lunes, 14 de agosto de 2023

TRES PUNTOS

 

Han pasado las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, que en la Comarca se apodan PASO. El Opa se encuentra en lejanas playas del ánimus, por lo tanto no ha podido cumplir con su deber cívico: el gobierno de la Comarca se encargó de impedir que voten en las PASO quienes han logrado cruzar las fronteras. Es natural, cualquiera que viva en casi cualquier región de la galaxia habrá experimentado en su vida, sus proyectos y su bolsillo las delicias de un gobierno relativamente normal; por lo tanto, nadie que viva afuera vería virtud alguna en el rejunte de psicóticos que desgobierna la Comarca.

En los meses previos se sugirió un escenario de tres tercios, con las tres principales fuerzas recibiendo cantidades relativamente equivalentes de votos. Este análisis, que no era irrazonable, se desmoronó a medida que pasaban las elecciones provinciales en las que el peornismo y Juntos por el Cambio se disputaban cada jurisdicción, ante la calamitosa performance electoral de los candidatos locales del profeta del odio. Milei, que de él hablamos, no se molestó en crear algo así como un partido nacional. En cambio, fue dejando que una policromática caterva de energúmenos de disputara su nombre para ir a juntar votos en sus respectivas peceras. El resultado rara vez superaba el 3%, y por eso los analistas serios creían terminado el experimento Milei. Obtusos, chantas y con profunda miopía para mirar más allá de la capital de la Comarca, se lanzaron a conclusiones tan apresuradas como idiotas. Y finalmente muy equivocadas.

Porque Milei ganó las PASO con un 30,04%. Pero el Opa observa que los otros candidatos han terminado muy cerca: Patricia Bullrich ganó su interna y en conjunto su coalición obtuvo un 28,27%, en tanto que el Ministro de Economía de la hiperinflación y la superpobreza logró un 27,27%. Tres puntos entre el ganador y el tercero. Tres puntos. Menos, estrictamente, 2,77%. El Opa se pregunta cómo se proyecta eso hacia las elecciones generales de octubre, las que valen.

Milei puede ganar votos porque muchos votan a ganador. Por exigua que sea su diferencia, lo cierto es que ha ganado las elecciones, y eso lo inyecta dentro del mainstream político. El impulso anímico que ello dará a sus seguidores y votantes será enorme, porque saben que pueden ganar, que pueden volver a ganar, que tienen la victoria electoral al alcance de sus garras, y que ni la compraventa de candidaturas, ni el coqueteo incestuoso del candidato con su hermana, ni su conexión telepática con sus perros occisos han hecho mella en las ganas de votarlo.

Milei puede perder votos entre quienes solamente quisieron “asustar” a “la casta” y castigar al gobierno, pero que no querrían un orate semejante al mando de la Comarca. Sospecha el Opa, sin embargo, que son menos los votos que se le escaparán que los que pueda sumar por el efecto de euforia electoral.

Patricia Bullrich logrará retener los votos de Horacio Rodríguez Larreta, el ciborg al que un focus group alentó a mostrarse humano, desperfilándolo en una serie de errores lamentables. Puede ubicarse como la candidata de la austeridad y aprovechar los equipos de gobierno de su coalición, prestigiosos y articulados. No encuentra el Opa razones para que pierda votos; por el contrario, además de los de su adversario interno, puede sumar el voto de quienes no han ido a votar, desmotivados por la virulencia de la interna de esta coalición. Y no es ilusorio pensar que puede sumar algún que otro voto castigo que fue a Milei pero prefiere una opción más racional de la misma política pro-mercado, y algún que otro voto “progre” que ya no tiene ninguna razón seria para apoyar al gobierno, y preferirá usar su voto estratégicamente para bloquear el bolsonarismo vernáculo.

El Ministro de Economía tiene todavía los resortes del Estado, y no va a dejar de extorsionar y comprar todo lo que pueda. Pero esa herramienta electoral llamada Estado Nacional funciona cada vez menos porque los números no mienten. Lo apoyan las superestructuras y las corporaciones más o menos fascistas que han manejado históricamente la Comarca, pero los votos se le fueron por la colectora (a nadie escapa que ha financiado a Milei, a quien veía como una aspiradora de los votos de Juntos por el Cambio). Hasta su esposa, que confesó públicamente haber desviado fondos de la agencia estatal que conduce para fortalecer su precandidatura a intendente, ha perdido la primaria contra otro candidato del mismo espacio político. Es posible que algo sume de los votos a los que el desaliento ha mantenido en su casa en la jornada electoral, pero a quienes aterra un gobierno de ultraderecha o de centroderecha, y que no quieren ver las diferencias entre ambos. No es seguro que mantendrá los votos de su rival interno en la primaria, un patasucia de familia burguesa que se considera amigo del Papa. De ese 5% que obtuvo Juan Grabois, una parte no menor votará a Massa con subordinación y valor, porque el progresismo de la Comarca se ha convertido en una doctrina de verticalismo y sumisión. Pero algunos más no votarán, o lo harán por opciones de izquierda más o menos paleolítica.

