domingo, 20 de marzo de 2022

UCRANIA: UNA RECTIFICACIÓN

         En un post anterior el Opa había anticipado su pronóstico acerca de la invasión brutal y sangrienta de Ucrania a manos del último émulo exitoso de los genocidas del siglo XX, el presidente ruso. Había previsto, como casi todo el mundo, especialmente como casi todos los que saben más que el Opa, que la invasión sería rápida y efectiva, que en un par de días el ejército ruso estaría en la frontera con Hungría, y que este país se convertiría en un puente directo al corazón de Europa por obra y gracia de su Primer Ministro, notorio lobista de Putin (hoy cínicamente distanciado).

El Opa se equivocó. Suele hacerlo, pero esta vez no se siente reivindicado por compartir el error con mentes más formadas y estudiosas que la suya. No se esconderá detrás de tan notable compañía, si no que dirá, fuerte y claro, que se ha equivocado. Ha ocurrido otra cosa, más horrenda, pero a la vez maravillosa. Ha sucedido un escenario que tensionó los límites de la decencia, el coraje, el horror y la inmoralidad hacia horizontes impensados en este tiempo. Así de agudas son las contradicciones. Así de dramática es la vida en Ucrania hoy.

Lo que sucedió es por todos conocidos. Kiev no se rindió, y resiste heroicamente la agresión salvaje que sufre. Tanto su Primer Ministro, como su gobierno y el pueblo ucraniano entero, han plantado bandera en el suelo fértil de su dignidad y su autodeterminación, embrollando los planes de Putin hasta hundirlo en la frustración y el barro. Les han birlado a los rusos algunos de sus carísimos tanques de guerra, con la misma facilidad con la que el Braian levanta un Fiat Duna en Barrio Müller. Han encontrado, o construido, una enorme red internacional de solidaridad, frente a la infamia que tapiza el rostro innoble de Putin y sus acólitos.

Pero también siguen muriendo personas a manos llenas todos los días. El Opa registra el asedio de Mariupol, las bombas rusas en los hospitales y escuelas, los niños que no llegaron a ver el día siguiente, los ancianos que creyeron que podrían olvidar el horror vivido décadas antes, todo para nada, todo para esto… Mariupol ha recibido un ultimátum del asesino. Ha conminado a la ciudad a rendirse, o a ser aniquilada. Escenas semejantes se replican en todo el territorio ucraniano.

Pero Kiev no ha caído. Y por lo tanto Europa, la Europa civilizada, todavía puede mirar el conflicto como algo que no le ha costado muertos propios. Ayuda, es cierto, con asistencia humanitaria a los refugiados y con pertrechos militares, con esfuerzos diplomáticos y “efectividades conducentes”. Pero todavía las bombas caen lejos, solo en Ucrania. El sentido común o la prudencia indican que un mayor compromiso de la OTAN o de cualquier otra entidad será una excusa para que Putin aplique su furia y sus misiles contra otros países y otros pueblos.

El Opa comprende el cálculo: al frente hay un genocida esperando la oportunidad para apretar el botón rojo. Pero también ejerce un resabio de memoria histórica que ha permanecido por su propia formación profesional, y entonces recuerda que cuando Hitler anexó los Sudetes la Europa civilizad tampoco quiso entrometerse, hasta que el costo humano de soslayar a un genocida hizo imposible seguir mirando para otro lado. O, mejor dicho, cuando don Adolfo comenzó a tocar a sus puertas. En síntesis, que lo que se hizo en 1945 se debió hacer en 1939. Pero bueno, el Opa está lejos y no siempre entiende.

Está lejos, pero no ajeno, porque tiene amigos, y tiene familia que están en el centro mismo de ese infierno y también en sus adyacencias. En Ucrania, y también en otros países cercanos. Y conoce bien que esas gentes, esos pueblos, no quieren volver a ser vasallos de un imperio sanguinario. Aspiran a la módica posibilidad de una vida en democracia, a una libertad imperfecta, al sueño emancipatorio de pertenecer a una Europa pacífica y ordenada. Porque ya han vivido, y padecido, durante generaciones, la opresión y la violencia del imperialismo ruso. Negarles esa posibilidad, esa aspiración a una normalidad relativa, es negarles la condición humana, el derecho de autodeterminarse como pueblo. Es cosificarlos para que otras potencias decidan sobre su vida y su muerte, sobre la plausibilidad misma de su existencia.

Están en peligro los amigos y la familia del Opa. Y por eso el Opa no puede ser mesurado ni equidistante, ni tiene la menor intención de buscarle la quinta pata al gato. Es por eso que no va a ahorrarse improperios contra los resentidos de ayer, los que en su juventud jugaron al bolchevismo mesiánico y justificaron atrocidades, y que ahora reproducen las mentiras abyectas de energúmenas como Sandra Russo, notoria psicótica. Esa generación que cuando conquistó el poder no dejó trapisonda por hacer, y son los responsables de la pobreza de la Comarca, de la injusticia de la Comarca, de la violencia de la Comarca. El Opa tampoco va a ahorrarse vituperaciones con los resentidos de hoy, que amoldaron sus taras a un relato delirante y falaz que sólo puede existir en libros infantiles y en Página12. Esos que aplauden, solapadamente o no, el genocidio en marcha, que se encubren en un “parece”, en un “es más complejo”, en un “no hay que creerles a los grandes medios”, son los cómplices necesarios para que esta pesadilla ocurra. Y como esta pesadilla ocurre, e involucra a gente que existe en la vida del Opa, éste no está dispuestos a guardar los modales: los considera, unánimemente y sin beneficio de inventario, una manga de hijos de puta.

