martes, 20 de enero de 2015

El país de los suicidas optimistas



El Opa se reconoce asustadizo, y sabe, en lo profundo de su mente, que no debe preocuparse tanto por las cosas que pasan en la Comarca, puesto que, como le dicen sus amigos peronistas “esto siempre fue así, y siempre será así”. Pero el Opa, obstinado, insiste en horrorizarse ante el espectáculo de la sangre.
Sucede que han “suicidado” a un fiscal. El Opa no duda: su intuición limitada le permite unas pocas preguntas, cuyas respuestas humildes e imprecisas decantan hacia el lado del espanto; o mejor dicho, de la confirmación del espanto.
El fiscal suicida imputó a la Presidenta Fernández de Neón, a su Canciller, un diputado y un par de para-funcionarios: un grupito de barra-bravas que defienden eso que llaman “el modelo”. Los imputó por urdir una trama en la que el gobierno de Ella transaba impunidad para los atentados cometidos en la Comarca por terroristas iraníes. Se dirá, con razón, que había otras pistas que conducían a Siria y al conurbano bonaerense. Pero la conexión iraní era evidente. Mientras el fiscal investigaba los atentados encontró información que probaba que Ella pretendía algún acercamiento con Irán a cambio de petrodólares. O petróleo y dólares, así por separado. Como sea, propuso un Tratado de Amistad que refrendó en el Congreso el bloque oficialista. Legalmente nos convertimos en el mejor amigo del país que mandó volar un par de edificios llenos de argentinos.
El complejo mediático del gobierno salió a defenestrar al fiscal porque encontraron que su denuncia era infundada: una burda maniobra de la SIDE “oficial” o de la SIDE “blue”, o de la CIA o el MOSSAD. Le prometieron leña. Una diputada tan opositora como impresentable propuso que el fiscal concurriera al Congreso a explicar su denuncia y mostrar sus pruebas. Confiada en que el fiscal jugaba al truco con dos 4 y un 5, Diana Conti, la stalinista etílica, propuso que la audiencia fuera pública así le entraban “con los tapones de punta” frente a 40 millones de argentinos. Se pregunta el Opa si no habrá sido que se enteraron de que el fiscal tenía 33 de mano y el Macho.
El lunes era la bendita sesión. El domingo por la noche encontraron muerto al fiscal. El carapintada Berni, a cargo de su seguridad, dijo que se había suicidado cuando aún no se había peritado el cuerpo del fiscal infortunado. La primera reacción del gobierno fue de silencio (se habrán estado preguntando “¿cuál de nosotros fue?”, especula el Opa). Luego, salió contenta la manada a sostener la hipótesis del suicidio.
La aparición del cuerpo fue de lo más extraña. El Opa consultó un experto en protección de personas amenazadas, que insistió en que una persona políticamente tan expuesta y amenazada debía tener una protección sólida: un tipo en su habitación en todo momento, o durmiendo en el cuarto contiguo, otro en la puerta del departamento, otros en cada entrada del edificio, todos permanentemente en contacto y monitoreando a su objetivo. Y que esto es obligatorio: no se puede decir “no quiero custodia”.
En este caso los custodios estaban todos en la vereda del edificio, y cuando vieron que el fiscal no atendía el timbre al cabo de varias horas, fueron a buscar a su madre. Para el expediente, la primera en llegar a la escena del “suicidio” fue la señora. Después se apersonaría el carapintada Berni, para “resguardar” la prueba. Y por las dudas toda la prueba. Para que se entienda: el mismo gobernante denunciado manda uno de sus agentes a “custodiar” la prueba. Envalentonados con el ejemplo de Ciccone, ahora Ella piensa en expropiar el departamento del fiscal.
Durante ese día aciago el suicida mandó fotos de su escritorio, trabajando para su presentación del día siguiente. Respondió mensajes con tono optimista. Le dejó la listita de las compras a su empleada. Arregló una entrevista con la CNN para la noche del lunes. Cosas que, según la Presidenta Fernández de Neón, son típicas de cualquier suicida. En el medio, al suicida no le encontraron vestigios de pólvora en sus manos, lo cual lamentó profundamente la fiscal que investiga el “suicidio”. ¿Por qué lo lamentó? ¿Porque se le desmoronaba la hipótesis? Acá el Opa, en un excursus, consultó a un pariente que solía ir al Tiro Federal usando, casualmente, una Bersa calibre 22 como la del occiso, si era posible que no quedaran rastros de pólvora. “Imposible”, dijo el pariente, “siempre algún rastro te queda, aunque dispares un solo tiro”. Piensa el Opa, y concluye que seguramente el perverso de Magnetto se las arregló para lavarle las manos al fiscal muerto, con el sólo objetivo de empiojarle el relato a Ella.

Y mientras tanto los militontos. Si algo podía cubrir de más oprobio a este sainete fue el cinismo del club de fans del modelo. Trataron al fiscal de canalla, un canalla cobarde que estaba bien muerto. Canalla por denunciarla a Ella y sus secuaces, cobarde por suicidarse antes de tener a bien ser defenestrado en el Congreso como ellos querían. Riéndose de un tipo muerto. Ejerciendo el derecho a la libre expresión que antes denostaron cuando la sátira contra Ella les pareció irreverente, ellos que quisieron hacer una lectura “contextualizada” de la masacre de Charlie Hebdo.
Ellos, que de tan anti-imperialistas de pizzería terminaron justificando la masacre porque “con las creencias no se jode”. Ellos mismos ahora se escandalizan porque “la oposición hace política con un muerto”, como si se olvidaran de que Néstor se murió a tiempo, justo antes de que lo imputaran por lavado de dinero. Ellos se quejan, los que elevaron un corrupto sátrapa del PJ patagónico a la altura de héroe, mártir, sucedáneo del Eternauta.

Piensa el Opa que los enemigos de la libertad son vastos y que el gen fascista nunca se extingue del todo. Piensa en Montoneros, la agrupación fascista que mezclaba a Lenin con Primo de Rivera, a Marx desconcertado con Franco y Khadafi. Piensa en esa estirpe cuyo cinismo y resentimiento se reflota en una nueva dogmática del odio cool, que por ahora no usa fusiles. Pero de eso, piensa el Opa, ya no se puede estar seguro. Si no, vayan y pregúntenle al fiscal suicidado.


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