El Opa tiene este jueves una mezcla de
tristeza y también un dejo de sorna. No es fácil combinar ambos sentimientos porque
siempre es como decir “yo te dije”, y a nadie le gusta que le machaquen con sus
errores. Al Opa mismo se lo han dicho tantas y tantas veces que se le ha ido
agrietando la paciencia, y entonces sabe que no quiere ser parte de lo mismo
que cuestiona.
Sucede que hay elecciones en la Comarca,
y las operaciones alrededor de los candidatos son candentes y turbias como esa
sopa espesa que inundaba los círculos del infierno donde las cloacas están
rebalsadas. Algunas operaciones son previsibles, otras generan sorpresa y
estupor, otras son crueles y despiadadas. Ninguna garantiza el éxito en esta
partida de truco jugada por una cohorte de tahúres.
El movimiento Nac&Pop tenía hasta
ayer nomás dos candidatos a presidente: el incombustible gobernador de la
provincia más grande, inviable y deshauciada de la Comarca; y el incandescente
ministro de los trenes que se chocan entre sí. El gobernador engendraba resistencias
entre “los pibes para la liberación”, como se llaman a sí mismos los del club
de fans de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Viene del peronismo
histórico, de la farándula, de los negocios, del blindaje de las corpos que
alimentan a la opo. Acompaña con mansedumbre bovina a Él y a Ella desde los
albores del Relato, pero por alguna razón las milicias populistas lo sienten
como un quintacolumnista. El ministro del encubrimiento ferroviario es más
joven, más canchero, hasta ayer nomás circulaba por los escenarios pejotistas
más clásicos, pero es visto por los muchachos como el heredero del Modelo, algo
así como el hijo putativo del matrimonio presidencial. Ya que no pueden exhibir
al hijo legítimo sin desprenderlo de la play y de sus sobrecitos mágicos, hubo
que inventarlo al ministro como artículo de fe.
El gobernador anunció que su compañero
de fórmula será el Chino, un maoísta converso que ha oficiado de monje negro
del matrimonio presidencial desde la época en que desahuciaban hasta a los
pingüinos en algún rincón austral de la Comarca. Al integrarlo como candidato a
vicepresidente, el gobernador hizo explícito que por fin la Presidenta lo ungía
como el favorito, y le sacaba del medio al ministro como si fuera un estorbo
menor. Hasta allí lo que ocurre en cada capítulo de ese sainete delirante que la
historia llama peronismo.
Pero el ministro no se quedó callado ni
aceptó gallardamente el manoseo: intentó resistir y defender su derecho a
competir por el premio mayor, y rechazó el premio consuelo de la gobernación de
la provincia tonta porque, entre otras cosas, incluía una saludable caterva de
esbirros de la Presidenta. Aceptar el presente griego de un vicegobernador
golpista no es algo que esté a la altura de cualquier cristiano, piensa el Opa,
y sólo un motonauta enteflonado y blindado por los diarios podría resistir un
Mariotto semejante. No cualquiera resiste a un Lastiri sentado en el escritorio
de al lado, y eso el ministro lo tiene muy claro.
Hablábamos de Lastiri, ese hombre
funesto del pasado de la Comarca, cómplice del compañero López Rega, “Josecito”
para el General. Entre ambos, y junto a una tenebrosa manada de fascistas
terminaron derrocando al tío Cámpora, ese humillante blooper de la historia,
campeón del mundo en obsecuencia, leal hasta el crimen constitucional, imbécil
en proporciones bíblicas. Cámpora había asumido la Presidencia de la Comarca
como el delegado de Perón. Duró 49 días. Terminó huyendo del poder y del país como
un perro que no entiende por qué le incendiaron la cucha cuando apenas se
estaba instalando.
Hablábamos de Lastiri y López Rega,
porque esos nombres ominosos hoy son sintetizados en la figura del flamante
candidato a vicepresidente: el Chino Maoísta. No hay que ser astutos para saber
que si el movimiento Nac&Pop gana las elecciones, el Chino se dedicará a
conspirar minuciosamente contra el presidente: Sarracenos y Pleistocenos ya apuestan
si la operación de degüello comenzará apenas asuman (tesis benévola), o cuando
aún estén contando los votos de la victoria (tesis empírica).
En cualquier caso, el peronismo perpetúa
su vieja tradición de golpes de estado relativamente encubiertos, sólo que esta
vez lo está haciendo a cielo abierto y desde antes incluso que la inscripción
de las candidaturas. Esta gente definitivamente no pierde el tiempo, piensa el
Opa, al tipo lo están apuntando a la cabeza desde antes de firmar el acta.
Al Opa no le gustan las profecías,
porque suelen fallarle todas, salvo las que acierta (que son las más tétricas).
Por eso no va a especular si esto le sirve a algún sector de la oposición, o si
por el contrario fortalece las chances del gobernador que ahora contará con la
parte más disciplinada del ejército del modelo. Pero sí le ronda esta tristeza
con la que comenzó estas líneas: piensa en los que apostaban al ministro, los
que se compraron gorra, bandera y vincha y se quedaron colgando del pincel. Los
que fueron expulsados de la Plaza antes de llegar. Algunos ejercitarán
ritualmente el pataleo, en voz baja para que no se entere la Patrona. La
mayoría se sentirán estafados, violados en sus derechos políticos, embretados a
la fuerza en una opción que se les atraganta.
Y aquí el Opa tiene algo para decirles. El
color verde simboliza la subordinación y el valor castrense (nada que ver con
Fidel, muchachos). Y también es el color de los sapos, que tienen el tamaño de
cuatro Milanis de la mano de otras tantas Hebes. No podía esperarse otra cosa
de un movimiento parido en Campo de Mayo, al amparo de un cuartelazo que
derrocó al primer gobierno democrático de la Patria. El peronismo es esto,
muchachos, esta realidad cuartelaria y batracia que se empeña en destrozar las
ensoñaciones del populismo babieca. Agradezcan al menos que ya pasaron de moda
las Itakas y los Falcon, y que podrán abandonar el Relato silbando bajito como
un cornudo consciente. No digan que el Opa no les avisó.
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