Favorece a Bullrich otro candidato, Juan Schiaretti, Emperador de la Tierra del Medio, Santo Patrono del Cordobesismo, Primero de su Nombre. Ha obtenido un 5%, la mayoría de esos votos en la provincia que gobierna con control remoto. Un porcentaje que se iría con Bullrich, ya que es un voto antikirchnerista identificado con la gestión pública. No apostarán a perdedor, dejarán que Massa siga hundiéndose solo, pero difícilmente den un salto al vacío del Bolsonaro porteño. Cuentan con el antecedente de la malograda alianza que intentó Rodríguez Larreta a destiempo, y que costara posiblemente la Provincia de la Tierra Media.

Nada está dicho, el escenario está abierto y puede pasar cualquier cosa. Cree el Opa que no es demasiado tarde para preservar la democracia en la Comarca, pero recomienda no creerle a periodistas ni sabihondos. Quien mejor conecte con el ciudadano de a pie podrá sobreponerse a aparatos, operaciones y mentiras.

viernes, 30 de junio de 2023

UNA CATILINARIA CONTRA LOS TILINGOS

 Vuelve el Opa después de larga ausencia, sin calandrias ni vendavales. Lo acorrala la angustia ante el deprimente panorama electoral en la Comarca. Sabe que, gane quien gane, la Comarca será conducida en los próximos cuatro años por algún demagogo irresponsable, un populista de derecha o más de derecha, mentiroso, banal y feble. Los epítetos aquí reproducidos aplican a sujetos de ambos sexos, que el Opa se cansó de la idiotez políticamente correcta de distinguirlos cuando no hace falta. El Opa sabe que el próximo presidente de la Comarca, sea cual sea, le dará una profunda vergüenza y será aún más dañino que los orates que hoy gobiernan.

Hay uno que dice ser economista, y habla en difícil para persuadir a su electorado sobre su honda sapiencia y su sagacidad. Pero cuando cualquier economista competente lo cuestiona con bases técnicas, el candidato erupciona como un volcán de improperios y vituperaciones. La misma intolerancia esputa cuando algo sale de su libreto tosco y autocelebratorio: una pregunta fuera de lugar, un invitado que no estaba pautado, un comentario que lo incomoda, y se convierte en un energúmeno sin ley. Lo siguen una horda indiferenciada de seres intolerantes y violentos, un cardumen de nulidades que ostentan el desprecio hacia el otro. Es el candidato de los que están enojados con la vida y quieren a un papá fuerte y jetón que les resuelva los problemas por arte de magia.

Hay otro que tenía prolijamente pautado su ascenso al gobierno de la Comarca luego de heredar el gobierno de su ciudad capital: metódico, ordenado, trabajador. Pero también carente en absoluto de respeto hacia su propia visión del mundo. Un burócrata eficiente, no un líder capaz de convencer sobre un plan que saque a la Comarca de la decadencia profunda en que se encuentra. Adicto a los focus groups y la edición de su imagen, bastó con que se le encarajinara la campaña para lanzarse sin rumbo hacia la demagogia más tilinga y superficial. Es el candidato de quienes creen en la moderación y el diálogo, pero se encuentran cada día más huérfanos de liderazgo.

Hay otra que lo enfrenta dentro de su partido sobreactuando su perfil halconero. Adicta también a la sobreactuación y el ridículo, no pasa un solo día sin que ella o su candidato a vicepresidente (orate notorio de la tierra del sol y el buen vino) declamen verdades tan endebles como mezquinas, excitando la angustia de millones de compatriotas del Opa que quieren votar a alguien con carácter y decisión, pero también se encuentran cada día más huérfanos de liderazgo. Es la batalla del PRO, esa onenegé porteña que nunca llegó a ser un partido democrático.

Hay otro, un mentiroso profesional que pastorea una corporación de psicópatas, cínicos y oportunistas. Ministro de Economía de un gobierno del que todos cobran pero nadie asume como propio, responsable de una inflación que carcome la moneda, incapaz de mostrar un solo logro más que el empobrecimiento brutal y manso de la Comarca. Pero cuenta con los medios venales, con los empresarios corruptos que escrituraron el Estado, con los sindicatos que esclavizan a trabajadores y empleadores, con la corporación del pasado que habla por boca de psicóticos marca Página12.

¿Y la izquierda? El Opa los conoce: psicópatas del primero al último. Explotadores del dolor ajeno, mercaderes de las necesidades de los más pobres entre los pobres, eternas prostitutas del peornismo al que benefician con su virulenta danza de violencia, desprecian la democracia porque sus mieles le son sistemáticamente esquivas. Miserables profundos subidos al pony del elitismo moral epistémico.

¿Y el partido del Opa? El mismo Opa responde: el viejo radicalismo ha apostado a ganador, y ha perdido. Uno de sus candidatos, el cacique del norte, acomplejado por su imposible instalación electoral a lo largo y lo ancho de la Comarca, apostó al jefe de la Capital que heredaría el trono. Pero lo hizo en el momento en que comenzaba a desmoronarse como un castillo de naipes, y no ha logrado (¿habrá intentado?) restituirlo al plano de la sensatez. Sentado en el asiento del acompañante, mira cada curva, cada precipicio, mientras el conductor enloquecido trata de no perder una carrera que creía ganada.

