domingo, 26 de julio de 2015

Dictaduras y dictablandas

Al Opa nunca deja de sorprenderlo la insoportable levedad de los debates en la Comarca. Cree que de todos los males que dejarán la Presidenta María Estela Fernández de Neón y sus acólitos, el peor será la entronización de la mediocridad más chota, de esa celebración de la chicana ramplona a la que confunden con “el debate” a falta de mejor cosa. El Opa los escucha repetir eslóganes como orates, y mira para el lado de la Opo y escucha otros eslóganes parecidamente superficiales pero de signo aparentemente contrario. Mucha sarasa insustancial, mucho ideologismo profundo como una palangana, y una pavorosa indigencia intelectual para profundizar cualquier debate. Por las dudas.
Ahora la Señora de los Almuerzos, célebre fósil televisivo de la Comarca, ha dicho que la Presidenta es una dictadora. Frase desafortunada, banal y pavota. Horas de “debate”, ríos de tinta a favor o en contra de la Señora y de sus dichos, los pavorreales del relato se hincharon pletóricos de indignación Nac&Pop, y como son ardorosos defensores de la democracia, procedieron a amenazar a la disidente con exhumar sus secretos de alcoba.
Para ser más claro: un terrorista reciclado como diputado nacional se refirió al pasado de la Señora, atribuyó su estrellato de hace décadas a su tránsito por alcobas oficiales y ajenas. Entre tanto revisionismo de neceser, entre tanta antropología de complicidades con las dictaduras genocidas de la Comarca (en las que Ella y Él se enriquecieron, hay que recordarlo), a la progresía militonta se le pasó por alto esa escatológica auditoría de calzones ajenos.
Al Opa no lo asusta lo que diga un Montonero arrepentido, porque al fin y al cabo siempre fueron fascistas. Al Opa lo entristece hasta la médula que la progresía militante no encuentre ningún problemita “de género” en la amenaza del diputado. Tanto que marcharon con los cartelitos de “Ni una menos”, tanto que se jactan de tener una presidenta mujer (que antepone su visión católica para impedir el aborto regulado), tanto que cacarean sobre la igualdad y otros relatos, ahora cuando tienen servida la oportunidad del escrache moralizante, ahora se quedan calladitos. No lo sorprende al Opa, porque se han quedado callados siempre. Nada más triste que el silencio cómplice de los progresistas de la Comarca. Nada más repugnante que su doble moral oportunista y cobarde.
No lo asusta al Opa que lo acusen de defender al fósil de los almuerzos: en un mundo idiotizado la monada considera que si uno no está de un lado es porque está del otro. El Opa les pide que entonces expliquen qué tiene de malo la dictadura, si hasta Néstor se enriqueció en ella desalojando al pobrerío en los inviernos australes para engordar los bancos cipayos. Si hasta recurrieron a un genocida para conducir al Ejército y construir una red de buchones que tributan a la Presidenta Fernández de Neón. Si la mitad del gabinete fueron funcionarios públicos en esos años. Incluyendo a la cuñada presidencial. Si el hombre fuerte de la seguridad en la Comarca es un coronel Carapintada que se levantó contra la democracia incipiente. Si asumimos que todas estas cosas son menores, también lo es que la Señora de los Almuerzos haya sido la anfitriona favorita de cuanta dictadura asoló la Comarca.
Pero estas sutilezas no llegan a iluminar a los militontos. Están encandilados por el odio selectivo, desorientados porque ahora tienen que ir a votar, y aplaudir, y justificar al mismo tipo al que despreciaban con fervor hasta hace diez minutos. Los progresimios de la Comarca se rieron, junto con los intelectuales a sueldo de la Biblioteca Nacional, cuando un dirigente “del palo” se burló de la discapacidad del mismo tipo que ahora “representa al modelo”. Llegaron a la bajeza de mofarse de una desgracia pretérita: así lo odiaban. Ahora lo aman. O lo apoyan. O lo que sea.
Esa misma gente ahora no se inmuta cuando un comisario moral amenaza a una mujer anciana con revelar sus trapisondas de antaño si sigue opinando que la Presidenta es dictadora. Tampoco se inmutó cuando le volaron los sesos a un Fiscal que sabía demasiado, porque rápidamente se alinearon con el discurso oficial: se mató solo. Y se mató por puto, por chanta, por cagón y por cipayo. Gente de esta catadura se rasga las vestiduras contra los innobles jueces de la Comarca, pero sólo si osan investigar el patrimonio y los negociados oficiales. Cuando prevarican a favor del poder y la familia son jueces legítimos.
El sainete bobo de la Señora de los Almuerzos se terminará pronto, cubierto por algún otro episodio de vergüenza nacional. Quedará apenas el eco de los escandalizados por sus palabras. Quedará la complicidad con la amenaza stalinista del terrorista con banca. Quedará una discusión que se mantuvo deliberadamente en el plano de la estupidez (¿dictadura sí o dictadura no?), porque si se profundiza y se describen los contornos del autoritarismo, se descubrirá que sus líneas van definiendo, de a poco pero con certeza, el rostro de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Está en el ADN del movimiento, pero como a nadie le gusta asumirse autoritario es más fácil pelearse contra el hombre de paja: la dictadura.
Como si el autoritarismo como delimitación violenta de la disidencia política se limitara a una flota de Falcon verdes, a las hogueras donde ardieron libros prohibidos, a la cesantía de profesores notables, al  exterminio de militantes entregados por sus dirigentes. Como si el autoritarismo no funcionara como una escala móvil que según las épocas y las modas se desplaza entre el exterminio y el bardeo por cadena nacional, entre el gelamón y la AFIP, entre la ESMA y el Consejo de la Magistratura.

