miércoles, 19 de agosto de 2015

Réquiem para Ariel

El Opa escribe este post dolido con una realidad miserable. Han matado a un pibe que militaba en la Juventud Radical del norte lejano de la Comarca. Lo han matado por la espalda, porque sí, después de haberlo echado con amenazas y agresiones del barrio donde estaba repartiendo volantes. Lo han matado, según todo indica, unos matones de Milagro Sala, la lugarteniente norteña de la Presidenta María Estela Fernández de Neón.
El Opa se conduele porque ha militado, también él, en esa organización que tiene mucho de mística, mucho de pavote, mucho de amor por la libertad y mucho de pérdida de tiempo en la rosca inútil. Como quiera que sea, el Opa conoce bien a la Juventud Radical. Aun con todos sus defectos es un lugar que convoca mayormente a pibes con sueños, con ideales frescos y con ejemplos maravillosos. Algunos después se tuercen, como suele pasar en la Comarca, pero la mayoría transcurre su militancia convencida de estar contribuyendo con la democracia, con alegría y esperanza.
Por eso duele que maten a un pibe, que acaso ni siquiera había tenido tiempo de ser tentado por el poder que la Juventud Radical no tiene, y acaso nunca tenga en ese rincón olvidado de la Comarca. El Opa ha perdido amigos muy queridos que dejaron su vida militando en alguna ruta, en algún estúpido accidente de tránsito, pero esto duele más, tanto más.
Duele reconocer que la violencia política sigue siendo una herramienta legítima para el peronismo, que se le perdone los cadenazos y palazos a los militantes radicales o de izquierda, que se mire para otro lado cuando las patotas matan piqueteros con la complicidad de la policía que les libera la zona para que maten sin inconvenientes. Que cada tanto aparezcan incendiados los comités, o los autos de los militantes de otros partidos.
La violencia y la amoralidad están en el ADN del movimiento peronista. No es posible negarlo. El Opa ha leído el Manual de Conducción Política, y otros refritos suscriptos por el General, y de ellos ha aprendido que lo único que importa es lograr el objetivo. Los métodos son buenos cuando resultan, decía el General, y son buenos porque resultan. Si no resultan, son malos. Es decir, el fin justifica cualquier medio. Como buen militar, asumía que la disputa por el poder incluye explícitamente la destrucción física del adversario. Para despabilar los distraídos: para Perón matar un adversario era legítimo, si con ello lograba conseguir o mantener el poder.
Esa cultura impregna la idiosincrasia política de la Comarca. Es pre-republicana, porque subordina la ley a los intereses del caudillo, y borronea los límites y contrapesos que tiene que tener el poder. Es antidemocrática, porque justifica el boicot a quien gobierna cuando quien gobierna es de otro partido: a fin de cuentas los ha parido un golpe de estado, y la historia no puede contarse de otra manera. El peronismo nace con el derrocamiento de Yrigoyen, don Hipólito. Y porque después, una vez conquistado el poder, subordina al Estado como herramienta del partido de gobierno para impedir la competencia electoral equitativa. Reduce las elecciones a un desfile simbólico, que finalmente se define por el aparato del Estado.
Han convertido a la democracia en esta farsa donde se vota cada dos años y ahí mismo termina el ciudadano para convertirse en súbdito, en una masa sometida al sátrapa de turno. El que adhiera recibirá los favores del gobierno, merecidos o no. El que no adhiera, será considerado un gorila, es decir, un enemigo. Y como dijo la compañera Eva: al enemigo, ni justicia.
Justicia es lo que no tuvo Ariel Velázquez, el militante de la JR de Jujuy. No la tendrá, tampoco. A lo sumo agarrarán algún perejil y le imputarán homicidio en ocasión de robo, aunque al pibe no le hayan robado nada y lo hayan venido amenazando desde hace rato. El Opa conoce la justicia del norte de la Comarca. Conoce a sus jueces y fiscales, esbirros casi todos de un poder feudal, violento y profundamente vulgar. Sabe que no pasará nada. Para un compañero, nada mejor que otro compañero.
El Opa sabe también que el club de fans de la Presidenta Fernández de Neón está ahora mismo mirando para otro lado, posteando fotos familiares, o de las vacaciones, o de las zapatillas nuevas, o de lo que sea. Como cada vez que el peronismo mata en la Comarca. Cada vez que la violencia política o la corrupción, o ambas, se cargan a alguien, los pibes para la liberación se convierten en militantes de la banalidad espontánea. Se convierten en seres superficiales, tilingos y buenudos. Se vuelven Macri.
Pero el Opa ya no espera nada de ellos. Son cómplices de una realidad para la que militan, son operarios de la mentira, el desfalco y el apriete, aunque no empuñen el fierro ni se encanuten los dólares. Cuando la cosa se pone fea, miran para otro lado y le echan la culpa a los medios, que siempre tiran mala onda. Igualito a Isabelita cuando le reclamaban por los cadáveres destrozados por la Triple A: “es la cadena del desánimo, compañeros”.
El Opa piensa en este chico, no se lo puede sacar de la cabeza. Esta triste, enojado y triste. Siente ganas de no creer en nada ni volver a tener expectativas. Pero hace un esfuercito. Hace el intento. Y entonces decide que seguir militando por la vida y por la paz no es un cantito de los ochenta, es una elección de vida.

Somos la vida, somos la paz. El Opa se irá a dormir sintiendo que mañana habrá que juntar el dolor y dejarlo de lado, porque es hora de comenzar a construir el día después.  A seguir trabajando por la libertad del pueblo, que está en nuestro corazón.

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