A
nadie le escapa la particular aversión del Opa por los jueces y otras aves negras. Tampoco, que considera a jueces,
frailes y milicos como parte de todo lo que está mal en la Comarca, los eternos
usurpadores de privilegios medievales y despojos perennes. Pero no descree el
Opa en la esencia terrestre de la Justicia, y de la necesidad de que
funcionarios imparciales se encarguen de desfazer los entuertos comarcales. De otro
modo, sospecha que, más que una ilusoria anarquía adolescente sobrevendría una
brutal tiranía de los que jamás necesitaron la protección de las leyes.
De
modo que el Opa comprende la importancia de que los jueces de la Comarca sean
razonablemente decentes, y representen sanamente esa carta de derechos
contenida en la Constitución Nacional. Para elegirlos, entrenarlos,
monitorearlos, eventualmente investigarlos, sancionarlos y expulsarlos del
Parnaso judicial, esa misma Constitución previó un ente colegiado que es el
Consejo de la Magistratura. El Consejo se compone de otros jueces, que tienen
la misteriosa habilidad de elegir a sus propios colegas pero mantenerse “imparciales”
respecto a ellos; también la componen representantes de los abogados (acaso la
versión larval de un juez, aun sin bozal ni juramentos), y también diputados y
senadores elegidos por cada Cámara.
Hubo
sesión de acuerdos en Diputados para elegir a los representantes de esa Cámara,
y todo indicaba que el oficialismo podría mantener sin problemas a sus
designados, entre ellos a Mario Negri, presidente del bloque de la UCR y del
interbloque oficialista. Pero por arte de magia, al momento de contar los votos
se unieron todos los fragmentos del Peornismo, las distintas vertientes del
movimiento que ha azotado la comarca con populismo autoritario y nacionalismo
berreta, divididos molecularmente por gatuna necesidad de reproducción celular,
unidos por el espanto y los millones.
Así,
se han unido el otrora llamado Peornismo Diabólico, hoy colaboracionista part-time
del gobierno de los globos, las foscas huestes de la Faraona Egipcia, y el
peronismo residual que se amontona en las cunetas de la ancha avenida del medio
que conduce al Tigre. Fragmentos que se han repartido balazos, negocios y
gobernaciones, ese pintoresco mosaico que incluye a Osinde, Rousselot, Insfrán,
y De Vido y se han unido, mercuriales, como una versión tropical y berreta de
un Leviatán con forma de Robocop. Todos unidos triunfaron, y sellaron un pacto
de impunidad evidentísimo hasta para el Opa.
Pero
ese pacto incluye también al gobierno nacional, a su felino Presidente y a sus
ministros. Al Opa le resulta llamativa esta operación forjada al calor de un
Presupuesto Nacional votado también por el peornismo, y explícita la confesión
del único diputado oficialista que queda en el Consejo, admitiendo que “a veces
se gana y a veces se pierde”. Contundente silencio del gobierno, que ni
siquiera se molestó en negar un do ut des
a cambio del Presupuesto: tus votos por los jueces. Aritmética básica de la
historia de la Comarca, en momentos en que los jueces conectan al peornismo
entero con festivales de delitos que incluyen unos cuadernos ya demasiado
famosos, pero también con Oderbrecht y al gobernador de Córdoba, quien coló en
ese acuerdo a su compañero de fórmula. Oderbrecht, gigante de otra comarca, es
además la cifra que enlaza a hombres claves del presidente con la corrupción
global, por lo que tiene la misma necesidad que la Faraona de que los jueces de
la Comarca alambren las fronteras nacionales y no vean, no escuchen, no hablen.
Enlaza a su propio primo, súbito heredero del imperio familiar, y al jefe de
los espías locales, otra de las prolongadas debilidades del Presidente.
El
Opa mira este entuerto, y no le gustaría estar en los zapatos de Negri,
súbitamente desplazado de su cargo, rumiando además la tirria de ver en este
acuerdo a su próximo competidor por la gobernación de la provincia. Desconoce el
Opa sus intenciones, sanas o no. Si pretendía erigirse justiciero como paladín
de un incierto Lava Jato local que exorcice la corrupción de la Comarca, o si
pretendía hacer del Consejo otra caja de resonancia para sostener su campaña electoral, lo cierto
es que lo han dejado sin carpa en mitad de la noche. Habrá de caminar, en ambos
casos, para salvar la ropa y las chances. Descuenta el Opa la proterva cadena
de improperios que debe estar vituperando Negri en estos días, y sospecha que
no le gustaría compartir, digamos, el taxi con el diputado.
Casi
en simultáneo, la oposición entera se une en el senado para impedir el
desafuero de la Faraona, en alguna de las múltiples causas que le mordisquean
los talones. Y, admitiendo una derrota a mediano plazo, el gobierno mismo
comienza a urdir su capitulación ante el peornismo unificado, oteando las
chances de ofrecer ministerios y cargos en la Corte Suprema de la Comarca, de
prohijarle candidatos a intendentes, de acomodarles las fechas electorales a
los opositores que busca seducir. “Ampliar las bases de sustentación” se llama
esa claudicación que el Opa ya ha visto otras veces, y ya sabe cómo termina:
con los invitados quedándose hasta con el mantel.
Los
jueces volverán a su plácida costumbre de archivar las causas molestas,
seguirán prevaricando impunes, ya que nadie habrá de contarles las costillas ni
las fechorías. Seguirán sin pagar impuestos que el Opa paga con unción
impositiva, seguirán escondiendo bienes y nombrando hijos, amantes y entenados
en los juzgados de los amigos. Nada cambiará en la Comarca.
Y
el partido de Negri, el mismo al que el Opa se hubo afiliado al cumplir la
mayoría de edad, continuará su plácida costumbre de protestar quedo, engolando
la voz y levantando el dedo, perturbando la siesta con una revolución de
comunicados. Le hubiera encantado al Opa que este cachetazo rotundo signifique
la humillación final, que entiendan los dirigentes que no habrá en el futuro
más cargos ni candidaturas bajo el amparo de los globos de colores. Porque los
han encontrado prescindibles, porque le aparecieron al presidente socios que aportan
más votos y menos pruritos, o menos vergüenza, o menos complejos.
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