sábado, 31 de octubre de 2015

Salir a asustar en la era de la boludez

Hubo elecciones en la Comarca, y Sarracenos y Pleistocenos quedaron mirándose sin entender lo que había ocurrido. El inapelable veredicto de las urnas estableció un resultado que no esperaba nadie, ni sus actores protagónicos, ni los periodistas a sueldo, ni los militontos de diversos colores. Ni, desde luego, el Opa de la Comarca, cuya candidata sacó tan poquitos votos que, si él y su familia no la hubieran votado, posiblemente hasta Moreau podría hacerle burla. Moreau…
Todas las encuestas auguraban el triunfo categórico del candidato ungido por el dedo autoritario de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Pero los resultados se demoraron muchas horas, y en el primer corte informativo, el que aparecía ganando era Macri, el denostado emblema noventista. Luego del estupor, que explicó por qué el Correo Oficial tardó tanto en difundir los resultados, cundió una mezcla de pavura y alegría en partes casi iguales. En lo único en lo que se unían los espantados y los festejantes era en la incredulidad por el resultado. Luego los números se revertirían, y ganaría el candidato oficial “por un par de puntitos”.
Lo interesante es lo que ocurrió después.
El candidato que perdió las elecciones se plantó como triunfador, seguro y magnánimo, hablándoles de futuro y de unión a todos los habitantes. El Opa no le cree una palabra, pero el impacto de esa primera aparición fue contundente.
Luego supo que el Peornismo había perdido la Provincia más extensa de la Comarca, su feudo inexpugnable desde donde controla el 40% de los votos. Ganó la candidata de Macri, a quienes sus detractores confunden con una maestra jardinera. Le ganó al temible Capitán Efedrina, el compadrito ricotero que se las sabe todas y fuma abajo del agua. El Opa se tienta, y tiene ganas de decirles a sus amigos oficialistas: “muchachos, la maestra jardinera le ganó al Don Corleone de Quilmes”. Pero deambulan enardecidos de odio, los muchachos del amor.
Mientras tanto, el candidato oficial tardó un rato largo en manotear un micrófono. Tuvo un discurso asustado, vengativo y dirigido a la parcialidad que gimoteaba ante las cámaras de televisión. Un discurso de perdedor, un discurso de alumno reprobado insultando al profe. La presidenta Fernández de Neón insistió en dos de sus pasatiempos favoritos: esconderse en la Patagonia cuando llueven malas noticias, y despreciar minuciosamente a su propio candidato. Sus pibes para la liberación le dieron la espalda al candidato, ganador al fin, y se refugiaron en el búnker del candidato a gobernador derrotado, a celebrar no se sabe qué junto con el ministro de economía, cuyo modesto premio consuelo fue ser electo diputado por la Capital.
El Opa dedicó esta semana a ver cómo se paraba cada sector de cara al ballotage. Tiene para sí que esos primeros días pueden ser decisivos, porque modelan un estado de ánimo que impregnará el trabajo electoral subsiguiente y que cree difícil poder modificar a mitad del río. Las reacciones de la militancia del relato fueron casi tan sorprendentes como la performance de su candidato: lamentables.
Acostumbrado el Opa a verlos resurgir de las cenizas cada vez que fueron derrotados, daba por descontado que reaccionarían con los reflejos y la precisión habituales para reconquistar laureles con un talento que hasta el Opa reconoce. En su lugar insistieron en su provecta costumbre de asustar con el miedo y las chicanas tontas.
“¡Se vuelven los noventa!”, decían, obviando los vínculos del candidato –y la misma presidenta- con lo más horrible de la década maldita. Apelaron más al miedo bobo que a la memoria, porque la memoria les retribuía cachetada tras cachetada: fotos de Él y Ella con Méndez, el innombrable, de quien el candidato del modelo fuera funcionario; sus presiones para privatizar la empresa petrolera porque ya la tenían vendida; su apoyo a una ley que amenazaba la educación pública…
El destino es inicuo para con los soberbios, y no quiere la suerte que ellos se enseñoreen en su vicio. Por eso, cada acusación al otro candidato era retrucada. Aparecía el rastro de pecados iguales o peores cometidos por los cruzados del modelo. Ha dicho el Opa que no le gusta Macri, ni piensa votarlo. Pero ante cada ataque han surgido cinco respuestas humillantes que deberían llamar al silencio a los militontos, si no fuera porque parecen empeñados en el ridículo. Cinco por uno, el General que los parió debe estar contento.
Siente algo de pena el Opa, porque algunos de los acólitos son buenas personas y son sus amigos. Y porque padecen “la maldición de la puta que los parió”, una construcción metafísica que explica que la izquierda peronista fue parida por una mentira: la de creer que el General era un instrumento revolucionario, y que había que utilizarlo como tal al costo de una profusa ingesta de batracios. La historia los ha desmentido una y otra vez. El cinismo que anida en esa ilusión se muerde la cola, porque finalmente los utilizados han sido ellos. En los ’50, en los ’70, en los ’90 y también ahora. Ese cinismo es también culpa: no fueron capaces de defender a su candidato preferido, el chico de los trenes a quien la presidenta bajó de un yuyazo furioso. Verticales y autoritarios, abandonaron a Randazzo, humillado, débil o demasiado sucio para defender su candidatura.
No fueron capaces de defender a un candidato que reivindicara las conquistas reales, y en cambio fueron en tropel detrás del siniestro candidato del peronismo real. El que maneja gobernaciones y chequeras, presupuesto y territorio, punteros y jueces: ha sido siempre la versión macabra de un populismo conservador que sólo se vistió de “progre” cuando necesitó el voto joven. Cuando se queda sin plata, el populismo muestra su verdadero rostro, y ese rostro ha sido rotundamente rechazado por los habitantes de la Comarca.