El Opa no es muy listo, pero lo asiste una sensibilidad que le eriza la piel ante la brisa pesada de los autoritarios de cualquier pelaje, incluso de los posmodernos. Porque ha nacido y vive en la Comarca, donde la disidencia al populismo se pagó y se paga con la cesantía, el desprecio y el sopapo. Donde cualquier patotero de barrio se cree con derecho a contarte las costillas para preguntarte en nombre de quién hablás.

sábado, 18 de julio de 2015

Fe de ratas, y el gorilismo boomerang

El Opa comienza este post admitiendo y disculpándose por el grosero error de cálculo que ha cometido en el post anterior. En él, asumía que el menjunje que competía por la gobernación de la Comarca mediterránea en nombre de su desdichado partido resultaría ampliamente perdedor, y sería derrotado hasta por los militontos de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Se equivocó. Compró la operación de encuestas falaces de esa caterva de trúhanes que se hacen llamar “consultores políticos”. Piensa el Opa que ningún consultor nace chorro, pero son casi como los periodistas: taumaturgos capaces de crear ficciones y operetas al mejor postor.
Este rejunte que propuso como candidato a gobernador a ese triste George Bush del subdesarrollo que alegremente se hace llamar “el milico”, terminó obteniendo un segundo lugar a escasos seis puntos del ganador. El partido de la Señora Presidenta terminó tercero y lejos, con un miserable 17% después de persuadir a la ciudadanía con una lluvia de rupias y tombuctúes de que estaba cerca del premio mayor. Hasta el Opa se creyó el relato, así de inerme se encuentra frente a las mentiras públicas. Como todo el mundo en la Comarca, le aclaran.
Lo insólito del asunto es que ni bien contaron los votos, en lugar de festejar su inopinado segundo puesto con un más que respetable 33% (por la invotabilidad del candidato), “el milico” y sus adláteres utilizaron cuanto micrófono tuvieron a mano para atribuirle la derrota al intendente de la Comarca vecinal. El más pernicioso de sus elementos, el incombustible Luí Jué, no tuvo empacho en sostener, en plena campaña, que el intendente no aportaba lo que tenía que aportar. No se sabe bien a qué se refería, pero el único departamento en el que ganó “el milico” fue en la Capital, conducida justamente por el intendente. En las proficuas praderas ganaderas de la Comarca, allí donde “el milico” se convirtió en vocero oficioso de terratenientes, sojeros y toyotistas, allí resultó minuciosamente despreciado en favor del candidato oficial. Perdió entre su electorado primigenio, y en varios lugares obtuvo sólo la mitad de votos que el ganador. Perdió como chancho.
El Opa intuye, como intuyó todo el mundo, que habría algo más detrás de esas declaraciones de campaña y de esa bravata al cierre del escrutinio. El misterio se develó al día siguiente, cuando el yerno del “milico” lanzó su candidatura a intendente por el mismo partido. Comenzó un vodevil vergonzoso, con especulaciones cruzadas en un marco de alianzas y traiciones de folletín. El muchacho inscribió su candidatura, con el apoyo explícito de su suegro, del Luí, y se diría que de nadie más. Esa candidatura conspiraba contra la reelección del intendente, que había sido acordada en la misma negociación que convirtió al “milico” en candidato a gobernador, al Luí en candidato a senador nacional, y a este triste muchacho en candidato a legislador provincial. Cobraron todos, pero ni bien se aseguraron la banca patearon el tablero.
