Y cuando las cosas se
les pusieron peludas hicieron lo que hacen los delincuentes poderosos cuando
las cosas se les ponen peludas: tratar de eliminar a los jueces o fiscales
molestos. No siempre la eliminación es física: a veces es moral, y a veces las
dos cosas. Sugiere el Opa que la distinguida audiencia recuerde a Alberto
Nisman, el suicida fiestero. Después de denunciar a la Presidenta María Estela
Fernández de Neón y algunos de sus muchachos, y antes de presentar públicamente
su evidencia, el fiscal apareció suicidado en su casa. Para evitar que el
escándalo se propagara surgieron operaciones dirigidas por la mismísima
Conductora para denigrar y ultrajar al muerto. Así se supo que el muerto era
tan venal, irresponsable y corrupto como cualquier funcionario del gobierno de
la Comarca. Sólo que en el discurso alegremente fascista de la
Presidenta, su corte y sus seguidores, las dudosas cualidades del occiso justificaron
su muerte: algo habrá hecho el fiscal, ergo, está bien muerto.
Decía el Opa que la
muerte también puede ser moral y simbólica, hostigando a un funcionario
incómodo hasta el punto en que nada de lo que éste diga pueda ser tomado en
serio por nadie. Simplemente se mata el mensajero para destruir el mensaje. La
artimaña es de corto alcance, pero en momentos de una rampante superficialidad
política y cultural, suele ser suficientemente efectiva. La tilinguería no
tiene memoria.
Ahora se la agarran con
Carlos Fayt, juez de la Corte Suprema de la Comarca nombrado por don Alfonso
Carrido Lura en los albores de la democracia. Ha sido juez desde 1983, una
hazaña de longevidad y permanencia. También ha sido uno de los más respetados.
Ha sobrevivido con hidalguía y austeridad el escabroso tránsito al noventismo,
la mayoría automática del Carlo, las operaciones mafiosas de un presidente
mafioso, y una cierta oxigenación cuando Él decidió darle a la Corte un
carácter más digno, profesional y respetable. Pronto Él se arrepentiría.
Sucede que Fayt tiene
97 años. Eso es mucho, piensa el Opa. Y son razonables las leyes que fijan un
límite de edad. La Constitución de la Comarca reformada en 1994 establecía que
a los 75 años los jueces de la Suprema Corte debían ser re-examinados para ver
si estaban en condiciones de seguir trabajando. La provisión es razonable
porque no todo el mundo envejece igual, algunos a esa edad estarán pensando más
en la jubilación gorda, la amante flaca, los nietos numerosos. Otros estarán
aplicando la sabiduría serena adquirida con la madurez, alejados de las
vanidades y los aprietos mundanos. No sabe el Opa a cuál de estas categorías
puede pertenecer Fayt, porque no frecuenta la comidilla judicial de la Comarca.
Más bien, le dan cosita los abogados; y más aún los jueces, que son como
abogados pero más peligrosos.
Sin embargo, el embate
furioso que lideran las foscas huestes de la Presidenta Fernández de Neón es
oportunista, es la revancha del perdedor que se lleva la pelota a su casa porque
lo vienen goleando y eso que no terminó el primer tiempo. Sabe el Opa que a
Fayt lo escarnecen no por la edad, porque el Joder Perjudicial (donde trabajan
los jueces), está lleno de seres de edad provecta, afectos a latinazgos, anacronismos
y remisiones bobas a la rancia monarquía. Lo escarnecen por otra cosa. El tipo
les votó en contra del levantamiento de un embargo que pesaba sobre
Chevrón-Chevrón-qué-grande-sos, una gestión que Ella en persona había acordado
con sus patrones yanquis. Y vino Fayt y la hizo pasar un papelón. Menos mal que
el resto de la Corte votó a favor, así que Ella pudo cumplir su palabra
empeñada a una multinacional que de lunes a viernes contamina países del tercer
mundo, y los fines de semana y fiestas de guardar, lava ese dinero en la banca
off-shore. Igualito que el populismo, nota el Opa con cierta perplejidad…
Antes de abandonarse a
la comparación entre las corporaciones saqueadoras y los regímenes populistas,
vuelve el Opa al juez veterano. Fayt obtuvo una decisión de la misma Corte,
integrada por conjueces (que son como jueces “blue”), que limitaba el efecto de la cláusula de los 75 años a los jueces que juraran por la nueva Constitución.
Y que por eso no se aplicaba a los que ya eran jueces de antes, porque
asumieron el cargo con ciertas reglas de juego que es razonable mantener. Al
Opa todo esto le parece discutible, y no
ponderará a Fayt más que como un tipo que al menos no tiene prontuario.
La Comisión de Juicio
Político de la Comarca decidió investigar si el juez mantiene sus facultades
mentales. Mirada especular, dice don Miguel Fucó, el psicólogo de la Comarca.
Los vengadores en nombre de Ella dudan de las facultades de un tipo, y lo hacen
con tanto desatino, vulgaridad y rencor que exhiben su propia corrosión
intelectual y moral. No existe en ninguna ley, le explican al Opa, la facultad
de ver si alguien sigue con los patitos en fila. Pero no importa, asegura Ella,
que contempla el hostigamiento con fruición.
Es que un Senador que
fue presidente por tres días, un mafiosillo de provincia policial, ya admitió
que están negociando los jueces Gobierno. Hoy hay cuatro jueces en la corte, y
Ella necesita que queden tres para juntar los votos de algún sector de la
oposición y llegar a dos tercios del Senado: vos ponés uno y yo pongo el otro. “Vamo
y vamo”, le explica al Opa su primo funcionario. El Adolfo, personaje tropical,
ya levantó la manito para cuando se abra el juego.
La Presidenta Fernández
de Neón necesita ese juez que le ataje los pelotazos judiciales que lleguen a
la Corte. En la desesperación sus soldados han dejado la dignidad (los que la
tuvieron) y se dedican a patotear a un juez cuyo único crimen conocido fue un
hecho biológico: cumplir 97.
Mientras tanto, la
misma comisión archivó los juicios al vicepresidente de la Nación que se quedó
con la fábrica de hacer billetes, al canciller que negoció la impunidad de los
terroristas que volaron edificios, y a la procuradora general que designa fiscales
según la necesidad del momento. La semana pasada salvaron a un juez que no
puede justificar su anillo de brillantes ni sus sentencias a medida de la Presidenta,
y a otro juez que mandaba mensajitos aconsejando a la defensa del
vicepresidente que él mismo investigaba. Este mismo juez es el que en tiempo
récord desestimó la denuncia que había presentado el fiscal Nisman. Se
entiende, ¿no?
Como siempre, lo
lamentable no es la patota operando con pulsión setentista. Lo lamentable son
los que aplauden convencidos de que hacen patria, de que la democratización es
reducir la Constitución al dedo presidencial, de que el problema de la justicia
es un tipo de 97 años. Mientras tanto, pasan frente a ellos los héroes
letrinosos, los corruptos que antes despreciaban pero que ahora aplauden porque
la tienen larga. A las miasmas del infierno las condimentan los fanáticos,
piensa el Opa, en la intemperie de su escepticismo.
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