Pierden el tiempo con su campaña del miedo, porque sumarán muy poco y se lastimarán a sí mismos. Engolados en la soberbia y el cotillón ideológico, confundidos por el discurso y los cantitos, acunados por un relato mentiroso, no han logrado reaccionar proponiendo razones que convoquen al voto. No han defendido ningún presente ni futuro: apenas la incomprobable permanencia de un pasado que su candidato no les garantiza. Hay sólo más soberbia y más desprecio al voto popular, ese que sólo les gusta cuando ganan elecciones, limpias o no. Macri les agradece, muchachos. El Opa se los reprocha.

domingo, 18 de octubre de 2015

Los manteros del mercado de ideas

El domingo que viene hay elecciones en la Comarca: el Opa ya ha dejado de sentirse atontado por los arrebatos preelectorales y se predispone a votar a conciencia, pero sobre seguro: la opción que ha elegido obtendrá, con suerte, poco más del 5% de los votos. Sabe que no será responsable de ninguno de los distintos males que van a azotar a la Comarca si gana alguno de los tres candidatos que más cerca se encuentran de esa cosa que llaman victoria. Serán males muy distintos, según aconsejan los expertos que medran con la inanidad intelectual de los candidatos; serán males más bien parecidos, según sospechan quienes han vivido algún tiempo en la Comarca.
Es que debajo de la parafernalia de los medios y los discursos de alquiler, la cosa pública en la Comarca se ha vuelto todo tan superficial que ya no disimula que bajo la piel tersa de las soflamas alambicadas hay más coincidencias culturales y de intereses que diferencias basadas en programas concretos. Pero Sarracenos y Pleistocenos se han comido el amague: se desgañitan los amigos del Opa vociferándose mutuamente los infiernos que los aguardan si votan a la opción contraria, porque son tres pero son dos. Por un lado, algunos sostienen que la salvación de la patria vendrá de la mano de un menemista balbuceante que reivindica a la Dictadura y no se cree una sola palabra del discurso que pregonan sus acólitos. Pero por otro lado, sus detractores sostienen que hay que impedirlo, y en cambio hay que votar a un menemista balbuceante que reivindica a la Dictadura y no se cree una sola palabra del discurso que pregonan sus acólitos. Señora lectora, el Opa no se ha confundido. Ponga usted el nombre de los candidatos en cada uno de los roles, y advertirá cuánto se parecen.
Por un lado, el candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Motonauta retirado, ha sido más cauto que el Lole Reutemann, inolvidable casi campeón del mundo que si corría solo salía segundo. El candidato que hoy nos ocupa ha corrido efectivamente solo, y ha sido campeón en categorías en las que no tenía ningún competidor porque era el único que podía comprar una lancha de la categoría más potente. Corría solo, y ganaba. Nunca dejó de hacerlo, Florencio.
Sus fans sostienen que continuará una senda progresista de inclusión revolucionaria. El mismo que continuará la línea dura del clericalismo de la Comarca, con el Padre Rigoberto aplaudiéndolo en la homilía, el mismo que continúa el saqueo de las corporaciones “del palo”, el mismo que festeja la contaminación de la megaminería que le engorda los fondos de campaña, el mismo que ha gobernado la provincia del gatillo fácil y las torturas en comisarías y cárceles, la provincia inviable que devora recursos nacionales y multiplica los pobres como si fueran panes. Hablemos de la igualdad y la libertad y los Derechos Humanos.
Al frente, con un discurso que gira bajo la pacatería republicana, nos encontramos con un tipo que mandó a espiar a sus opositores, asesorado en el área de Defensa por un Carapintada confeso y no arrepentido, y que ha distribuido contratos fantasmas entre los candidatos de su partido y los periodistas afines, que muchas veces son la misma cosa. El mismo que proviene de una familia enriquecida en el desfalco al Estado en épocas amargas, y no ha atisbado a crear una sola empresa decente. Por añadidura, su esposa está imputada por mantener obreros en condición de esclavitud en sus talleres textiles. Hablemos del amor a la ley y al Estado de Derecho.
Dijo el Opa que los candidatos son tres pero son dos. El tercero en discordia sabe que no puede ganar, pero mantenerse en la conversación le garantiza futuro, y hoy por hoy también asegura una segunda vuelta. Delicias de la política de la Comarca. Este candidato promete mano dura contra el pobrerío, pero lo sostiene una red de punteros y dirigentes con más prontuario que trayectoria. Promete terminar con “ladroga”, justo el hombre fuerte de un municipio “narco friendly”. Sabe que en esta partida no llegará a ganar, pero se mantiene a flote aferrado al discurso de demagogia punitiva más brutal y elemental.
Finamente, los tres tratan de orates a los votantes de la Comarca. O acaso hay razones profundas para votarlos, que al Opa se le escapan, agobiado como está por una campaña anodina, aburrida y sin un solo atisbo de creatividad. Sólo un debate guionado le puso un poco de pimienta, pero la sopa electoral era demasiado desabrida para que las cosas cambien demasiado. En ese debate el candidato de la Presidenta Fernández de Neón brilló por su ausencia. Se aseguró de que el nivel de las preguntas descendiera a una pobreza conceptual suficiente como para que pudiera moverse sin pasar mucha vergüenza, y después faltó sin aviso. Pero como en la Comarca no existe la verdad ni la mentira, para los oficialistas fue una movida brillante porque no se expuso a ataques gratuitos; para los opositores fue una muestra de cobardía, irresponsabilidad y mala fe. En rigor de verdad, a nadie le importó: nadie cambió su voto por eso.

