El Opa
no suele condescender a escribir según los pedidos de un público que acaso no
lo lee, y si lo hace esquiva metódicamente cualquier atisbo de razón, y en todo
caso tamiza lo que entiende bajo el paraguas del maniqueísmo. Toda esta
introducción porque se cree que su silencio sobre algún tema es una muestra de
complicidad con los gobernantes actuales, una torpeza sólo imaginable en los
militontos del gobierno anterior. El Opa podría ilustrarlos remitiéndolos
(además) a sus post anteriores que refieren al presidente Macri y sus minions,
pero prefiere recoger el guante. Lo que, desde luego, no hace ningún militonto
K sin embarrarse en chicanas propias de la salita celeste del pre-jardín.
El Opa
considera esa investigación exhaustiva llamada “Panama Papers”, el fruto de una
filtración de información que llegó a un grupo de prestigiosos periodistas de
todo el mundo. Se sabe que el Opa detesta a los periodistas casi tanto como a
los jueces y los frailes, y por los mismos motivos. Pero al menos en este caso
la labor del representante de la Comarca en el susodicho grupo, ha sido
suficientemente objetiva para merecerle respeto. Objetiva significa que el
periodista que integró el grupo que estudió, analizó, sistematizó y difundió la
información, lo hizo guiado por la voluntad de que se conociera ese tramo de
verdad, contrariando los intereses del diario donde escribe, y también de la
simpatía de sus habituales lectores.
La información
proviene de uno de los estudios jurídicos más importantes de Panamá, llamado
Mossak Fonseca. Esa filtración informática equivale a toneladas de papel, que
refieren las cuentas y sociedades no declaradas que ese estudio ha creado en
Panamá y otros lugares, y que pertenecen a dirigentes políticos, funcionarios,
artistas, empresarios, etc. Previsiblemente, casi ninguna de dichas sociedades
(propietarias de cuentas bancarias donde se deposita dinero no necesariamente
legal) ha sido declarada por sus propietarios reales. Significan en casi todos
los casos evasión tributaria y violación del deber de declarar todos los bienes.
Son, en absolutamente todos los casos, una inmoralidad palmaria.
Resulta
que entre los nombres de los propietarios ha aparecido el del presidente Macri.
Primero lo negó, afirmando que sólo tenía los bienes que había consignado en
sus declaraciones juradas. Cuando fue evidente que mentía, dijo que era una
sociedad que había creado su padre, protervo integrante de la Patria
Contratista y uno de los más nefastos empresarios que asolaron la Comarca. Dijo
el presidente que sólo figuró en los papeles, y que la sociedad, creada para
triangular unos negocios con Brasil, nunca funcionó. Luego, se supo que sí
funcionó, pero el presidente dijo que nunca percibió ganancias de esas actividades.
Luego se supo que alguito había ganado, unos módicos 18 millones de rupias que
creía que no tenía que declarar. Frente al escándalo ya inevitable, decidió
repatriar ese dinero comprando títulos de deuda de la Comarca e incluirlo,
ahora sí, en su declaración jurada patrimonial.
Los minions
M afirmaron que se trata de su dinero, con el que puede hacer lo que quiera. El
argumento es una defensa torpe ofrecida como contraste con el escándalo de
corrupción que fue el gobierno de Él y Ella, que robaron al Estado y por lo
tanto al pueblo. Pero el argumento de las focas amarillas olvida que la fortuna
presidencial deriva de estafas, sobreprecios e incumplimientos en la obra pública
desde la época de Isabelita, de la cartelización, monopolización y vaciamiento de
la industria automotriz de la Comarca, de la licuación de las deudas de esas
empresas mediante su transferencia al Estado, de la rapiña de empresas
privatizadas manoteadas a cambio de nada y vaciadas de todo su valor antes de
ser “devueltas” al Estado, de operaciones de contrabando mediante la exportación
de vehículos semi-armados a Uruguay para repatriarlos “armados” y cobrando jugosas
compensaciones tributarias que previamente habían arrancado al gobierno, y la
vieja y querida evasión tributaria. El presidente asumió el cargo imputado en
214 causas, pero el Opa sólo se centra ahora en aquellas que tienen contenido
económico y que fundamentan el patrimonio que los orates de amarillo dicen que le
pertenece legítimamente. Hasta el Opa entiende que esa fortuna ha sido, en una
enorme proporción, fruto del saqueo al Estado. Y que por lo tanto, no le
pertenece más que lo que puedan pertenecerle a Lopecito sus bolsos millonarios.
Hay algo
de razón en el pataleo de los militontos K cuando advierten que el presidente
está tan sucio como su ilustrísima predecesora. Ambos han hecho su fortuna
saqueando al Estado, aunque desde distintos lados de la ventanilla. El Opa encuentra
igualmente repugnantes ambas modalidades del manoteo voraz, pero más repugnante
encuentra que cada vez que se señala a uno, sus defensores sólo atinen a
apuntar que el otro cometió los mismos crímenes. Así, la Comarca se ha
convertido en un escenario de personajes grotescos, artistas del doble standard,
en un festival de hipocresías en que se festejan los desafueros de uno mientras
se solapan los del ídolo propio. El Opa los desprecia con parejo fervor.
Le
dirán que recurre a la teoría de los dos demonios, esa interpretación de
nuestro pasado funesto que señalaba la naturalización de la violencia y la
banalización de la muerte en la sociedad de la Comarca, y que permitió explicar
cómo fueron posibles los años del desprecio. Confundir taimadamente una
explicación, plausible como cualquier otra, con una justificación del
terrorismo de estado, es una añeja manipulación de la memoria que sirvió para
exonerar de culpas al bando propio. El Opa repudia ese intento, y defiende el
derecho de repudiar la violencia y la muerte, vengan de donde vengan y aunque
sus causas y efectos sean material, política, moral y jurídicamente distintos. Con
la misma fuerza repudia ahora este festival de miserabilidades consistentes en responder
a una denuncia con otra, ese deporte execrable al que se dedican los fanáticos
con camiseta prestada, hermanados todos en el mismo slogan: “roban pero hacen”.
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