Sucede que han “suicidado” a un
fiscal. El Opa no duda: su intuición limitada le permite unas pocas preguntas,
cuyas respuestas humildes e imprecisas decantan hacia el lado del espanto; o
mejor dicho, de la confirmación del espanto.
El fiscal suicida imputó a la Presidenta Fernández
de Neón, a su Canciller, un diputado y un par de para-funcionarios: un grupito
de barra-bravas que defienden eso que llaman “el modelo”. Los imputó por urdir
una trama en la que el gobierno de Ella transaba impunidad para los atentados
cometidos en la Comarca
por terroristas iraníes. Se dirá, con razón, que había otras pistas que
conducían a Siria y al conurbano bonaerense. Pero la conexión iraní era
evidente. Mientras el fiscal investigaba los atentados encontró información que
probaba que Ella pretendía algún acercamiento con Irán a cambio de
petrodólares. O petróleo y dólares, así por separado. Como sea, propuso un
Tratado de Amistad que refrendó en el Congreso el bloque oficialista.
Legalmente nos convertimos en el mejor amigo del país que mandó volar un par de
edificios llenos de argentinos.
El complejo mediático del
gobierno salió a defenestrar al fiscal porque encontraron que su denuncia era
infundada: una burda maniobra de la
SIDE “oficial” o de la SIDE “blue”, o de la CIA o el MOSSAD. Le
prometieron leña. Una diputada tan opositora como impresentable propuso que el
fiscal concurriera al Congreso a explicar su denuncia y mostrar sus pruebas.
Confiada en que el fiscal jugaba al truco con dos 4 y un 5, Diana Conti, la
stalinista etílica, propuso que la audiencia fuera pública así le entraban “con
los tapones de punta” frente a 40 millones de argentinos. Se pregunta el Opa si
no habrá sido que se enteraron de que el fiscal tenía 33 de mano y el Macho.
El lunes era la bendita sesión.
El domingo por la noche encontraron muerto al fiscal. El carapintada Berni, a
cargo de su seguridad, dijo que se había suicidado cuando aún no se había
peritado el cuerpo del fiscal infortunado. La primera reacción del gobierno fue
de silencio (se habrán estado preguntando “¿cuál de nosotros fue?”, especula el
Opa). Luego, salió contenta la manada a sostener la hipótesis del suicidio.
La aparición del cuerpo fue de lo
más extraña. El Opa consultó un experto en protección de personas amenazadas,
que insistió en que una persona políticamente tan expuesta y amenazada debía
tener una protección sólida: un tipo en su habitación en todo momento, o
durmiendo en el cuarto contiguo, otro en la puerta del departamento, otros en
cada entrada del edificio, todos permanentemente en contacto y monitoreando a
su objetivo. Y que esto es obligatorio: no se puede decir “no quiero custodia”.
En este caso los custodios
estaban todos en la vereda del edificio, y cuando vieron que el fiscal no
atendía el timbre al cabo de varias horas, fueron a buscar a su madre. Para el
expediente, la primera en llegar a la escena del “suicidio” fue la señora.
Después se apersonaría el carapintada Berni, para “resguardar” la prueba. Y por
las dudas toda la prueba. Para que se entienda: el mismo gobernante denunciado
manda uno de sus agentes a “custodiar” la prueba. Envalentonados con el ejemplo
de Ciccone, ahora Ella piensa en expropiar el departamento del fiscal.
Durante ese día aciago el suicida
mandó fotos de su escritorio, trabajando para su presentación del día
siguiente. Respondió mensajes con tono optimista. Le dejó la listita de las
compras a su empleada. Arregló una entrevista con la CNN para la noche del lunes. Cosas
que, según la Presidenta Fernández
de Neón, son típicas de cualquier suicida. En el medio, al suicida no le
encontraron vestigios de pólvora en sus manos, lo cual lamentó profundamente la
fiscal que investiga el “suicidio”. ¿Por qué lo lamentó? ¿Porque se le
desmoronaba la hipótesis? Acá el Opa, en un excursus, consultó a un pariente
que solía ir al Tiro Federal usando, casualmente, una Bersa calibre 22 como la
del occiso, si era posible que no quedaran rastros de pólvora. “Imposible”, dijo
el pariente, “siempre algún rastro te queda, aunque dispares un solo tiro”.
Piensa el Opa, y concluye que seguramente el perverso de Magnetto se las
arregló para lavarle las manos al fiscal muerto, con el sólo objetivo de
empiojarle el relato a Ella.
Y mientras tanto los militontos.
Si algo podía cubrir de más oprobio a este sainete fue el cinismo del club de
fans del modelo. Trataron al fiscal de canalla, un canalla cobarde que estaba
bien muerto. Canalla por denunciarla a Ella y sus secuaces, cobarde por
suicidarse antes de tener a bien ser defenestrado en el Congreso como ellos
querían. Riéndose de un tipo muerto. Ejerciendo el derecho a la libre expresión
que antes denostaron cuando la sátira contra Ella les pareció irreverente,
ellos que quisieron hacer una lectura “contextualizada” de la masacre de
Charlie Hebdo.
Ellos, que de tan
anti-imperialistas de pizzería terminaron justificando la masacre porque “con
las creencias no se jode”. Ellos mismos ahora se escandalizan porque “la
oposición hace política con un muerto”, como si se olvidaran de que Néstor se
murió a tiempo, justo antes de que lo imputaran por lavado de dinero. Ellos se
quejan, los que elevaron un corrupto sátrapa del PJ patagónico a la altura de
héroe, mártir, sucedáneo del Eternauta.
Piensa el Opa que los enemigos de
la libertad son vastos y que el gen fascista nunca se extingue del todo. Piensa
en Montoneros, la agrupación fascista que mezclaba a Lenin con Primo de Rivera,
a Marx desconcertado con Franco y Khadafi. Piensa en esa estirpe cuyo cinismo y
resentimiento se reflota en una nueva dogmática del odio cool, que por ahora no
usa fusiles. Pero de eso, piensa el Opa, ya no se puede estar seguro. Si no,
vayan y pregúntenle al fiscal suicidado.
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