lunes, 23 de mayo de 2022

¿QUÉ COSA ES LA OLIGARQUÍA?

  

Le han insistido al Opa que la oligarquía está compuesta por señoras gordas, platinadas y con apellidos patricios, casadas con señores gordos con apellidos ídem que administran las estancias, los estudios jurídicos de nombre compuesto, y las acciones de la Cultura Británica. Esa definición marca Quino abarca hoy una parte ínfima, decreciente, de la oligarquía de la Comarca. Está siendo desplazada por otra oligarquía, con mayor poder para los negocios, mayor poder en el Estado, y mayor capacidad para construir ese relato colectivo que, a falta de mejor término, hemos dado en llamar Cultura Nacional.

Piensa el Opa en esa oligarquía que ha colocado los presidentes que han gobernado 32 de los 39 años de la joven democracia de la Comarca, que rinde honor a un patriarca del pasado, autoritario y machirulo, y que se ha construido en el minucioso desprecio al principio de igualdad ante la ley. No es el único principio constitucional que desprecian: sospecha el Opa que la única parte que les gusta de la Constitución Nacional es la que concede al ciudadano Presidente el poder de emitir decretos de necesidad y urgencia, porque es la única norma que ejecutan con cierta asiduidad.

Pero para no adelantarse, el Opa intentará plagiar alguna definición medianamente neutral. Así, el diccionario de la Real Academia, a falta de mejor cosa, describe a la oligarquía como “1. f. Forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario. 2. f. Grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político.” Miremos ahora hacia la Comarca. Un partido nacido de un golpe de estado, monopolizando el poder y la política durante dos tercios del siglo pasado y casi todo lo que va de este, ya desde el gobierno, ya saboteando gobiernos democráticos en los breves interregnos donde no ponen presidente pero sí las mayorías en el Senado y las Provincias, ya custodiando sus estructuras en cualquiera de las dictaduras que han asolado la Comarca.

Ese partido, creado por un heredero de Mussolini, admirador de Franco, que dio refugio a criminales Nazis, ese partido que parió y organizó el terrorismo de estado, que gobernó con el subsidio en la unidad básica y la picana en los subsuelos de la Policía Federal, con la impunidad como bandera. Eso es la oligarquía. Impunidad. Porque significa que quienes se acollaren a ese partido serán acreedores, por los siglos de los siglos, de los retazos del presupuesto público que puedan mordisquear. Generaciones enteras trasegando fondos estatales al patrimonio privado sin más recato que el que impone la falta de tiempo.

Impunidad significa sustraerse a las consecuencias de las propias acciones, particularmente cuando esas acciones constituyen un delito, razonable o no. Así, un miembro de la oligarquía puede violar sus propias normas, sus propios decretos, con la certeza de que al final del camino podrá tapizar el crimen y la muerte con billetes que valen menos que el papel en el que están impresos. Ampararse en un derecho pensado para el ciudadano de a pie, el que no tiene más privilegio que el socorro de la ley, ciudadano desnudo de poder y de fanfarrias. Eso es oligarquía: un presidente impune, un gobierno que aplaude, un sistema que lo sostiene.

Ese sostén no nace del vacío: hubo una minuciosa construcción de una cultura de la impunidad, de la irresponsabilidad como política de estado, de la excepcionalidad de los elegidos que no tienen por qué someterse a las normas de los otros, de los que miran desde afuera. En esa casta del privilegio todo se perdona, todo se disculpa, todo se justifica cuando los crímenes se hacen “en nombre del pueblo”, porque ese es el pase de magia sensacional, la invocación metafísica que los sustrae de las consecuencias reales de sus actos. Ampararse en la invocación popular. Y desde ese parnaso imaginario, es posible alquilar el muerto más notable de la Comarca para velarlo en la Casa de Gobierno y que de ese modo su aura irredenta contagie, derrame, o salpique al menos al oligarca que gobierna: tanta razón tenía López Rega con sus métodos que terminaron apropiándose de ese muerto oportuno y famoso. Ese muerto al que se le perdona todo: los hijos bastardeados, la esclavitud sexual de una niña que trajo de esa enorme prisión a cielo abierto que la geografía denomina “Cuba”, los impuestos traspapelados. Eso es parte de una construcción: al ídolo se le perdona todo, en nombre del pueblo, porque es del pueblo.

La invocación popular, el milagrismo, la santería entera de figuritas opacas, la santa madre del fascismo vernáculo decorando el billete de mayor denominación de la Comarca. Sembrar la ignorancia desde la escuela enflaquecida, desde el púlpito ahíto de favores y admoniciones, desde los discursos parlamentarios que avergonzarían tanto a cualquier escolar instruido. El derrumbe cultural y educativo, el cualunquismo, porque todo debe dar lo mismo, casi un siglo ejecutando la admonición del tango “Cambalache” como si allí hubiera habido una clave del buen gobierno, nivelar para abajo porque en el país de los ciegos el bizco fue rey.

