viernes, 12 de octubre de 2018

Les trosques impunes


“¡Acá no se rinde nadie!”, gritaban mientras se rendían. La caterva de energúmenos que ocupó el Pabellón Argentina, centro administrativo de la universidad histórica de la Comarca, sostuvo el puño en alto mientras se retiraban luciendo unas máscaras de papel para que no se les viera el rostro. Remedo patético de una serie famosa, la falta de originalidad ocultaba una urgencia mayor: evitar que pudieran identificarlos las autoridades judiciales que, luego de larga siesta, comprendieron que no podían demorar su intervención.
Salieron en fila, recuerda el Opa, luego de que los gremios  cristinistas que los apoyaban les suspendieran el catering, temerosos los gremios de quedar pegados a una operación política indisimulada y de obvia ilegalidad. Pensemos por un momento: un par de gremios, devotos defensores de la Faraona y acostumbrados a tener de rehenes a los habitantes de la Comarca, encontraron que la toma del Pabellón era ya tan escandalosamente ilegal e indefendible que no pudieron mantener su apoyo. Fue demasiado hasta para ellos, entusiastas partidarios de la violencia y el abuso.
Volvamos a los estudiantes y delincuentes comunes que usurparon el Pabellón. La mera lectura de sus reivindicaciones despojó toda duda acerca de sus intenciones, y hasta el Opa comprendió que no confrontaban con el gobierno nacional, sino con el Rector de la universidad. Le exigían sacrificar sus iniciativas más preciadas, aprobadas democráticamente por todos los órganos de la universidad, al altar de una mediocridad que se mide en conchabos y becas sin contraprestación. No luchaban contra el ajuste de Macri. Luchaban contra un rector al que no pueden ganarle con las armas de la democracia.
Vulgares ejecutores bobos de un Navarrazo de manual, su maniobra fue tan torpe que dejaron expuestos a sus titiriteros: varios decanos del universo K, un vicedecano trosquista y miserable, un juez militonto cuya demora configuró denegación de justicia, los susodichos sindicatos K, las agrupaciones K que muerden con rutina el polvo de la derrota. Todo eso fue la toma, su apoyo material y político, judicial y mediático. Pero fue tan vergonzante la claridad con la que quedó expuesta la maniobra que comenzaron a recular, uno a uno, esos actores soterrados. Los “juanes” de la toma quedaron aislados, sin Comisarios que garantizaran impunidad. Y finalmente se fueron. Y se fueron sin la anhelada foto de la Federal ejerciendo su funesta persuasión de tonfa y celular, sin poder emplastar un relato de víctimas que los emparente, siquiera por tilinguería narrativa, con otras víctimas serias de los tiempos del desprecio.
Tiempo después, cuando la necesidad de lavarse la cara impulsó al juez a averiguar los nombres para ponerle un DNI a ese intento de golpe, surgieron desde las cañerías del oportunismo los justificadores de la toma blandiendo su proterva indignación moral. Cruzados de un garantismo bobo que jamás justificó los ataques contra la democracia, se ofenden porque un juez amigo hace tarde, mal, y previsiblemente nunca, lo que debió haber hecho desde el minuto uno. Y por esas piruetas retóricas, es el Rector el destinatario de sus iras, y pretenden coaccionarlo para que repudie las imputaciones de sus mismos victimarios, para que cohoneste a la fosca turbamulta que pedía su cabeza. La pretensión idiota de los padrinos putativos de la toma le resultan al Opa igualitos a la de los varones violentos que se enfurecen contra la mujer que los denunció después de la enésima paliza, y con el mismo cinismo psicopateante exigen que “retire la denuncia”.
Una legisladora de la Comarca agrega más vergüenza, pretendiendo de la Legislatura que repudie la imputación a los usurpadores. Debería ser expulsada de su banca por inhabilidad moral, pero además, sostiene el Opa, por intentar avasallar el principio republicano de separación de los poderes públicos. La Legislatura diciéndole a un juez, en el caso concreto, lo que debe hacer y no hacer: sueño húmedo del estalinismo malamente reciclado.
Cuando el Opa recuerda que hay abogados y abogadas entre quienes defienden la toma, y esperan que tanto el Rector como los legisladores repudien el procesamiento, concluye que la Facultad de Derecho debió ser alquilada al zoológico para que la habiten especies menos inofensivas. Y entiende que el desprecio por la democracia liberal reconquistada en 1983 pertenece a los milicos y los frailes, pero también a juristas que sueñan reemplazar el Estado de Derecho por el Estado de Capricho. Triste “revival” de las tácticas de una generación tan propensa al mesianismo revolucionario como al saqueo de las cuentas públicas. Triste coherencia de cuatro décadas miserables, piensa el Opa: si matar estaba permitido en nombre de la “orga”, mirá si no va a estar permitido sabotear a una Universidad.
“Criminalizan la protesta”, mugirán ahítos de fervor revolú, persuadidos de engarzar en los argumentos que templara Gargarella defendiendo el primero de los derechos en una democracia. Pero la banalidad de sus reclamos los desnuda, porque si sólo dejáramos en pie aquello que el Rector sí podría hacer por estar dentro de sus facultades, nos encontraríamos con que apuntaban y apuntan al núcleo de su gestión, no a la del Presidente de la Nación, al Congreso, a la Legislatura de la Provincia, o a la Confederación de Bátmanes del Mercosur.
La “protesta” era decorativa. El Opa ha visto demasiado tilingo engatusado mintiendo con el dedito erguido como para creer por medio minuto en el discurso de defensa de la educación. Había otra cosa. Hay otra cosa. En los días que vengan las tristes huestes troscas intentarán mostrarse como víctimas perseguidas, ante el oportunismo de las tribus K en la Universidad y en la Comarca, recostándose cada vez más en el viejo principio liminar del Peornismo: “si no es mío, lo rompo”.
El Opa mira los lapachos en flor. Mira la primavera que recorre en silencio los claustros y los parques. Mira la vida que circula y crece en las aulas. Mira los debates y el silencio de los laboratorios donde el pueblo hace ciencia. Mira todo lo que está en peligro porque ilumina sobre la sombría mediocridad de los profesionales del resentimiento.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Pabellón Tomado