Mañana será lunes. Mientras el Opa camine las calles de la Comarca, súbitamente bendecidas por un otoño temprano, recordará que en Mariupol, en Kiev, pero también el Prishtina, en Budapest, en Bratislava, sus amigos, su familia, estarán mirando el cielo, rogando que un señor delirante no decida obliterarlos con su megalomanía de pito chico, con su geopolítica soviética y delirante. El Opa no reza, entre otras cosas porque ninguna religión ha detenido jamás ninguna guerra (más bien las han justificado la mayoría de las veces), pero estará también mirando el cielo agrisado o no, tratando de encontrarse allí con esas personas que nacieron con el vecino equivocado.

viernes, 25 de febrero de 2022

UCRANIA

Lo que se veía venir era tan predecible que hasta el Opa de la Comarca lo supo desde hace meses. O años, el Opa lo supo desde hace años. Sucede que el Opa ha vivido en una lejana comarca, en una ex república que colinda con Ucrania, hoy invadida. En aquella ex república (hoy sultanato) había una universidad donde el Opa cursó sus estudios junto a compañeros de todo el planeta. Africanos, latinos, asiáticos, muchos europeos del centro y del este. Y rusos, también había rusos.

Lo que caracterizaba a los rusos era su negativa rotunda a cuestionar al poder, incluso, y especialmente, en aquellos cursos en los que la idea era, justamente, cuestionar el poder. No podían leer críticamente un fallo judicial, porque cualquier brutalidad que dijera un juez debía ser palabra santa, porque lo decía un juez. En los fallos con disidencias mis compañeros rusos entraban en cortocircuito, porque si un juez tenía la razón (por el hecho de ser juez), ¿cómo entonces podía ser que otro juez tuviera una visión contraria, siendo también juez? Esa tara afectaba casi exclusivamente a los estudiantes rusos. El resto veníamos de lugares tan apaleados por dirigencias espantosas que criticar al gobernante, al juez, al poderoso, era tan natural como respirar. Ellos no venían de un lugar mejor que, pongamos, Ucrania, pero no se atrevían, no lograban imaginar que se pudiera cuestionar al poder. Pibes de veintipocos años, hace menos de quince años.

El Opa comprendió que un pueblo tan adiestrado en la obediencia sólo era compatible con un liderazgo totalitario, estalinista, con elecciones tan de cartón que hasta a los africanos les daba lástima. Ese liderazgo totalitario tenía un tótem, una vaca sagrada a la que los compañeros del Opa nombraban con unción religiosa. El tipo de liderazgo que se estrella contra su propio éxito porque se vuelve incapaz de advertir el punto exacto en que comienza la barranca.

Los diarios cuentan que ese líder totémico ha invadido Ucrania, nación limítrofe de la lejana comarca donde estudió el Opa. Luego de meses de amagar con una invasión, el tótem ejecutó su amenaza penetrando en el país con excusas tan ridículas como falaces. Vamos a resumirlas en la afirmación idiota de que Ucrania representa una amenaza porque pide entrar en la OTAN. Ucrania es un país soberano, y por lo tanto puede afiliarse a la OTAN, a la Alianza del Pacífico, o al Club Atlético Cebollitas si así le pluguiere. La otra excusa es que el presidente ucraniano fue entronizado allí por un golpe de estado prodigado por Estados Unidos. Otra mentira esférica (es falso por donde se lo mire). El presidente llegó a su cargo luego de ganar elecciones libres, algo que mis compañeros rusos consideran una herejía; y el presidente anterior renunció luego de protestas masivas por querer retirar a su país de un acuerdo con el resto de Europa. Es que los ucranianos de a pie tienen esa idea loca de querer ser europeos y libres, y no volver a ser esclavos de Rusia como lo han sido a lo largo de casi toda su historia.

Como sea, el sacrosanto macho alfa de la pradera rusa ya está en Ucrania. No hay razón alguna para que se detenga allí. Con el mismo tono con el que hace días amenazó con la invasión que ha comenzado ayer, en el día de hoy extendió su amenaza a los gobiernos de Finlandia y Suecia por si insisten en asociarse, también ellos, a la OTAN. ¿Por qué habría de detenerse allí? Si vemos el mapa, Hungría se presenta como un extenso corredor hacia el centro mismo de Europa, gracias a la hospitalidad que hacia el ejército ruso propiciará el sultán de las tierras magiares. Hungría pertenece a la OTAN, pero su autócrata mayor será más leal a su jefecito ruso que a su propia constitución. Si no paran a cargar nafta, antes del fin del carnaval el ejército ruso estará comiendo salchichas en Viena. Austria no integra la OTAN, con lo que no hay ninguna consecuencia para Rusia si la invade. Al lado de Austria está Suiza, que tampoco integra la OTAN, no tiene ejército, y sus bancos están ahítos de dineros negros de todo el mundo, especialmente rusos: un botín tan irresistible como sus chocolates. ¿Relojes? Cada oligarca ruso tiene más Rolex que la Federación Suiza entera.

Por el sur, podrá entrar con comodidad a Serbia para retomar el genocido serbio contra Bosnia y Kosovo, con exactamente las mismas excusas con que entraron a Ucrania. En nada de tiempo intentarán reconstruir a sangre y fuego ese experimento fallido que la historia llamó Yugoslavia. Atravesar Eslovenia será suficiente para que Italia entre en pánico, y la Lega termine de voltear al gobierno gelatinoso de la península para someterse a Moscú.