Dicen que los días más felices siempre fueron peornistas. El mito, elemento común a todos los fascismos, prendiendo rápido en los tilingos que necesitan el abrazo gregario, o la complicidad partidaria, según las edades. Como todo fascismo, trastornando el significado de las palabras, designando lo opuesto a lo que dicen decir: la igualdad para favorecer a alguno con el fruto del esfuerzo del otro, el amor como coartada para el desprecio público del diferente, la inclusión para cobijar a los propios dejando al resto en la intemperie. Esa construcción falaz, esa mentira de Estado, ese Relato del pasado y el presente. Eso acaso sea la oligarquía: para los amigos, el vino en caja y el locro calentito pagado por el Ministerio, para los enemigos, la intemperie. Y después contarla con la épica de las patriadas, a ver si alguna vez el Opa aprende.

martes, 17 de mayo de 2022

DESALIENTO

 

El Opa siempre al borde de las cosas, al borde de un abismo feroz que tiene la morfología exacta de la Comarca, ese chiste mal contado que nos decoraron con escarapelas y banderitas. Mira, el Opa, ese vacío inminente, ese desastre minuciosamente elaborado por generaciones de habitantes, compañeros, gente de bien, gente como uno, gente del palo, con increíble talento para la construcción colectiva del cagadón electoral, de las decisiones idiotas que repercuten en más pobreza y más desazón y más fascismo. Eso, la Comarca.

Porque el Opa detuvo su andar cansino y preocupado por las calles de la Comarca para mirar los diarios. Por prescripción psiquiátrica no mira televisión: le resulta imposible contener el impulso de arrojar proyectiles a la pantalla, sea quien sea el que aparezca en ella. La miserabilidad de los opinadores de la televisión es universal y pareja, apenas cambian sus discursos justificatorios, esa mentira cínica que por izquierda se denomina “ideología” y por derecha “sentido común”: psicopateadas berretas de opinadores de la tele. El Opa no mira televisión, pero cada tanto pispea los diarios, acaso porque puede darse el lujo de releer una frase, de pensarla, buscarle la vuelta antes de determinar si ha leído una genialidad o una estupidez. Lujo absolutamente imposible en la televisión o en la radio, que tiene idiotas parecidos pero que ofenden sólo el sentido de la audición. Puñetazos en la mesa.

El Opa piensa en el año que viene. Habrá elecciones en la Comarca, elecciones tristes. Cualquiera que sea el resultado será un escalón más hacia el desaliento, sospecha el Opa, hacia la degradación institucional, hacia la pauperización material, moral y espiritual de ese pueblo que se embandera en los cretinos de la televisión, en los candidatos de la decadencia.

Se aventura a conjeturar los resultados, sospecha que habrá tres tercios parejos. Un tercio de la tilinga de Tolosa, la de los papers mal aprendidos y los hoteles malhabidos. Otro tercio de ese frente aun bifronte que se alienta desde la Capital y que pretende volver a derramar sobre toda la Comarca. Otro tercio del energúmeno de moda, ese Xuxo despeinado que jetonea vituperaciones sin que nadie sepa quién lo financia. Tres polos incompatibles entre sí, incapaces de un compromiso para proteger un programa sensato, impotentes para implementar otra cosa que un nuevo fracaso, una nueva derrota.

Porque los enojaditos de turno ahora son de derecha, intemperantes y bobos, fanáticos de dedito en alto, cancheritos y pitocortos. Y son muchos, y están convencidos de su superioridad moral de la misma manera en que lo estuvieron millones de jóvenes idiotas en la entreguerra italiana o alemana. Irresponsables que luego dirán a sus nietos que no se acuerdan qué pasó en aquellos años, que rogarán que sus hijos se olviden que tienen las manos llenas de sangre, culpables de toda culpabilidad de otra sangría colectiva que se darán un baño de humanismo cuando cambien los tiempos y convenga cambiar la camiseta. Porque el Opa sabe que se cambiarán de camiseta cuando sólo queden las esquirlas y los escombros: porque tantos de los culpables de la matanza de los ‘70 se dieron un baño de democracia cuando la atrocidad fue pronunciada en un juicio ya famoso, ya tan olvidado.

Porque en ese escenario de tres tercios parejos hay dos que desprecian la democracia y el disenso, hay dos que destilan odios y resentimientos, hay dos que interpelan a lo más bajo de la conciencia humana. Y ninguno de los elementos que están en los extremos será capaz de confluir en un programa de gobierno para todos los habitantes de la Comarca, ni siquiera para contener a su némesis de cartón, ni siquiera para preservar lo que valga la pena. Es que los populismos desprecian minuciosamente la razón y la lógica, sólo funcionan bajo la invocación del daño al adversario, que viene a ser todo aquél que no se someta.

Recuerda el Opa sus tiernos años de estudiante universitario y sus primeras discusiones con los peornistas bisoños. Su espanto ante la racionalización del resentimiento, ante la elevación del cinismo a la categoría de la lucidez: “si no es mío, lo rompo”, oyó decir a tantos y tantas compañeres. Los años transcurridos han comprobado que aquelles compañeres han ejecutado fielmente ese principio básico de las verdades justicialistas: ahora su generación ocupa espacios de poder en todos los ámbitos de la Comarca, y pudo comprobar que aquella frase feroz no era una vana amenaza, sino un principio de conducta: “si no es mío, lo rompo”.

En el mejor de los casos en las próximas elecciones triunfará débilmente un gobierno con pretensiones de sensatez, pero será acosado a derecha e izquierda por los expertos en demoliciones, por los dinamiteros con cuentas en las Seychelles o Panamá. No habrá posibilidad alguna de un gobierno razonable y justo: los demagogos sólo admiten el holocausto de los contrincantes y la impunidad absoluta, y se dedicarán con gozo y ahínco a destrozar lo que encuentren a su paso. Las hordas, las bestias, el lumpenaje de Barrio Norte, las torvas catervas del Nacional de Buenos Aires, los revolucionarios de iphone, los liberales de Videla y Ottalagano, los libertarios de comunión diaria, los pro-vida que piden pena de muerte, los progresistas de las nuevas oligarquías familiares, todo eso habrá al frente. No alberga el Opa esperanza alguna.