El Opa circula por la Comarca, transitando sus calles festoneadas de baches y los restos de un invierno que no sabe si terminar de irse antes de que lo arrolle la primavera. Camina el Opa, y llega hasta Ciudad Universitaria, donde tenía que hacer unos trámites. Para el que no conozca, Ciudad Universitaria es el campus de la universidad local, un puñado de hectáreas que balconean sobre la ciudad, a la que miran desde una loma. Esta ubicación puede ser cultural e idiosincrática, y no sólo topográfica. Pero no es eso lo que el Opa quiere compartir hoy.
Cuando llegó al Pabellón Argentina, el centro administrativo de la Universidad, se encontró con que estaba tomado. Había, hay, okupas. Una caterva de imberbes de ambos sexos ha tapiado las puertas vidriadas del acceso con afiches que son un muestrario de slogans setentosos. Piensa el Opa que si estos pibes se consideran a sí mismos una vanguardia iluminada, y entonces cobra fuerza el axioma de que las vanguardias suelen entretejerse con la decadencia. En este caso, cuatro o cinco décadas de decadencia. Clamores revolucionarios, apelaciones a un pueblo que no existe, pretensiones de legitimidad de origen dudoso. Ello, además del incordio de tener que responder el interrogatorio “cobani” de los susodichos okupas.
Soberbios hasta lo imposible, predeciblemente autoritarios, quienes tomaron el Pabellón se consideran depositarios de una verdad revelada que conduce a nueva empresa. Elitismo moral epistémico, con estribillos de la Bersuit.
Pregunta el Opa por la razón de la medida de fuerza. Le responden que es por el conflicto salarial de los docentes universitarios. El Opa, rascándose la cabeza, se pregunta si no es el mismo que ya se resolvió hace como diez días. Le dicen que sí, pero que ahora tienen otras reivindicaciones. Piden por el aborto legal, con el que el Opa está de acuerdo, pero que sospecha que no depende del rector de una universidad. Piden por la separación de la Iglesia y el Estado; es pública la tirria del Opa contra los frailes, pero no entiende qué tiene que ver con una toma de oficinas universitarias. Piden por la renuncia de un decano, que el Opa encuentra indigesto, pero que ha sido elegido democráticamente. Piden por la anulación de normas institucionales que la universidad ha aprobado con mayoría e incluso con unanimidad en sus cuerpos de gobierno. Se pregunta el Opa si no será mucho exigir que se desmantelen políticas decididas por los canales democráticos.
Hasta que el Opa entiende. Estos pibes desprecian a la democracia, que consideran burguesa y liberal y retardataria cada vez que no se pliega a sus caprichos de jipis con OSDE. Es decir, casi siempre. Con simétrico fervor, la democracia también los desprecia, puesto que sus partidos y tribus y agrupaciones difícilmente arañen más del 3% en cada elección. El pueblo los desprecia porque ellos desprecian al pueblo.
Y antes de que se acuse al Opa de insolente, recuerda a quiénes están dañando los muchachitos de la toma. En primer lugar perjudican a las comunidades que son asistidas por la universidad, es decir, al pobrerío que jamás pudo estudiar. En segundo lugar a los estudiantes que tratan de devolver al pueblo los frutos de su formación. En tercer lugar, a gente como el tipo que tiene la concesión del café, por ejemplo, un chancho burgués que le da trabajo a varios empleados, seguramente agentes todos ellos del imperialismo. Teme el Opa que les hayan confiscado revolucionariamente las pastafrolas y las bebidas.
También perjudican a los estudiantes que se han graduado, y que tendrán que recibir sus diplomas en algún teatro alquilado de apuro: justa retribución para quienes tuvieron el atrevimiento de estudiar y rendir sus exámenes. Se han suspendido también los eventos culturales que el Opa frecuentaba con fervor: ¿se atreverán a profanar con sus bombos baratos y sus redoblantes de cancha la Sala de las Américas, el lugar donde el Opa vio por primera vez a Spinetta? Teme por la suerte de los instrumentos de la orquesta universitaria: ¿los estarán usando para tocar canciones de La Renga?
Dañan a las autoridades legítimas de la universidad, sean o no del gusto del Opa, y a todos los laburantes administrativos que se desempeñan en esas oficinas. Pero en ningún caso dañan a las autoridades nacionales, que encabezan el ranking de sus villanos favoritos. Ni, desde luego, a Madame Christine Lagarde, que, como se sabe, a la gilada, ni cabida.
Después de preguntarles qué necesitan para levantar la toma, terminó, uno de ellos, respondiendo por lo bajo: “que vuelvan las becas como eran antes, ahora las controlan y te piden que estudies”. Como en cada reclamo encabezado por esta gente, la solución es una y siempre la misma: caja. Piden dinero público. Sin marcas ni numeración correlativa. Desde su peraltado discurso traído desde Sierra Maestra en el auto de papá, lo que piden quienes tomaron el Pabellón es una suma de fondos estatales para “sucsidiar la militancia” (sic).
Mientras levantan el dedito citando a Trotsky, los que se embanderan de lucha y revolución piden algo tan burgués como la apropiación de la renta sin hacer nada, verdaderos lúmpenes que medran sobre el esfuerzo del proletariado que labura.
El Opa se despidió sin poder hacer sus trámites, corroborando que tampoco volvería a tomarse un cafecito mientras espera un concierto, actividades ellas sospechosamente elitistas. No es función del Opa desmontar ese sainete irresponsable, pero piensa en el daño causado por un manojo de botarates execrados por la historia. Y se va rumiando el desconcerto entre los lapachos florecidos.