Corrieron a la Capital de la Comarca a ofrendarse ante su santo patrono con los pantalones bajos. El accionista principal balbuceó alguna cosa que no comprendieron, y volvieron a la provincia preguntándose qué hacer. El Luí comenzó su campaña junto con la Olga, espantoso mandril aquerenciado, antigua primera dama provincial y virtual interventora de la municipalidad cuando el peronismo se quedó con todo. La Olga salió de escena cuando el Luí, en aquél lejano momento Fiscal Anticorrupción, la encontró en un aeropuerto con valijas clandestinas de dinero público. El escándalo terminó con la visibilidad de la Olga y con la carrera del Luí como fiscal, y lo proyectó hacia el estrellato como víctima propiciatoria que luego facturaría convirtiéndose en intendente de la Ciudad. Parafraseando al viejo Balbín, aquellos viejos enemigos hoy son amigos. O aliados. O cómplices. O algo por el estilo. Los une la tirria contra el intendente actual. Los une la envidia, el resentimiento, y las ganas de quedarse con los negocios.
La Olga le respondía a otro candidato a presidente, un diputado termocefálico que aspira a ser tercero en discordia entre el obediente Daniel Osvaldo (amanuense de la Señora) y Mauricio, el accionista principal de la empresa política donde cobró el Luí su senaduría. El “milico”, su yerno y el Luí se dejaron llevar por el rencor y propiciaron una candidatura que impacta directamente en las chances presidenciales de Mauricio, el único que les juntaba las cabezas. Apuntan a hacer perder al intendente, más para cobrarse venganzas y mezquindades que por voluntad de victoria. Apuntan, por analogía, a que Mauricio pierda las elecciones en la segunda ciudad de la Comarca, y quede herido para el resto del calendario electoral.
Al momento de escribir estas líneas el Opa supo que finalmente el partido les ha bajado la caña, les ha cerrado las puertas, y los ha marginado de la contienda por la ciudad. Se declararon abstractas las internas porque el partido ya había inscripto una alianza con unos candidatos determinados en el marco de ese acuerdo primigenio. Y punto.
El Opa considera que es una maniobra estalinista y conservadora que clausura el debate y la posibilidad de competir. Pero “el milico” y su yerno ya se habían favorecido con la maniobra original, que les permitió ser candidatos por derecho divino impuestos por el dedo fálico de la Capital de la Comarca. Llegaron a sus candidaturas en el caballo del comisario más soberbio, y al amparo de sus charreteras y trabucos se quedaron con cuantos cargos quisieron, despreciando a dirigentes que querían competir democráticamente. Violaron la ley y la Carta Orgánica para ser ungidos en el marco de un unicato oligarca.
Ahora se cayeron del caballo, los volearon de un planazo y los condenaron al rincón de los inicuos. No serán perdonados, y no merecen perdón. El Opa lo lamenta por el muchacho, que sabe leer de corrido y hablar con cierta propiedad, lo cual es un lujo en la legislatura de la Comarca. Tenía un gran futuro, dañado ahora por la soberbia y las malas pasiones, por un suegro ególatra y mezquino y un socio resentido y traidorazo. También, por la compañía de una cohorte de soberbios ahítos de ignorancias. El Opa no lo lamenta. Si el muchacho es listo, sabrá sacudirse esos lastres y reinventarse mientras esté en la Legislatura. Si no, no se perderá demasiado.

lunes, 22 de junio de 2015

"Perderéis como Chanchos"