“Y si no te gusta, ¿por qué no te vas?”, preguntará el distraído. Pues sí. El Opa se irá, como ya se han ido miles de personas de la Comarca, porque otra vez no tienen ganas de dejarles los sueños, los huesos, los años a los militantes de la decadencia y de la muerte. Ese mismo camino que no conduce hacia ningún lado, porque por más lejos que uno arrastre los pies, siempre las huellas, esas putas huellas, tendrán la forma exacta de los contornos de la Comarca.

martes, 29 de marzo de 2022

LA CONJURA DE LOS NECIOS

 

El Opa había decidido titular este post con el nombre de “La Conspiración de los Idiotas”, pero advirtió que tal era el título de una novela de Marcos Aguinis, impecable novelista y torpísimo comentarista político. Dicha novela, no sin mérito de su autor, relata los excesos del fanatismo religioso de épocas medievales. El Opa la ha leído en algún momento de su juventud, y ha quedado notoriamente impresionado por ella. Vale aclarar que, en su juventud, el Opa era particularmente impresionable por una exuberante variedad de cosas, incluyendo, desde luego, una novela magnífica sobre la ceguera mental producida por el fanatismo, esa exaltación del culto de una idea que conduce a males sin nombre.

Pero no era esa la novela que el Opa tenía en mente, sino otra, del magnífico y breve John Kennedy Toole, cuyo título ilustra este post. En esta otra obra, el protagonista es un hombre infantilizado por la protección de una madre notoriamente estúpida, egoísta y demandante, y que ha aprendido a manipular las insensateces de su madre para hacer lo que mejor le sale: nada. Este hombre, Ignatius O’Reilly, ha descubierto que si vocifera imprecaciones y vituperios al viandante desprevenido mientras le reclama cosas o acciones, éste asumirá que algo malo ha hecho y por lo tanto algo debe. De este modo, Ignatius psicopatea a quien tiene alrededor hasta hacerlos disculpar por las cosas que él, Ignatius, ha debido hacer y no ha hecho, o ha hecho cuando no debía. Pero siempre, en cualquier condición, obteniendo de ello alguna ventaja para sí. Ningún bobo, piensa el Opa.

¿Por qué el Opa ha traído a colación estas novelas? Acaso porque ilustren un estado de cosas que ocurren en la Comarca. Fíjese el lector, la lectora: el gobierno hace algo muy mal, lo que sea, cualquier cosa. Frente a ello, adopta una estrategia O´Reilly: vitupera a la oposición, o a los medios, o a las potencias extranjeras, o, en el colmo del delirio, a indiscernibles entes maléficos. Es sobre estos entes metafísicos sobre los que el Opa quiere escribir.

Hace pocos días el Presidente fue entrevistado por una periodista complaciente y banal. En la entrevista le preguntaron, con tibieza, sobre la inflación. El Opa asume que todos sus lectores conocen el triste récord hiperinflacionario de la Comarca, esa tara de la cultura económica que nuevamente parece comenzar a salirse de cauce arrollando a los ciudadanos de a pie. La inflación, ese drama enraizado en el déficit fiscal, la emisión descontrolada, y la improvisación económica. Es decir, en la mala praxis económica. Mala praxis, aclara el Opa por si fuera necesario, de quienes gobiernan la política económica de la Comarca. Es decir, el gobierno nacional.

En esa entrevista el Presidente dijo, sin que se le moviera un pelo del bigote, que “…hay diablos que hacen subir los precios, y lo que hay que hacer es hacer entrar en razón a los diablos…” Se alegará en su defensa que usó una metáfora estúpida, propia de sus más caras tradiciones, pero esa metáfora esconde precisamente lo que el Opa señala y vitupera: la necesidad de imputar a los demás las consecuencias de los actos propios. Porque los diablos que refiere son seguramente los empresarios de la Comarca, los que producen y venden los bienes que allí se consumen, y también se refiere acaso a los operadores que manipulan acciones y divisas a una escala que pueda impactar en la inflación. Ahora bien, en el resto del mundo conocido (salvo las dimensiones paralelas de Corea del Norte, Venezuela, y demás desvaríos) también hay empresarios que producen y venden, y operadores que especulan. Y a pesar de ellos no hay inflación, al menos al nivel psicodélico que denigra a la Comarca. Entonces hay que buscar en otro lado.

Sospecha el Opa, y acá abandona el misticismo para entrar en el plano conspiranoico, que el Presidente se refiere a elementos de su propio gobierno, comenzando por la Faraona Egipcia y sus adláteres. De otro modo no se entiende su balbuceo impreciso cuando le preguntan cuáles son las herramientas para “hacer entrar en razón a esos diablos”; farfulla gorgorismos ininteligibles que traicionan su voluntad de demostrar firmeza y claridad. Es débil, y oscuro. Los diablos no son entonces esos empresarios y esos especuladores.

Sospecha, como antes lo hizo su vocera, que la inflación es una “maldición”. Por lo tanto, la única solución compatible con semejante delirio místico del Presidente y su vocera es invocar la presencia de brujos, chamanes, exorcistas, taumaturgos, videntes y manosantas. Recuerda el Opa, con cierto espanto, que ya hubo un Brujo a cargo de Ministerios en la Comarca, cuyo conjuro infame sembró sus calles de muerte y horror. Aquel Brujo, mano derecha y ejecutora del General Juan Domingo Cangallo, también quiso aplicar emplastos místicos contra la inflación, pero ésta se lo terminó llevando puesto. Al menos pudo disfrutar de la impunidad, sello nobiliario de la oligarquia peornista.