El otro candidato apenas evolucionó desde la categoría de meme. Con un vago prestigio como neurocoso jamás debidamente contrastado, el Opa lo ha escuchado algunas veces con sentimientos encontrados. Dice obviedades con las que es imposible estar en desacuerdo, pero jamás, ni bajo tormento, explicitó cómo haría para gobernar la Comarca en llamas mientras los orcos juntan piedras y cascotes para enviarle sus saludos.

Tilingos todos, superficiales, veletas, marionetas que mueve a su antojo el viento de los canales de noticias, que los arrastra hasta embarrarlos en el ridículo o la mentira. No son buenos tiempos para la democracia en la Comarca. Hay dolor, hay inflación, hay muertes impunes causadas por los poderosos o los despojados, hay una ira que crece por entre los entresijos de la depresión colectiva. Hasta ahora no ha estallado nada, pero el Opa ve millones de compatriotas esperando que alguien arranque de una vez la espoleta que termine con todo. Y mientras tanto, los candidatos serios se entretienen con peleas que avergonzarían a las más urgidas vedetongas de la tele.

Cree el Opa que va a ganar el status quo, el país conservador con discurso setentoso, los empresarios entongados, los sindicalistas impunes, los millones de militontos que mordisquean el presupuesto nacional, los millonarios ahítos de hectáreas e impunidad, la patria narco del populismo. A fin de cuentas los beneficia la depresión colectiva, la ausencia de líderes adultos, de un plano generoso donde el ego empuje para adelante y no para atrás.

En algún momento el Opa mirará para atrás y ya no se preguntará, como García Márquez, en qué momento se jodió todo. Eso es irrelevante. Se preguntará si será posible alguna vez vivir en algo que no sea el pasado infame que vuelve una y otra vez a despertarlo a sopapos.

viernes, 9 de septiembre de 2022

LOS QUE AMAN, ODIAN

Hubo una novela, en los tiempos pretéritos de la Comarca, que trabajaba la urdiembre de los sentimientos de un grupo de veraneantes varados en un hotel de Ostende, aislados por una tormenta de arena que convirtió los médanos que los rodeaban en una cárcel borgeana. La novela de Bioy Casares y Silvina Ocampo transcurre con ritmo y elegancia por entre los fiordos del género negro, sin condescender al morbo ni la violencia innecesaria. Años después, ya en esta era, convirtieron esa novela en una película. En una película mala. Previsible, mal actuada, por momentos absurda. El Opa la vio completa, ilusionado con que representara con fidelidad aquella novela de su adolescencia lejana. Hizo mal, pero no podía hacer otra cosa.

Si algo cree recordar el Opa es que en la trama los personajes se dejaban mover por un hilo de odio, apenas velado por los manierismos de una educación exquisita. Había amores cruzados, traiciones, silencios incomprensibles, muertes no fácilmente explicables. Ello, mientras se sucedían las tormentas de arena que borraban el camino de salida de ese infierno. Era quedarse allí, en esa casa, o arriesgarse en los cangrejales y los médanos. No había más que dejarse carcomer por el odio y el aislamiento, matizar el tedio con la sangre -o la amenaza de la sangre- a la espera de que algo ocurra, que se limpien los cielos y se lleven la arena y reinen al fin la concordia y la libertad.

Mientras esto ocurre en el plano inverosímil de las memorias del Opa, en la Comarca se suceden los hechos insensibles e idiotas que han sido prefigurados en la novela mencionada, pero rebajados a la farsa y la indecencia. No hubo un crimen, no hubo sangre. O, mejor dicho, no llegó a consumarse el crimen supuestamente pretendido. Pero sí se abrieron las anchas alamedas por las que transitan el odio y la mediocridad, el psicopateo inherente a la condición peornista.

Hace una semana un Lee Harvey Oswald ensamblado en La Matanza atravesó el cordón humano que rodeaba a la ex presidenta María Estela Fernández de Kirchner y gatilló un arma a menos de un metro de su rostro. Afortunadamente no hubo bala en la recámara (sabemos ahora), y la Comarca se ahorró una tragedia desoladora que nos hubiera sumido en años de violencia y divisiones. De inmediato el arco político casi en su totalidad le expresó su solidaridad y condenó el hecho barbárico cuya imagen se había multiplicado por todos los medios.

Pero pronto algunas voces marginales comenzaron a dudar de la veracidad del atentado. Esa duda, justificada o no, despertó el odio de los adláteres de la ex presidenta, que se lanzaron a culpar a la oposición, a la justicia, a los medios, al campo, a la Reina Elizabeth (QEPD) y a Piñón Fijo por desperdigar un lenguaje de odio que, dicen, motivó al Gavrilo Princip de La Salada a intentar un magnicidio frustrado. Y comenzó la caza de brujas.