Por el norte, los débiles ejércitos de Eslovaquia y República Checa serán un mero entrenamiento. Polonia ahora ensaya alguna firmeza, pero bastó con que al actual canciller alemán le mostraran la factura del gas para que le temblara la lapicera al momento de firmar las sanciones económicas con las que quieren detener al ejército ruso. Es que el dictador de Leningrado esperó, paciente, a que Ángela Merkel dejara el gobierno alemán. Ella era de los pocos dirigentes que tuvo claridad para picarle el boleto a Putin y gónadas para enfrentarlo. El actual canciller, not so much.

El Reino Unido no hará mucho, porque los rusos tienen escriturado el Buckingham Palace y al peluquero de Boris el Beodo. Macron entiende lo que ocurre, pero se ha quedado solo, y rodeado de cobardes, timoratos y cómplices de Putin. Hará lo que mejor saben hacer los franceses: capitular.

De este lado del charco, Biden se está quedando sin batería y no parece que pueda durar mucho en su cargo. Si renuncia antes de un año, y también lo hace su vicepresidenta, deberán llamar a elecciones. Con Europa dominada por Putin, reinstalar en la Casa Blanca al botarate con cabeza de zapallo será un mero trámite.

¿Y por la Comarca, cómo andamos? Mal, porque el presidente bigotes de algodón tuvo el increíble talento de desplegar su obsecuencia ante Putin tres semanas antes de la invasión a Ucrania. Así, el arduo acuerdo regateado con el Fondo Monetario Internacional gracias al apoyo de Biden, queda en zona de penumbras. Luego, se incrementará el precio del gas y el petróleo que la Comarca debe importar, porque gracias al populismo continuado de las últimas décadas se ha interrumpido el autoabastecimiento de fluidos. Algún día nos comprarán soja, especulan, pero no se sabe quién ni a qué precio. Porque cuando tenés un comprador así de poderoso, al precio no lo ponés vos, lo pone él.

Sospecha el Opa que el mundo kernerista, que unánimemente aplaude a Putin, tiene la esperanza de que rápidamente asuma el control operacional de lo que queda del mundo libre. Y entonces, para liberar a la Patria, elimine ese curioso abuso de las estadísticas que son las elecciones libres, para entronizar como Regente, Presidenta Vitalicia y Reina del Carnaval a la Porota de Tolosa. Y ahí sí, los días más felices serán peornistas.

viernes, 13 de agosto de 2021

Nobles y Plebeyos

 El Opa nunca se fue, el Opa siempre estuvo. Es un decir. El Opa ya no vive en la Comarca, sino en un reino (¿sultanato?) insalvable más allá de las tierras del norte. Mientras trata de comprender las peculiaridades locales, no deja de prestar atención a las cosas que ocurren en la patria que dejó atrás. No, no esa patria de independencia reciente, la otra. No no, tampoco la de sus ancestros paternos, la anterior, la primera. La que lo vio nacer.

En esa patria sin destino gobierna un arlequín deslucido y tonto, cuya palabra vale tanto como la de un vendedor de autos usados o un periodista militante. Un arlequín que se desdice cada cinco minutos, que se ha convertido en un triste meme de sí mismo cada vez que tiene que hacer malabarismos semánticos para justificar por qué hace lo que hasta ayer execraba. Su palabra retiene menos valor aún que la palabra del botarate que lo antecedió en el cargo, confirmando que cuando uno cree que los presidentes de la Comarca ya no pueden ser tan estúpidos, siempre te sorprenden superándose unos a otros, y cada uno a sí mismo.

En esa patria, en la Comarca, el presidente sin palabra y con bigotes decretó una suerte de estado de sitio solapado y brutal, en el que cada ciudadano valía menos que la bala que podía acabar con sus penas si era sorprendido por las fuerzas de seguridad cometiendo una tropelía tan grave como, por ejemplo, regar los malvones del jardín de la casa. En esa patria en que las policías mataron ciudadanos y los desaparecieron, o intentaron hacerlo, al amparo de la piedra libre que les dio el presidente bigotes de algodón y los señores que gobiernan cada feudo del reino. Allí donde reinó la muerte por mano policial antes que comenzara a expandirse el virus, allí donde la violencia institucional se alentó en nombre de la sanidad. Allí donde la tortura se justificó en nombre de la salud.

En esa patria el Opa perdió a una de sus mejores amigas, que no pudo recibir la atención médica que necesitó de urgencia porque los médicos estaban de pandemia, aunque en la Comarca en ese momento había habido cuatro casos solamente. Donde el Opa perdió a su tío, el hermano de su padre, que fue obligado a interrumpir sus tratamientos médicos y los cuidados que necesitaba para seguir con vida: muerto en nombre de la salud. De su salud. En esa patria donde el Opa perdió al tío del corazón, al amigo fraterno de su padre, compañero desde su llegada a la Comarca, porque sólo pudo tratar su salud cuando ya era demasiado tarde para intentar nada. Allí donde la madre del Opa perdió a su amiga de la adolescencia, su hermana, que ya tampoco pudo continuar con los tratamientos que requería su mera supervivencia.

En esa patria donde las personas han muerto solas, sin nadie que les sostenga la mano; donde los deudos no han tenido siquiera el consuelo de un abrazo, costumbre burguesa, ni han podido dedicar una última mirada a sus seres queridos.

