El Opa siempre al borde de las cosas, al borde de un
abismo feroz que tiene la morfología exacta de la Comarca, ese chiste mal
contado que nos decoraron con escarapelas y banderitas. Mira, el Opa, ese vacío
inminente, ese desastre minuciosamente elaborado por generaciones de
habitantes, compañeros, gente de bien, gente como uno, gente del palo, con
increíble talento para la construcción colectiva del cagadón electoral, de las
decisiones idiotas que repercuten en más pobreza y más desazón y más fascismo.
Eso, la Comarca.
Porque el Opa detuvo su andar cansino y preocupado por
las calles de la Comarca para mirar los diarios. Por prescripción psiquiátrica
no mira televisión: le resulta imposible contener el impulso de arrojar
proyectiles a la pantalla, sea quien sea el que aparezca en ella. La
miserabilidad de los opinadores de la televisión es universal y pareja, apenas
cambian sus discursos justificatorios, esa mentira cínica que por izquierda se
denomina “ideología” y por derecha “sentido común”: psicopateadas berretas de
opinadores de la tele. El Opa no mira televisión, pero cada tanto pispea los
diarios, acaso porque puede darse el lujo de releer una frase, de pensarla,
buscarle la vuelta antes de determinar si ha leído una genialidad o una
estupidez. Lujo absolutamente imposible en la televisión o en la radio, que
tiene idiotas parecidos pero que ofenden sólo el sentido de la audición.
Puñetazos en la mesa.
El Opa piensa en el año que viene. Habrá elecciones en
la Comarca, elecciones tristes. Cualquiera que sea el resultado será un escalón
más hacia el desaliento, sospecha el Opa, hacia la degradación institucional, hacia
la pauperización material, moral y espiritual de ese pueblo que se embandera en
los cretinos de la televisión, en los candidatos de la decadencia.
Se aventura a conjeturar los resultados, sospecha que habrá
tres tercios parejos. Un tercio de la tilinga de Tolosa, la de los papers mal
aprendidos y los hoteles malhabidos. Otro tercio de ese frente aun bifronte que
se alienta desde la Capital y que pretende volver a derramar sobre toda la
Comarca. Otro tercio del energúmeno de moda, ese Xuxo despeinado que jetonea
vituperaciones sin que nadie sepa quién lo financia. Tres polos incompatibles
entre sí, incapaces de un compromiso para proteger un programa sensato,
impotentes para implementar otra cosa que un nuevo fracaso, una nueva derrota.
Porque los enojaditos de turno ahora son de derecha,
intemperantes y bobos, fanáticos de dedito en alto, cancheritos y pitocortos. Y
son muchos, y están convencidos de su superioridad moral de la misma manera en
que lo estuvieron millones de jóvenes idiotas en la entreguerra italiana o alemana.
Irresponsables que luego dirán a sus nietos que no se acuerdan qué pasó en
aquellos años, que rogarán que sus hijos se olviden que tienen las manos llenas
de sangre, culpables de toda culpabilidad de otra sangría colectiva que se
darán un baño de humanismo cuando cambien los tiempos y convenga cambiar la
camiseta. Porque el Opa sabe que se cambiarán de camiseta cuando sólo queden
las esquirlas y los escombros: porque tantos de los culpables de la matanza de
los ‘70 se dieron un baño de democracia cuando la atrocidad fue pronunciada en
un juicio ya famoso, ya tan olvidado.
Porque en ese escenario de tres tercios parejos hay
dos que desprecian la democracia y el disenso, hay dos que destilan odios y
resentimientos, hay dos que interpelan a lo más bajo de la conciencia humana. Y
ninguno de los elementos que están en los extremos será capaz de confluir en un
programa de gobierno para todos los habitantes de la Comarca, ni siquiera para
contener a su némesis de cartón, ni siquiera para preservar lo que valga la
pena. Es que los populismos desprecian minuciosamente la razón y la lógica,
sólo funcionan bajo la invocación del daño al adversario, que viene a ser todo
aquél que no se someta.
Recuerda el Opa sus tiernos años de estudiante
universitario y sus primeras discusiones con los peornistas bisoños. Su espanto
ante la racionalización del resentimiento, ante la elevación del cinismo a la
categoría de la lucidez: “si no es mío, lo rompo”, oyó decir a tantos y tantas
compañeres. Los años transcurridos han comprobado que aquelles compañeres han
ejecutado fielmente ese principio básico de las verdades justicialistas: ahora
su generación ocupa espacios de poder en todos los ámbitos de la Comarca, y pudo
comprobar que aquella frase feroz no era una vana amenaza, sino un principio de
conducta: “si no es mío, lo rompo”.
En el mejor de los casos en las próximas elecciones
triunfará débilmente un gobierno con pretensiones de sensatez, pero será
acosado a derecha e izquierda por los expertos en demoliciones, por los
dinamiteros con cuentas en las Seychelles o Panamá. No habrá posibilidad alguna
de un gobierno razonable y justo: los demagogos sólo admiten el holocausto de
los contrincantes y la impunidad absoluta, y se dedicarán con gozo y ahínco a
destrozar lo que encuentren a su paso. Las hordas, las bestias, el lumpenaje de
Barrio Norte, las torvas catervas del Nacional de Buenos Aires, los revolucionarios
de iphone, los liberales de Videla y Ottalagano, los libertarios de comunión
diaria, los pro-vida que piden pena de muerte, los progresistas de las nuevas oligarquías
familiares, todo eso habrá al frente. No alberga el Opa esperanza alguna.
“Y si no te gusta, ¿por qué no te vas?”, preguntará el
distraído. Pues sí. El Opa se irá, como ya se han ido miles de personas de la
Comarca, porque otra vez no tienen ganas de dejarles los sueños, los huesos,
los años a los militantes de la decadencia y de la muerte. Ese mismo camino que
no conduce hacia ningún lado, porque por más lejos que uno arrastre los pies,
siempre las huellas, esas putas huellas, tendrán la forma exacta de los
contornos de la Comarca.
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