viernes, 30 de junio de 2023

UNA CATILINARIA CONTRA LOS TILINGOS

 Vuelve el Opa después de larga ausencia, sin calandrias ni vendavales. Lo acorrala la angustia ante el deprimente panorama electoral en la Comarca. Sabe que, gane quien gane, la Comarca será conducida en los próximos cuatro años por algún demagogo irresponsable, un populista de derecha o más de derecha, mentiroso, banal y feble. Los epítetos aquí reproducidos aplican a sujetos de ambos sexos, que el Opa se cansó de la idiotez políticamente correcta de distinguirlos cuando no hace falta. El Opa sabe que el próximo presidente de la Comarca, sea cual sea, le dará una profunda vergüenza y será aún más dañino que los orates que hoy gobiernan.

Hay uno que dice ser economista, y habla en difícil para persuadir a su electorado sobre su honda sapiencia y su sagacidad. Pero cuando cualquier economista competente lo cuestiona con bases técnicas, el candidato erupciona como un volcán de improperios y vituperaciones. La misma intolerancia esputa cuando algo sale de su libreto tosco y autocelebratorio: una pregunta fuera de lugar, un invitado que no estaba pautado, un comentario que lo incomoda, y se convierte en un energúmeno sin ley. Lo siguen una horda indiferenciada de seres intolerantes y violentos, un cardumen de nulidades que ostentan el desprecio hacia el otro. Es el candidato de los que están enojados con la vida y quieren a un papá fuerte y jetón que les resuelva los problemas por arte de magia.

Hay otro que tenía prolijamente pautado su ascenso al gobierno de la Comarca luego de heredar el gobierno de su ciudad capital: metódico, ordenado, trabajador. Pero también carente en absoluto de respeto hacia su propia visión del mundo. Un burócrata eficiente, no un líder capaz de convencer sobre un plan que saque a la Comarca de la decadencia profunda en que se encuentra. Adicto a los focus groups y la edición de su imagen, bastó con que se le encarajinara la campaña para lanzarse sin rumbo hacia la demagogia más tilinga y superficial. Es el candidato de quienes creen en la moderación y el diálogo, pero se encuentran cada día más huérfanos de liderazgo.

Hay otra que lo enfrenta dentro de su partido sobreactuando su perfil halconero. Adicta también a la sobreactuación y el ridículo, no pasa un solo día sin que ella o su candidato a vicepresidente (orate notorio de la tierra del sol y el buen vino) declamen verdades tan endebles como mezquinas, excitando la angustia de millones de compatriotas del Opa que quieren votar a alguien con carácter y decisión, pero también se encuentran cada día más huérfanos de liderazgo. Es la batalla del PRO, esa onenegé porteña que nunca llegó a ser un partido democrático.

Hay otro, un mentiroso profesional que pastorea una corporación de psicópatas, cínicos y oportunistas. Ministro de Economía de un gobierno del que todos cobran pero nadie asume como propio, responsable de una inflación que carcome la moneda, incapaz de mostrar un solo logro más que el empobrecimiento brutal y manso de la Comarca. Pero cuenta con los medios venales, con los empresarios corruptos que escrituraron el Estado, con los sindicatos que esclavizan a trabajadores y empleadores, con la corporación del pasado que habla por boca de psicóticos marca Página12.

¿Y la izquierda? El Opa los conoce: psicópatas del primero al último. Explotadores del dolor ajeno, mercaderes de las necesidades de los más pobres entre los pobres, eternas prostitutas del peornismo al que benefician con su virulenta danza de violencia, desprecian la democracia porque sus mieles le son sistemáticamente esquivas. Miserables profundos subidos al pony del elitismo moral epistémico.

¿Y el partido del Opa? El mismo Opa responde: el viejo radicalismo ha apostado a ganador, y ha perdido. Uno de sus candidatos, el cacique del norte, acomplejado por su imposible instalación electoral a lo largo y lo ancho de la Comarca, apostó al jefe de la Capital que heredaría el trono. Pero lo hizo en el momento en que comenzaba a desmoronarse como un castillo de naipes, y no ha logrado (¿habrá intentado?) restituirlo al plano de la sensatez. Sentado en el asiento del acompañante, mira cada curva, cada precipicio, mientras el conductor enloquecido trata de no perder una carrera que creía ganada.

El otro candidato apenas evolucionó desde la categoría de meme. Con un vago prestigio como neurocoso jamás debidamente contrastado, el Opa lo ha escuchado algunas veces con sentimientos encontrados. Dice obviedades con las que es imposible estar en desacuerdo, pero jamás, ni bajo tormento, explicitó cómo haría para gobernar la Comarca en llamas mientras los orcos juntan piedras y cascotes para enviarle sus saludos.

Tilingos todos, superficiales, veletas, marionetas que mueve a su antojo el viento de los canales de noticias, que los arrastra hasta embarrarlos en el ridículo o la mentira. No son buenos tiempos para la democracia en la Comarca. Hay dolor, hay inflación, hay muertes impunes causadas por los poderosos o los despojados, hay una ira que crece por entre los entresijos de la depresión colectiva. Hasta ahora no ha estallado nada, pero el Opa ve millones de compatriotas esperando que alguien arranque de una vez la espoleta que termine con todo. Y mientras tanto, los candidatos serios se entretienen con peleas que avergonzarían a las más urgidas vedetongas de la tele.

Cree el Opa que va a ganar el status quo, el país conservador con discurso setentoso, los empresarios entongados, los sindicalistas impunes, los millones de militontos que mordisquean el presupuesto nacional, los millonarios ahítos de hectáreas e impunidad, la patria narco del populismo. A fin de cuentas los beneficia la depresión colectiva, la ausencia de líderes adultos, de un plano generoso donde el ego empuje para adelante y no para atrás.

En algún momento el Opa mirará para atrás y ya no se preguntará, como García Márquez, en qué momento se jodió todo. Eso es irrelevante. Se preguntará si será posible alguna vez vivir en algo que no sea el pasado infame que vuelve una y otra vez a despertarlo a sopapos.

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