Quiso el destino que el Opa
tuviera que fumarse de a ratos el acto patrio del 24 de Mayo. Debe saberse que
el Opa había encendido el televisor con el noble propósito de ver las carreras,
pero ya ven, cadena nacional para un acto institucional que terminó convertido
en un acto partidario, y el Opa entonces trepando por las paredes porque se
había acomodado con el café y las galletitas. Pocas cosas distraen su ánimo
cuando se dispone a ver la única cosa que atiende regularmente en la TV, así
que la interrupción por el susodicho acto logró enojarlo como un puma en
lavarropas.
El acto en sí consistía en el
traslado del sable corvo del General San Martín desde su lugar anterior en el
Regimiento de Granaderos a Caballo, hasta su nuevo emplazamiento en el Museo
Histórico Nacional. La primera pregunta que al Opa le surgió es: ¿para qué?
Debe saberse que al Opa los
uniformes lo espantan, especialmente los militares y los de ceremonia; pero de
todos modos los Granaderos a Caballo son los menos deleznables de la casta militar
de la Comarca. Es más, el Opa hasta les tiene aprecio, desde que se aprendió la
leyenda de la Batalla de San Lorenzo hasta una vez que lo llevaron de cachorro
a la Capital de la Comarca y se le cayeron las tutucas entre los pies de los
impertérritos susodichos. Además, fue el primer ejército creado ad-hoc por San
Martín. ¿Para qué sacar de allí su sable?
El Opa no es historiador ni
conoce los vericuetos ceremoniales que indican dónde debe ir cada cosa, así que
no sabe si el traslado fue razonable o no. Sólo sabe que los esfuerzos por
disfrazar la intención partidaria fueron muy pocos. Más bien, sospecha que se
quiso subrayar justamente la intencionalidad partidaria. Es que hay elecciones
en la Comarca, y como los caniches del Joder Perjudicial les están mordiendo
los talones necesitan quedarse en el poder como sea. Y estas cosas, la
simbología patria, y los actos fastuosos, conmueven identidades y suman votos.
Le recuerdan, off the record, que el sable de San
Martín había quedado guardado en el Regimiento de Granaderos a Caballo cuando
fue recuperado, porque en el año ’65 se lo robó un comando de la Juventud
Peronista que estaba haciendo patria mediante la apropiación de los bienes
públicos. Como ahora, bah, como siempre… Desde entonces el sable estuvo en el Regimiento.
En el acto de hoy sacaron el
sable, lo montaron en un vehículo militar y lo trasladaron acompañado por 280
Granaderos con sus correspondientes Caballos. Lo llevaron a la Catedral para
que lo bendijeran los mismos tipos que a San Martín lo tienen enterrado cabeza
abajo por masón, como castigo por pertenecer a esa institución que la iglesia
considera satánica. Los mismos tipos que despreciaron tanto a San Martín que
hasta le negaron durante décadas cristiana sepultura tuvieron sus minutos de
fama. Bendijeron el sable, que siguió su camino.
Hasta ese momento había muy
poca gente acompañando el cortejo, luego desde allí se sumaron más viandantes,
curiosos y gente con banderitas. El Opa le tiene mucho miedo a la gente con
banderitas. En el Museo la Presidenta María Estela Fernández de Neón recibió el
cortejo, y con pasito militar siguió al granadero y la granadera que
depositaron el cofre en una mesita. Como la centralidad no se comparte, la
Presidenta no aceptó la compañía de quienes deberían haber estado allí: el
Ministro de Defensa, el Jefe del Ejército, el jefe de los Granaderos, ponéle. Pero
no, el Ministro es cartón pintado, el Jefe del Ejército tiene cuentas
pendientes por genocida, y el jefe de los Granaderos el Opa no sabe quién es,
capaz que es un buen tipo. El tema es que ninguno de ellos estuvo en ese acto.
Talvez así sea mejor, mire…
Estuvo Ella sola, con pasito
marcial y todo, para recordarnos cómo les gustan las paradas militares, el
verticalismo y los uniformes. Al movimiento Nac&Pop le encanta mimetizarse
con las fuerzas armadas, desde ayer y desde siempre. No es que haya nada de
malo en eso, salvo el pequeño detalle que las susodichas fuerzas han
simbolizado lo más regresivo de la historia de la Comarca: el brazo armado de
un país para pocos, la oligarquía ganadera con un primo fraile y otro coronel,
la curiosa costumbre de voltear gobiernos democráticos, la de inventar guerras
humillantes e inútiles y la de masacrar compatriotas en nombre de Occidente.
Pero a Ella esas cosas no le
importan. Sus adláteres admirarán el gesto marcial, el aire mandón y altanero,
como reivindican el verticalismo que naturaliza el autoritarismo nacional. La cultura
autoritaria es inherente al populismo, y ambas cosas solamente son posibles cuando
hay un solo jugador en la cancha que se apropia del Estado para fines
personales. Ello sólo es posible cuando el resto del campo político está
compuesto por seres mayormente balbuceantes, impotentes o imputados, y
frecuentemente todo eso junto.
Cree el Opa que la deriva
autoritaria nunca es responsabilidad exclusiva del gobernante que se apropió
del Estado, sino que contribuye una oposición generosamente mezquina y
mediocre. Piensa en esas cosas, tiembla de espanto ante las banderitas, piensa
que mañana se sentirá un poco más solo si mantiene estos pensamientos y ya le
agarra un poco de angustia. Pero recuerda que habrá locro, un humilde
recordatorio de las cosas nobles de la Comarca. Y ya no está tan triste.
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