 Dicen que las maldiciones gitanas se cumplen a rajatabla en todos los rincones de la Comarca. Y cuando una gitana te dice que perderás como el Chancho Mayor de la Comarca mediterránea significa que perderás elecciones aun teniendo todo a tu favor para ganar. Es el precio de la soberbia, y de despreciar el arte sutil de la política bien entendida. En esa política, los dirigentes importantes se ocupan de dos cosas: hacer bien su trabajo, y hacerle saber a sus votantes potenciales que están haciendo bien su trabajo. Cuando los dirigentes son soberbios comienzan a creer que un rayo misterioso hará nido en su calva, y que los ciudadanos irán en tropel a depositar su voto allí donde el rayo anide. Eso nunca pasa en la vida real, y hasta el Opa lo sabe.
Entonces, ocurre que esa casta maldita originada por el Chancho Mayor se enfrenta a elecciones. Han sido tan soberbios que han perdido elecciones que no podían perder. Han perdido una elección legislativa hace dos años con demasiadas cosas a favor: el gobierno mediterráneo estaba enterrado hasta el pecho en un escándalo de narcotráfico y lavado de dinero que llenó hasta los titulares de los diarios del Gobernador. El peronismo venía con un festival de errores, con obra pública que se caía a pedazos, con dirigentes que no sabían el abecedario de corrido. El radicalismo proponía a Ken, ese muñeco apuesto y bobo, que si uno lo sacude balbucea frases de derecha. Supuestamente era lo mejor que el viejo partido podía ofrecer en la Comarca mediterránea. Se creyó el toro campeón: paseó la cucarda por los diarios y la tele, y nunca salió a la calle a buscar los votos que nunca tuvo. Perdió como Chancho, en una elección que no podía perder.
Ahora Ken, balbuceante y soberbio, impulsó una alianza con Macri, el Niño Cincuentón (como sabiamente lo llama don Julio). En realidad, viene extorsionando a su propio partido desde hace varias elecciones: “si no vamos con Macri, no soy candidato, y perdemos”. Bueno, hasta ahora, y como siempre que ha sido candidato, hemos ido con Ken, y hemos perdido. Como Chanchos, insiste el Opa.
Esa alianza en realidad la cerró Macri himself. Trajo de la oreja a Ken y a un par de amanuenses que le sirven, buscó a sus propios lugartenientes en la Comarca (deportistas casi analfabetos decorando una cueva de ladrones), y buscó al “Luí Jué”, para amalgamarlos en un frente electoral presuntamente imbatible. Saldrán terceros.
El Opa debe describir al “Luí”. Se trata de un personaje folclórico parido por el populismo local. Un lengualarga con talento profuso para el chiste cordobés, para la metáfora mediterránea, para la ocurrencia hiriente. Un denunciador profesional que saltó a las grandes ligas denunciando al actual Jeque de la Comarca mediterránea y a su por entonces Esposa. “El Luí” fue elegido intendente de la Ciudad, en una de las gestiones más lamentables de su corta historia democrática. Desde entonces se empeña en perder elecciones a Gobernador, casi siempre disputando la derrota con Ken, a quien ha denunciado varias veces por sus fechorías cuando fue interventor de la Mesopotamia de la Comarca.
Ahora, estos antiguos enemigos dejaron de disputarse a dentelladas la vergüenza y pretendieron juntarse para construir una victoria. Perderán como Chanchos, y el Opa explicará por qué.
En primer lugar, sobreactúan tanto su alianza que nadie les cree una palabra. Los radicales han sido denunciados penalmente por “El Luí”, casi siempre sin pruebas, casi siempre con razón. Han sido defenestrados una y otra vez. Ahora se ven obligados a caminar de la mano del tipo que los ha despreciado públicamente. En segundo lugar, los votantes del “Luí” representan a la antipolítica: eternos ninguneadores de la finesse ideológica, populistas sin patrón y demagogos con cartelitos, resumen su preferencia electoral en una bravata pre-republicana: “basta de chorear”. Taxistas que no se abrochan los cinturones ni te dan el vuelto, comerciantes que facturan en negro, amas de casa que negrean a la empleada doméstica. Ese es el perfil del votante del “Luí”, que preferiría el retorno de los militares honestos antes que un radical con prosapia y discurso florido. Ahora se ven obligados a caminar de la mano de un tipo que debe 60 millones de Rupias y ha logrado su impunidad.
Sin embargo, los gurúes electorales de Macri que juntaron las cabezas de esta triste expresión de la decadencia de la Comarca, han creído que pergeñaban la fórmula ganadora. Estaban disparándose en el pie, anulando mutuamente los electorados que creían amontonar aritméticamente. Ignorantes profundos de la política fina, despreciantes minuciosos de la política de la Comarca. Ninguno de los votantes de uno votarían por el otro. Por eso, en lugar de sumar votantes restó gente asqueada. Hace dos años Ken perdió la elección legislativa que no podía perder. Obtuvo el 23% de los votos. Hoy, las encuestas más optimistas le dan los mismos números. Hace dos años salió segundo, ahora saldrá tercero.
Piensa el Opa que hay algo de justicia en ello. El gran dios de las volteretas electorales desprecia a los idiotas y a los soberbios. Ken, y esa casta maldita del mestrismo, han perpetrado ambas injurias en dosis parejas y generosas. Han sido idiotas, despreciando años de construcción de una cultura política convocante, transformadora y ganadora, reemplazándola por un eficientismo ramplón, inepto y manolarga. Han restado votos y sumado imputaciones penales. Han sido soberbios, han creído que arrodillándose ante un cacique porteño podían conjurar a los mismos dioses que convirtieron en presidenciable a un ingeniero bocapapa que jamás enuncia una idea entera.

