Y cuando parecía que ya
nada puede asustarnos resulta que la Presidenta Fernández de Neón
decide patear el tablero otra vez, como adolescente chinchuda. Ahora,
frente al brete en que se metió con el tema de los fondos “buitres”,
propone una ley con nombre rimbombante y con más preguntas
que respuestas. La ley impronunciable dice más o menos que se les
ofrecerá a quienes tengan bonos de deuda argentina (bonistas, no
bonitos) la opción de cobrarlos en la capital de la Comarca y no en
Nueva York, como estaba estipulado. La idea es limitar el daño que
hizo ese juez botarate que falló en contra del país. El Opa ha
intentado dialogar con abogados (que por supuesto no tienen idea del
tema) y con economistas (que tampoco). Como no pudo sacar nada en
limpio y los diarios oscurecen más que nadie, intentará el Opa
esclarecer sus cavilaciones.
En el principio hubo
bonos de la deuda de la Comarca que sirvieron para que entre dinero
fresco. Al igual que un pagaré, los que tengan esos bonos los pueden
vender por un poco menos de dinero y no esperar a su vencimiento, que
puede ser a, digamos, diez años. El que los venda antes recibirá
menos dinero, lógicamente; el que los cambie cuando venzan, cobrará
intereses. Hay mercados de bonos donde los especuladores especulan
con comprar barato y vender caro. Así, hay gente que compró por
poca plata esos bonos nuestros y se dedicó a esperar para cobrar
todo el dinero. Un juez les dio la razón, y ordenó que la Comarca
les pague el valor nominal, es decir, lo que cada bono dice que vale:
si dice 100, hay que pagar 100, aunque se hayan comprado a 20 (cualquier parecido con nuestra idiosincracia nacional es mera coincidencia). A esa gente los
llaman “buitres”, porque se alimentan de carroña: nuestros bonos.
Primero se intentó
negociar con ellos, pero parece que no aceptaron ninguna rebaja.
Técnicamente la Comarca entró en “default”, es decir, en
cesación de pagos. Sin embargo, se ordenó que se deposite la cuota
del mes en un banco de Nueva York para que cobren los que sí
aceptaron un acuerdo, que son un 93% de todos los bonistas. Pero el
juez intentó impedir ese pago porque pretendía que antes se pague
al otro 7%. La cosa se puso jodida, y finalmente lo permitió, por
única vez. El problema del juez es que sostiene que si no se les
paga el 100% al 7% de bonistas que no entró en el acuerdo, va a
impedir que se le pague al otro 93%, poniendo en peligro toda la
arquitectura de ese acuerdo soberano. Es decir que suma una locura a otra
locura.
Volvamos a la ley.
Claramente es una forma de pasar al juez por la banquina, y eso suele
no ser buena idea.
Ahora imaginemos una
cosa.
Imaginemos que Noruega, o
Islandia, tienen un problema con fondos “buitres” y un juez
obcecado quiere hacerle pagar el 100% a una minoría, a riesgo de destruir un acuerdo
que aceptó la mayoría de sus acreedores. Imaginemos que esos
países, con gobiernos ejemplares, deciden cambiar el lugar de pago
de esa mayoría, para poder pagarles sin problemas. Pensaríamos que
en principio no está mal, pero nos quedan algunas preguntas. Cuando
un estado se endeuda y negocia con sus acreedores, ¿es igual a un
acreedor privado? En principio un privado no puede andar cambiando de
lugar de pago, porque es una cláusula fundamental de cualquier
contrato. ¿El estado sí podría? El estado es soberano, pero eso no
significa que pueda violar sus compromisos impunemente.
Ahora, si ese cambio de
lugar de pago se propone para poder pagarle a la mayoría, y no para
estafarlos, ¿hay algún perjuicio concreto para esa mayoría?
Recordemos que en el escenario del juez, no podrían cobrar nada
hasta que les paguen a los “buitres”; y que si se les paga a los
buitres los de la mayoría podrían pedir que también a ellos se les
pague el 100%, con lo que la reducción de deuda se caería. Aislados
de la coyuntura, cree el Opa que no estaría tan mal una ley
semejante, siempre que el cambio de lugar de pago sea voluntario y no
obligatorio: se les permite a los de la mayoría que cobren como
venían haciendo, mientras los de la minoría siguen en el tribunal
que los benefició, y el gobierno puede buscar una salida razonable
sin que estalle su economía.
Eso en la teoría.
Ahora, ¿es posible
aislarse de la coyuntura de la Comarca? Una presidenta desesperada
por el aplauso de las focas oficiales, con un relato adolescente e
irresponsable, con un vicepresidente multiprocesado, que han
estrolado juntos la calesita de la economía nacional, todo esto
antes del episodio de los “buitres”. Como la economía de la
Comarca ya estaba estallando (el Opa contó 8 negocios cerrados en
las 5 cuadras que hay hasta su trabajo), a alguien habría que
echarle la culpa de todo. Ahora, la tuvieron los “buitres”. Claro
que el apriete de los “buitres” agrava la crisis, pero la crisis
estaba de antes, lo sabe hasta el Opa.
La pregunta que ronda
insistente su atormentada cabeza es si es posible aislar la idea
misma de la ley, de la coyuntura en la que se propone. Lo pregunta
honestamente, porque no tiene respuestas obvias. Y porque las
consecuencias no serán menores en ningún caso. En principio, se
interpreta que pone a la Comarca en default porque cambia un aspecto
importante del acuerdo. Eso complica cualquier transacción
internacional del Estado, más allá de la presidenta Fernández de
Neón y su corte de atorrantes.
Puertas adentro significa
que frente a la incertidumbre nadie que tenga un peso en el bolsillo
lo sacará de allí. Eso explica que haya caído un 31% la
construcción y un 26% la venta de autos, dos indicadores de recesión
que finalmente ha sido admitida por la fábrica estatal de
estadísticas. Eso significa el cierre de empresas y kiosquitos,
pérdidas de puestos de trabajo, caída de la recaudación, emisión
de rupias para tapar los awjeros, aumento de la inflación,
empobrecimiento masivo de los laburantes, enriquecimiento súbito de
los empresarios que con Ella la levantaron en pala, aumento del
miedo, la desigualdad, la inseguridad, la desigualdad, la miseria, la
desigualdad. Hasta hace unos meses la desigualdad ya era peor que en
la década de los ´90. Será aún peor.
Luego, el próximo
gobierno posiblemente pretenda aplicar recetas de ajuste y hambre,
profundizando el escenario. Esto lo vivimos, precisamente, en los
´90.
Le han contado al Opa que
la economía es un juego basado en la confianza. Uno confía, y
apuesta un mango. Y el del lado vio que uno puso una rupia, y pone
también unos tombuctúes. Y así. Entonces, en un contexto de
racionalidad, con gobernantes ejemplares, una medida como la
propuesta podría ser una salida interesante, porque el shock del
patadón en el tablero sería amortiguado por la serena firmeza del
susodicho gobierno. En la Comarca, donde hasta los ministros la
encanutan en cuevas de las Seychelles, es difícil que esto tenga
algún efecto positivo. El problema es que tampoco queda claro si la
presidenta tenía otras opciones. Lo triste de los manotazos de
ahogado es que generalmente no hay más trucos: la galera está
vacía. Y los bolsillos también.
Y el Opa tiene la Comarca
llena de preguntas.