El
Opa no cree demasiado en las ceremonias. Suele haber en torno a los actos
públicos una ristra de pompas y fastos que ponen la cosa pública lejos del
pueblo, parodiando los modos de las monarquías rancias y descompuestas.
Felizmente la composición laica de las élites primigenias de la Comarca ha
impedido que esos fastos se enquistaran en las ceremonias públicas con el mismo
fervor pavote con que lo hacen en países circundantes.
Pero
también cree el Opa que hay ceremonias que importan, porque ayudan a comprender
que algo importante está ocurriendo, que se vive un tiempo excepcional al que
hay que prestarle atención porque se lleva a cabo una transformación de la
realidad. Las ceremonias fúnebres, a las que el Opa es poco afecto, los
casamientos de todo tipo, esas cosas que cambian la vida requieren que se
subraye ese cambio para comprenderlo. Pero por pudor republicano y sentido del
ridículo el Opa prefiere que sean ceremonias simples, sencillas. No hace falta
un boato victoriano.
Por
eso el Opa cree que la ceremonia de transmisión de mando era importante. Es una
de las poquísimas tradiciones nobles que se mantienen en la Comarca sin
interrupción desde la democracia: que un presidente elegido por su pueblo le entregue
los atributos del mando a otro presidente elegido por el mismo pueblo.
Simboliza la continuidad de la representación y la soberanía popular,
subrayando que el presidente es un mero mandatario, un gestor temporario
destinado a rendir cuentas a todos sus mandantes, que somos los habitantes de
la Comarca.
Es,
además, una ceremonia sencillita: el presidente saliente espera en la sede del
gobierno al entrante, y le entrega los atributos simbólicos: una banda y un
bastón. Nada del otro mundo. La entrega es en la misma oficina donde uno
termina de trabajar y el otro comienza, y simboliza el carácter temporal y
contingente de los presidentes democráticos: es un baño de humildad que
significa pasar la posta, porque lo que importa es la larga carrera de la
historia de la Comarca.
Pero
la flamante ex–Presidenta María Estela Fernández de Neón tiene otra idea. Creyó
que el gobierno es algo que le pertenece por imposición divina, y que por lo
tanto tiene la facultad de decidir cuándo y cómo lo entrega. Al asumir su
segundo mandato hizo que su hija le entregara la banda y el bastón, violando la
ley que ordena que lo haga el Presidente Provisorio del Senado. Se le disculpó
la ilegalidad en nombre del populismo y la ternura familiar. Ahora, pretendió
entregar el mando en el Congreso, apenas jurado el nuevo presidente, frente a
su horda de militontos preparados para abuchear al nuevo inquilino.
No
fue un caprichito ilegal. Estamos acostumbrados a sus caprichos y sus
ilegalidades. Fue la voluntad de medir poder, de tensar la cuerda, de mostrar
al mundo cómo somete a un hombre que ganó una elección. Es, como dirían los
guarangos de la Comarca, “ver quién la tiene más grande”. Fálica como sólo
puede serlo una mujer peronista, María Estela violó la ley y la misma tradición
que la encumbró a Ella y a Él con el sólo objetivo de menoscabar al entrante,
de amputarlo de la misma tradición que legitimó simbólicamente a los demás
presidentes desde 1983. Es decirle “sos menos que nosotros”, pero también es
decirle “yo decido cuándo se termina la tradición”. Es manifestarle al mundo
entero que es la dueña del Estado, del Gobierno y de la Ley, de los que se
apropia para someterlos a su competencia de egos, pueril y berreta.
Hay
mucho sadismo en esa maniobra. Hay la voluntad deliberada de causar daño, de
provocar dolor, de lastimar a quien ni siquiera es un oponente, de humillar a
cualquier precio. Y hacerlo creyendo que es lo correcto, que tiene derecho a
hacerlo en nombre de su propia maquinación de futuro. Es una psicópata de
manual. El Opa no necesita simpatizar con el nuevo presidente (no lo hace) para
advertir que quien ha dejado la presidencia de esa forma es una persona
desequilibrada que ni siquiera pudo guardar ese mínimo respeto al pueblo que
eligió al presidente entrante. Que es el mismo que la eligió a Ella hace 4
años.
Es
dañar sin medir los resultados, es creer que tiene derecho a embarcar a
Sarracenos y Pleistocenos en una disputa contra un enemigo imaginario,
cargándose a la ley como un daño colateral porque lo que importa es cuánto
pueda destruirse al enemigo. Es la más peronista de las tradiciones.
Los
asiduos del relato salieron a minimizar el tema, restando valor a esa ceremonia
desde un discurso anti-monárquico. Reaprendieron el republicanismo hace 15
minutos, pero de republicanos oportunistas también están llenas las calles de
la Comarca. Ellos mismos han venerado como a una deidad egipcia a una mera
funcionaria pública, pero ahora nos dicen que no, que con el juramento alcanza.
Los que justificaron el desfalco de Sueños Compartidos con la excusa del
empoderamiento simbólico ahora desprecian el valor simbólico de la entrega del
bastón y la banda. No es raro. Justificadores seriales, su próxima misión será
buscarle el pelo al huevo, después de doce años de huevos peludos como un kiwi.
Otros
dicen que dos no pelean si uno no quiere. Saben, y callan, que para eso el
presidente jurado debería someterse a los caprichos ilegales de una psicópata,
cometiendo también prevaricato. La única actitud que admiten es el
sometimiento, la rendición incondicional, para poder tratar de cobarde a un
tipo al que se sienten con derecho a maltratar.
El
germen del fascismo no está tanto en sostener posiciones ultramontanas desde el
Estado (que lo han hecho). Sino en ver al otro como a un enemigo al que hay que
someter porque es –a priori- cobarde. Es convertir al apriete en la única clave
de diálogo. Es la costumbre Montonera de tirar un muerto sobre la mesa antes de
sentarte a negociar. Y si uno no acepta esas condiciones es tan cómplice de la
violencia como el que las impone. Es bueno que esa parte de la infamia se haya
terminado.
Hola Opa!, muy bueno tu comentario! estoy ansiosa por saber de la comarca y de la nueva monarquía. Ahora espero con las manitos entrelazadas bajo la pera que te explayes sobre Macrilandia o Macrireich ya que hablamos de germen de fascismo. Parece que el remedio fue peor que la enfermedad, que cosas no? La infamia viene recargada y elegida nuevamente por el gran pueblo argentino, salud!
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