El Opa quiere aventar un malentendido. No desprecia los discursos. Cree profundamente en la fuerza de las ideas y en la importancia de concretarlas en acciones tangibles. Pero cuando los discursos son fungibles como una camiseta sucia, se convierten en sarasa, en palabrerío vacuo, en la escenificación de razones mucho más pobres para decidir un voto. Y en la Comarca la palabra está tan devaluada que cotiza muy poco en el mercado político. Y eso no puede augurar nada bueno.

viernes, 28 de agosto de 2015

Intriga en la Satrapía del Norte

 Nuevamente el Norte de la Comarca fue el epicentro de episodios que desintegran la fe del Opa en la consolidación democrática. Hace poco murió un pibe de la JR baleado por la espalda, aparentemente por los matones de Milagro Sala, esa taumaturga que conjuga violencias y reivindicaciones como sólo pueden hacerlo las huestes fascistas. Ahora, unos kilómetros más al sur, o menos al norte, hubo unas elecciones disputadas a dentelladas que resucitaron todas las lacras políticas de la Comarca. En un pintoresco muestrario de infamias el candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón, que fuera su ministro más rico en un gabinete ahíto de millonarios, se atribuyó una victoria que no termina de ser creída por nadie.
Digamos, para comenzar, que hubo venta de votos: personas que admitieron votar a Fulano porque les pagaron o les iban a pagar. Digamos también que hubo un bolsoneo impune, registrado por un periodista que terminó patoteado por las huestes de Fulano. Digamos que hubo urnas quemadas, que alteraron actas, que a los candidatos de la oposición en muchos lugares les borraron todos los votos obtenidos. Digamos que en muchas mesas Fulano ganó con el 100% de los votos, es decir, con el voto de los fiscales de la oposición.
Como un muestrario de irregularidades nunca se termina del todo, el gobierno provincial tardó más de seis horas en dar las primeras cifras oficiales. Es comprensible, para retener su feudo el gobernador saliente urdió un entramado de candidaturas, acoples y listas paralelas que desquiciarían al más pintado y favorecen siempre al mismo: a Fulano. Para cuando se difundieron esas cifras, se dijo que escrutadas el 81% de las mesas Fulano ganaba con el 54% de los votos frente a los 40% de Mengano, principal contendiente de la oposición. Fue tal el tufo a fraude que desde entonces se sucedieron las protestas públicas frente a la Casa de Gobierno. Como es tradición en la provincia, la policía se encargó de desparramar a palazos a los manifestantes que querían algo tan básico, tan burgués y aburrido como la transparencia electoral. Y, garrote en mano, Fulano y los militontos del relato se prodigaron a recitar ese 14% de diferencia como un mantra sagrado que purifica todas las incertidumbres.
Pero fue tal el descalabro y la lluvia de denuncias que se decidió suspender el escrutinio provisorio, que realiza el Correo. Es claro: el mismo Correo no fue capaz de difundir una sola cifra durante toda la madrugada infausta del lunes. Tenía menos credibilidad que todos los periodistas de la Comarca juntos, oficialistas y opositores. Ahora, una Junta Electoral Provincial, manejada por el oficialismo, está intentando el escrutinio definitivo. Han abierto el 6,8% de las urnas al momento de escribir este informe, y de ello surge que Mengano le gana a Fulano por 52% a 36%, aunque hay que aclarar que esos votos corresponden todos a la Ciudad Capital.