Antes de cerrar este post, el Opa llama la atención al tratamiento que le dan al Presidente en la Televisión Pública. No pueden hablar de él sin tener que reprimir una sonrisa sardónica, la que uno le dedica al tío borracho que se deslengua en la cena de navidad. No lo toman en serio ni siquiera los operadores de prensa a los que les paga el puchero: se ha convertido en un meme también para ellos, y han comenzado una guerra solapada para terminar de desmoronarlo en sintonía con las necesidades de la Vice. Instinto de preservación: saben que va a caer y lo ayudarán a caer solo. Acaso asistamos, nuevamente, a otra despiadada guerra interna entre facciones peornistas, ese deporte fascista que termina con un país y un pueblo en el medio de una balacera cada vez menos simbólica, cada vez más injustificada, cada vez más delirante.

domingo, 20 de marzo de 2022

UCRANIA: UNA RECTIFICACIÓN

         En un post anterior el Opa había anticipado su pronóstico acerca de la invasión brutal y sangrienta de Ucrania a manos del último émulo exitoso de los genocidas del siglo XX, el presidente ruso. Había previsto, como casi todo el mundo, especialmente como casi todos los que saben más que el Opa, que la invasión sería rápida y efectiva, que en un par de días el ejército ruso estaría en la frontera con Hungría, y que este país se convertiría en un puente directo al corazón de Europa por obra y gracia de su Primer Ministro, notorio lobista de Putin (hoy cínicamente distanciado).

El Opa se equivocó. Suele hacerlo, pero esta vez no se siente reivindicado por compartir el error con mentes más formadas y estudiosas que la suya. No se esconderá detrás de tan notable compañía, si no que dirá, fuerte y claro, que se ha equivocado. Ha ocurrido otra cosa, más horrenda, pero a la vez maravillosa. Ha sucedido un escenario que tensionó los límites de la decencia, el coraje, el horror y la inmoralidad hacia horizontes impensados en este tiempo. Así de agudas son las contradicciones. Así de dramática es la vida en Ucrania hoy.

Lo que sucedió es por todos conocidos. Kiev no se rindió, y resiste heroicamente la agresión salvaje que sufre. Tanto su Primer Ministro, como su gobierno y el pueblo ucraniano entero, han plantado bandera en el suelo fértil de su dignidad y su autodeterminación, embrollando los planes de Putin hasta hundirlo en la frustración y el barro. Les han birlado a los rusos algunos de sus carísimos tanques de guerra, con la misma facilidad con la que el Braian levanta un Fiat Duna en Barrio Müller. Han encontrado, o construido, una enorme red internacional de solidaridad, frente a la infamia que tapiza el rostro innoble de Putin y sus acólitos.

Pero también siguen muriendo personas a manos llenas todos los días. El Opa registra el asedio de Mariupol, las bombas rusas en los hospitales y escuelas, los niños que no llegaron a ver el día siguiente, los ancianos que creyeron que podrían olvidar el horror vivido décadas antes, todo para nada, todo para esto… Mariupol ha recibido un ultimátum del asesino. Ha conminado a la ciudad a rendirse, o a ser aniquilada. Escenas semejantes se replican en todo el territorio ucraniano.

Pero Kiev no ha caído. Y por lo tanto Europa, la Europa civilizada, todavía puede mirar el conflicto como algo que no le ha costado muertos propios. Ayuda, es cierto, con asistencia humanitaria a los refugiados y con pertrechos militares, con esfuerzos diplomáticos y “efectividades conducentes”. Pero todavía las bombas caen lejos, solo en Ucrania. El sentido común o la prudencia indican que un mayor compromiso de la OTAN o de cualquier otra entidad será una excusa para que Putin aplique su furia y sus misiles contra otros países y otros pueblos.

El Opa comprende el cálculo: al frente hay un genocida esperando la oportunidad para apretar el botón rojo. Pero también ejerce un resabio de memoria histórica que ha permanecido por su propia formación profesional, y entonces recuerda que cuando Hitler anexó los Sudetes la Europa civilizad tampoco quiso entrometerse, hasta que el costo humano de soslayar a un genocida hizo imposible seguir mirando para otro lado. O, mejor dicho, cuando don Adolfo comenzó a tocar a sus puertas. En síntesis, que lo que se hizo en 1945 se debió hacer en 1939. Pero bueno, el Opa está lejos y no siempre entiende.

Está lejos, pero no ajeno, porque tiene amigos, y tiene familia que están en el centro mismo de ese infierno y también en sus adyacencias. En Ucrania, y también en otros países cercanos. Y conoce bien que esas gentes, esos pueblos, no quieren volver a ser vasallos de un imperio sanguinario. Aspiran a la módica posibilidad de una vida en democracia, a una libertad imperfecta, al sueño emancipatorio de pertenecer a una Europa pacífica y ordenada. Porque ya han vivido, y padecido, durante generaciones, la opresión y la violencia del imperialismo ruso. Negarles esa posibilidad, esa aspiración a una normalidad relativa, es negarles la condición humana, el derecho de autodeterminarse como pueblo. Es cosificarlos para que otras potencias decidan sobre su vida y su muerte, sobre la plausibilidad misma de su existencia.