Allí, en la Comarca, el presidente que enseñaba derecho penal y mentía como reo en apuros, encabezó una asociación ilícita que hizo vacunar primero a los amigos, a los compañeros, a los militontos que de tontos no tienen nada. A una inveterada caterva de cretinos que abusaron de su posición y del poder prestado para conseguir una protección que no tuvieron los ciudadanos de a pie, los bobos abusados por los vivos. Los plebeyos de la Comarca. Esas vacunas escasas, porque se ataron sin vueltas a un vulgar capricho geopolítico para monopolizar su compra a una de las potencias más corruptas y autoritarias del planeta, que prometieron por millones y entregaron en cuentagotas y sólo una vez que se había vacunado la intelligentzia peornista.

En esa Comarca donde reinó la pobreza, porque las restricciones del presidente de mirada mansa y lengua viperina llevaron a la quiebra a cientos de miles de trabajadores y emprendedores, donde se disparó la inflación porque nunca dejaron de imprimir billetes para regalar, especialmente ahora que viene la campaña. En esa patria desahuciada porque el presidente prefirió tener 10% más de pobres antes que 100.000 muertos, y que tuvo más pobres y más muertos a la vez, ese traficante de muerte y de pobreza, indiscutibles méritos peornistas.

Allí, donde hubo una patria para algunos, con privilegios, vacunas, viajes, negocios, billetes, y para el resto hubo muerte, desolación, pobreza. Y soledad. Sobre todo, la soledad. Encerrados en sus casas, sin saber con qué cocinar mañana, cómo mantener a su familia, los otros, los que no son del palo, los que no son de adentro, vivieron la otra patria. La de los plebeyos. Plebeyos. Porque la Comarca es un reino idiota, con una nobleza, una oligarquía veterana que se reproduce (como los gatos, diría el General que la fundó), y con una masa de plebeyos que obedecen, y se dejan robar, y pasan hambre. Y soledad, sobre todo, pasan mucha soledad. Porque la nobleza hasta se permite celebrar en masa, en la calle, su día de la lealtad, su mito fundante, mientras los plebeyos a gatas podían barrer la vereda. Cipayos, los plebeyos, que anhelan las libertades de la que goza la nobleza.

Hace días se conoció una foto. Era el cumpleaños del presidente culón de panza redonda. Dijo que había estado solo con su pareja y su hijo. En las fotos se ven otras muchas personas, todas ellas, la nobleza. Intentó negarlo, el presidente de los trajes grises, argumentando que esa gente trabajaba en la oficina con su pareja. Bien machirulo, echando la culpa a su mujer, como corresponde. Sólo que esa gente entró al complejo presidencial a las diez de la noche. “Iban a las oficinas, no al Chalet Presidencial”, dijo el presidente de voz cascada, sólo que los registros indican que fueron, sin perderse en el camino, directamente al Chalet Presidencial. Al igual que el energúmeno que ocupó el trono antes que él, cada una de sus afirmaciones vacuas terminó siendo desmentida una y otra vez, implacable, por los datos de la realidad. Recular en ojotas es el deporte predilecto de los presidentes idiotas.

Pero la campaña sigue, y el peornismo se prepara para reventar los fondos públicos para lograr todas las bancas que puedan. No está mal que lo intenten, es su derecho. Y en la Comarca tienen posibilidades de lograrlo, porque el Síndrome de Estocolmo es la enfermedad nacional.

El peornismo, esa metáfora que le dio forma política a Ignatius Reilly, insistirá en su épica de la derrota, en esa mística “revolucionaria” del presidente que militó con la derecha procesista cuando nacía la democracia en la Comarca. Nada nuevo, insistir en la mitología, esa ciencia fecunda que se recrea a sí misma. Tal como dijera el bueno de Jorge Luis Borges, los peornistas tienen todo el pasado por delante. Tanto instrumentalizan el pasado que son merecedores, por lo tanto, del mismo destino que la monarquía en la lejana Comarca de los perfumes y los quesos.

miércoles, 2 de junio de 2021

LA SONRISA DE LOS DINOSAURIOS

  Este post del Opa no hablará de los dinosaurios. Menos, de la sonrisa de los dinosaurios. Apenas los ha mentado en el título para poner al lector en la frecuencia que juzga adecuada para comprender el tema de hoy. Se preguntará el lector qué tienen en común los dinosaurios y Shakespeare, William. La pregunta es pertinente, juzga el Opa, porque la conexión es tenue, rubia, y usa animal print. ¿Recuerda el lector cuando una famosa presentadora de televisión de la Comarca, enterada sobre el hallazgo de un huevo de dinosaurio, preguntó si el susodicho dinosaurio estaba vivo? Bueno. Esa es la conexión.

En realidad, tampoco es esa la conexión. No es esa presentadora. Es otra. El punto en común es la impunidad con la que se pueden decir cosas desde la televisión, ya sea furcios de proporciones bíblicas, o teorías conspirativas sobre la existencia de las pandemias, o invadir la privacidad de personas más o menos execrables. Claro, objetará el lector, los primeros son prácticamente inocuos, mientras las otras son un problema serio de la razón y la política democrática. El Opa se circunscribe a los furcios, al menos por ahora.

Resulta que ha muerto William Shakespeare. El señor llegó a la fama por haber sido el primer hombre en ser vacunado contra el COVID-19 en el Reino Unido, su país de origen. Fotógrafo de profesión, había trabajado en Rolls Royce y en un par de instituciones del lugar donde vivió. No se conoce que haya escrito mucho más que sus declaraciones impositivas, y acaso alguna carta de amor en los ajetreados sesentas que sirvieron de contexto a su adolescencia. Bien mirado, la época sugiere que acaso pudo haber escrito alguna proclama revolucionaria, lo cual es perfectamente compatible con terminar trabajando para el símbolo máximo del capitalismo global. Pero, insiste el Opa, el hombre definitivamente no era escritor.