Ahora el Opa se aventura en la aritmética, un atrevimiento irresponsable si se recuerda cuánto le costaron las matemáticas en la escuela. Pero el Opa es obcecado, y volverá a intentarlo. Según el escrutinio provisorio, Fulano ganaba por 54%, y Mengano tenía 40%. Ello corresponde al 81,55% de los votos procesados, que fueron 776.999, mayormente del interior de la provincia. Reniega el Opa con la regla de tres simple para columbrar un total de 952.788 votos. De los contabilizados, aplicando la misma regla de tres, Fulano habría obtenido unos 442.843 votos y Mengano unos 316.705 votos.
Ahora bien, recordemos que estos votos eran del interior, y que el 19% restante era mayormente de la Capital. Sabemos que allí hasta ahora Mengano gana por un 52% de los 175.789 de los votos (unos 91.410 votos), contra el 36% de Fulano (unos 63.284 votos). En esta hipotética suma llena de incertidumbres, Fulano quedaría con 506.127 votos, y Mengano quedaría con 408.115 votos, es decir, 98.012 votos de diferencia. Admite el Opa que se está comparando peras con manzanas, Sarracenos con Pleistocenos, chanchos y Tombuctúes. Pero nota que la diferencia original (y provisoria) de 126.138 votos se reduce a 98.012, es decir, un 10,28%. ¿Es esto suficiente para determinar que el fraude pudo haber cambiado el resultado? El Opa no lo sabe.
En principio la arquitectura del fraude electoral puede alterar una cantidad de puntos. Por eso el Opa se sentiría tentado de admitir que Fulano habría sido ganador aun si no hubiera existido fraude, que sólo amplió una ventaja que era indescontable para Mengano. Ahora bien, en esta elección hubo una tormenta de irregularidades denunciadas y constatadas. Al Opa le consta de gente que conoce que en una mesa de  la Capital a Mengano le borraron todos los votos (un 65% contra 25% de Fulano). Eso en la Capital, donde los fiscales de Mengano sacaban fotos de todas las actas antes de meterlas en la urna y mandarlas al Correo. Se trata del hermano de una amiga, quien fiscalizó la elección y constató los resultados oficiales de su propia mesa.
El Opa concluye entonces que la diferencia en la Capital podría ser mucho mayor. Y que en el interior de la provincia los fiscales de Mengano firmaron con rojo las actas, que luego aparecieron firmadas con azul en el Correo (con una avalancha de votos a favor de Fulano, desde luego). Todo ello debidamente registrado con fotos. Por lo que la diferencia en el interior podría ser mucho menor. ¿Cuánto restaría el fraude en Capital y cuánto sumaría en el interior? ¿Qué diferencia quedaría, sabiendo que se han mordisqueado los dos extremos del padrón?
El Opa no sabe si corresponde anular las elecciones y votar de nuevo. Pero a medida que pasan los días hasta los funcionarios oficiales van admitiendo que los abruma la cantidad de denuncias y pruebas. Algo huele mal en la Comarca, pero eso es casi normal. Lo insólito, lo que verdaderamente tiene anonadados a Sarracenos y Pleistocenos, es que a medida que transcurren los días las certezas se evaporan.
Acaso el candidato Mengano, sin saberlo del todo, haya ganado las elecciones. O talvez no. Esta novela de suspenso queda abierta, porque hasta los números bailotean su danza intrigante y desquiciada. El Opa celebra a ese pueblo que ha despertado y no deja de protestar, y se apresta a seguir la novela más interesante de un año otherwise aburridísimo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Réquiem para Ariel