Están en peligro los amigos y la familia del Opa. Y por eso el Opa no puede ser mesurado ni equidistante, ni tiene la menor intención de buscarle la quinta pata al gato. Es por eso que no va a ahorrarse improperios contra los resentidos de ayer, los que en su juventud jugaron al bolchevismo mesiánico y justificaron atrocidades, y que ahora reproducen las mentiras abyectas de energúmenas como Sandra Russo, notoria psicótica. Esa generación que cuando conquistó el poder no dejó trapisonda por hacer, y son los responsables de la pobreza de la Comarca, de la injusticia de la Comarca, de la violencia de la Comarca. El Opa tampoco va a ahorrarse vituperaciones con los resentidos de hoy, que amoldaron sus taras a un relato delirante y falaz que sólo puede existir en libros infantiles y en Página12. Esos que aplauden, solapadamente o no, el genocidio en marcha, que se encubren en un “parece”, en un “es más complejo”, en un “no hay que creerles a los grandes medios”, son los cómplices necesarios para que esta pesadilla ocurra. Y como esta pesadilla ocurre, e involucra a gente que existe en la vida del Opa, éste no está dispuestos a guardar los modales: los considera, unánimemente y sin beneficio de inventario, una manga de hijos de puta.

Mañana será lunes. Mientras el Opa camine las calles de la Comarca, súbitamente bendecidas por un otoño temprano, recordará que en Mariupol, en Kiev, pero también el Prishtina, en Budapest, en Bratislava, sus amigos, su familia, estarán mirando el cielo, rogando que un señor delirante no decida obliterarlos con su megalomanía de pito chico, con su geopolítica soviética y delirante. El Opa no reza, entre otras cosas porque ninguna religión ha detenido jamás ninguna guerra (más bien las han justificado la mayoría de las veces), pero estará también mirando el cielo agrisado o no, tratando de encontrarse allí con esas personas que nacieron con el vecino equivocado.

viernes, 25 de febrero de 2022

UCRANIA

Lo que se veía venir era tan predecible que hasta el Opa de la Comarca lo supo desde hace meses. O años, el Opa lo supo desde hace años. Sucede que el Opa ha vivido en una lejana comarca, en una ex república que colinda con Ucrania, hoy invadida. En aquella ex república (hoy sultanato) había una universidad donde el Opa cursó sus estudios junto a compañeros de todo el planeta. Africanos, latinos, asiáticos, muchos europeos del centro y del este. Y rusos, también había rusos.

Lo que caracterizaba a los rusos era su negativa rotunda a cuestionar al poder, incluso, y especialmente, en aquellos cursos en los que la idea era, justamente, cuestionar el poder. No podían leer críticamente un fallo judicial, porque cualquier brutalidad que dijera un juez debía ser palabra santa, porque lo decía un juez. En los fallos con disidencias mis compañeros rusos entraban en cortocircuito, porque si un juez tenía la razón (por el hecho de ser juez), ¿cómo entonces podía ser que otro juez tuviera una visión contraria, siendo también juez? Esa tara afectaba casi exclusivamente a los estudiantes rusos. El resto veníamos de lugares tan apaleados por dirigencias espantosas que criticar al gobernante, al juez, al poderoso, era tan natural como respirar. Ellos no venían de un lugar mejor que, pongamos, Ucrania, pero no se atrevían, no lograban imaginar que se pudiera cuestionar al poder. Pibes de veintipocos años, hace menos de quince años.

El Opa comprendió que un pueblo tan adiestrado en la obediencia sólo era compatible con un liderazgo totalitario, estalinista, con elecciones tan de cartón que hasta a los africanos les daba lástima. Ese liderazgo totalitario tenía un tótem, una vaca sagrada a la que los compañeros del Opa nombraban con unción religiosa. El tipo de liderazgo que se estrella contra su propio éxito porque se vuelve incapaz de advertir el punto exacto en que comienza la barranca.

Los diarios cuentan que ese líder totémico ha invadido Ucrania, nación limítrofe de la lejana comarca donde estudió el Opa. Luego de meses de amagar con una invasión, el tótem ejecutó su amenaza penetrando en el país con excusas tan ridículas como falaces. Vamos a resumirlas en la afirmación idiota de que Ucrania representa una amenaza porque pide entrar en la OTAN. Ucrania es un país soberano, y por lo tanto puede afiliarse a la OTAN, a la Alianza del Pacífico, o al Club Atlético Cebollitas si así le pluguiere. La otra excusa es que el presidente ucraniano fue entronizado allí por un golpe de estado prodigado por Estados Unidos. Otra mentira esférica (es falso por donde se lo mire). El presidente llegó a su cargo luego de ganar elecciones libres, algo que mis compañeros rusos consideran una herejía; y el presidente anterior renunció luego de protestas masivas por querer retirar a su país de un acuerdo con el resto de Europa. Es que los ucranianos de a pie tienen esa idea loca de querer ser europeos y libres, y no volver a ser esclavos de Rusia como lo han sido a lo largo de casi toda su historia.