Comenzó otra cosa, además. La policía federal, a cargo de la investigación del hecho, borró dizque accidentalmente los registros del teléfono del agresor. Sin querer queriendo. Después, se borraron del arma las huellas dactilares del atacante. Oops, I did it again. Se puso el foco en la novia del atacante, novel celebridad televisiva por su providencial aparición en un canal de noticias tropicales alineado con Isabelita II. Mucha casualidad. La muchacha, implicada en el ataque, tuvo que designar abogado. Contrató a Carlos Telleldín, de triste fama como el terrorista que proveyó el furgón donde se instalaron los explosivos que acabarían con la sede de la AMIA en los ´90, y que se recibiera de abogado mientras cumplía su condena. Este abogado es hijo de un reconocido torturador que comandó el macabro D2, la División de Investigaciones de la Policía de Córdoba durante el gobierno de Isabelita I. El abogado de la muchacha pertenece a lo más granado de la familia fascista y criminal del peornismo, autopercibido hoy como el partido del amor. Es parte de la trama oscura de los servicios de inteligencia, de esa cloaca de la democracia que Isabelita II nunca dejó de alimentar cuando le fue útil. Ahora, en el noticiero oficial difunden imágenes previas al atentado, con las cámaras del canal siguiendo a la pareja atacante desde que llegan a la esquina de la ex presidenta, rodean a las decenas de personas que por allí pululaban, y, sin perderlos de vista en ningún momento, los enfocan en el momento de intentar su ataque. Curiosa intuición del cameraman, un sentido de la anticipación digno de mejores causas. Pero si uno duda de todo esto, uno se convierte de inmediato en un ser que odia.

Lo que comenzó fue un encadenamiento de hechos poco explicables que siembran una duda razonable sobre la veracidad del atentado. Si el atentado existió o no, si fue un armado de los servicios de (des)inteligencia, si verdaderamente un desequilibrado de ultraderecha quiso asesinarla, a esta altura el Opa nunca lo sabrá. Después de todo, hace pocos meses se asistió a la puesta en escena de la pedrea al despacho de Isabelita II. Como se hablan encima, el presidente del bloque de senadores que comanda la atacada, exigió, a cambio de la paz social, la anulación del juicio penal que la tiene contra las cuerdas. El partido de la impunidad.

El Opa no odia. Sólo describe un lamentable estado de cosas. Sobre un hecho grave, repudiado por todos, se montó una caza de brujas y una persecución del disidente que emparenta a la Comarca con el Sultanato Bolivariano de Chavistán. Se ha intentado expulsar a dirigentes opositores de las universidades donde enseñan, de los clubes donde se entretienen. Se ha amenazado de muerte al fiscal que a lo largo de nueve días ha argumentado sobre su culpabilidad con prueba pertinente y concordante. Se ha amenazado de muerte a otro ex presidente de triste memoria. Dirigentes del gobierno han acusado de sembrar este clima a la oposición. Sostiene el Opa, sin embargo, que corresponde al gobierno imponer cautela, serenidad y mesura en estos tiempos turbulentos. Porque son gobierno, aunque no parezca.

lunes, 23 de mayo de 2022

¿QUÉ COSA ES LA OLIGARQUÍA?

  

Le han insistido al Opa que la oligarquía está compuesta por señoras gordas, platinadas y con apellidos patricios, casadas con señores gordos con apellidos ídem que administran las estancias, los estudios jurídicos de nombre compuesto, y las acciones de la Cultura Británica. Esa definición marca Quino abarca hoy una parte ínfima, decreciente, de la oligarquía de la Comarca. Está siendo desplazada por otra oligarquía, con mayor poder para los negocios, mayor poder en el Estado, y mayor capacidad para construir ese relato colectivo que, a falta de mejor término, hemos dado en llamar Cultura Nacional.

Piensa el Opa en esa oligarquía que ha colocado los presidentes que han gobernado 32 de los 39 años de la joven democracia de la Comarca, que rinde honor a un patriarca del pasado, autoritario y machirulo, y que se ha construido en el minucioso desprecio al principio de igualdad ante la ley. No es el único principio constitucional que desprecian: sospecha el Opa que la única parte que les gusta de la Constitución Nacional es la que concede al ciudadano Presidente el poder de emitir decretos de necesidad y urgencia, porque es la única norma que ejecutan con cierta asiduidad.

Pero para no adelantarse, el Opa intentará plagiar alguna definición medianamente neutral. Así, el diccionario de la Real Academia, a falta de mejor cosa, describe a la oligarquía como “1. f. Forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario. 2. f. Grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político.” Miremos ahora hacia la Comarca. Un partido nacido de un golpe de estado, monopolizando el poder y la política durante dos tercios del siglo pasado y casi todo lo que va de este, ya desde el gobierno, ya saboteando gobiernos democráticos en los breves interregnos donde no ponen presidente pero sí las mayorías en el Senado y las Provincias, ya custodiando sus estructuras en cualquiera de las dictaduras que han asolado la Comarca.

Ese partido, creado por un heredero de Mussolini, admirador de Franco, que dio refugio a criminales Nazis, ese partido que parió y organizó el terrorismo de estado, que gobernó con el subsidio en la unidad básica y la picana en los subsuelos de la Policía Federal, con la impunidad como bandera. Eso es la oligarquía. Impunidad. Porque significa que quienes se acollaren a ese partido serán acreedores, por los siglos de los siglos, de los retazos del presupuesto público que puedan mordisquear. Generaciones enteras trasegando fondos estatales al patrimonio privado sin más recato que el que impone la falta de tiempo.

Impunidad significa sustraerse a las consecuencias de las propias acciones, particularmente cuando esas acciones constituyen un delito, razonable o no. Así, un miembro de la oligarquía puede violar sus propias normas, sus propios decretos, con la certeza de que al final del camino podrá tapizar el crimen y la muerte con billetes que valen menos que el papel en el que están impresos. Ampararse en un derecho pensado para el ciudadano de a pie, el que no tiene más privilegio que el socorro de la ley, ciudadano desnudo de poder y de fanfarrias. Eso es oligarquía: un presidente impune, un gobierno que aplaude, un sistema que lo sostiene.