El Opa escribe este post dolido con una realidad miserable. Han matado a un pibe que militaba en la Juventud Radical del norte lejano de la Comarca. Lo han matado por la espalda, porque sí, después de haberlo echado con amenazas y agresiones del barrio donde estaba repartiendo volantes. Lo han matado, según todo indica, unos matones de Milagro Sala, la lugarteniente norteña de la Presidenta María Estela Fernández de Neón.
El Opa se conduele porque ha militado, también él, en esa organización que tiene mucho de mística, mucho de pavote, mucho de amor por la libertad y mucho de pérdida de tiempo en la rosca inútil. Como quiera que sea, el Opa conoce bien a la Juventud Radical. Aun con todos sus defectos es un lugar que convoca mayormente a pibes con sueños, con ideales frescos y con ejemplos maravillosos. Algunos después se tuercen, como suele pasar en la Comarca, pero la mayoría transcurre su militancia convencida de estar contribuyendo con la democracia, con alegría y esperanza.
Por eso duele que maten a un pibe, que acaso ni siquiera había tenido tiempo de ser tentado por el poder que la Juventud Radical no tiene, y acaso nunca tenga en ese rincón olvidado de la Comarca. El Opa ha perdido amigos muy queridos que dejaron su vida militando en alguna ruta, en algún estúpido accidente de tránsito, pero esto duele más, tanto más.
Duele reconocer que la violencia política sigue siendo una herramienta legítima para el peronismo, que se le perdone los cadenazos y palazos a los militantes radicales o de izquierda, que se mire para otro lado cuando las patotas matan piqueteros con la complicidad de la policía que les libera la zona para que maten sin inconvenientes. Que cada tanto aparezcan incendiados los comités, o los autos de los militantes de otros partidos.
La violencia y la amoralidad están en el ADN del movimiento peronista. No es posible negarlo. El Opa ha leído el Manual de Conducción Política, y otros refritos suscriptos por el General, y de ellos ha aprendido que lo único que importa es lograr el objetivo. Los métodos son buenos cuando resultan, decía el General, y son buenos porque resultan. Si no resultan, son malos. Es decir, el fin justifica cualquier medio. Como buen militar, asumía que la disputa por el poder incluye explícitamente la destrucción física del adversario. Para despabilar los distraídos: para Perón matar un adversario era legítimo, si con ello lograba conseguir o mantener el poder.
Esa cultura impregna la idiosincrasia política de la Comarca. Es pre-republicana, porque subordina la ley a los intereses del caudillo, y borronea los límites y contrapesos que tiene que tener el poder. Es antidemocrática, porque justifica el boicot a quien gobierna cuando quien gobierna es de otro partido: a fin de cuentas los ha parido un golpe de estado, y la historia no puede contarse de otra manera. El peronismo nace con el derrocamiento de Yrigoyen, don Hipólito. Y porque después, una vez conquistado el poder, subordina al Estado como herramienta del partido de gobierno para impedir la competencia electoral equitativa. Reduce las elecciones a un desfile simbólico, que finalmente se define por el aparato del Estado.
Han convertido a la democracia en esta farsa donde se vota cada dos años y ahí mismo termina el ciudadano para convertirse en súbdito, en una masa sometida al sátrapa de turno. El que adhiera recibirá los favores del gobierno, merecidos o no. El que no adhiera, será considerado un gorila, es decir, un enemigo. Y como dijo la compañera Eva: al enemigo, ni justicia.
Justicia es lo que no tuvo Ariel Velázquez, el militante de la JR de Jujuy. No la tendrá, tampoco. A lo sumo agarrarán algún perejil y le imputarán homicidio en ocasión de robo, aunque al pibe no le hayan robado nada y lo hayan venido amenazando desde hace rato. El Opa conoce la justicia del norte de la Comarca. Conoce a sus jueces y fiscales, esbirros casi todos de un poder feudal, violento y profundamente vulgar. Sabe que no pasará nada. Para un compañero, nada mejor que otro compañero.
El Opa sabe también que el club de fans de la Presidenta Fernández de Neón está ahora mismo mirando para otro lado, posteando fotos familiares, o de las vacaciones, o de las zapatillas nuevas, o de lo que sea. Como cada vez que el peronismo mata en la Comarca. Cada vez que la violencia política o la corrupción, o ambas, se cargan a alguien, los pibes para la liberación se convierten en militantes de la banalidad espontánea. Se convierten en seres superficiales, tilingos y buenudos. Se vuelven Macri.
Pero el Opa ya no espera nada de ellos. Son cómplices de una realidad para la que militan, son operarios de la mentira, el desfalco y el apriete, aunque no empuñen el fierro ni se encanuten los dólares. Cuando la cosa se pone fea, miran para otro lado y le echan la culpa a los medios, que siempre tiran mala onda. Igualito a Isabelita cuando le reclamaban por los cadáveres destrozados por la Triple A: “es la cadena del desánimo, compañeros”.
El Opa piensa en este chico, no se lo puede sacar de la cabeza. Esta triste, enojado y triste. Siente ganas de no creer en nada ni volver a tener expectativas. Pero hace un esfuercito. Hace el intento. Y entonces decide que seguir militando por la vida y por la paz no es un cantito de los ochenta, es una elección de vida.

