domingo, 8 de marzo de 2015

Música para bipolares

Cuando el Opa era cachorro solían llevarlo a las plazas de la Comarca, donde se entretenía en los juegos propios de los niños de su edad. Siempre le llamaron la atención dos juegos: la montaña rusa con su vértigo espeluznante, y su versión pobretona y más bien pavota: el subibaja. Ambas combinaban esa dosis de éxtasis y bajón, la sensación de beberse las alturas y después de arrastrarse en el fondo cenagoso del aburrimiento. Eran juegos bipolares.
Y esas categorías bipolares se han expandido a casi todos los ámbitos de la Comarca, donde nada parece mantener un ritmo sensato y previsible, sino que se empeña en rebotar entre esos estados antagónicos. Por ejemplo, la Presidenta María Estela Fernández de Neón.
Como recordamos, Ella quedó en el ojo de la tormenta cuando fuera denunciada por un Fiscal que apareció suicidado. Luego otro Fiscal tomó aquella denuncia, propuso nuevas medidas de investigación, y le agregó un toque de zozobra a la nave oficial. Hasta que vino un juez a poner las cosas en su lugar.
El juez Rafecas era un funcionario prolijito que cobró una funesta notoriedad por su aptitud para enredarse en escandaletes judiciales. Mientras investigaba al Vicepresidente de la Nación por robarse la máquina de imprimir dinero le enviaba mensajes de texto al abogado del imputado dándole información y sugerencias sobre el caso. Toda la historia es triste: según los mentideros judiciales el Juez y el abogado eran viejos amigos, y aquél le pasaba información “de onda”; pero éste necesitaba apartarlo, así que traicionó a su amigo y divulgó los mensajes que le había enviado. La maniobra fue exitosa: Rafecas terminó afuera del caso y salvó su carrera y su sueldo de casualidad. Aún hoy pende de un hilo en esa turbia guarida de maleantes llamada Consejo de la Magistratura.
Y Rafecas entonces decidió desestimar la denuncia. Dicen los que saben, porque de estas cosas el Opa tanto no sabe, que la denuncia era aventurada pero creíble, y que merecía que se mostraran las pruebas que pedía el Fiscal Pollicita. Pero Rafecas cerró la puerta. Urdió un silencio dispuesto a sepultar el tema. Maltrató a su amigo muerto con documentos con mucho olor a SIDE. Los jueces hacen esas cosas.
Y luego, en su apoteótico discurso de apertura de la Asamblea Legislativa, la Presidenta Fernández de Neón tuvo, en el marco de un discurso de barricada, el tupé de seguir ensañándose con el muerto. Ella y su gobierno lo trataron de golpisto, de mal padre, de canalla, de cobarde, de homosexual, de marioneta de la SIDE, la CIA y el MOSSAD, de borracho. Sólo le falta vincularlo a la muerte de Norita Dalmasso, piensa el Opa. En ese discurso Ella fustigó a un tipo que no se puede defender de la crítica seria, pero tampoco del ensañamiento vil y rastrero. Del cuestionamiento jurídico (sano y necesario), pero tampoco de la maledicencia de comadrona resentida, de la vulgar calumnia de una peluquera de Tolosa.
Pero para los militontos del relato el discurso de Ella fue épico y fundacional. La ayudó por contraste la paupérrima crítica de los principales dirigentes opositores, mediocres y envidiosos como gorda de peluquería (de Tolosa, claro). Ahora, luego de ese discurso y de llenar la Plaza con el auxilio del presupuesto público, Ella se encontraba en un estado de clímax que auguraba un venturoso porvenir sin las molestas incidencias de la justicia.
Pero después de cada cumbre comienza una bajada. A veces abrupta. Y entonces ocurren dos cosas: por un lado el Fiscal Pollicita apela el desistimiento y cuestiona el apresuramiento de Rafecas, y además tiene el tupé de ofrecer nuevas pruebas. Y por otro lado, la viuda del Fiscal occiso presenta sus propias pericias sobre la muerte de su ex esposo, y concluye que lo mataron. Que no fue suicidio ni accidente, sino que lo mataron.
Cuando todos los diarios de la Comarca abren sus portales con ese titular, es porque la burbuja de la impunidad, la mentira y el desconcierto se acaba de reventar. No se sabe quién tiene razón, el Opa cree que nunca se sabrá del todo qué fue lo que pasó. Sólo conoceremos los detalles exteriores a esa muerte cinco estrellas.
Los detalles externos dicen más o menos lo siguiente: la denuncia de Nisman no era tan alocada después de todo; las escuchas que se conocieron indican una serie de acuerdos que ratifican punto por punto la mayor parte de la denuncia; van apareciendo nuevas escuchas que salpican cada vez más cerca el aguantadero de Balcarce 50; la presencia de Anibaúl Fernández para ”embarrar la cancha” es ya una admisión de culpabilidad; la Fiscal que investiga la muerte admite que se encontró con una romería de Prefectos, policías y testigos en la mismísima escena del crimen; el hecho de que Nisman fue abandonado por su custodia en una operación de área liberada; el hecho de que no funcionaban las cámaras de seguridad y de esa torre podría haber salido Vergara Leuman vestido con tutú de ballerina sin que nadie lo notara.

El Opa ya no mira películas de detectives. Lee los diarios oficialistas y opositores y se encuentra inmerso en una historia oscura, en un policial negro. Y le dan ganas de bajarse, de cambiar de canal o cambiar de país. En esta rueda bipolar se pasó del éxtasis del relato a la noticia policial en menos tiempo que lo que tarda en calentarse el agua del mate. Cada cosa que se sabe desnuda alguna verdad atroz: quién manipuló qué cosas, quiénes negociaban qué cosas, quienes prefieren silenciar un crimen de estado. Y quienes, desde su posición progresista, militan ahora por la impunidad de Estado, y tendrán cara suficiente como para convocar a la marcha del 24 de Marzo.

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