A pesar de su nombre, que coincide, no por casualidad, con el de otro William Shakespeare, robustamente más conocido que él, y que vivió hace unos cuatro siglos. Y murió, huelga decirlo, hace unos cuatro siglos. Este otro William, el primero en orden cronológico, fue uno de los fundadores de la literatura inglesa, dejando para la posteridad obras que hasta el Opa ha tenido al alcance de la mano. Romeo y Julieta, Hamlet, Sueño de una noche de verano, son las que le vienen de inmediato a la mente. Si tuviera que enfrentarse a una cámara o a un micrófono para hablar  sobre ese hombre y su obra, el Opa acudiría de inmediato a, digamos, Wikipedia. Para no pasar vergüenza, ¿vio?

Pero el Opa es el Opa y no todo el mundo es el Opa. Por ejemplo, una presentadora de televisión con apellido bovino, se olvidó de esa precaución elemental al momento de mentar a una persona célebre. La presentadora lamentó, al aire, la muerte de William Shakespeare, el fotógrafo, refiriéndolo como al referente de la literatura de habla inglesa, claramente un título que le cabe a William Shakespeare, el escritor del siglo XVII. El Opa no deja de reconocer el enorme talento que requiere arribar a una confusión tan espantosa, pero trata de ir un poco más allá. Se pregunta, compungido, por la impunidad de los presentadores de televisión. Por esa liviandad con la que se permiten regodearse en la ignorancia y la estupidez, alardear de su incapacidad para dedicar un minuto a chequear lo que están a punto de decirle a audiencias que se toman en serio lo que van a decir. Y el Opa habla de impunidad porque esos episodios lamentables terminan generalmente sin ninguna consecuencia: se pueden permitir sacudirse sus animaladas como si se sacudieran la caspa de la hombrera del saco, así sin siquiera pensarlo. Cositas menores: confundir a William Shakespeare con William Shakespeare.

No siempre ocurre así, conviene recordarlo. En estos días han vuelto a echar de su trabajo a un conocido extorsionador de la Comarca que ha utilizado como modus operandi su programa de televisión. Este hombre, cuyo apellido comparte casi todas las letras de la palabra “mendaz”, se ha dedicado durante años a elucubrar maniobras en las que hacía entrar a ciertos incautos en una red de confesiones más o menos delictuales, las cuales registraba en secreto. Cuando los incautos pagaban, las imágenes se ocultaban. Cuando no pagaban, se transformaban en la carne de la pantalla de la televisión local, exhibiendo sus miserias orbi et orbe sin haber podido dar su consentimiento o negarlo. Claro, el interés público en que se conozcan los delitos de los funcionarios ídem justificaba que una cámara oculta exhibiera a un funcionario menor refiriendo algún negociado, exigiendo algún soborno.

Aquel circo infame contaba con el respaldo del jefe del extorsionador, las autoridades kirchneristas de la universidad de la Comarca que se regodeaban en el daño que su caniche con cámaras le causaba a distintos actores de la política local. El Opa no va a defender a ninguno de dichos actores, casi todos muy justamente vilipendiados luego de que se exhibieran sus miserias. Sólo va a enfatizar el carácter utilitario de esa televisión basura que se sirvió durante años de periodistas de baja estofa para el servicio innoble de la política sucia de la Comarca. Cuando lo despidieron aquella vez, fue porque sus métodos impúdicos fueron difundidos por un ex-empleado harto de los maltratos, y se había vuelto tan indefendible que su expulsión fue apenas el mal menor.

Se dirá, con razón, que el Opa compara a una mera ignorante, a una joven bruta, con un extorsionador. Es justa la crítica. La primera merece dedicarse a cualquier otro trabajo antes que seguir al frente de una cámara de televisión, contaminando a espectadores que ya tienen demasiada miseria en su vida cotidiana. El otro, el que extorsiona con una camarita oculta, merece conocer de cerca el funcionamiento del aparato judicial, y finalmente las instituciones penitenciarias de la Comarca. Luego de un juicio justo, claro está, con todas las garantías que el delincuente jamás les permitió a sus inopinadas víctimas.