Somos la vida, somos la paz. El Opa se irá a dormir sintiendo que mañana habrá que juntar el dolor y dejarlo de lado, porque es hora de comenzar a construir el día después.  A seguir trabajando por la libertad del pueblo, que está en nuestro corazón.

miércoles, 12 de agosto de 2015

El llamado de la naturaleza

Las vicisitudes de la Comarca nunca dejan de sorprender al Opa, que apenas puede procesar la realidad entera. Ha seguido de cerca el novelón de las candidaturas en la ciudad en la que vive, porque desde las últimas elecciones provinciales se ha desmadrado el escenario y las traiciones y agachadas florecen como lapachos invernales.
Sucede que en el corazón de la Comarca se había llegado a un acuerdo para amontonar opositores y ganar la gobernación. No funcionó, en parte porque los elementos constitutivos de tan insólita combinación resultaban repugnantes entre sí, y en parte porque el candidato era tan carismático como un yogur vencido. No se habían terminado de contar los votos cuando el Luí Jué, jefe de la campaña provincial y senador reelecto, arremetió contra el intendente de la Capital acusándolo de no trabajar lo suficiente. Internismo bobo antes de tiempo y a contralelo de la realidad: el único lugar de la provincia donde se ganaron las elecciones fue justamente la ciudad capital.
Sabemos que demasiado pronto y con el fiambre aún tibio, el yerno del candidato a gobernador, que acababa de ser reelecto legislador provincial, se postuló también para la intendencia. Bah, hizo el intento, porque el partido declaró abstracta la interna en virtud del mismo acuerdo que lo atornilló a su banca. A partir de entonces las cosas se aceleraron.
El que rompió el cerco fue el Luí, orate impredecible de verba calumniosa y ocurrente. El último día para presentar las candidaturas municipales, anunció con pífanos y retruécanos que sería candidato a intendente aliado con la Olga. Cuando hablamos de la Olga pensamos en ese personaje tosco, maltrecho, ese torpe remiendo de un Frankenstein mal dibujado por un buen comediante, un monstruo fantasmagórico que se desplaza recitando su propio nombre como una letanía inaccesible. No, no hablamos del personaje de Liniers.
El Luí comenzó su estrellato local denunciando la corrupción del gobierno provincial, especialmente los aprietes y enjuagues de la esposa del Gobernador, que ejercía en contraturno la Secretaría General de la Gobernación. El Luí sacó al sol los trapitos percudidos, los sacudió bien ante sarracenos y pleistocenos, obligó a la Olga a bajar su perfil, mientras él mismo era eyectado del cargo. Entonces se reinventó como un mártir y paladín de la justicia, y en la Comarca crédula lo elegían intendente. Esto ocurrió hace doce años, y entonces el Luí y la Olga se odiaban.
Fue una gestión opaca: los desbordes histriónicos del Luí no alcanzaron a cubrir la ineptitud de sus funcionarios, que tampoco se privaron de meter la mano en la lata. Antes de irse, el Luí se encargó de nombrar unos 4500 tipos como empleados municipales, convirtiendo a sus militantes en un tumor a control remoto que carcomería desde adentro las gestiones siguientes. La Olga, concejal, lo denunciaba desde su banca por inepto, demagogo, clientelar y manolarga. Es decir, por peronista. Seguían odiándose minuciosamente.
Cuando ambos quedaron despechados, cuando comprendieron que el resentimiento y la sed de venganza pueden más que el amor y las coincidencias. Cuando recordaron que ambos, más allá de los tiroteos previos, eran incurablemente peronistas, comenzaron a mirarse con otros ojos. Trocaron el odio por la especulación, la voluntad de daño logró cohesionarlos en una fórmula bizarra, y allí se lanzaron a las aguas procelosas de la política municipal. Y comenzaron a naufragar.
La Olga medía bien, al cabo de ocho años de despotricar desde el Concejo y recorrer los barrios más olvidados de la Ciudad. El Luí era ya un artículo pasado de moda, era la chica del verano que se atragantó en el Macdónal y ahora tiene un gatito en su foto de perfil en Facebook. Pero su voltereta con Macri le subió el precio, lo hizo candidato a senador, y la Olga compró el paquete decadente, ya vencido.
Y las acciones de ambos se desplomaron: el mercado de la ciudad tampoco tiene estómago para operetas basadas en el rencor y el resentimiento. Los ha unido el odio al actual intendente, y eso transpira más que todos los discursos que han ensayado para justificar su alianza. El Luí traicionó a todos sus socios locales y porteños, como siempre lo hizo. La Olga traicionó a esos militantes humildes que la seguían por calles embarradas. A la Olga le fue peor, porque todo indica que no ganarán las elecciones, y ella no puede ser concejal por tercera vez. El Luí renunció a su banca de senador cuando todavía estaban calentitos los votos que lo eligieron, traicionando a los despistados que votaron a un senador que no sería. El Luí podrá, en el mejor de los casos, ser un concejal más, con el plus de traicionar a un 30% del electorado.
Al Opa lo ha impresionado la capacidad de daño del Luí. Fue socio de cuanto corrupto se ha envilecido en la Comarca, y los ha traicionado con saña persistente. Un consecuente del volanteo y la traición, el Luí fue carcomiendo su propio partido, ese frente de oportunistas que saltaron varios charcos para alojarse en el calorcito del cargo público. Porque recuerda el Opa que ni uno solo de los dirigentes y militantes del Luí se acercó a su partido sin cobrar un puesto. Ninguno se acercó al llano: peronista al fin, el Luí siempre supo que las adhesiones subrepticias y lealtades porosas se financian con presupuesto público, y no existe un solo juecista que no haya cobrado del Estado.

Piensa el Opa en la estupidez de Macri, ese muchacho pituco que desprecia la política y por lo tanto no la entiende. Compró un buzón que hace chistes, promete votos y transpira decepciones. Pero que apenas pudo traicionarlo y arriesgar su construcción, lo hizo como si no hubiera un mañana. Macri fue comprensivo hasta la ridiculez y prefirió no hablar del tema. Es que admitir el daño confesará su propia torpeza y mostrará el rosario de impericias que jalona su carrera de embolsados hacia la presidencia de la Comarca. Mostrará que no está a la altura.