sábado, 19 de agosto de 2017

¿Dónde van los desaparecidos?


Ha desaparecido alguien. Es el año 2017 y ha desaparecido alguien en la Comarca. El Opa no puede disimular ni mirar para el costado, ni puede ignorar que otros han desaparecido antes sin dejar rastros, a veces luego de haber incomodado al poder de alguna manera. Pero ha desaparecido alguien y todas las señales del gobierno son espantosas porque huelen a crimen de Estado.
Cuenta la crónica que el 1° de agosto un grupo de Mapuches cortó la Ruta 40, en el sur oculto de la Comarca, lejos de las cámaras y las alfombras, cerca del frío y el viento, en reclamo de territorios ancestrales que bordean un olvido precordillerano. Que la Gendarmería, tropa merecidamente despreciable que ha sido cómplice de todos los tráficos turbios, de la percudida porosidad de las fronteras, hizo lo único que sabe hacer con cierta meticulosidad: reprimir con salvajismo impune y sobreactuado.
Pero esta vez hizo más. Acorraló a los activistas, Mapuches o no, es irrelevante, contra un arroyo que casi todos pudieron cruzar. Pero Santiago Maldonado no. Lo vieron “agarrado a una rama, mientras se le venían encima”. Luego no se lo vio más. Según algunas versiones, fue capturado y llevado hasta un Unimog, y de este vetusto aparato lo pasaron a una camioneta blanca de la Gendarmería que apareció a unos 500 metros. Según otros, nadie vio el momento preciso en que lo subían al Unimog ni a la camioneta blanca. Lo cierto es que no se vio más a Santiago, que está desaparecido.
Entre vaharadas etílicas la Ministra de Seguridad dedicó todos sus esfuerzos a sacudirse la responsabilidad, sosteniendo que no hay ninguna prueba de que a Santiago lo haya detenido la Gendarmería. Soslaya que sólo se logró peritar los lugares y los vehículos dos semanas después de los hechos, y que acababan de hacer lavar todas las camionetas del destacamento. Puede preguntarse el señor lector, como se pregunta el Opa, cada cuánto se lavan los vehículos de las fuerzas de frontera. Si han tenido la oportunidad de transitar esos lugares perdidos sabrán que esos vehículos rara vez se lavan. Sorprende tanta súbita prolijidad. No sorprende que se haya demorado tanto en investigar qué pasó: a cada minuto que pasa las chances de saber la verdad se licuan hasta la descomposición atómica.
Entre los minions que aplauden al gobierno, la única preocupación era que el tema no impactara en las elecciones inminentes, que de todos modos terminarían en un papelón innecesario. “Somos los primeros preocupados por el tema”, decían, pero no por la vida de una persona, tanto menos de un hippie con OSDE que jamás votaría al presidente de los globos y se junta con gente de color. Les preocupaba el ruido en plena campaña, y para eso se valieron de la mentira de un camionero que dijo ver a Santiago a unos 3000 kilómetros. Es que no comprenden la dimensión profunda de la tragedia histórica de la Comarca, porque la mitad de sus votantes han sido cómplices o beneficiarios del genocidio, y porque la otra mitad es de la que pasó del “algo habrán hecho” al “qué barbaridad, che, estos milicos”. Alcanza con mirar los comentarios en los diarios digitales, donde supura la miseria moral de los indignados ídem.
Entre los minions que vituperan al gobierno, se sigue soslayando que les desapareció una buena cantidad de gente durante el gobierno de la faraona egipcia, comenzando por un tal Jorge Julio López y siguiendo por cantidades anónimas de chicas secuestradas para la trata. De eso no hablan ni han hablado. Se olvidan que el perpetrador es la misma Gendarmería que abría las rutas de la Comarca cuando los laburantes sin laburo osaban cortarlas durante el gobierno de Ella, aunque para eso tuvieran que fingir atropellamientos idiotas. Ellos, que prohijaron diversas catervas de delincuentes de toda laya mientras fueran útiles a la causa del relato, se escandalizan ahora que esos mismos delincuentes siguen haciendo lo mismo de toda la vida pero para otro patrón. Uno podría decir que es bienvenida su indignación por los crímenes que comete este gobierno, si no fuera porque esa indignación se lubrica con groseras pátinas de cinismo.
El Opa vuelve, circular, a un tema que lo incordia. No cree en la indignación de las masas de la Comarca. Sirios y Troyanos, Sabinianos y Proculeyanos, Sarracenos y Pleistocenos, todos ellos creen tener una razón para la ofensa mortal en nombre de peraltados ideales cívicos. Pero les importa el equivalente a tres rábanos cuando son los amigos de la causa, los compañeros del relato, los que perpetran los mismos crímenes que antes deploraban.
Se indignan por Santiago los que antes miraron para otro lado con el genocida Milani abrazado a las vacas sagradas del movimiento de Derechos Humanos, los que justificaron el terrorismo de estado paralelo en el norte elitista de la Comarca, los que apuntaron a las costumbres de alcoba de un Fiscal que señaló a la Presidenta y apareció con una píldora de plomo en el cerebro. Se ufanan de haber terminado con esa corruptela los mismos que justifican a un Presidente perdonando desde su cargo las deudas multimillonarias de su padre, que no pueden investigar seriamente la red de corrupción más grande de América Latina porque, junto a Ella, aparecerán los parientes y testaferros del Presidente, los que contrataron para que amañara la elección pasada al mismo manipulador que antes usó ella para robarse las elecciones del jardín de la república. 
Todo a la vista de todo el mundo. La gran tragedia de la Comarca es que estas patéticas miserabilidades ocurren a plena luz del día, con el aplauso o el silencio cómplice de la misma mitad que antes pataleaba. Estas cosas están expuestas para que todos las miren, porque a nadie les interesa realmente. Ya nada importa mucho porque ya todo se sabe. Todo, menos el paradero de Santiago Maldonado, desaparecido en democracia, en pleno 2017.