Como sea, el sacrosanto macho alfa de la pradera rusa ya está en Ucrania. No hay razón alguna para que se detenga allí. Con el mismo tono con el que hace días amenazó con la invasión que ha comenzado ayer, en el día de hoy extendió su amenaza a los gobiernos de Finlandia y Suecia por si insisten en asociarse, también ellos, a la OTAN. ¿Por qué habría de detenerse allí? Si vemos el mapa, Hungría se presenta como un extenso corredor hacia el centro mismo de Europa, gracias a la hospitalidad que hacia el ejército ruso propiciará el sultán de las tierras magiares. Hungría pertenece a la OTAN, pero su autócrata mayor será más leal a su jefecito ruso que a su propia constitución. Si no paran a cargar nafta, antes del fin del carnaval el ejército ruso estará comiendo salchichas en Viena. Austria no integra la OTAN, con lo que no hay ninguna consecuencia para Rusia si la invade. Al lado de Austria está Suiza, que tampoco integra la OTAN, no tiene ejército, y sus bancos están ahítos de dineros negros de todo el mundo, especialmente rusos: un botín tan irresistible como sus chocolates. ¿Relojes? Cada oligarca ruso tiene más Rolex que la Federación Suiza entera.

Por el sur, podrá entrar con comodidad a Serbia para retomar el genocido serbio contra Bosnia y Kosovo, con exactamente las mismas excusas con que entraron a Ucrania. En nada de tiempo intentarán reconstruir a sangre y fuego ese experimento fallido que la historia llamó Yugoslavia. Atravesar Eslovenia será suficiente para que Italia entre en pánico, y la Lega termine de voltear al gobierno gelatinoso de la península para someterse a Moscú.

Por el norte, los débiles ejércitos de Eslovaquia y República Checa serán un mero entrenamiento. Polonia ahora ensaya alguna firmeza, pero bastó con que al actual canciller alemán le mostraran la factura del gas para que le temblara la lapicera al momento de firmar las sanciones económicas con las que quieren detener al ejército ruso. Es que el dictador de Leningrado esperó, paciente, a que Ángela Merkel dejara el gobierno alemán. Ella era de los pocos dirigentes que tuvo claridad para picarle el boleto a Putin y gónadas para enfrentarlo. El actual canciller, not so much.

El Reino Unido no hará mucho, porque los rusos tienen escriturado el Buckingham Palace y al peluquero de Boris el Beodo. Macron entiende lo que ocurre, pero se ha quedado solo, y rodeado de cobardes, timoratos y cómplices de Putin. Hará lo que mejor saben hacer los franceses: capitular.

De este lado del charco, Biden se está quedando sin batería y no parece que pueda durar mucho en su cargo. Si renuncia antes de un año, y también lo hace su vicepresidenta, deberán llamar a elecciones. Con Europa dominada por Putin, reinstalar en la Casa Blanca al botarate con cabeza de zapallo será un mero trámite.

¿Y por la Comarca, cómo andamos? Mal, porque el presidente bigotes de algodón tuvo el increíble talento de desplegar su obsecuencia ante Putin tres semanas antes de la invasión a Ucrania. Así, el arduo acuerdo regateado con el Fondo Monetario Internacional gracias al apoyo de Biden, queda en zona de penumbras. Luego, se incrementará el precio del gas y el petróleo que la Comarca debe importar, porque gracias al populismo continuado de las últimas décadas se ha interrumpido el autoabastecimiento de fluidos. Algún día nos comprarán soja, especulan, pero no se sabe quién ni a qué precio. Porque cuando tenés un comprador así de poderoso, al precio no lo ponés vos, lo pone él.

Sospecha el Opa que el mundo kernerista, que unánimemente aplaude a Putin, tiene la esperanza de que rápidamente asuma el control operacional de lo que queda del mundo libre. Y entonces, para liberar a la Patria, elimine ese curioso abuso de las estadísticas que son las elecciones libres, para entronizar como Regente, Presidenta Vitalicia y Reina del Carnaval a la Porota de Tolosa. Y ahí sí, los días más felices serán peornistas.

viernes, 13 de agosto de 2021

Nobles y Plebeyos

 El Opa nunca se fue, el Opa siempre estuvo. Es un decir. El Opa ya no vive en la Comarca, sino en un reino (¿sultanato?) insalvable más allá de las tierras del norte. Mientras trata de comprender las peculiaridades locales, no deja de prestar atención a las cosas que ocurren en la patria que dejó atrás. No, no esa patria de independencia reciente, la otra. No no, tampoco la de sus ancestros paternos, la anterior, la primera. La que lo vio nacer.

En esa patria sin destino gobierna un arlequín deslucido y tonto, cuya palabra vale tanto como la de un vendedor de autos usados o un periodista militante. Un arlequín que se desdice cada cinco minutos, que se ha convertido en un triste meme de sí mismo cada vez que tiene que hacer malabarismos semánticos para justificar por qué hace lo que hasta ayer execraba. Su palabra retiene menos valor aún que la palabra del botarate que lo antecedió en el cargo, confirmando que cuando uno cree que los presidentes de la Comarca ya no pueden ser tan estúpidos, siempre te sorprenden superándose unos a otros, y cada uno a sí mismo.

En esa patria, en la Comarca, el presidente sin palabra y con bigotes decretó una suerte de estado de sitio solapado y brutal, en el que cada ciudadano valía menos que la bala que podía acabar con sus penas si era sorprendido por las fuerzas de seguridad cometiendo una tropelía tan grave como, por ejemplo, regar los malvones del jardín de la casa. En esa patria en que las policías mataron ciudadanos y los desaparecieron, o intentaron hacerlo, al amparo de la piedra libre que les dio el presidente bigotes de algodón y los señores que gobiernan cada feudo del reino. Allí donde reinó la muerte por mano policial antes que comenzara a expandirse el virus, allí donde la violencia institucional se alentó en nombre de la sanidad. Allí donde la tortura se justificó en nombre de la salud.