domingo, 26 de julio de 2015

Dictaduras y dictablandas

Al Opa nunca deja de sorprenderlo la insoportable levedad de los debates en la Comarca. Cree que de todos los males que dejarán la Presidenta María Estela Fernández de Neón y sus acólitos, el peor será la entronización de la mediocridad más chota, de esa celebración de la chicana ramplona a la que confunden con “el debate” a falta de mejor cosa. El Opa los escucha repetir eslóganes como orates, y mira para el lado de la Opo y escucha otros eslóganes parecidamente superficiales pero de signo aparentemente contrario. Mucha sarasa insustancial, mucho ideologismo profundo como una palangana, y una pavorosa indigencia intelectual para profundizar cualquier debate. Por las dudas.
Ahora la Señora de los Almuerzos, célebre fósil televisivo de la Comarca, ha dicho que la Presidenta es una dictadora. Frase desafortunada, banal y pavota. Horas de “debate”, ríos de tinta a favor o en contra de la Señora y de sus dichos, los pavorreales del relato se hincharon pletóricos de indignación Nac&Pop, y como son ardorosos defensores de la democracia, procedieron a amenazar a la disidente con exhumar sus secretos de alcoba.
Para ser más claro: un terrorista reciclado como diputado nacional se refirió al pasado de la Señora, atribuyó su estrellato de hace décadas a su tránsito por alcobas oficiales y ajenas. Entre tanto revisionismo de neceser, entre tanta antropología de complicidades con las dictaduras genocidas de la Comarca (en las que Ella y Él se enriquecieron, hay que recordarlo), a la progresía militonta se le pasó por alto esa escatológica auditoría de calzones ajenos.
Al Opa no lo asusta lo que diga un Montonero arrepentido, porque al fin y al cabo siempre fueron fascistas. Al Opa lo entristece hasta la médula que la progresía militante no encuentre ningún problemita “de género” en la amenaza del diputado. Tanto que marcharon con los cartelitos de “Ni una menos”, tanto que se jactan de tener una presidenta mujer (que antepone su visión católica para impedir el aborto regulado), tanto que cacarean sobre la igualdad y otros relatos, ahora cuando tienen servida la oportunidad del escrache moralizante, ahora se quedan calladitos. No lo sorprende al Opa, porque se han quedado callados siempre. Nada más triste que el silencio cómplice de los progresistas de la Comarca. Nada más repugnante que su doble moral oportunista y cobarde.
No lo asusta al Opa que lo acusen de defender al fósil de los almuerzos: en un mundo idiotizado la monada considera que si uno no está de un lado es porque está del otro. El Opa les pide que entonces expliquen qué tiene de malo la dictadura, si hasta Néstor se enriqueció en ella desalojando al pobrerío en los inviernos australes para engordar los bancos cipayos. Si hasta recurrieron a un genocida para conducir al Ejército y construir una red de buchones que tributan a la Presidenta Fernández de Neón. Si la mitad del gabinete fueron funcionarios públicos en esos años. Incluyendo a la cuñada presidencial. Si el hombre fuerte de la seguridad en la Comarca es un coronel Carapintada que se levantó contra la democracia incipiente. Si asumimos que todas estas cosas son menores, también lo es que la Señora de los Almuerzos haya sido la anfitriona favorita de cuanta dictadura asoló la Comarca.
Pero estas sutilezas no llegan a iluminar a los militontos. Están encandilados por el odio selectivo, desorientados porque ahora tienen que ir a votar, y aplaudir, y justificar al mismo tipo al que despreciaban con fervor hasta hace diez minutos. Los progresimios de la Comarca se rieron, junto con los intelectuales a sueldo de la Biblioteca Nacional, cuando un dirigente “del palo” se burló de la discapacidad del mismo tipo que ahora “representa al modelo”. Llegaron a la bajeza de mofarse de una desgracia pretérita: así lo odiaban. Ahora lo aman. O lo apoyan. O lo que sea.
Esa misma gente ahora no se inmuta cuando un comisario moral amenaza a una mujer anciana con revelar sus trapisondas de antaño si sigue opinando que la Presidenta es dictadora. Tampoco se inmutó cuando le volaron los sesos a un Fiscal que sabía demasiado, porque rápidamente se alinearon con el discurso oficial: se mató solo. Y se mató por puto, por chanta, por cagón y por cipayo. Gente de esta catadura se rasga las vestiduras contra los innobles jueces de la Comarca, pero sólo si osan investigar el patrimonio y los negociados oficiales. Cuando prevarican a favor del poder y la familia son jueces legítimos.
El sainete bobo de la Señora de los Almuerzos se terminará pronto, cubierto por algún otro episodio de vergüenza nacional. Quedará apenas el eco de los escandalizados por sus palabras. Quedará la complicidad con la amenaza stalinista del terrorista con banca. Quedará una discusión que se mantuvo deliberadamente en el plano de la estupidez (¿dictadura sí o dictadura no?), porque si se profundiza y se describen los contornos del autoritarismo, se descubrirá que sus líneas van definiendo, de a poco pero con certeza, el rostro de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Está en el ADN del movimiento, pero como a nadie le gusta asumirse autoritario es más fácil pelearse contra el hombre de paja: la dictadura.
Como si el autoritarismo como delimitación violenta de la disidencia política se limitara a una flota de Falcon verdes, a las hogueras donde ardieron libros prohibidos, a la cesantía de profesores notables, al  exterminio de militantes entregados por sus dirigentes. Como si el autoritarismo no funcionara como una escala móvil que según las épocas y las modas se desplaza entre el exterminio y el bardeo por cadena nacional, entre el gelamón y la AFIP, entre la ESMA y el Consejo de la Magistratura.

El Opa no es muy listo, pero lo asiste una sensibilidad que le eriza la piel ante la brisa pesada de los autoritarios de cualquier pelaje, incluso de los posmodernos. Porque ha nacido y vive en la Comarca, donde la disidencia al populismo se pagó y se paga con la cesantía, el desprecio y el sopapo. Donde cualquier patotero de barrio se cree con derecho a contarte las costillas para preguntarte en nombre de quién hablás.

