martes, 17 de mayo de 2022

DESALIENTO

 

El Opa siempre al borde de las cosas, al borde de un abismo feroz que tiene la morfología exacta de la Comarca, ese chiste mal contado que nos decoraron con escarapelas y banderitas. Mira, el Opa, ese vacío inminente, ese desastre minuciosamente elaborado por generaciones de habitantes, compañeros, gente de bien, gente como uno, gente del palo, con increíble talento para la construcción colectiva del cagadón electoral, de las decisiones idiotas que repercuten en más pobreza y más desazón y más fascismo. Eso, la Comarca.

Porque el Opa detuvo su andar cansino y preocupado por las calles de la Comarca para mirar los diarios. Por prescripción psiquiátrica no mira televisión: le resulta imposible contener el impulso de arrojar proyectiles a la pantalla, sea quien sea el que aparezca en ella. La miserabilidad de los opinadores de la televisión es universal y pareja, apenas cambian sus discursos justificatorios, esa mentira cínica que por izquierda se denomina “ideología” y por derecha “sentido común”: psicopateadas berretas de opinadores de la tele. El Opa no mira televisión, pero cada tanto pispea los diarios, acaso porque puede darse el lujo de releer una frase, de pensarla, buscarle la vuelta antes de determinar si ha leído una genialidad o una estupidez. Lujo absolutamente imposible en la televisión o en la radio, que tiene idiotas parecidos pero que ofenden sólo el sentido de la audición. Puñetazos en la mesa.

El Opa piensa en el año que viene. Habrá elecciones en la Comarca, elecciones tristes. Cualquiera que sea el resultado será un escalón más hacia el desaliento, sospecha el Opa, hacia la degradación institucional, hacia la pauperización material, moral y espiritual de ese pueblo que se embandera en los cretinos de la televisión, en los candidatos de la decadencia.

Se aventura a conjeturar los resultados, sospecha que habrá tres tercios parejos. Un tercio de la tilinga de Tolosa, la de los papers mal aprendidos y los hoteles malhabidos. Otro tercio de ese frente aun bifronte que se alienta desde la Capital y que pretende volver a derramar sobre toda la Comarca. Otro tercio del energúmeno de moda, ese Xuxo despeinado que jetonea vituperaciones sin que nadie sepa quién lo financia. Tres polos incompatibles entre sí, incapaces de un compromiso para proteger un programa sensato, impotentes para implementar otra cosa que un nuevo fracaso, una nueva derrota.

Porque los enojaditos de turno ahora son de derecha, intemperantes y bobos, fanáticos de dedito en alto, cancheritos y pitocortos. Y son muchos, y están convencidos de su superioridad moral de la misma manera en que lo estuvieron millones de jóvenes idiotas en la entreguerra italiana o alemana. Irresponsables que luego dirán a sus nietos que no se acuerdan qué pasó en aquellos años, que rogarán que sus hijos se olviden que tienen las manos llenas de sangre, culpables de toda culpabilidad de otra sangría colectiva que se darán un baño de humanismo cuando cambien los tiempos y convenga cambiar la camiseta. Porque el Opa sabe que se cambiarán de camiseta cuando sólo queden las esquirlas y los escombros: porque tantos de los culpables de la matanza de los ‘70 se dieron un baño de democracia cuando la atrocidad fue pronunciada en un juicio ya famoso, ya tan olvidado.

Porque en ese escenario de tres tercios parejos hay dos que desprecian la democracia y el disenso, hay dos que destilan odios y resentimientos, hay dos que interpelan a lo más bajo de la conciencia humana. Y ninguno de los elementos que están en los extremos será capaz de confluir en un programa de gobierno para todos los habitantes de la Comarca, ni siquiera para contener a su némesis de cartón, ni siquiera para preservar lo que valga la pena. Es que los populismos desprecian minuciosamente la razón y la lógica, sólo funcionan bajo la invocación del daño al adversario, que viene a ser todo aquél que no se someta.

Recuerda el Opa sus tiernos años de estudiante universitario y sus primeras discusiones con los peornistas bisoños. Su espanto ante la racionalización del resentimiento, ante la elevación del cinismo a la categoría de la lucidez: “si no es mío, lo rompo”, oyó decir a tantos y tantas compañeres. Los años transcurridos han comprobado que aquelles compañeres han ejecutado fielmente ese principio básico de las verdades justicialistas: ahora su generación ocupa espacios de poder en todos los ámbitos de la Comarca, y pudo comprobar que aquella frase feroz no era una vana amenaza, sino un principio de conducta: “si no es mío, lo rompo”.

En el mejor de los casos en las próximas elecciones triunfará débilmente un gobierno con pretensiones de sensatez, pero será acosado a derecha e izquierda por los expertos en demoliciones, por los dinamiteros con cuentas en las Seychelles o Panamá. No habrá posibilidad alguna de un gobierno razonable y justo: los demagogos sólo admiten el holocausto de los contrincantes y la impunidad absoluta, y se dedicarán con gozo y ahínco a destrozar lo que encuentren a su paso. Las hordas, las bestias, el lumpenaje de Barrio Norte, las torvas catervas del Nacional de Buenos Aires, los revolucionarios de iphone, los liberales de Videla y Ottalagano, los libertarios de comunión diaria, los pro-vida que piden pena de muerte, los progresistas de las nuevas oligarquías familiares, todo eso habrá al frente. No alberga el Opa esperanza alguna.

“Y si no te gusta, ¿por qué no te vas?”, preguntará el distraído. Pues sí. El Opa se irá, como ya se han ido miles de personas de la Comarca, porque otra vez no tienen ganas de dejarles los sueños, los huesos, los años a los militantes de la decadencia y de la muerte. Ese mismo camino que no conduce hacia ningún lado, porque por más lejos que uno arrastre los pies, siempre las huellas, esas putas huellas, tendrán la forma exacta de los contornos de la Comarca.

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