viernes, 24 de junio de 2016

Hay que pasar el invierno

Ha caído un invierno helado en la Comarca, y escasean los abrigos  y los abrazos casi en idéntica proporción. El Opa se refiere al abrazo sin dobleces, sin sospecha ni complicidad, al menos no en el sentido legal del término. Porque el invierno ha llegado con crueldad inusitada, y apenas entrevista por el Opa cuando metió su papeleta en la urna en las postrimerías de la primavera pasada. Apenas entrevista pero no del todo prevista, por lo que le caben las generales de la ley. Pero además porque el gobierno se esmera en empardar el régimen de manoteos fiscales que se sufrió en la Comarca hasta esa misma primavera desolada.
Aumentó el gas, esa sustancia vaporosa que entibia y alimenta los hogares de la Comarca. Aumentó el gas en proporciones demenciales, dejando a medio mundo sin saber cómo van a pagar la boleta, cómo harán para que no se lo corten, cómo harán para no engriparse si se quedan sin la flamígera sustancia. El Opa se pone a averiguar qué pasó, y termina aún más helado.
Se han eliminado los subsidios del estado nacional a la boleta del gas, y por lo tanto hay que pagarlo a precio de mercado. No sólo eso: el precio al que el Estado lo compra subió un 128% de un mes a otro. Todavía falta: la única beneficiada de esa suba es una empresa extranjera, de la cual el Ministro responsable del aumento es accionista. El Opa lo explica de nuevo: antes de ser Ministro de Energía, el Sr. Aranguren era CEO de Shell, la famosa petrolera. Renunció a su cargo para ser Ministro, pero le quedaron acciones por el valor de 16 millones de rupias. Es decir, ya no era jefe, pero era dueño, al menos de una parte de la empresa. Es intrascendente si esos 16 millones son una proporción ínfima del capital de la empresa, porque sigue siendo un capital apreciable para cualquier mortal, incluyendo Sarracenos y Pleistocenos.
Bien. Durante la década ganada la Comarca le compraba el gas a Bolivia, la Comarca del norte. Era pésimo negocio, porque hasta no hace mucho podíamos generar gas acá, en nuestra Comarca, sin necesidad de comprarle a nadie. Pero el ex Ministro De Vido, hoy perseguido por saquear el Estado, logró que dejáramos de producir y vender gas, y tuviéramos que comprarlo afuera. Seguimos comprando afuera, pero a la empresa del actual Ministro, mediante una tosca triangulación con otra Comarca vecina, en este caso del otro lado de la cordillera que nos une. Y lo compramos 128% más caro.
Se ha generado un pataleo importante y necesario sobre este tema, y los ojos de la Comarca han comenzado a posarse en el Ministro Aranguren. Tanto así que un senador acomodaticio y chanta lo denunció por varios delitos (varios de ellos bastante probables, en la humilde opinión del Opa que suscribe). El Ministro respondió con una carta pública explicando sus razones, a cuál más inverosímil. Primero dijo que Bolivia ya no podía vendernos todo el gas que la Comarca necesita, y por eso tuvo que salir al mercado a ver qué encontraba. Bolivia sólo podía vendernos algo así como el 80% de lo que necesitábamos. El Ministro no explica por qué no compró ese 80%, y después buscó el mejor precio para comprar el remanente de lo que la Comarca precisaba. Es que tampoco explicó por qué no buscó el mejor precio, simplemente violó el régimen de contrataciones del Estado con ímpetu propiamente peronista: dejó la ley para otro momento y, sin considerar ninguna otra opción, compró a quien sus gónadas sugirieron. Y sus gónadas dijeron “¡Chile!”.
Niega el Ministro que se haya comprado a sí mismo, porque le compró a un ente estatal chileno que funciona como un mayorista, y que no tiene por qué informar a quién le compró ese gas. Es decir, se escuda en que el intermediario elegido a dedazo procaz no le dijo que estaba comprando a la empresa que pertenecía, al menos en parte, al mismo Ministro Aranguren. Este es acaso el más insultante de los argumentos del Ministro, porque equivale a tomar a todo el mundo por idiota, y eso es algo que el Opa, que de esas cosas sabe, no está dispuesto a aceptar livianamente. Ni en ese nivel, ni en ningún otro, un Ministro puede desconocer el origen de lo que le está comprando a un intermediario.
El último argumento fue tan banal como el anterior: dice el Ministro que él no firmó ese acuerdo, que lo firmaron sus subordinados. Como si una decisión fundamental de política energética no fuera monitoreada por el Ministro en persona, aunque recurriera a la astucia cobarde de no poner su firma en ella. Nos recuerda al argumento de De Vido, desconociendo las trapisondas de Lopecito, Jaime y otros ejemplares bajo su dependencia inmediata. Así de imbéciles creen que son los habitantes de la Comarca. Y a juzgar por la cantidad de aplaudidores que ambos tienen, juzga el Opa que tienen razón.
La funcionaria a cargo de la Oficina Anticorrupción salió a desmentir que hubiera incompatibilidad en un Ministro que se compra a sí mismo. La presidenta María Estela Fernández de Neón puede terminar presa por comprarse a sí misma (o a sus testaferros, que es lo mismo). El Ministro Aranguren debe compartir la misma suerte: las cavernarias mazmorras de la Comarca. El delito es el mismo: comprarse a sí mismo, a precio de oro y violando todas las leyes de compras públicas. La forma más burda de pecular al Estado.

