Lo que se veía venir era tan predecible que hasta el Opa de la Comarca lo supo desde hace meses. O años, el Opa lo supo desde hace años. Sucede que el Opa ha vivido en una lejana comarca, en una ex república que colinda con Ucrania, hoy invadida. En aquella ex república (hoy sultanato) había una universidad donde el Opa cursó sus estudios junto a compañeros de todo el planeta. Africanos, latinos, asiáticos, muchos europeos del centro y del este. Y rusos, también había rusos.
Lo que caracterizaba a los rusos era su negativa rotunda
a cuestionar al poder, incluso, y especialmente, en aquellos cursos en los que
la idea era, justamente, cuestionar el poder. No podían leer críticamente un
fallo judicial, porque cualquier brutalidad que dijera un juez debía ser
palabra santa, porque lo decía un juez. En los fallos con disidencias mis
compañeros rusos entraban en cortocircuito, porque si un juez tenía la razón
(por el hecho de ser juez), ¿cómo entonces podía ser que otro juez tuviera una
visión contraria, siendo también juez? Esa tara afectaba casi exclusivamente a
los estudiantes rusos. El resto veníamos de lugares tan apaleados por
dirigencias espantosas que criticar al gobernante, al juez, al poderoso, era
tan natural como respirar. Ellos no venían de un lugar mejor que, pongamos,
Ucrania, pero no se atrevían, no lograban imaginar que se pudiera cuestionar al
poder. Pibes de veintipocos años, hace menos de quince años.
El Opa comprendió que un pueblo tan adiestrado en la
obediencia sólo era compatible con un liderazgo totalitario, estalinista, con
elecciones tan de cartón que hasta a los africanos les daba lástima. Ese
liderazgo totalitario tenía un tótem, una vaca sagrada a la que los compañeros
del Opa nombraban con unción religiosa. El tipo de liderazgo que se estrella
contra su propio éxito porque se vuelve incapaz de advertir el punto exacto en
que comienza la barranca.
Los diarios cuentan que ese líder totémico ha invadido
Ucrania, nación limítrofe de la lejana comarca donde estudió el Opa. Luego de
meses de amagar con una invasión, el tótem ejecutó su amenaza penetrando en el
país con excusas tan ridículas como falaces. Vamos a resumirlas en la
afirmación idiota de que Ucrania representa una amenaza porque pide entrar en
la OTAN. Ucrania es un país soberano, y por lo tanto puede afiliarse a la OTAN,
a la Alianza del Pacífico, o al Club Atlético Cebollitas si así le pluguiere.
La otra excusa es que el presidente ucraniano fue entronizado allí por un golpe
de estado prodigado por Estados Unidos. Otra mentira esférica (es falso por
donde se lo mire). El presidente llegó a su cargo luego de ganar elecciones
libres, algo que mis compañeros rusos consideran una herejía; y el presidente
anterior renunció luego de protestas masivas por querer retirar a su país de un
acuerdo con el resto de Europa. Es que los ucranianos de a pie tienen esa idea
loca de querer ser europeos y libres, y no volver a ser esclavos de Rusia como
lo han sido a lo largo de casi toda su historia.
Como sea, el sacrosanto macho alfa de la pradera rusa
ya está en Ucrania. No hay razón alguna para que se detenga allí. Con el mismo
tono con el que hace días amenazó con la invasión que ha comenzado ayer, en el
día de hoy extendió su amenaza a los gobiernos de Finlandia y Suecia por si
insisten en asociarse, también ellos, a la OTAN. ¿Por qué habría de detenerse
allí? Si vemos el mapa, Hungría se presenta como un extenso corredor hacia el
centro mismo de Europa, gracias a la hospitalidad que hacia el ejército ruso
propiciará el sultán de las tierras magiares. Hungría pertenece a la OTAN, pero
su autócrata mayor será más leal a su jefecito ruso que a su propia
constitución. Si no paran a cargar nafta, antes del fin del carnaval el
ejército ruso estará comiendo salchichas en Viena. Austria no integra la OTAN,
con lo que no hay ninguna consecuencia para Rusia si la invade. Al lado de
Austria está Suiza, que tampoco integra la OTAN, no tiene ejército, y sus
bancos están ahítos de dineros negros de todo el mundo, especialmente rusos: un
botín tan irresistible como sus chocolates. ¿Relojes? Cada oligarca ruso tiene
más Rolex que la Federación Suiza entera.
Por el sur, podrá entrar con comodidad a Serbia para
retomar el genocido serbio contra Bosnia y Kosovo, con exactamente las mismas
excusas con que entraron a Ucrania. En nada de tiempo intentarán reconstruir a
sangre y fuego ese experimento fallido que la historia llamó Yugoslavia.
Atravesar Eslovenia será suficiente para que Italia entre en pánico, y la Lega
termine de voltear al gobierno gelatinoso de la península para someterse a
Moscú.
Por el norte, los débiles ejércitos de Eslovaquia y
República Checa serán un mero entrenamiento. Polonia ahora ensaya alguna
firmeza, pero bastó con que al actual canciller alemán le mostraran la factura
del gas para que le temblara la lapicera al momento de firmar las sanciones
económicas con las que quieren detener al ejército ruso. Es que el dictador de
Leningrado esperó, paciente, a que Ángela Merkel dejara el gobierno alemán.
Ella era de los pocos dirigentes que tuvo claridad para picarle el boleto a
Putin y gónadas para enfrentarlo. El actual canciller, not so much.
El Reino Unido no hará mucho, porque los rusos tienen
escriturado el Buckingham Palace y al peluquero de Boris el Beodo. Macron
entiende lo que ocurre, pero se ha quedado solo, y rodeado de cobardes,
timoratos y cómplices de Putin. Hará lo que mejor saben hacer los franceses:
capitular.
De este lado del charco, Biden se está quedando sin
batería y no parece que pueda durar mucho en su cargo. Si renuncia antes de un
año, y también lo hace su vicepresidenta, deberán llamar a elecciones. Con
Europa dominada por Putin, reinstalar en la Casa Blanca al botarate con cabeza
de zapallo será un mero trámite.
¿Y por la Comarca, cómo andamos? Mal, porque el
presidente bigotes de algodón tuvo el increíble talento de desplegar su
obsecuencia ante Putin tres semanas antes de la invasión a Ucrania. Así, el arduo
acuerdo regateado con el Fondo Monetario Internacional gracias al apoyo de
Biden, queda en zona de penumbras. Luego, se incrementará el precio del gas y
el petróleo que la Comarca debe importar, porque gracias al populismo
continuado de las últimas décadas se ha interrumpido el autoabastecimiento de
fluidos. Algún día nos comprarán soja, especulan, pero no se sabe quién ni a
qué precio. Porque cuando tenés un comprador así de poderoso, al precio no lo
ponés vos, lo pone él.
Sospecha el Opa que el mundo kernerista, que
unánimemente aplaude a Putin, tiene la esperanza de que rápidamente asuma el
control operacional de lo que queda del mundo libre. Y entonces, para liberar a
la Patria, elimine ese curioso abuso de las estadísticas que son las elecciones
libres, para entronizar como Regente, Presidenta Vitalicia y Reina del Carnaval
a la Porota de Tolosa. Y ahí sí, los días más felices serán peornistas.
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