En esa patria el Opa perdió a una de sus mejores amigas, que no pudo recibir la atención médica que necesitó de urgencia porque los médicos estaban de pandemia, aunque en la Comarca en ese momento había habido cuatro casos solamente. Donde el Opa perdió a su tío, el hermano de su padre, que fue obligado a interrumpir sus tratamientos médicos y los cuidados que necesitaba para seguir con vida: muerto en nombre de la salud. De su salud. En esa patria donde el Opa perdió al tío del corazón, al amigo fraterno de su padre, compañero desde su llegada a la Comarca, porque sólo pudo tratar su salud cuando ya era demasiado tarde para intentar nada. Allí donde la madre del Opa perdió a su amiga de la adolescencia, su hermana, que ya tampoco pudo continuar con los tratamientos que requería su mera supervivencia.

En esa patria donde las personas han muerto solas, sin nadie que les sostenga la mano; donde los deudos no han tenido siquiera el consuelo de un abrazo, costumbre burguesa, ni han podido dedicar una última mirada a sus seres queridos.

Allí, en la Comarca, el presidente que enseñaba derecho penal y mentía como reo en apuros, encabezó una asociación ilícita que hizo vacunar primero a los amigos, a los compañeros, a los militontos que de tontos no tienen nada. A una inveterada caterva de cretinos que abusaron de su posición y del poder prestado para conseguir una protección que no tuvieron los ciudadanos de a pie, los bobos abusados por los vivos. Los plebeyos de la Comarca. Esas vacunas escasas, porque se ataron sin vueltas a un vulgar capricho geopolítico para monopolizar su compra a una de las potencias más corruptas y autoritarias del planeta, que prometieron por millones y entregaron en cuentagotas y sólo una vez que se había vacunado la intelligentzia peornista.

En esa Comarca donde reinó la pobreza, porque las restricciones del presidente de mirada mansa y lengua viperina llevaron a la quiebra a cientos de miles de trabajadores y emprendedores, donde se disparó la inflación porque nunca dejaron de imprimir billetes para regalar, especialmente ahora que viene la campaña. En esa patria desahuciada porque el presidente prefirió tener 10% más de pobres antes que 100.000 muertos, y que tuvo más pobres y más muertos a la vez, ese traficante de muerte y de pobreza, indiscutibles méritos peornistas.

Allí, donde hubo una patria para algunos, con privilegios, vacunas, viajes, negocios, billetes, y para el resto hubo muerte, desolación, pobreza. Y soledad. Sobre todo, la soledad. Encerrados en sus casas, sin saber con qué cocinar mañana, cómo mantener a su familia, los otros, los que no son del palo, los que no son de adentro, vivieron la otra patria. La de los plebeyos. Plebeyos. Porque la Comarca es un reino idiota, con una nobleza, una oligarquía veterana que se reproduce (como los gatos, diría el General que la fundó), y con una masa de plebeyos que obedecen, y se dejan robar, y pasan hambre. Y soledad, sobre todo, pasan mucha soledad. Porque la nobleza hasta se permite celebrar en masa, en la calle, su día de la lealtad, su mito fundante, mientras los plebeyos a gatas podían barrer la vereda. Cipayos, los plebeyos, que anhelan las libertades de la que goza la nobleza.

Hace días se conoció una foto. Era el cumpleaños del presidente culón de panza redonda. Dijo que había estado solo con su pareja y su hijo. En las fotos se ven otras muchas personas, todas ellas, la nobleza. Intentó negarlo, el presidente de los trajes grises, argumentando que esa gente trabajaba en la oficina con su pareja. Bien machirulo, echando la culpa a su mujer, como corresponde. Sólo que esa gente entró al complejo presidencial a las diez de la noche. “Iban a las oficinas, no al Chalet Presidencial”, dijo el presidente de voz cascada, sólo que los registros indican que fueron, sin perderse en el camino, directamente al Chalet Presidencial. Al igual que el energúmeno que ocupó el trono antes que él, cada una de sus afirmaciones vacuas terminó siendo desmentida una y otra vez, implacable, por los datos de la realidad. Recular en ojotas es el deporte predilecto de los presidentes idiotas.

Pero la campaña sigue, y el peornismo se prepara para reventar los fondos públicos para lograr todas las bancas que puedan. No está mal que lo intenten, es su derecho. Y en la Comarca tienen posibilidades de lograrlo, porque el Síndrome de Estocolmo es la enfermedad nacional.

El peornismo, esa metáfora que le dio forma política a Ignatius Reilly, insistirá en su épica de la derrota, en esa mística “revolucionaria” del presidente que militó con la derecha procesista cuando nacía la democracia en la Comarca. Nada nuevo, insistir en la mitología, esa ciencia fecunda que se recrea a sí misma. Tal como dijera el bueno de Jorge Luis Borges, los peornistas tienen todo el pasado por delante. Tanto instrumentalizan el pasado que son merecedores, por lo tanto, del mismo destino que la monarquía en la lejana Comarca de los perfumes y los quesos.

miércoles, 2 de junio de 2021

LA SONRISA DE LOS DINOSAURIOS

  Este post del Opa no hablará de los dinosaurios. Menos, de la sonrisa de los dinosaurios. Apenas los ha mentado en el título para poner al lector en la frecuencia que juzga adecuada para comprender el tema de hoy. Se preguntará el lector qué tienen en común los dinosaurios y Shakespeare, William. La pregunta es pertinente, juzga el Opa, porque la conexión es tenue, rubia, y usa animal print. ¿Recuerda el lector cuando una famosa presentadora de televisión de la Comarca, enterada sobre el hallazgo de un huevo de dinosaurio, preguntó si el susodicho dinosaurio estaba vivo? Bueno. Esa es la conexión.

