domingo, 24 de mayo de 2015

Arrorró celeste y blanco

Quiso el destino que el Opa tuviera que fumarse de a ratos el acto patrio del 24 de Mayo. Debe saberse que el Opa había encendido el televisor con el noble propósito de ver las carreras, pero ya ven, cadena nacional para un acto institucional que terminó convertido en un acto partidario, y el Opa entonces trepando por las paredes porque se había acomodado con el café y las galletitas. Pocas cosas distraen su ánimo cuando se dispone a ver la única cosa que atiende regularmente en la TV, así que la interrupción por el susodicho acto logró enojarlo como un puma en lavarropas.
El acto en sí consistía en el traslado del sable corvo del General San Martín desde su lugar anterior en el Regimiento de Granaderos a Caballo, hasta su nuevo emplazamiento en el Museo Histórico Nacional. La primera pregunta que al Opa le surgió es: ¿para qué?
Debe saberse que al Opa los uniformes lo espantan, especialmente los militares y los de ceremonia; pero de todos modos los Granaderos a Caballo son los menos deleznables de la casta militar de la Comarca. Es más, el Opa hasta les tiene aprecio, desde que se aprendió la leyenda de la Batalla de San Lorenzo hasta una vez que lo llevaron de cachorro a la Capital de la Comarca y se le cayeron las tutucas entre los pies de los impertérritos susodichos. Además, fue el primer ejército creado ad-hoc por San Martín. ¿Para qué sacar de allí su sable?
El Opa no es historiador ni conoce los vericuetos ceremoniales que indican dónde debe ir cada cosa, así que no sabe si el traslado fue razonable o no. Sólo sabe que los esfuerzos por disfrazar la intención partidaria fueron muy pocos. Más bien, sospecha que se quiso subrayar justamente la intencionalidad partidaria. Es que hay elecciones en la Comarca, y como los caniches del Joder Perjudicial les están mordiendo los talones necesitan quedarse en el poder como sea. Y estas cosas, la simbología patria, y los actos fastuosos, conmueven identidades y suman votos.
Le recuerdan, off the record, que el sable de San Martín había quedado guardado en el Regimiento de Granaderos a Caballo cuando fue recuperado, porque en el año ’65 se lo robó un comando de la Juventud Peronista que estaba haciendo patria mediante la apropiación de los bienes públicos. Como ahora, bah, como siempre… Desde entonces el sable estuvo en el Regimiento.
En el acto de hoy sacaron el sable, lo montaron en un vehículo militar y lo trasladaron acompañado por 280 Granaderos con sus correspondientes Caballos. Lo llevaron a la Catedral para que lo bendijeran los mismos tipos que a San Martín lo tienen enterrado cabeza abajo por masón, como castigo por pertenecer a esa institución que la iglesia considera satánica. Los mismos tipos que despreciaron tanto a San Martín que hasta le negaron durante décadas cristiana sepultura tuvieron sus minutos de fama. Bendijeron el sable, que siguió su camino.
Hasta ese momento había muy poca gente acompañando el cortejo, luego desde allí se sumaron más viandantes, curiosos y gente con banderitas. El Opa le tiene mucho miedo a la gente con banderitas. En el Museo la Presidenta María Estela Fernández de Neón recibió el cortejo, y con pasito militar siguió al granadero y la granadera que depositaron el cofre en una mesita. Como la centralidad no se comparte, la Presidenta no aceptó la compañía de quienes deberían haber estado allí: el Ministro de Defensa, el Jefe del Ejército, el jefe de los Granaderos, ponéle. Pero no, el Ministro es cartón pintado, el Jefe del Ejército tiene cuentas pendientes por genocida, y el jefe de los Granaderos el Opa no sabe quién es, capaz que es un buen tipo. El tema es que ninguno de ellos estuvo en ese acto. Talvez así sea mejor, mire…
Estuvo Ella sola, con pasito marcial y todo, para recordarnos cómo les gustan las paradas militares, el verticalismo y los uniformes. Al movimiento Nac&Pop le encanta mimetizarse con las fuerzas armadas, desde ayer y desde siempre. No es que haya nada de malo en eso, salvo el pequeño detalle que las susodichas fuerzas han simbolizado lo más regresivo de la historia de la Comarca: el brazo armado de un país para pocos, la oligarquía ganadera con un primo fraile y otro coronel, la curiosa costumbre de voltear gobiernos democráticos, la de inventar guerras humillantes e inútiles y la de masacrar compatriotas en nombre de Occidente.
Pero a Ella esas cosas no le importan. Sus adláteres admirarán el gesto marcial, el aire mandón y altanero, como reivindican el verticalismo que naturaliza el autoritarismo nacional. La cultura autoritaria es inherente al populismo, y ambas cosas solamente son posibles cuando hay un solo jugador en la cancha que se apropia del Estado para fines personales. Ello sólo es posible cuando el resto del campo político está compuesto por seres mayormente balbuceantes, impotentes o imputados, y frecuentemente todo eso junto.

Cree el Opa que la deriva autoritaria nunca es responsabilidad exclusiva del gobernante que se apropió del Estado, sino que contribuye una oposición generosamente mezquina y mediocre. Piensa en esas cosas, tiembla de espanto ante las banderitas, piensa que mañana se sentirá un poco más solo si mantiene estos pensamientos y ya le agarra un poco de angustia. Pero recuerda que habrá locro, un humilde recordatorio de las cosas nobles de la Comarca. Y ya no está tan triste.

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