Ese sostén no nace del vacío: hubo una minuciosa construcción de una cultura de la impunidad, de la irresponsabilidad como política de estado, de la excepcionalidad de los elegidos que no tienen por qué someterse a las normas de los otros, de los que miran desde afuera. En esa casta del privilegio todo se perdona, todo se disculpa, todo se justifica cuando los crímenes se hacen “en nombre del pueblo”, porque ese es el pase de magia sensacional, la invocación metafísica que los sustrae de las consecuencias reales de sus actos. Ampararse en la invocación popular. Y desde ese parnaso imaginario, es posible alquilar el muerto más notable de la Comarca para velarlo en la Casa de Gobierno y que de ese modo su aura irredenta contagie, derrame, o salpique al menos al oligarca que gobierna: tanta razón tenía López Rega con sus métodos que terminaron apropiándose de ese muerto oportuno y famoso. Ese muerto al que se le perdona todo: los hijos bastardeados, la esclavitud sexual de una niña que trajo de esa enorme prisión a cielo abierto que la geografía denomina “Cuba”, los impuestos traspapelados. Eso es parte de una construcción: al ídolo se le perdona todo, en nombre del pueblo, porque es del pueblo.

La invocación popular, el milagrismo, la santería entera de figuritas opacas, la santa madre del fascismo vernáculo decorando el billete de mayor denominación de la Comarca. Sembrar la ignorancia desde la escuela enflaquecida, desde el púlpito ahíto de favores y admoniciones, desde los discursos parlamentarios que avergonzarían tanto a cualquier escolar instruido. El derrumbe cultural y educativo, el cualunquismo, porque todo debe dar lo mismo, casi un siglo ejecutando la admonición del tango “Cambalache” como si allí hubiera habido una clave del buen gobierno, nivelar para abajo porque en el país de los ciegos el bizco fue rey.

Dicen que los días más felices siempre fueron peornistas. El mito, elemento común a todos los fascismos, prendiendo rápido en los tilingos que necesitan el abrazo gregario, o la complicidad partidaria, según las edades. Como todo fascismo, trastornando el significado de las palabras, designando lo opuesto a lo que dicen decir: la igualdad para favorecer a alguno con el fruto del esfuerzo del otro, el amor como coartada para el desprecio público del diferente, la inclusión para cobijar a los propios dejando al resto en la intemperie. Esa construcción falaz, esa mentira de Estado, ese Relato del pasado y el presente. Eso acaso sea la oligarquía: para los amigos, el vino en caja y el locro calentito pagado por el Ministerio, para los enemigos, la intemperie. Y después contarla con la épica de las patriadas, a ver si alguna vez el Opa aprende.

martes, 17 de mayo de 2022

DESALIENTO

 

El Opa siempre al borde de las cosas, al borde de un abismo feroz que tiene la morfología exacta de la Comarca, ese chiste mal contado que nos decoraron con escarapelas y banderitas. Mira, el Opa, ese vacío inminente, ese desastre minuciosamente elaborado por generaciones de habitantes, compañeros, gente de bien, gente como uno, gente del palo, con increíble talento para la construcción colectiva del cagadón electoral, de las decisiones idiotas que repercuten en más pobreza y más desazón y más fascismo. Eso, la Comarca.

Porque el Opa detuvo su andar cansino y preocupado por las calles de la Comarca para mirar los diarios. Por prescripción psiquiátrica no mira televisión: le resulta imposible contener el impulso de arrojar proyectiles a la pantalla, sea quien sea el que aparezca en ella. La miserabilidad de los opinadores de la televisión es universal y pareja, apenas cambian sus discursos justificatorios, esa mentira cínica que por izquierda se denomina “ideología” y por derecha “sentido común”: psicopateadas berretas de opinadores de la tele. El Opa no mira televisión, pero cada tanto pispea los diarios, acaso porque puede darse el lujo de releer una frase, de pensarla, buscarle la vuelta antes de determinar si ha leído una genialidad o una estupidez. Lujo absolutamente imposible en la televisión o en la radio, que tiene idiotas parecidos pero que ofenden sólo el sentido de la audición. Puñetazos en la mesa.

El Opa piensa en el año que viene. Habrá elecciones en la Comarca, elecciones tristes. Cualquiera que sea el resultado será un escalón más hacia el desaliento, sospecha el Opa, hacia la degradación institucional, hacia la pauperización material, moral y espiritual de ese pueblo que se embandera en los cretinos de la televisión, en los candidatos de la decadencia.

Se aventura a conjeturar los resultados, sospecha que habrá tres tercios parejos. Un tercio de la tilinga de Tolosa, la de los papers mal aprendidos y los hoteles malhabidos. Otro tercio de ese frente aun bifronte que se alienta desde la Capital y que pretende volver a derramar sobre toda la Comarca. Otro tercio del energúmeno de moda, ese Xuxo despeinado que jetonea vituperaciones sin que nadie sepa quién lo financia. Tres polos incompatibles entre sí, incapaces de un compromiso para proteger un programa sensato, impotentes para implementar otra cosa que un nuevo fracaso, una nueva derrota.

