El
Opa escribe este post dolido con una realidad miserable. Han matado a un pibe
que militaba en la Juventud Radical del norte lejano de la Comarca. Lo han
matado por la espalda, porque sí, después de haberlo echado con amenazas y
agresiones del barrio donde estaba repartiendo volantes. Lo han matado, según
todo indica, unos matones de Milagro Sala, la lugarteniente norteña de la
Presidenta María Estela Fernández de Neón.
El
Opa se conduele porque ha militado, también él, en esa organización que tiene
mucho de mística, mucho de pavote, mucho de amor por la libertad y mucho de
pérdida de tiempo en la rosca inútil. Como quiera que sea, el Opa conoce bien a
la Juventud Radical. Aun con todos sus defectos es un lugar que convoca mayormente
a pibes con sueños, con ideales frescos y con ejemplos maravillosos. Algunos
después se tuercen, como suele pasar en la Comarca, pero la mayoría transcurre
su militancia convencida de estar contribuyendo con la democracia, con alegría
y esperanza.
Por
eso duele que maten a un pibe, que acaso ni siquiera había tenido tiempo de ser
tentado por el poder que la Juventud Radical no tiene, y acaso nunca tenga en
ese rincón olvidado de la Comarca. El Opa ha perdido amigos muy queridos que
dejaron su vida militando en alguna ruta, en algún estúpido accidente de
tránsito, pero esto duele más, tanto más.
Duele
reconocer que la violencia política sigue siendo una herramienta legítima para
el peronismo, que se le perdone los cadenazos y palazos a los militantes
radicales o de izquierda, que se mire para otro lado cuando las patotas matan
piqueteros con la complicidad de la policía que les libera la zona para que
maten sin inconvenientes. Que cada tanto aparezcan incendiados los comités, o
los autos de los militantes de otros partidos.
La
violencia y la amoralidad están en el ADN del movimiento peronista. No es
posible negarlo. El Opa ha leído el Manual de Conducción Política, y otros
refritos suscriptos por el General, y de ellos ha aprendido que lo único que
importa es lograr el objetivo. Los métodos son buenos cuando resultan, decía el
General, y son buenos porque resultan. Si no resultan, son malos. Es decir, el
fin justifica cualquier medio. Como buen militar, asumía que la disputa por el
poder incluye explícitamente la destrucción física del adversario. Para despabilar
los distraídos: para Perón matar un adversario era legítimo, si con ello
lograba conseguir o mantener el poder.
Esa
cultura impregna la idiosincrasia política de la Comarca. Es pre-republicana,
porque subordina la ley a los intereses del caudillo, y borronea los límites y
contrapesos que tiene que tener el poder. Es antidemocrática, porque justifica
el boicot a quien gobierna cuando quien gobierna es de otro partido: a fin de
cuentas los ha parido un golpe de estado, y la historia no puede contarse de
otra manera. El peronismo nace con el derrocamiento de Yrigoyen, don Hipólito. Y
porque después, una vez conquistado el poder, subordina al Estado como
herramienta del partido de gobierno para impedir la competencia electoral
equitativa. Reduce las elecciones a un desfile simbólico, que finalmente se
define por el aparato del Estado.
Han
convertido a la democracia en esta farsa donde se vota cada dos años y ahí mismo
termina el ciudadano para convertirse en súbdito, en una masa sometida al
sátrapa de turno. El que adhiera recibirá los favores del gobierno, merecidos o
no. El que no adhiera, será considerado un gorila, es decir, un enemigo. Y como
dijo la compañera Eva: al enemigo, ni justicia.
Justicia
es lo que no tuvo Ariel Velázquez, el militante de la JR de Jujuy. No la
tendrá, tampoco. A lo sumo agarrarán algún perejil y le imputarán homicidio en
ocasión de robo, aunque al pibe no le hayan robado nada y lo hayan venido
amenazando desde hace rato. El Opa conoce la justicia del norte de la Comarca.
Conoce a sus jueces y fiscales, esbirros casi todos de un poder feudal,
violento y profundamente vulgar. Sabe que no pasará nada. Para un compañero,
nada mejor que otro compañero.
El
Opa sabe también que el club de fans de la Presidenta Fernández de Neón está
ahora mismo mirando para otro lado, posteando fotos familiares, o de las
vacaciones, o de las zapatillas nuevas, o de lo que sea. Como cada vez que el
peronismo mata en la Comarca. Cada vez que la violencia política o la corrupción,
o ambas, se cargan a alguien, los pibes para la liberación se convierten en militantes
de la banalidad espontánea. Se convierten en seres superficiales, tilingos y
buenudos. Se vuelven Macri.
Pero
el Opa ya no espera nada de ellos. Son cómplices de una realidad para la que
militan, son operarios de la mentira, el desfalco y el apriete, aunque no
empuñen el fierro ni se encanuten los dólares. Cuando la cosa se pone fea,
miran para otro lado y le echan la culpa a los medios, que siempre tiran mala
onda. Igualito a Isabelita cuando le reclamaban por los cadáveres destrozados
por la Triple A: “es la cadena del desánimo,
compañeros”.
El
Opa piensa en este chico, no se lo puede sacar de la cabeza. Esta triste,
enojado y triste. Siente ganas de no creer en nada ni volver a tener
expectativas. Pero hace un esfuercito. Hace el intento. Y entonces decide que
seguir militando por la vida y por la paz no es un cantito de los ochenta, es
una elección de vida.
Somos
la vida, somos la paz. El Opa se irá a dormir sintiendo que mañana habrá que
juntar el dolor y dejarlo de lado, porque es hora de comenzar a construir el
día después. A seguir trabajando por la
libertad del pueblo, que está en nuestro corazón.
Me encantó. Firmo al pie.
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