El
Opa llega de la marcha del día de hoy y comparte sus impresiones con los
lectores. Como se sabe, una oleada de femicidios ha puesto a la Comarca en la
triste necesidad de mirarse a sí misma para encontrar su rostro más misógino,
violento y odioso. Una tras otra, las mujeres muertas en estos últimos años en
la Comarca han confirmado que los discursos que mercantilizan a la mujer
terminan por impregnar de violencia la cultura de sarracenos y pleistocenos, promoviendo
y justificando comportamientos que resultan en femicidios con más frecuencia
que lo que es moralmente aceptable. “Es que el verbo se hizo carne”, musita el
primo místico del Opa, que recién entonces comprende el significado de esa frase
críptica.
Llegó
el Opa a la concentración, y vio mucha gente, muchas banderas y mucho ruido. Una
de las banderas tenía el rostro del “Che” Guevara, héroe latinoamericano que tiene
muy poco que enseñar en materia de género: era más machista aún que los
campesinos cubanos que liberaba de la dictadura de Batista, el patrón de la
isla prostibularia. Recuerda el Opa cuando los muchachos revolucionarios
sostenían que el feminismo eran un placebo capitalista y burgués para distraer
a la gilada (las mujeres) de la lucha de clases. Celebra que al menos hayan
dado este pasito, pero sigue sin entender qué hace allí la bandera del “Che”,
tan apropiada para otras ocasiones.
Caminó
unos pasos más y encontró a los muchachos de La Cámpora. Se preguntó si habrían
venido con el diputado Ottavis, o con el baterista de Callejeros. Había una
bandera con el rostro de Él, quien jamás promovió iniciativa alguna contra la
violencia doméstica. Acá el Opa no entrará en rumores que ha oído. Había una
bandera de Ella, que sostenía que mientras fuera presidenta no habría aborto en
la Comarca porque se lo impedían sus convicciones religiosas. Llegó a eyectar
de su gobierno a su ministro de salud simplemente porque lo sugirió. Recuerda
el Opa que, más allá de su propia opinión, no hay activista ni grupo dentro del
feminismo que no reclame que al menos se discuta seriamente una posición sobre
el aborto. Pero bueno, la coherencia no es algo que pueda esperarse de estos
muchachos.
Casi
junto a ellos había una bandera con el nombre de Daniel Scioli, ese candidato
que alimentó su campaña electoral bailando en un programa abiertamente sexista
que mercantiliza a las mujeres, y donde aceptó que a su propia esposa la
manoseara su doble. Porque así lo requiere el espectáculo, ¿vio? Ese mismo
candidato que se fotografió comulgando en una iglesia, ratificando que sus
políticas estarán en línea con las de la Santa Madre. Se pregunta el Opa en qué
planeta los frailes de religión alguna han respetado algo que remotamente se
aproximara a la dignidad humana de las mujeres, pero sabe que está haciendo
preguntas incómodas: hay un par de muchachos con crucifijos y cachiporras que
lo están mirando cruzado.
Llegó
hasta la columna del radicalismo, encabezada con un concejal que hace poquitos
meses exhibía su foto con Sofovich, el padre putativo de Tinelli (no pun
intended). Claro, el Día de la Mujer el referido presentador y proxeneta estiró
la pata (no pun tampoco), y resultaba cool recordarlo con afecto. A dicho
concejal se le advirtió que era inapropiado, justamente en el día de la mujer,
celebrar a un personaje que además acostumbraba a fajar a sus parejas, y
acorralado por el final de su camino hasta había tramado matar a su esposa y
suicidarse. El concejal referido sostuvo que Sofovich era un personaje popular,
y con eso bastaba. Claro, el concejal viene de un partido machista y
prostibulario, en el que las mujeres deben hacer un esfuerzo desmesurado para
integrar las listas. De las que se caen invariablemente cuando en la rosca hay
que hacer un lugar para que entre el sobrino o el hijo del poronga de turno.
Había
mucho ruido, porque varias agrupaciones habían llevado a los muchachos con sus
bombos y redoblantes. Los grupos
competían entre sí para ver quién hacía más ruido: en un acto contra el
machismo estos muchachos se la estaban midiendo en términos de decibeles, en el
pavoneo idiota y colectivo de una docena de orates desacompasados que tienen
menos ritmo que una tormenta de granizo. Los bombistos, apunta el Opa, eran
todos varones.
Se
pregunta el Opa por la necesidad de los bombos y redoblantes. Con ellos no
hacen música alguna, ni siquiera pueden esbozar una mísera batucada porque
demanda un esfuerzo mental ajeno a las posibilidades de los percusionistas improvisados.
Sólo hacen ruido, que es la negación exacta, rotunda y absoluta de la palabra y
el diálogo. Ruido para no oírse, ruido para impedir que otros se oigan, ruido
para tapar cualquier discurso. Ruido para tapiar cualquier intento de
comunicación, justo cuando es más urgente que nunca que las cosas se digan y se
oigan.
“¡Eh,
vigilante, lo’ bombo’ son la esspresión del pueblo, chabón!”, lo amonesta al
Opa su primo kernerista. Se pregunta el Opa expresión de qué. Qué están
comunicando o transmitiendo, más allá de sintonizar una clave Morse digna de un
tartamudo electrocutado. Nada, no comunican nada más que la imposición de un
silencio sepulcral por su polarización ad
absurdum.
Pero hay cosas que el Opa
rescata. En medio del festival de machismo que supura en la Comarca, de
consignas para nada inocentes, de ignorancias meticulosamente calculadas, es
importante que la marcha haya sido masiva. No se marchó contra el gobierno, ni
se marchó a favor de él. No se marchó para que un grupo le imponga sus reclamos
salariales al transeúnte distraído. Se marchó para visibilizar un problema
grave, para ponerlo en la agenda, para que personas de todos los sexos y
géneros y edades y barrios comiencen a entender que el machismo mata, y que hay
que construir otra cultura del respeto y la vida. Entonces piensa el Opa en
todos esos rostros diversos, y alumbra una esperanza pequeñita que va a cobijar
con todas sus energías.
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