Cuando el Opa era cachorro solían
llevarlo a las plazas de la Comarca, donde se entretenía en los juegos propios
de los niños de su edad. Siempre le llamaron la atención dos juegos: la montaña
rusa con su vértigo espeluznante, y su versión pobretona y más bien pavota: el
subibaja. Ambas combinaban esa dosis de éxtasis y bajón, la sensación de
beberse las alturas y después de arrastrarse en el fondo cenagoso del
aburrimiento. Eran juegos bipolares.
Y esas categorías bipolares se
han expandido a casi todos los ámbitos de la Comarca, donde nada parece
mantener un ritmo sensato y previsible, sino que se empeña en rebotar entre
esos estados antagónicos. Por ejemplo, la Presidenta María Estela Fernández de
Neón.
Como recordamos, Ella quedó en el
ojo de la tormenta cuando fuera denunciada por un Fiscal que apareció
suicidado. Luego otro Fiscal tomó aquella denuncia, propuso nuevas medidas de investigación,
y le agregó un toque de zozobra a la nave oficial. Hasta que vino un juez a
poner las cosas en su lugar.
El juez Rafecas era un
funcionario prolijito que cobró una funesta notoriedad por su aptitud para
enredarse en escandaletes judiciales. Mientras investigaba al Vicepresidente de
la Nación por robarse la máquina de imprimir dinero le enviaba mensajes de
texto al abogado del imputado dándole información y sugerencias sobre el caso. Toda
la historia es triste: según los mentideros judiciales el Juez y el abogado
eran viejos amigos, y aquél le pasaba información “de onda”; pero éste
necesitaba apartarlo, así que traicionó a su amigo y divulgó los mensajes que
le había enviado. La maniobra fue exitosa: Rafecas terminó afuera del caso y
salvó su carrera y su sueldo de casualidad. Aún hoy pende de un hilo en esa
turbia guarida de maleantes llamada Consejo de la Magistratura.
Y Rafecas entonces decidió
desestimar la denuncia. Dicen los que saben, porque de estas cosas el Opa tanto
no sabe, que la denuncia era aventurada pero creíble, y que merecía que se
mostraran las pruebas que pedía el Fiscal Pollicita. Pero Rafecas cerró la
puerta. Urdió un silencio dispuesto a sepultar el tema. Maltrató a su amigo
muerto con documentos con mucho olor a SIDE. Los jueces hacen esas cosas.
Y luego, en su apoteótico
discurso de apertura de la Asamblea Legislativa, la Presidenta Fernández de Neón
tuvo, en el marco de un discurso de barricada, el tupé de seguir ensañándose
con el muerto. Ella y su gobierno lo trataron de golpisto, de mal padre, de
canalla, de cobarde, de homosexual, de marioneta de la SIDE, la CIA y el
MOSSAD, de borracho. Sólo le falta vincularlo a la muerte de Norita Dalmasso,
piensa el Opa. En ese discurso Ella fustigó a un tipo que no se puede defender
de la crítica seria, pero tampoco del ensañamiento vil y rastrero. Del
cuestionamiento jurídico (sano y necesario), pero tampoco de la maledicencia de
comadrona resentida, de la vulgar calumnia de una peluquera de Tolosa.
Pero para los militontos del
relato el discurso de Ella fue épico y fundacional. La ayudó por contraste la
paupérrima crítica de los principales dirigentes opositores, mediocres y
envidiosos como gorda de peluquería (de Tolosa, claro). Ahora, luego de ese
discurso y de llenar la Plaza con el auxilio del presupuesto público, Ella se
encontraba en un estado de clímax que auguraba un venturoso porvenir sin las
molestas incidencias de la justicia.
Pero después de cada cumbre
comienza una bajada. A veces abrupta. Y entonces ocurren dos cosas: por un lado
el Fiscal Pollicita apela el desistimiento y cuestiona el apresuramiento de Rafecas,
y además tiene el tupé de ofrecer nuevas pruebas. Y por otro lado, la viuda del
Fiscal occiso presenta sus propias pericias sobre la muerte de su ex esposo, y
concluye que lo mataron. Que no fue suicidio ni accidente, sino que lo mataron.
Cuando todos los diarios de la
Comarca abren sus portales con ese titular, es porque la burbuja de la
impunidad, la mentira y el desconcierto se acaba de reventar. No se sabe quién
tiene razón, el Opa cree que nunca se sabrá del todo qué fue lo que pasó. Sólo
conoceremos los detalles exteriores a esa muerte cinco estrellas.
Los detalles externos dicen más o
menos lo siguiente: la denuncia de Nisman no era tan alocada después de todo;
las escuchas que se conocieron indican una serie de acuerdos que ratifican
punto por punto la mayor parte de la denuncia; van apareciendo nuevas escuchas
que salpican cada vez más cerca el aguantadero de Balcarce 50; la presencia de
Anibaúl Fernández para ”embarrar la cancha” es ya una admisión de culpabilidad;
la Fiscal que investiga la muerte admite que se encontró con una romería de
Prefectos, policías y testigos en la mismísima escena del crimen; el hecho de
que Nisman fue abandonado por su custodia en una operación de área liberada; el
hecho de que no funcionaban las cámaras de seguridad y de esa torre podría
haber salido Vergara Leuman vestido con tutú de ballerina sin que nadie lo
notara.
El Opa ya no mira películas de
detectives. Lee los diarios oficialistas y opositores y se encuentra inmerso en
una historia oscura, en un policial negro. Y le dan ganas de bajarse, de
cambiar de canal o cambiar de país. En esta rueda bipolar se pasó del éxtasis
del relato a la noticia policial en menos tiempo que lo que tarda en calentarse
el agua del mate. Cada cosa que se sabe desnuda alguna verdad atroz: quién
manipuló qué cosas, quiénes negociaban qué cosas, quienes prefieren silenciar
un crimen de estado. Y quienes, desde su posición progresista, militan ahora
por la impunidad de Estado, y tendrán cara suficiente como para convocar a la
marcha del 24 de Marzo.
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