La funcionaria sostiene que las cosas no son blancas ni negras, ni que se puede expedir de inmediato. Pero hasta el Opa entiende la claridad del delito. Esa funcionaria, que además integra el partido del Presidente, está protegiendo una de las maniobras más burdas que el Opa recuerde. Ha llegado a ese puesto para encubrir los negociados del nuevo gobierno; también sobre ella deberá tronar el escarmiento cuando termine en el resumidero de la historia.

jueves, 23 de junio de 2016

Ya llegan las noticias de Panamá

El Opa no suele condescender a escribir según los pedidos de un público que acaso no lo lee, y si lo hace esquiva metódicamente cualquier atisbo de razón, y en todo caso tamiza lo que entiende bajo el paraguas del maniqueísmo. Toda esta introducción porque se cree que su silencio sobre algún tema es una muestra de complicidad con los gobernantes actuales, una torpeza sólo imaginable en los militontos del gobierno anterior. El Opa podría ilustrarlos remitiéndolos (además) a sus post anteriores que refieren al presidente Macri y sus minions, pero prefiere recoger el guante. Lo que, desde luego, no hace ningún militonto K sin embarrarse en chicanas propias de la salita celeste del pre-jardín.
El Opa considera esa investigación exhaustiva llamada “Panama Papers”, el fruto de una filtración de información que llegó a un grupo de prestigiosos periodistas de todo el mundo. Se sabe que el Opa detesta a los periodistas casi tanto como a los jueces y los frailes, y por los mismos motivos. Pero al menos en este caso la labor del representante de la Comarca en el susodicho grupo, ha sido suficientemente objetiva para merecerle respeto. Objetiva significa que el periodista que integró el grupo que estudió, analizó, sistematizó y difundió la información, lo hizo guiado por la voluntad de que se conociera ese tramo de verdad, contrariando los intereses del diario donde escribe, y también de la simpatía de sus habituales lectores.
La información proviene de uno de los estudios jurídicos más importantes de Panamá, llamado Mossak Fonseca. Esa filtración informática equivale a toneladas de papel, que refieren las cuentas y sociedades no declaradas que ese estudio ha creado en Panamá y otros lugares, y que pertenecen a dirigentes políticos, funcionarios, artistas, empresarios, etc. Previsiblemente, casi ninguna de dichas sociedades (propietarias de cuentas bancarias donde se deposita dinero no necesariamente legal) ha sido declarada por sus propietarios reales. Significan en casi todos los casos evasión tributaria y violación del deber de declarar todos los bienes. Son, en absolutamente todos los casos, una inmoralidad palmaria.
Resulta que entre los nombres de los propietarios ha aparecido el del presidente Macri. Primero lo negó, afirmando que sólo tenía los bienes que había consignado en sus declaraciones juradas. Cuando fue evidente que mentía, dijo que era una sociedad que había creado su padre, protervo integrante de la Patria Contratista y uno de los más nefastos empresarios que asolaron la Comarca. Dijo el presidente que sólo figuró en los papeles, y que la sociedad, creada para triangular unos negocios con Brasil, nunca funcionó. Luego, se supo que sí funcionó, pero el presidente dijo que nunca percibió ganancias de esas actividades. Luego se supo que alguito había ganado, unos módicos 18 millones de rupias que creía que no tenía que declarar. Frente al escándalo ya inevitable, decidió repatriar ese dinero comprando títulos de deuda de la Comarca e incluirlo, ahora sí, en su declaración jurada patrimonial.