Porque los enojaditos de turno ahora son de derecha, intemperantes y bobos, fanáticos de dedito en alto, cancheritos y pitocortos. Y son muchos, y están convencidos de su superioridad moral de la misma manera en que lo estuvieron millones de jóvenes idiotas en la entreguerra italiana o alemana. Irresponsables que luego dirán a sus nietos que no se acuerdan qué pasó en aquellos años, que rogarán que sus hijos se olviden que tienen las manos llenas de sangre, culpables de toda culpabilidad de otra sangría colectiva que se darán un baño de humanismo cuando cambien los tiempos y convenga cambiar la camiseta. Porque el Opa sabe que se cambiarán de camiseta cuando sólo queden las esquirlas y los escombros: porque tantos de los culpables de la matanza de los ‘70 se dieron un baño de democracia cuando la atrocidad fue pronunciada en un juicio ya famoso, ya tan olvidado.

Porque en ese escenario de tres tercios parejos hay dos que desprecian la democracia y el disenso, hay dos que destilan odios y resentimientos, hay dos que interpelan a lo más bajo de la conciencia humana. Y ninguno de los elementos que están en los extremos será capaz de confluir en un programa de gobierno para todos los habitantes de la Comarca, ni siquiera para contener a su némesis de cartón, ni siquiera para preservar lo que valga la pena. Es que los populismos desprecian minuciosamente la razón y la lógica, sólo funcionan bajo la invocación del daño al adversario, que viene a ser todo aquél que no se someta.

Recuerda el Opa sus tiernos años de estudiante universitario y sus primeras discusiones con los peornistas bisoños. Su espanto ante la racionalización del resentimiento, ante la elevación del cinismo a la categoría de la lucidez: “si no es mío, lo rompo”, oyó decir a tantos y tantas compañeres. Los años transcurridos han comprobado que aquelles compañeres han ejecutado fielmente ese principio básico de las verdades justicialistas: ahora su generación ocupa espacios de poder en todos los ámbitos de la Comarca, y pudo comprobar que aquella frase feroz no era una vana amenaza, sino un principio de conducta: “si no es mío, lo rompo”.

En el mejor de los casos en las próximas elecciones triunfará débilmente un gobierno con pretensiones de sensatez, pero será acosado a derecha e izquierda por los expertos en demoliciones, por los dinamiteros con cuentas en las Seychelles o Panamá. No habrá posibilidad alguna de un gobierno razonable y justo: los demagogos sólo admiten el holocausto de los contrincantes y la impunidad absoluta, y se dedicarán con gozo y ahínco a destrozar lo que encuentren a su paso. Las hordas, las bestias, el lumpenaje de Barrio Norte, las torvas catervas del Nacional de Buenos Aires, los revolucionarios de iphone, los liberales de Videla y Ottalagano, los libertarios de comunión diaria, los pro-vida que piden pena de muerte, los progresistas de las nuevas oligarquías familiares, todo eso habrá al frente. No alberga el Opa esperanza alguna.

“Y si no te gusta, ¿por qué no te vas?”, preguntará el distraído. Pues sí. El Opa se irá, como ya se han ido miles de personas de la Comarca, porque otra vez no tienen ganas de dejarles los sueños, los huesos, los años a los militantes de la decadencia y de la muerte. Ese mismo camino que no conduce hacia ningún lado, porque por más lejos que uno arrastre los pies, siempre las huellas, esas putas huellas, tendrán la forma exacta de los contornos de la Comarca.

martes, 29 de marzo de 2022

LA CONJURA DE LOS NECIOS

 

El Opa había decidido titular este post con el nombre de “La Conspiración de los Idiotas”, pero advirtió que tal era el título de una novela de Marcos Aguinis, impecable novelista y torpísimo comentarista político. Dicha novela, no sin mérito de su autor, relata los excesos del fanatismo religioso de épocas medievales. El Opa la ha leído en algún momento de su juventud, y ha quedado notoriamente impresionado por ella. Vale aclarar que, en su juventud, el Opa era particularmente impresionable por una exuberante variedad de cosas, incluyendo, desde luego, una novela magnífica sobre la ceguera mental producida por el fanatismo, esa exaltación del culto de una idea que conduce a males sin nombre.

Pero no era esa la novela que el Opa tenía en mente, sino otra, del magnífico y breve John Kennedy Toole, cuyo título ilustra este post. En esta otra obra, el protagonista es un hombre infantilizado por la protección de una madre notoriamente estúpida, egoísta y demandante, y que ha aprendido a manipular las insensateces de su madre para hacer lo que mejor le sale: nada. Este hombre, Ignatius O’Reilly, ha descubierto que si vocifera imprecaciones y vituperios al viandante desprevenido mientras le reclama cosas o acciones, éste asumirá que algo malo ha hecho y por lo tanto algo debe. De este modo, Ignatius psicopatea a quien tiene alrededor hasta hacerlos disculpar por las cosas que él, Ignatius, ha debido hacer y no ha hecho, o ha hecho cuando no debía. Pero siempre, en cualquier condición, obteniendo de ello alguna ventaja para sí. Ningún bobo, piensa el Opa.

