El
Opa comienza este post admitiendo y disculpándose por el grosero error de cálculo
que ha cometido en el post anterior. En él, asumía que el menjunje que competía
por la gobernación de la Comarca mediterránea en nombre de su desdichado
partido resultaría ampliamente perdedor, y sería derrotado hasta por los
militontos de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Se equivocó. Compró
la operación de encuestas falaces de esa caterva de trúhanes que se hacen
llamar “consultores políticos”. Piensa el Opa que ningún consultor nace chorro,
pero son casi como los periodistas: taumaturgos capaces de crear ficciones y
operetas al mejor postor.
Este
rejunte que propuso como candidato a gobernador a ese triste George Bush del
subdesarrollo que alegremente se hace llamar “el milico”, terminó obteniendo un
segundo lugar a escasos seis puntos del ganador. El partido de la Señora
Presidenta terminó tercero y lejos, con un miserable 17% después de persuadir a
la ciudadanía con una lluvia de rupias y tombuctúes de que estaba cerca del
premio mayor. Hasta el Opa se creyó el relato, así de inerme se encuentra
frente a las mentiras públicas. Como todo el mundo en la Comarca, le aclaran.
Lo
insólito del asunto es que ni bien contaron los votos, en lugar de festejar su
inopinado segundo puesto con un más que respetable 33% (por la invotabilidad
del candidato), “el milico” y sus adláteres utilizaron cuanto micrófono
tuvieron a mano para atribuirle la derrota al intendente de la Comarca vecinal.
El más pernicioso de sus elementos, el incombustible Luí Jué, no tuvo empacho
en sostener, en plena campaña, que el intendente no aportaba lo que tenía que
aportar. No se sabe bien a qué se refería, pero el único departamento en el que
ganó “el milico” fue en la Capital, conducida justamente por el intendente. En las
proficuas praderas ganaderas de la Comarca, allí donde “el milico” se convirtió
en vocero oficioso de terratenientes, sojeros y toyotistas, allí resultó minuciosamente
despreciado en favor del candidato oficial. Perdió entre su electorado
primigenio, y en varios lugares obtuvo sólo la mitad de votos que el ganador. Perdió
como chancho.
El
Opa intuye, como intuyó todo el mundo, que habría algo más detrás de esas
declaraciones de campaña y de esa bravata al cierre del escrutinio. El misterio
se develó al día siguiente, cuando el yerno del “milico” lanzó su candidatura a
intendente por el mismo partido. Comenzó un vodevil vergonzoso, con
especulaciones cruzadas en un marco de alianzas y traiciones de folletín. El muchacho
inscribió su candidatura, con el apoyo explícito de su suegro, del Luí, y se
diría que de nadie más. Esa candidatura conspiraba contra la reelección del
intendente, que había sido acordada en la misma negociación que convirtió al “milico”
en candidato a gobernador, al Luí en candidato a senador nacional, y a este
triste muchacho en candidato a legislador provincial. Cobraron todos, pero ni
bien se aseguraron la banca patearon el tablero.
Corrieron
a la Capital de la Comarca a ofrendarse ante su santo patrono con los
pantalones bajos. El accionista principal balbuceó alguna cosa que no
comprendieron, y volvieron a la provincia preguntándose qué hacer. El Luí
comenzó su campaña junto con la Olga, espantoso mandril aquerenciado, antigua
primera dama provincial y virtual interventora de la municipalidad cuando el
peronismo se quedó con todo. La Olga salió de escena cuando el Luí, en aquél
lejano momento Fiscal Anticorrupción, la encontró en un aeropuerto con valijas clandestinas
de dinero público. El escándalo terminó con la visibilidad de la Olga y con la
carrera del Luí como fiscal, y lo proyectó hacia el estrellato como víctima
propiciatoria que luego facturaría convirtiéndose en intendente de la Ciudad. Parafraseando
al viejo Balbín, aquellos viejos enemigos hoy son amigos. O aliados. O cómplices.
O algo por el estilo. Los une la tirria contra el intendente actual. Los une la
envidia, el resentimiento, y las ganas de quedarse con los negocios.
La
Olga le respondía a otro candidato a presidente, un diputado termocefálico que
aspira a ser tercero en discordia entre el obediente Daniel Osvaldo (amanuense
de la Señora) y Mauricio, el accionista principal de la empresa política donde
cobró el Luí su senaduría. El “milico”, su yerno y el Luí se dejaron llevar por
el rencor y propiciaron una candidatura que impacta directamente en las chances
presidenciales de Mauricio, el único que les juntaba las cabezas. Apuntan a
hacer perder al intendente, más para cobrarse venganzas y mezquindades que por
voluntad de victoria. Apuntan, por analogía, a que Mauricio pierda las
elecciones en la segunda ciudad de la Comarca, y quede herido para el resto del
calendario electoral.
Al
momento de escribir estas líneas el Opa supo que finalmente el partido les ha
bajado la caña, les ha cerrado las puertas, y los ha marginado de la contienda
por la ciudad. Se declararon abstractas las internas porque el partido ya había
inscripto una alianza con unos candidatos determinados en el marco de ese acuerdo
primigenio. Y punto.
El
Opa considera que es una maniobra estalinista y conservadora que clausura el
debate y la posibilidad de competir. Pero “el milico” y su yerno ya se habían
favorecido con la maniobra original, que les permitió ser candidatos por
derecho divino impuestos por el dedo fálico de la Capital de la Comarca. Llegaron
a sus candidaturas en el caballo del comisario más soberbio, y al amparo de sus
charreteras y trabucos se quedaron con cuantos cargos quisieron, despreciando a
dirigentes que querían competir democráticamente. Violaron la ley y la Carta
Orgánica para ser ungidos en el marco de un unicato oligarca.
Ahora se cayeron del
caballo, los volearon de un planazo y los condenaron al rincón de los inicuos. No
serán perdonados, y no merecen perdón. El Opa lo lamenta por el muchacho, que
sabe leer de corrido y hablar con cierta propiedad, lo cual es un lujo en la
legislatura de la Comarca. Tenía un gran futuro, dañado ahora por la soberbia y
las malas pasiones, por un suegro ególatra y mezquino y un socio resentido y
traidorazo. También, por la compañía de una cohorte de soberbios ahítos de
ignorancias. El Opa no lo lamenta. Si el muchacho es listo, sabrá sacudirse
esos lastres y reinventarse mientras esté en la Legislatura. Si no, no se
perderá demasiado.
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