nene bien. Amigas, amigos, serán tiempos duros de oportunismo e hipocresía. Nada nuevo en el sainete irresponsable de la Comarca.

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