martes, 20 de noviembre de 2018

Jueces

A nadie le escapa la particular aversión del Opa por los jueces y otras aves  negras. Tampoco, que considera a jueces, frailes y milicos como parte de todo lo que está mal en la Comarca, los eternos usurpadores de privilegios medievales y despojos perennes. Pero no descree el Opa en la esencia terrestre de la Justicia, y de la necesidad de que funcionarios imparciales se encarguen de desfazer los entuertos comarcales. De otro modo, sospecha que, más que una ilusoria anarquía adolescente sobrevendría una brutal tiranía de los que jamás necesitaron la protección de las leyes.
De modo que el Opa comprende la importancia de que los jueces de la Comarca sean razonablemente decentes, y representen sanamente esa carta de derechos contenida en la Constitución Nacional. Para elegirlos, entrenarlos, monitorearlos, eventualmente investigarlos, sancionarlos y expulsarlos del Parnaso judicial, esa misma Constitución previó un ente colegiado que es el Consejo de la Magistratura. El Consejo se compone de otros jueces, que tienen la misteriosa habilidad de elegir a sus propios colegas pero mantenerse “imparciales” respecto a ellos; también la componen representantes de los abogados (acaso la versión larval de un juez, aun sin bozal ni juramentos), y también diputados y senadores elegidos por cada Cámara.
Hubo sesión de acuerdos en Diputados para elegir a los representantes de esa Cámara, y todo indicaba que el oficialismo podría mantener sin problemas a sus designados, entre ellos a Mario Negri, presidente del bloque de la UCR y del interbloque oficialista. Pero por arte de magia, al momento de contar los votos se unieron todos los fragmentos del Peornismo, las distintas vertientes del movimiento que ha azotado la comarca con populismo autoritario y nacionalismo berreta, divididos molecularmente por gatuna necesidad de reproducción celular, unidos por el espanto y los millones.
Así, se han unido el otrora llamado Peornismo Diabólico, hoy colaboracionista part-time del gobierno de los globos, las foscas huestes de la Faraona Egipcia, y el peronismo residual que se amontona en las cunetas de la ancha avenida del medio que conduce al Tigre. Fragmentos que se han repartido balazos, negocios y gobernaciones, ese pintoresco mosaico que incluye a Osinde, Rousselot, Insfrán, y De Vido y se han unido, mercuriales, como una versión tropical y berreta de un Leviatán con forma de Robocop. Todos unidos triunfaron, y sellaron un pacto de impunidad evidentísimo hasta para el Opa.
Pero ese pacto incluye también al gobierno nacional, a su felino Presidente y a sus ministros. Al Opa le resulta llamativa esta operación forjada al calor de un Presupuesto Nacional votado también por el peornismo, y explícita la confesión del único diputado oficialista que queda en el Consejo, admitiendo que “a veces se gana y a veces se pierde”. Contundente silencio del gobierno, que ni siquiera se molestó en negar un do ut des a cambio del Presupuesto: tus votos por los jueces. Aritmética básica de la historia de la Comarca, en momentos en que los jueces conectan al peornismo entero con festivales de delitos que incluyen unos cuadernos ya demasiado famosos, pero también con Oderbrecht y al gobernador de Córdoba, quien coló en ese acuerdo a su compañero de fórmula. Oderbrecht, gigante de otra comarca, es además la cifra que enlaza a hombres claves del presidente con la corrupción global, por lo que tiene la misma necesidad que la Faraona de que los jueces de la Comarca alambren las fronteras nacionales y no vean, no escuchen, no hablen. Enlaza a su propio primo, súbito heredero del imperio familiar, y al jefe de los espías locales, otra de las prolongadas debilidades del Presidente.
El Opa mira este entuerto, y no le gustaría estar en los zapatos de Negri, súbitamente desplazado de su cargo, rumiando además la tirria de ver en este acuerdo a su próximo competidor por la gobernación de la provincia. Desconoce el Opa sus intenciones, sanas o no. Si pretendía erigirse justiciero como paladín de un incierto Lava Jato local que exorcice la corrupción de la Comarca, o si pretendía hacer del Consejo otra caja de resonancia  para sostener su campaña electoral, lo cierto es que lo han dejado sin carpa en mitad de la noche. Habrá de caminar, en ambos casos, para salvar la ropa y las chances. Descuenta el Opa la proterva cadena de improperios que debe estar vituperando Negri en estos días, y sospecha que no le gustaría compartir, digamos, el taxi con el diputado.
Casi en simultáneo, la oposición entera se une en el senado para impedir el desafuero de la Faraona, en alguna de las múltiples causas que le mordisquean los talones. Y, admitiendo una derrota a mediano plazo, el gobierno mismo comienza a urdir su capitulación ante el peornismo unificado, oteando las chances de ofrecer ministerios y cargos en la Corte Suprema de la Comarca, de prohijarle candidatos a intendentes, de acomodarles las fechas electorales a los opositores que busca seducir. “Ampliar las bases de sustentación” se llama esa claudicación que el Opa ya ha visto otras veces, y ya sabe cómo termina: con los invitados quedándose hasta con el mantel.
Los jueces volverán a su plácida costumbre de archivar las causas molestas, seguirán prevaricando impunes, ya que nadie habrá de contarles las costillas ni las fechorías. Seguirán sin pagar impuestos que el Opa paga con unción impositiva, seguirán escondiendo bienes y nombrando hijos, amantes y entenados en los juzgados de los amigos. Nada cambiará en la Comarca.
Y el partido de Negri, el mismo al que el Opa se hubo afiliado al cumplir la mayoría de edad, continuará su plácida costumbre de protestar quedo, engolando la voz y levantando el dedo, perturbando la siesta con una revolución de comunicados. Le hubiera encantado al Opa que este cachetazo rotundo signifique la humillación final, que entiendan los dirigentes que no habrá en el futuro más cargos ni candidaturas bajo el amparo de los globos de colores. Porque los han encontrado prescindibles, porque le aparecieron al presidente socios que aportan más votos y menos pruritos, o menos vergüenza, o menos complejos.