Los minions M afirmaron que se trata de su dinero, con el que puede hacer lo que quiera. El argumento es una defensa torpe ofrecida como contraste con el escándalo de corrupción que fue el gobierno de Él y Ella, que robaron al Estado y por lo tanto al pueblo. Pero el argumento de las focas amarillas olvida que la fortuna presidencial deriva de estafas, sobreprecios e incumplimientos en la obra pública desde la época de Isabelita, de la cartelización, monopolización y vaciamiento de la industria automotriz de la Comarca, de la licuación de las deudas de esas empresas mediante su transferencia al Estado, de la rapiña de empresas privatizadas manoteadas a cambio de nada y vaciadas de todo su valor antes de ser “devueltas” al Estado, de operaciones de contrabando mediante la exportación de vehículos semi-armados a Uruguay para repatriarlos “armados” y cobrando jugosas compensaciones tributarias que previamente habían arrancado al gobierno, y la vieja y querida evasión tributaria. El presidente asumió el cargo imputado en 214 causas, pero el Opa sólo se centra ahora en aquellas que tienen contenido económico y que fundamentan el patrimonio que los orates de amarillo dicen que le pertenece legítimamente. Hasta el Opa entiende que esa fortuna ha sido, en una enorme proporción, fruto del saqueo al Estado. Y que por lo tanto, no le pertenece más que lo que puedan pertenecerle a Lopecito sus bolsos millonarios.
Hay algo de razón en el pataleo de los militontos K cuando advierten que el presidente está tan sucio como su ilustrísima predecesora. Ambos han hecho su fortuna saqueando al Estado, aunque desde distintos lados de la ventanilla. El Opa encuentra igualmente repugnantes ambas modalidades del manoteo voraz, pero más repugnante encuentra que cada vez que se señala a uno, sus defensores sólo atinen a apuntar que el otro cometió los mismos crímenes. Así, la Comarca se ha convertido en un escenario de personajes grotescos, artistas del doble standard, en un festival de hipocresías en que se festejan los desafueros de uno mientras se solapan los del ídolo propio. El Opa los desprecia con parejo fervor.

Le dirán que recurre a la teoría de los dos demonios, esa interpretación de nuestro pasado funesto que señalaba la naturalización de la violencia y la banalización de la muerte en la sociedad de la Comarca, y que permitió explicar cómo fueron posibles los años del desprecio. Confundir taimadamente una explicación, plausible como cualquier otra, con una justificación del terrorismo de estado, es una añeja manipulación de la memoria que sirvió para exonerar de culpas al bando propio. El Opa repudia ese intento, y defiende el derecho de repudiar la violencia y la muerte, vengan de donde vengan y aunque sus causas y efectos sean material, política, moral y jurídicamente distintos. Con la misma fuerza repudia ahora este festival de miserabilidades consistentes en responder a una denuncia con otra, ese deporte execrable al que se dedican los fanáticos con camiseta prestada, hermanados todos en el mismo slogan: “roban pero hacen”.