sábado, 18 de julio de 2015

Fe de ratas, y el gorilismo boomerang

El Opa comienza este post admitiendo y disculpándose por el grosero error de cálculo que ha cometido en el post anterior. En él, asumía que el menjunje que competía por la gobernación de la Comarca mediterránea en nombre de su desdichado partido resultaría ampliamente perdedor, y sería derrotado hasta por los militontos de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Se equivocó. Compró la operación de encuestas falaces de esa caterva de trúhanes que se hacen llamar “consultores políticos”. Piensa el Opa que ningún consultor nace chorro, pero son casi como los periodistas: taumaturgos capaces de crear ficciones y operetas al mejor postor.
Este rejunte que propuso como candidato a gobernador a ese triste George Bush del subdesarrollo que alegremente se hace llamar “el milico”, terminó obteniendo un segundo lugar a escasos seis puntos del ganador. El partido de la Señora Presidenta terminó tercero y lejos, con un miserable 17% después de persuadir a la ciudadanía con una lluvia de rupias y tombuctúes de que estaba cerca del premio mayor. Hasta el Opa se creyó el relato, así de inerme se encuentra frente a las mentiras públicas. Como todo el mundo en la Comarca, le aclaran.
Lo insólito del asunto es que ni bien contaron los votos, en lugar de festejar su inopinado segundo puesto con un más que respetable 33% (por la invotabilidad del candidato), “el milico” y sus adláteres utilizaron cuanto micrófono tuvieron a mano para atribuirle la derrota al intendente de la Comarca vecinal. El más pernicioso de sus elementos, el incombustible Luí Jué, no tuvo empacho en sostener, en plena campaña, que el intendente no aportaba lo que tenía que aportar. No se sabe bien a qué se refería, pero el único departamento en el que ganó “el milico” fue en la Capital, conducida justamente por el intendente. En las proficuas praderas ganaderas de la Comarca, allí donde “el milico” se convirtió en vocero oficioso de terratenientes, sojeros y toyotistas, allí resultó minuciosamente despreciado en favor del candidato oficial. Perdió entre su electorado primigenio, y en varios lugares obtuvo sólo la mitad de votos que el ganador. Perdió como chancho.
El Opa intuye, como intuyó todo el mundo, que habría algo más detrás de esas declaraciones de campaña y de esa bravata al cierre del escrutinio. El misterio se develó al día siguiente, cuando el yerno del “milico” lanzó su candidatura a intendente por el mismo partido. Comenzó un vodevil vergonzoso, con especulaciones cruzadas en un marco de alianzas y traiciones de folletín. El muchacho inscribió su candidatura, con el apoyo explícito de su suegro, del Luí, y se diría que de nadie más. Esa candidatura conspiraba contra la reelección del intendente, que había sido acordada en la misma negociación que convirtió al “milico” en candidato a gobernador, al Luí en candidato a senador nacional, y a este triste muchacho en candidato a legislador provincial. Cobraron todos, pero ni bien se aseguraron la banca patearon el tablero.
Corrieron a la Capital de la Comarca a ofrendarse ante su santo patrono con los pantalones bajos. El accionista principal balbuceó alguna cosa que no comprendieron, y volvieron a la provincia preguntándose qué hacer. El Luí comenzó su campaña junto con la Olga, espantoso mandril aquerenciado, antigua primera dama provincial y virtual interventora de la municipalidad cuando el peronismo se quedó con todo. La Olga salió de escena cuando el Luí, en aquél lejano momento Fiscal Anticorrupción, la encontró en un aeropuerto con valijas clandestinas de dinero público. El escándalo terminó con la visibilidad de la Olga y con la carrera del Luí como fiscal, y lo proyectó hacia el estrellato como víctima propiciatoria que luego facturaría convirtiéndose en intendente de la Ciudad. Parafraseando al viejo Balbín, aquellos viejos enemigos hoy son amigos. O aliados. O cómplices. O algo por el estilo. Los une la tirria contra el intendente actual. Los une la envidia, el resentimiento, y las ganas de quedarse con los negocios.
La Olga le respondía a otro candidato a presidente, un diputado termocefálico que aspira a ser tercero en discordia entre el obediente Daniel Osvaldo (amanuense de la Señora) y Mauricio, el accionista principal de la empresa política donde cobró el Luí su senaduría. El “milico”, su yerno y el Luí se dejaron llevar por el rencor y propiciaron una candidatura que impacta directamente en las chances presidenciales de Mauricio, el único que les juntaba las cabezas. Apuntan a hacer perder al intendente, más para cobrarse venganzas y mezquindades que por voluntad de victoria. Apuntan, por analogía, a que Mauricio pierda las elecciones en la segunda ciudad de la Comarca, y quede herido para el resto del calendario electoral.
Al momento de escribir estas líneas el Opa supo que finalmente el partido les ha bajado la caña, les ha cerrado las puertas, y los ha marginado de la contienda por la ciudad. Se declararon abstractas las internas porque el partido ya había inscripto una alianza con unos candidatos determinados en el marco de ese acuerdo primigenio. Y punto.
El Opa considera que es una maniobra estalinista y conservadora que clausura el debate y la posibilidad de competir. Pero “el milico” y su yerno ya se habían favorecido con la maniobra original, que les permitió ser candidatos por derecho divino impuestos por el dedo fálico de la Capital de la Comarca. Llegaron a sus candidaturas en el caballo del comisario más soberbio, y al amparo de sus charreteras y trabucos se quedaron con cuantos cargos quisieron, despreciando a dirigentes que querían competir democráticamente. Violaron la ley y la Carta Orgánica para ser ungidos en el marco de un unicato oligarca.
Ahora se cayeron del caballo, los volearon de un planazo y los condenaron al rincón de los inicuos. No serán perdonados, y no merecen perdón. El Opa lo lamenta por el muchacho, que sabe leer de corrido y hablar con cierta propiedad, lo cual es un lujo en la legislatura de la Comarca. Tenía un gran futuro, dañado ahora por la soberbia y las malas pasiones, por un suegro ególatra y mezquino y un socio resentido y traidorazo. También, por la compañía de una cohorte de soberbios ahítos de ignorancias. El Opa no lo lamenta. Si el muchacho es listo, sabrá sacudirse esos lastres y reinventarse mientras esté en la Legislatura. Si no, no se perderá demasiado.