¿Por qué el Opa ha traído a colación estas novelas? Acaso porque ilustren un estado de cosas que ocurren en la Comarca. Fíjese el lector, la lectora: el gobierno hace algo muy mal, lo que sea, cualquier cosa. Frente a ello, adopta una estrategia O´Reilly: vitupera a la oposición, o a los medios, o a las potencias extranjeras, o, en el colmo del delirio, a indiscernibles entes maléficos. Es sobre estos entes metafísicos sobre los que el Opa quiere escribir.

Hace pocos días el Presidente fue entrevistado por una periodista complaciente y banal. En la entrevista le preguntaron, con tibieza, sobre la inflación. El Opa asume que todos sus lectores conocen el triste récord hiperinflacionario de la Comarca, esa tara de la cultura económica que nuevamente parece comenzar a salirse de cauce arrollando a los ciudadanos de a pie. La inflación, ese drama enraizado en el déficit fiscal, la emisión descontrolada, y la improvisación económica. Es decir, en la mala praxis económica. Mala praxis, aclara el Opa por si fuera necesario, de quienes gobiernan la política económica de la Comarca. Es decir, el gobierno nacional.

En esa entrevista el Presidente dijo, sin que se le moviera un pelo del bigote, que “…hay diablos que hacen subir los precios, y lo que hay que hacer es hacer entrar en razón a los diablos…” Se alegará en su defensa que usó una metáfora estúpida, propia de sus más caras tradiciones, pero esa metáfora esconde precisamente lo que el Opa señala y vitupera: la necesidad de imputar a los demás las consecuencias de los actos propios. Porque los diablos que refiere son seguramente los empresarios de la Comarca, los que producen y venden los bienes que allí se consumen, y también se refiere acaso a los operadores que manipulan acciones y divisas a una escala que pueda impactar en la inflación. Ahora bien, en el resto del mundo conocido (salvo las dimensiones paralelas de Corea del Norte, Venezuela, y demás desvaríos) también hay empresarios que producen y venden, y operadores que especulan. Y a pesar de ellos no hay inflación, al menos al nivel psicodélico que denigra a la Comarca. Entonces hay que buscar en otro lado.

Sospecha el Opa, y acá abandona el misticismo para entrar en el plano conspiranoico, que el Presidente se refiere a elementos de su propio gobierno, comenzando por la Faraona Egipcia y sus adláteres. De otro modo no se entiende su balbuceo impreciso cuando le preguntan cuáles son las herramientas para “hacer entrar en razón a esos diablos”; farfulla gorgorismos ininteligibles que traicionan su voluntad de demostrar firmeza y claridad. Es débil, y oscuro. Los diablos no son entonces esos empresarios y esos especuladores.

Sospecha, como antes lo hizo su vocera, que la inflación es una “maldición”. Por lo tanto, la única solución compatible con semejante delirio místico del Presidente y su vocera es invocar la presencia de brujos, chamanes, exorcistas, taumaturgos, videntes y manosantas. Recuerda el Opa, con cierto espanto, que ya hubo un Brujo a cargo de Ministerios en la Comarca, cuyo conjuro infame sembró sus calles de muerte y horror. Aquel Brujo, mano derecha y ejecutora del General Juan Domingo Cangallo, también quiso aplicar emplastos místicos contra la inflación, pero ésta se lo terminó llevando puesto. Al menos pudo disfrutar de la impunidad, sello nobiliario de la oligarquia peornista.

Antes de cerrar este post, el Opa llama la atención al tratamiento que le dan al Presidente en la Televisión Pública. No pueden hablar de él sin tener que reprimir una sonrisa sardónica, la que uno le dedica al tío borracho que se deslengua en la cena de navidad. No lo toman en serio ni siquiera los operadores de prensa a los que les paga el puchero: se ha convertido en un meme también para ellos, y han comenzado una guerra solapada para terminar de desmoronarlo en sintonía con las necesidades de la Vice. Instinto de preservación: saben que va a caer y lo ayudarán a caer solo. Acaso asistamos, nuevamente, a otra despiadada guerra interna entre facciones peornistas, ese deporte fascista que termina con un país y un pueblo en el medio de una balacera cada vez menos simbólica, cada vez más injustificada, cada vez más delirante.

domingo, 20 de marzo de 2022

UCRANIA: UNA RECTIFICACIÓN

         En un post anterior el Opa había anticipado su pronóstico acerca de la invasión brutal y sangrienta de Ucrania a manos del último émulo exitoso de los genocidas del siglo XX, el presidente ruso. Había previsto, como casi todo el mundo, especialmente como casi todos los que saben más que el Opa, que la invasión sería rápida y efectiva, que en un par de días el ejército ruso estaría en la frontera con Hungría, y que este país se convertiría en un puente directo al corazón de Europa por obra y gracia de su Primer Ministro, notorio lobista de Putin (hoy cínicamente distanciado).

El Opa se equivocó. Suele hacerlo, pero esta vez no se siente reivindicado por compartir el error con mentes más formadas y estudiosas que la suya. No se esconderá detrás de tan notable compañía, si no que dirá, fuerte y claro, que se ha equivocado. Ha ocurrido otra cosa, más horrenda, pero a la vez maravillosa. Ha sucedido un escenario que tensionó los límites de la decencia, el coraje, el horror y la inmoralidad hacia horizontes impensados en este tiempo. Así de agudas son las contradicciones. Así de dramática es la vida en Ucrania hoy.