miércoles, 15 de junio de 2016

La Negación

El Opa había pretendido enajenarse de la alienante realidad de la Comarca por un tiempito, hasta recuperar el aliento que le quitan los atropellos, tarifazos y negociaciones incompatibles con la función pública que desempeñan el Presidente y su pandilla. Y surge una historieta parida por las mentes afiebradas de Soriano, Saborido y Zambayonni. Y el Opa desconfía. Ha aprendido que la realidad de la Comarca supera la ficción más delirante, pero aun así hay registros de incredulidad que hacen mella en la escasa capacidad de comprensión del susodicho.
Cuenta la leyenda que un funcionario anónimo, al que llamaremos José Francisco López, Lopecito para los amigos, fue arrestado mientras enterraba-revoleaba por el paredón-encanutaba en la cocina unos ocho millones de rupias norteamericanas en un dizque convento ubicado en esos jirones de desamparo que los mapas llaman Conurbano Bonaerense. Que un vecino, al que las circunstancias llaman Jesús, creyó que podía tratarse de un delito, porque Lopecito vestía, entre sus abrigos, un arma de grueso calibre. Y Jesús llamó a la Policía. Oremos hermanos. La mejor policía del mundo, según nuestro humilde Don Corleone del PJ local, llegó puntual y exacta, con tanto tiempo como para que la prensa oficial participe del orgiástico registro de las valijas y bolsos con dinero, relojes, y armas que portaba Lopecito.
Lopecito fue el Secretario de Planificación, el brazo derecho del Ministro del mismo cargo, único que conservó su puesto durante los 12 años de la década ganada. La especulación obvia es que ese dinero fue escamoteado de las arcas públicas por orden y con conocimiento del Ministro, y desde luego de Él y de Ella, a quienes jamás se les podrían escapar estas cosas. La narrativa pública conecta de inmediato los puntos que llevan desde un portón oxidado a la mismísima Faraona Egipcia. Fin de la historia. El Ministro habría perdido el favor de Ella, que le soltó la mano.
Pero cuando el cuentito es tan llano hasta el Opa desconfía. Y así se entera que al frente de ese convento con dos monjas estuvo un fraile frecuentado por Josecito, el Ministro, y el último candidato a presidente del Peronismo. El Obispo Di Monte, que de él hablamos, ejerció su curato en Avellaneda. Su mano derecha fue Monseñor Toledo, aquél que terminó preso junto a los hermanos Trusso, habilísimos y beatos estafadores con venia papal desde la Dictadura. Di Monte, tan asiduo del discurso homofóbico como de los taxi-boys del Conurbano, ha sido siempre el resguardo espiritual de los bandoleros del Peronismo, y de cuanta otra mafia haya asolado subrepticiamente los suelos de la Comarca.
Y se entera también que la esposa del Ministro, Alessandra Minnicelli, fue fundadora y presidenta de FORS, la Fundación Observatorio de la Responsabilidad Social, una de esas ONGs con un objeto social vaporoso y fantasmal: la cáscara ideal para procesar y triangular fondos ajenos sin dar muchas explicaciones. Minnicelli, quien intentó operar una empresa fantasma para comprar propiedades en el exterior vía el estudio Mossack Fonseca de Panamá (¿les suena?), tuvo que conformarse con hacer negocios locales cuando ese mismo estudio paralizó las escrituras al detectar que era una persona políticamente expuesta: Minnicelli era además funcionaria de la Sindicatura General de la Nación, a cargo de controlar las cuentas de su mismísimo esposo, el ex Ministro cuyo Secretario ha llenado las crónicas de la Comarca.
FORS, la fundación de Minnicelli, se fusionó con las Scholas Ocurrentes, otra de estas fundaciones ligadas al Vaticano que reciben fondos públicos para hacer caridad a nombre de la Iglesia y obras que benefician a los súbditos de la misma Iglesia. Hace poco Scholas Ocurrentes fue novedad al ser obligadas por el Papa en persona a rechazar una indefendible donación de 16 millones de pesos dispuesta por el Presidente.
Ahora no sabe el Opa si la donación pretendió ser una “muestra de buena voluntad” del Presidente hacia el Papa (que pagamos todos en un contexto de hambre), o si fue una “contribución” solapada a los amigos y socios del ex Ministro De Vido. Desde hace tiempo el Opa sospecha de afinidades impensadas entre el Presidente y el ex Ministro. Le resulta extraño que no haya promovido ninguna investigación potente contra el tipo que manejó la caja más grande del Estado durante la década ganada. Que han ido cayendo de a uno todos los personajes que rodeaban a la ex Presidenta María Estela Fernández de Neón, menos este Ministro. Y recuerda que el primo y testaferro del Presidente, Ángelo Calcaterra, ha participado en licitaciones de obra pública junto al imputado Lázaro Báez, el mismo de la Rosadita. Acaso De Vido conozca muchas más conexiones entre los negocios del testaferro Báez y los del Presidente Macri, heredero él mismo de la Patria Contratista, aquella tristemente célebre caterva de saqueadores del presupuesto público que cartelizaron la obra pública de la Comarca desde la Dictadura.
Se pregunta el Opa quién se soltó la mano a De Vido: si Ella, o el Papa. Y si una detención tan rimbombante como inverosímil obedece a entregar a un peón para calmar las fieras, o si es realmente el principio del fin para De Vido. En ese caso, si es un mensaje dirigido a De Vido para que, supongamos, no hable sobre lo que sabe. Entonces, el círculo se estrecha en torno a Ella.

Los que al Opa le dan cierta lástima son los militontos del relato. Por oportunismo cínico, o por la necesidad de despegarse del naufragio, han descubierto que en el gobierno pasado hubo corrupción. Algunos hacen de la negación un arte, y alegan conspiraciones entre Stiuso, Magnetto y otros demonios menores. Otros sostienen que Lopecito y otros carteristas “traicionaron” las banderas del movimiento. Afirma el Opa que el latrocinio está en el ADN del mundo K desde los ’80, que no hubo desviación de Lopecito sino coherencia con un destino histórico. Desconocerlo es como sorprenderse de la insensibilidad social y la indigencia ética de los dirigentes Pro. Demasiado estúpido para tomarlo en serio.