viernes, 12 de octubre de 2018

Les trosques impunes


“¡Acá no se rinde nadie!”, gritaban mientras se rendían. La caterva de energúmenos que ocupó el Pabellón Argentina, centro administrativo de la universidad histórica de la Comarca, sostuvo el puño en alto mientras se retiraban luciendo unas máscaras de papel para que no se les viera el rostro. Remedo patético de una serie famosa, la falta de originalidad ocultaba una urgencia mayor: evitar que pudieran identificarlos las autoridades judiciales que, luego de larga siesta, comprendieron que no podían demorar su intervención.
Salieron en fila, recuerda el Opa, luego de que los gremios  cristinistas que los apoyaban les suspendieran el catering, temerosos los gremios de quedar pegados a una operación política indisimulada y de obvia ilegalidad. Pensemos por un momento: un par de gremios, devotos defensores de la Faraona y acostumbrados a tener de rehenes a los habitantes de la Comarca, encontraron que la toma del Pabellón era ya tan escandalosamente ilegal e indefendible que no pudieron mantener su apoyo. Fue demasiado hasta para ellos, entusiastas partidarios de la violencia y el abuso.
Volvamos a los estudiantes y delincuentes comunes que usurparon el Pabellón. La mera lectura de sus reivindicaciones despojó toda duda acerca de sus intenciones, y hasta el Opa comprendió que no confrontaban con el gobierno nacional, sino con el Rector de la universidad. Le exigían sacrificar sus iniciativas más preciadas, aprobadas democráticamente por todos los órganos de la universidad, al altar de una mediocridad que se mide en conchabos y becas sin contraprestación. No luchaban contra el ajuste de Macri. Luchaban contra un rector al que no pueden ganarle con las armas de la democracia.
Vulgares ejecutores bobos de un Navarrazo de manual, su maniobra fue tan torpe que dejaron expuestos a sus titiriteros: varios decanos del universo K, un vicedecano trosquista y miserable, un juez militonto cuya demora configuró denegación de justicia, los susodichos sindicatos K, las agrupaciones K que muerden con rutina el polvo de la derrota. Todo eso fue la toma, su apoyo material y político, judicial y mediático. Pero fue tan vergonzante la claridad con la que quedó expuesta la maniobra que comenzaron a recular, uno a uno, esos actores soterrados. Los “juanes” de la toma quedaron aislados, sin Comisarios que garantizaran impunidad. Y finalmente se fueron. Y se fueron sin la anhelada foto de la Federal ejerciendo su funesta persuasión de tonfa y celular, sin poder emplastar un relato de víctimas que los emparente, siquiera por tilinguería narrativa, con otras víctimas serias de los tiempos del desprecio.
Tiempo después, cuando la necesidad de lavarse la cara impulsó al juez a averiguar los nombres para ponerle un DNI a ese intento de golpe, surgieron desde las cañerías del oportunismo los justificadores de la toma blandiendo su proterva indignación moral. Cruzados de un garantismo bobo que jamás justificó los ataques contra la democracia, se ofenden porque un juez amigo hace tarde, mal, y previsiblemente nunca, lo que debió haber hecho desde el minuto uno. Y por esas piruetas retóricas, es el Rector el destinatario de sus iras, y pretenden coaccionarlo para que repudie las imputaciones de sus mismos victimarios, para que cohoneste a la fosca turbamulta que pedía su cabeza. La pretensión idiota de los padrinos putativos de la toma le resultan al Opa igualitos a la de los varones violentos que se enfurecen contra la mujer que los denunció después de la enésima paliza, y con el mismo cinismo psicopateante exigen que “retire la denuncia”.
Una legisladora de la Comarca agrega más vergüenza, pretendiendo de la Legislatura que repudie la imputación a los usurpadores. Debería ser expulsada de su banca por inhabilidad moral, pero además, sostiene el Opa, por intentar avasallar el principio republicano de separación de los poderes públicos. La Legislatura diciéndole a un juez, en el caso concreto, lo que debe hacer y no hacer: sueño húmedo del estalinismo malamente reciclado.
Cuando el Opa recuerda que hay abogados y abogadas entre quienes defienden la toma, y esperan que tanto el Rector como los legisladores repudien el procesamiento, concluye que la Facultad de Derecho debió ser alquilada al zoológico para que la habiten especies menos inofensivas. Y entiende que el desprecio por la democracia liberal reconquistada en 1983 pertenece a los milicos y los frailes, pero también a juristas que sueñan reemplazar el Estado de Derecho por el Estado de Capricho. Triste “revival” de las tácticas de una generación tan propensa al mesianismo revolucionario como al saqueo de las cuentas públicas. Triste coherencia de cuatro décadas miserables, piensa el Opa: si matar estaba permitido en nombre de la “orga”, mirá si no va a estar permitido sabotear a una Universidad.
“Criminalizan la protesta”, mugirán ahítos de fervor revolú, persuadidos de engarzar en los argumentos que templara Gargarella defendiendo el primero de los derechos en una democracia. Pero la banalidad de sus reclamos los desnuda, porque si sólo dejáramos en pie aquello que el Rector sí podría hacer por estar dentro de sus facultades, nos encontraríamos con que apuntaban y apuntan al núcleo de su gestión, no a la del Presidente de la Nación, al Congreso, a la Legislatura de la Provincia, o a la Confederación de Bátmanes del Mercosur.
La “protesta” era decorativa. El Opa ha visto demasiado tilingo engatusado mintiendo con el dedito erguido como para creer por medio minuto en el discurso de defensa de la educación. Había otra cosa. Hay otra cosa. En los días que vengan las tristes huestes troscas intentarán mostrarse como víctimas perseguidas, ante el oportunismo de las tribus K en la Universidad y en la Comarca, recostándose cada vez más en el viejo principio liminar del Peornismo: “si no es mío, lo rompo”.
El Opa mira los lapachos en flor. Mira la primavera que recorre en silencio los claustros y los parques. Mira la vida que circula y crece en las aulas. Mira los debates y el silencio de los laboratorios donde el pueblo hace ciencia. Mira todo lo que está en peligro porque ilumina sobre la sombría mediocridad de los profesionales del resentimiento.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Pabellón Tomado