Lo que sucedió es por todos conocidos. Kiev no se rindió, y resiste heroicamente la agresión salvaje que sufre. Tanto su Primer Ministro, como su gobierno y el pueblo ucraniano entero, han plantado bandera en el suelo fértil de su dignidad y su autodeterminación, embrollando los planes de Putin hasta hundirlo en la frustración y el barro. Les han birlado a los rusos algunos de sus carísimos tanques de guerra, con la misma facilidad con la que el Braian levanta un Fiat Duna en Barrio Müller. Han encontrado, o construido, una enorme red internacional de solidaridad, frente a la infamia que tapiza el rostro innoble de Putin y sus acólitos.

Pero también siguen muriendo personas a manos llenas todos los días. El Opa registra el asedio de Mariupol, las bombas rusas en los hospitales y escuelas, los niños que no llegaron a ver el día siguiente, los ancianos que creyeron que podrían olvidar el horror vivido décadas antes, todo para nada, todo para esto… Mariupol ha recibido un ultimátum del asesino. Ha conminado a la ciudad a rendirse, o a ser aniquilada. Escenas semejantes se replican en todo el territorio ucraniano.

Pero Kiev no ha caído. Y por lo tanto Europa, la Europa civilizada, todavía puede mirar el conflicto como algo que no le ha costado muertos propios. Ayuda, es cierto, con asistencia humanitaria a los refugiados y con pertrechos militares, con esfuerzos diplomáticos y “efectividades conducentes”. Pero todavía las bombas caen lejos, solo en Ucrania. El sentido común o la prudencia indican que un mayor compromiso de la OTAN o de cualquier otra entidad será una excusa para que Putin aplique su furia y sus misiles contra otros países y otros pueblos.

El Opa comprende el cálculo: al frente hay un genocida esperando la oportunidad para apretar el botón rojo. Pero también ejerce un resabio de memoria histórica que ha permanecido por su propia formación profesional, y entonces recuerda que cuando Hitler anexó los Sudetes la Europa civilizad tampoco quiso entrometerse, hasta que el costo humano de soslayar a un genocida hizo imposible seguir mirando para otro lado. O, mejor dicho, cuando don Adolfo comenzó a tocar a sus puertas. En síntesis, que lo que se hizo en 1945 se debió hacer en 1939. Pero bueno, el Opa está lejos y no siempre entiende.

Está lejos, pero no ajeno, porque tiene amigos, y tiene familia que están en el centro mismo de ese infierno y también en sus adyacencias. En Ucrania, y también en otros países cercanos. Y conoce bien que esas gentes, esos pueblos, no quieren volver a ser vasallos de un imperio sanguinario. Aspiran a la módica posibilidad de una vida en democracia, a una libertad imperfecta, al sueño emancipatorio de pertenecer a una Europa pacífica y ordenada. Porque ya han vivido, y padecido, durante generaciones, la opresión y la violencia del imperialismo ruso. Negarles esa posibilidad, esa aspiración a una normalidad relativa, es negarles la condición humana, el derecho de autodeterminarse como pueblo. Es cosificarlos para que otras potencias decidan sobre su vida y su muerte, sobre la plausibilidad misma de su existencia.

Están en peligro los amigos y la familia del Opa. Y por eso el Opa no puede ser mesurado ni equidistante, ni tiene la menor intención de buscarle la quinta pata al gato. Es por eso que no va a ahorrarse improperios contra los resentidos de ayer, los que en su juventud jugaron al bolchevismo mesiánico y justificaron atrocidades, y que ahora reproducen las mentiras abyectas de energúmenas como Sandra Russo, notoria psicótica. Esa generación que cuando conquistó el poder no dejó trapisonda por hacer, y son los responsables de la pobreza de la Comarca, de la injusticia de la Comarca, de la violencia de la Comarca. El Opa tampoco va a ahorrarse vituperaciones con los resentidos de hoy, que amoldaron sus taras a un relato delirante y falaz que sólo puede existir en libros infantiles y en Página12. Esos que aplauden, solapadamente o no, el genocidio en marcha, que se encubren en un “parece”, en un “es más complejo”, en un “no hay que creerles a los grandes medios”, son los cómplices necesarios para que esta pesadilla ocurra. Y como esta pesadilla ocurre, e involucra a gente que existe en la vida del Opa, éste no está dispuestos a guardar los modales: los considera, unánimemente y sin beneficio de inventario, una manga de hijos de puta.

Mañana será lunes. Mientras el Opa camine las calles de la Comarca, súbitamente bendecidas por un otoño temprano, recordará que en Mariupol, en Kiev, pero también el Prishtina, en Budapest, en Bratislava, sus amigos, su familia, estarán mirando el cielo, rogando que un señor delirante no decida obliterarlos con su megalomanía de pito chico, con su geopolítica soviética y delirante. El Opa no reza, entre otras cosas porque ninguna religión ha detenido jamás ninguna guerra (más bien las han justificado la mayoría de las veces), pero estará también mirando el cielo agrisado o no, tratando de encontrarse allí con esas personas que nacieron con el vecino equivocado.