viernes, 15 de abril de 2016

Macondo

Cuando terminó de llover se habían hinchado ya todas las puertas y las ventanas de la Comarca, aún las de metal; la ropa puesta a secar comenzaba a cambiar de color y apestar a perro mojado; los jueces seguían prevaricando plácidamente en sus despachos enmohecidos y los diarios llegaban con las noticias ya diluidas por el tedio. La Comarca era Macondo, pero vivíamos como si pudiéramos no darnos cuenta.
Talvez por eso fue posible que trajeran a Ella, la ex presidenta, a declarar como imputada por las fechorías cometidas en el poder, y que pudiera declarar frente a un juez demasiado cobarde para darle la cara. Y talvez, en ese ámbito pegajoso de la llovizna perenne, fue posible que Ella lograra armar un episodio de épica militante que trastocó el demérito de su triste circunstancia procesal. Allí donde sólo cabía dar explicaciones o ampararse en el generoso silencio constitucional, Ella optó por convocar a los militantes y militontos, a los fanáticos del relato, a los desharrapados que se cayeron del modelo que creyeron perpetuo. También ellos son ciudadanos del realismo mágico, y están dispuestos a creer lo que les digan que tengan que creer.
Épica de cotillón, agrega el Opa, que no pudo dar crédito al discurso de la ex presidenta. Plagado de los lugares comunes del populismo palurdo de la Comarca, indigerible para nadie medianamente sensato, expresó sin embargo una característica envidiable, que el Opa no tiene pruritos en reconocer. Fue una fiesta pagana, una especie de carnaval otoñal y lluvioso que logró desmentir un poco el clima anticlimático. Fue una celebración de la vida, aun plagada de mentiras y semi-verdades endebles como cartón mojado. Fue un encuentro entre muchos, felices de encontrarse y sentir que comparten un sueño y un proyecto, aunque haya sido la coartada del saqueo nacional. El Opa no puede dejar de notar ese vitalismo.
Sobre todo por el contraste con el resentimiento agrio de los pacatos que gobiernan. Entreverados en su festival de torpeza, en sus propias cuitas (i)legales, en la zozobra de denuncias que los venales jueces de la Comarca no logran tapar a tiempo, ni los diarios adictos soslayar completamente, el elenco gobernante salió a la palestra a cuestionar el acto de la ex presidenta. Horrorizados como solterona en la iglesia, envidiosos como comerciante de pueblo chico, balbuceante como santurrón en la hora del recreo, los funcionarios y los periodistas afines hicieron lo posible por esconder primero, y denostar después la inopinada convocatoria de la imputada de lujo. Llegaron al extremo de ir a provocar a las foscas huestes Nac&Pop procurando los empujones y maltratos que necesitaban ubicar en sus diarios.
Es menester aclarar una cosa: el Opa no condona la violencia contra los periodistas, aunque generalmente la tengan merecida. Y también se reconoce que si la “seguridad” del sarao ex presidencial estuvo en manos de los matones de Cristina, significa que la inoperancia de la Ministra de Seguridad llegó a límites poco compatibles con la seguridad de la Comarca. Pero los cagatintas y movileros de los medios oficiales fueron zainos y malaleches como sólo puede serlo un periodista en declive. En este punto el Opa amplía hacia los periodistas de la Comarca el olímpico desprecio que sostiene hacia los jueces ídem, y casi por las mismas razones de mediocridad, cobardía, venalidad e ineptitud.
Pero piensa en otra cosa. Piensa en el significado de esa repugnancia con la que las gentes bienpensantes, los globoludos del relato cool, han recibido el acto de la ex presidenta. Ella hizo política, como es esperable de una persona de su rango, aún en el momento de rendir cuentas de sus crímenes de estado. Los otros asistieron impotentes a la propia impotencia de sus propios líderes, absolutamente incapaces de manifestar el más mínimo reflejo político. Entonces el Opa se asusta, porque el CEO y sus botineras son tan inefablemente ineptos que pueden generar las condiciones para que Ella vuelva, con su séquito de imputados, voraces como langostas a la hora del desayuno, patrones de ejércitos enteros de lúmpenes de todo pelaje que se habían ensoberbecido desde el Estado.
Piensa además en otra angustia, que anida en el ataque de acidez que atacó a la república amarilla. Es la angustia de ver reflejado el presente judicial de la ex presidenta en la proyección temprana de las tribulaciones del campeón moral de los minions posmodernos. Es el miedo de que el mismo presidente sea citado más temprano que tarde, por manejos no demasiado diferentes a los manejos de Ella. Y es el temor de que si esa premonición funesta llegara a cumplirse, la gente que iría a acompañar al presidente en su peregrinaje tribunalicio apenas alcanzaría para llenar un taxi, chofer incluido.
El Opa descree profundamente de la bondad moral de las masas. En estos tiempos de saqueo del Estado y de manipulación mediática, no es demasiado difícil llenar plazas y plazas. También sabe que mucha de la gente que asiste a estas movilizaciones, a favor o en contra, lo hacen convencidas y sin necesidad de que los sobornen con un choripán ni los taladren desde los medios: generalmente lo hacen con razones que al Opa le cuesta entender, pero cuya existencia misma puede aceptar. Pero como sea, no cree que sean un indicio de potencia electoral, de corrección política, de virtud republicana, ni de transformación democrática. No hay virtud en los números, como tampoco pecado.
En esos términos, nada ha cambiado, a pesar de que Sarracenos y Pleistocenos fatiguen charlas arguyendo un cambio de clima. El único clima que cambió, piensa el Opa, es el que lo tenía melancólico y amohosado, retraído en el tufo de su casa, cuyas paredes chorreaban tanta agua como las calles. Tanto que temió perder la voz y comenzar a croar su descontento.

Piensa el Opa que son días difíciles para convertirse en un batracio, con tanta gente tragando sapos por ahí. Pero salió el sol en la Comarca, y entonces el Opa se aferra a la vida y al solcito tibio.