En realidad, tampoco es esa la conexión. No es esa presentadora. Es otra. El punto en común es la impunidad con la que se pueden decir cosas desde la televisión, ya sea furcios de proporciones bíblicas, o teorías conspirativas sobre la existencia de las pandemias, o invadir la privacidad de personas más o menos execrables. Claro, objetará el lector, los primeros son prácticamente inocuos, mientras las otras son un problema serio de la razón y la política democrática. El Opa se circunscribe a los furcios, al menos por ahora.

Resulta que ha muerto William Shakespeare. El señor llegó a la fama por haber sido el primer hombre en ser vacunado contra el COVID-19 en el Reino Unido, su país de origen. Fotógrafo de profesión, había trabajado en Rolls Royce y en un par de instituciones del lugar donde vivió. No se conoce que haya escrito mucho más que sus declaraciones impositivas, y acaso alguna carta de amor en los ajetreados sesentas que sirvieron de contexto a su adolescencia. Bien mirado, la época sugiere que acaso pudo haber escrito alguna proclama revolucionaria, lo cual es perfectamente compatible con terminar trabajando para el símbolo máximo del capitalismo global. Pero, insiste el Opa, el hombre definitivamente no era escritor.

A pesar de su nombre, que coincide, no por casualidad, con el de otro William Shakespeare, robustamente más conocido que él, y que vivió hace unos cuatro siglos. Y murió, huelga decirlo, hace unos cuatro siglos. Este otro William, el primero en orden cronológico, fue uno de los fundadores de la literatura inglesa, dejando para la posteridad obras que hasta el Opa ha tenido al alcance de la mano. Romeo y Julieta, Hamlet, Sueño de una noche de verano, son las que le vienen de inmediato a la mente. Si tuviera que enfrentarse a una cámara o a un micrófono para hablar  sobre ese hombre y su obra, el Opa acudiría de inmediato a, digamos, Wikipedia. Para no pasar vergüenza, ¿vio?

Pero el Opa es el Opa y no todo el mundo es el Opa. Por ejemplo, una presentadora de televisión con apellido bovino, se olvidó de esa precaución elemental al momento de mentar a una persona célebre. La presentadora lamentó, al aire, la muerte de William Shakespeare, el fotógrafo, refiriéndolo como al referente de la literatura de habla inglesa, claramente un título que le cabe a William Shakespeare, el escritor del siglo XVII. El Opa no deja de reconocer el enorme talento que requiere arribar a una confusión tan espantosa, pero trata de ir un poco más allá. Se pregunta, compungido, por la impunidad de los presentadores de televisión. Por esa liviandad con la que se permiten regodearse en la ignorancia y la estupidez, alardear de su incapacidad para dedicar un minuto a chequear lo que están a punto de decirle a audiencias que se toman en serio lo que van a decir. Y el Opa habla de impunidad porque esos episodios lamentables terminan generalmente sin ninguna consecuencia: se pueden permitir sacudirse sus animaladas como si se sacudieran la caspa de la hombrera del saco, así sin siquiera pensarlo. Cositas menores: confundir a William Shakespeare con William Shakespeare.

No siempre ocurre así, conviene recordarlo. En estos días han vuelto a echar de su trabajo a un conocido extorsionador de la Comarca que ha utilizado como modus operandi su programa de televisión. Este hombre, cuyo apellido comparte casi todas las letras de la palabra “mendaz”, se ha dedicado durante años a elucubrar maniobras en las que hacía entrar a ciertos incautos en una red de confesiones más o menos delictuales, las cuales registraba en secreto. Cuando los incautos pagaban, las imágenes se ocultaban. Cuando no pagaban, se transformaban en la carne de la pantalla de la televisión local, exhibiendo sus miserias orbi et orbe sin haber podido dar su consentimiento o negarlo. Claro, el interés público en que se conozcan los delitos de los funcionarios ídem justificaba que una cámara oculta exhibiera a un funcionario menor refiriendo algún negociado, exigiendo algún soborno.

Aquel circo infame contaba con el respaldo del jefe del extorsionador, las autoridades kirchneristas de la universidad de la Comarca que se regodeaban en el daño que su caniche con cámaras le causaba a distintos actores de la política local. El Opa no va a defender a ninguno de dichos actores, casi todos muy justamente vilipendiados luego de que se exhibieran sus miserias. Sólo va a enfatizar el carácter utilitario de esa televisión basura que se sirvió durante años de periodistas de baja estofa para el servicio innoble de la política sucia de la Comarca. Cuando lo despidieron aquella vez, fue porque sus métodos impúdicos fueron difundidos por un ex-empleado harto de los maltratos, y se había vuelto tan indefendible que su expulsión fue apenas el mal menor.

Se dirá, con razón, que el Opa compara a una mera ignorante, a una joven bruta, con un extorsionador. Es justa la crítica. La primera merece dedicarse a cualquier otro trabajo antes que seguir al frente de una cámara de televisión, contaminando a espectadores que ya tienen demasiada miseria en su vida cotidiana. El otro, el que extorsiona con una camarita oculta, merece conocer de cerca el funcionamiento del aparato judicial, y finalmente las instituciones penitenciarias de la Comarca. Luego de un juicio justo, claro está, con todas las garantías que el delincuente jamás les permitió a sus inopinadas víctimas.