El Opa circula por la Comarca, transitando sus calles festoneadas de baches y los restos de un invierno que no sabe si terminar de irse antes de que lo arrolle la primavera. Camina el Opa, y llega hasta Ciudad Universitaria, donde tenía que hacer unos trámites. Para el que no conozca, Ciudad Universitaria es el campus de la universidad local, un puñado de hectáreas que balconean sobre la ciudad, a la que miran desde una loma. Esta ubicación puede ser cultural e idiosincrática, y no sólo topográfica. Pero no es eso lo que el Opa quiere compartir hoy.
Cuando llegó al Pabellón Argentina, el centro administrativo de la Universidad, se encontró con que estaba tomado. Había, hay, okupas. Una caterva de imberbes de ambos sexos ha tapiado las puertas vidriadas del acceso con afiches que son un muestrario de slogans setentosos. Piensa el Opa que si estos pibes se consideran a sí mismos una vanguardia iluminada, y entonces cobra fuerza el axioma de que las vanguardias suelen entretejerse con la decadencia. En este caso, cuatro o cinco décadas de decadencia. Clamores revolucionarios, apelaciones a un pueblo que no existe, pretensiones de legitimidad de origen dudoso. Ello, además del incordio de tener que responder el interrogatorio “cobani” de los susodichos okupas.
Soberbios hasta lo imposible, predeciblemente autoritarios, quienes tomaron el Pabellón se consideran depositarios de una verdad revelada que conduce a nueva empresa. Elitismo moral epistémico, con estribillos de la Bersuit.
Pregunta el Opa por la razón de la medida de fuerza. Le responden que es por el conflicto salarial de los docentes universitarios. El Opa, rascándose la cabeza, se pregunta si no es el mismo que ya se resolvió hace como diez días. Le dicen que sí, pero que ahora tienen otras reivindicaciones. Piden por el aborto legal, con el que el Opa está de acuerdo, pero que sospecha que no depende del rector de una universidad. Piden por la separación de la Iglesia y el Estado; es pública la tirria del Opa contra los frailes, pero no entiende qué tiene que ver con una toma de oficinas universitarias. Piden por la renuncia de un decano, que el Opa encuentra indigesto, pero que ha sido elegido democráticamente. Piden por la anulación de normas institucionales que la universidad ha aprobado con mayoría e incluso con unanimidad en sus cuerpos de gobierno. Se pregunta el Opa si no será mucho exigir que se desmantelen políticas decididas por los canales democráticos.
Hasta que el Opa entiende. Estos pibes desprecian a la democracia, que consideran burguesa y liberal y retardataria cada vez que no se pliega a sus caprichos de jipis con OSDE. Es decir, casi siempre. Con simétrico fervor, la democracia también los desprecia, puesto que sus partidos y tribus y agrupaciones difícilmente arañen más del 3% en cada elección. El pueblo los desprecia porque ellos desprecian al pueblo.
Y antes de que se acuse al Opa de insolente, recuerda a quiénes están dañando los muchachitos de la toma. En primer lugar perjudican a las comunidades que son asistidas por la universidad, es decir, al pobrerío que jamás pudo estudiar. En segundo lugar a los estudiantes que tratan de devolver al pueblo los frutos de su formación. En tercer lugar, a gente como el tipo que tiene la concesión del café, por ejemplo, un chancho burgués que le da trabajo a varios empleados, seguramente agentes todos ellos del imperialismo. Teme el Opa que les hayan confiscado revolucionariamente las pastafrolas y las bebidas.
También perjudican a los estudiantes que se han graduado, y que tendrán que recibir sus diplomas en algún teatro alquilado de apuro: justa retribución para quienes tuvieron el atrevimiento de estudiar y rendir sus exámenes. Se han suspendido también los eventos culturales que el Opa frecuentaba con fervor: ¿se atreverán a profanar con sus bombos baratos y sus redoblantes de cancha la Sala de las Américas, el lugar donde el Opa vio por primera vez a Spinetta? Teme por la suerte de los instrumentos de la orquesta universitaria: ¿los estarán usando para tocar canciones de La Renga?
Dañan a las autoridades legítimas de la universidad, sean o no del gusto del Opa, y a todos los laburantes administrativos que se desempeñan en esas oficinas. Pero en ningún caso dañan a las autoridades nacionales, que encabezan el ranking de sus villanos favoritos. Ni, desde luego, a Madame Christine Lagarde, que, como se sabe, a la gilada, ni cabida.
Después de preguntarles qué necesitan para levantar la toma, terminó, uno de ellos, respondiendo por lo bajo: “que vuelvan las becas como eran antes, ahora las controlan y te piden que estudies”. Como en cada reclamo encabezado por esta gente, la solución es una y siempre la misma: caja. Piden dinero público. Sin marcas ni numeración correlativa. Desde su peraltado discurso traído desde Sierra Maestra en el auto de papá, lo que piden quienes tomaron el Pabellón es una suma de fondos estatales para “sucsidiar la militancia” (sic).
Mientras levantan el dedito citando a Trotsky, los que se embanderan de lucha y revolución piden algo tan burgués como la apropiación de la renta sin hacer nada, verdaderos lúmpenes que medran sobre el esfuerzo del proletariado que labura.
El Opa se despidió sin poder hacer sus trámites, corroborando que tampoco volvería a tomarse un cafecito mientras espera un concierto, actividades ellas sospechosamente elitistas. No es función del Opa desmontar ese sainete irresponsable, pero piensa en el daño causado por un manojo de botarates execrados por la historia. Y se va rumiando el desconcerto entre los lapachos florecidos.