Se han dejado juntar las cabezas, como ganado. Como ovejas disciplinadas por el ladrido autorizado, se juntaron viejos enemigos. Incapaces todos ellos de desplegar una sola idea, incapaces de convencer a sus propios partidos que se les han rebelado. Han creído que la alquimia de la victoria se cocina en oficinas paquetas de la Capital de la Comarca. Y eso, se sabe, es imperdonable en la Comarca. Y por eso perderán como Chanchos.

jueves, 18 de junio de 2015

Los cornudos del Relato

El Opa tiene este jueves una mezcla de tristeza y también un dejo de sorna. No es fácil combinar ambos sentimientos porque siempre es como decir “yo te dije”, y a nadie le gusta que le machaquen con sus errores. Al Opa mismo se lo han dicho tantas y tantas veces que se le ha ido agrietando la paciencia, y entonces sabe que no quiere ser parte de lo mismo que cuestiona.
Sucede que hay elecciones en la Comarca, y las operaciones alrededor de los candidatos son candentes y turbias como esa sopa espesa que inundaba los círculos del infierno donde las cloacas están rebalsadas. Algunas operaciones son previsibles, otras generan sorpresa y estupor, otras son crueles y despiadadas. Ninguna garantiza el éxito en esta partida de truco jugada por una cohorte de tahúres.
El movimiento Nac&Pop tenía hasta ayer nomás dos candidatos a presidente: el incombustible gobernador de la provincia más grande, inviable y deshauciada de la Comarca; y el incandescente ministro de los trenes que se chocan entre sí. El gobernador engendraba resistencias entre “los pibes para la liberación”, como se llaman a sí mismos los del club de fans de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Viene del peronismo histórico, de la farándula, de los negocios, del blindaje de las corpos que alimentan a la opo. Acompaña con mansedumbre bovina a Él y a Ella desde los albores del Relato, pero por alguna razón las milicias populistas lo sienten como un quintacolumnista. El ministro del encubrimiento ferroviario es más joven, más canchero, hasta ayer nomás circulaba por los escenarios pejotistas más clásicos, pero es visto por los muchachos como el heredero del Modelo, algo así como el hijo putativo del matrimonio presidencial. Ya que no pueden exhibir al hijo legítimo sin desprenderlo de la play y de sus sobrecitos mágicos, hubo que inventarlo al ministro como artículo de fe.
El gobernador anunció que su compañero de fórmula será el Chino, un maoísta converso que ha oficiado de monje negro del matrimonio presidencial desde la época en que desahuciaban hasta a los pingüinos en algún rincón austral de la Comarca. Al integrarlo como candidato a vicepresidente, el gobernador hizo explícito que por fin la Presidenta lo ungía como el favorito, y le sacaba del medio al ministro como si fuera un estorbo menor. Hasta allí lo que ocurre en cada capítulo de ese sainete delirante que la historia llama peronismo.
Pero el ministro no se quedó callado ni aceptó gallardamente el manoseo: intentó resistir y defender su derecho a competir por el premio mayor, y rechazó el premio consuelo de la gobernación de la provincia tonta porque, entre otras cosas, incluía una saludable caterva de esbirros de la Presidenta. Aceptar el presente griego de un vicegobernador golpista no es algo que esté a la altura de cualquier cristiano, piensa el Opa, y sólo un motonauta enteflonado y blindado por los diarios podría resistir un Mariotto semejante. No cualquiera resiste a un Lastiri sentado en el escritorio de al lado, y eso el ministro lo tiene muy claro.
Hablábamos de Lastiri, ese hombre funesto del pasado de la Comarca, cómplice del compañero López Rega, “Josecito” para el General. Entre ambos, y junto a una tenebrosa manada de fascistas terminaron derrocando al tío Cámpora, ese humillante blooper de la historia, campeón del mundo en obsecuencia, leal hasta el crimen constitucional, imbécil en proporciones bíblicas. Cámpora había asumido la Presidencia de la Comarca como el delegado de Perón. Duró 49 días. Terminó huyendo del poder y del país como un perro que no entiende por qué le incendiaron la cucha cuando apenas se estaba instalando.
Hablábamos de Lastiri y López Rega, porque esos nombres ominosos hoy son sintetizados en la figura del flamante candidato a vicepresidente: el Chino Maoísta. No hay que ser astutos para saber que si el movimiento Nac&Pop gana las elecciones, el Chino se dedicará a conspirar minuciosamente contra el presidente: Sarracenos y Pleistocenos ya apuestan si la operación de degüello comenzará apenas asuman (tesis benévola), o cuando aún estén contando los votos de la victoria (tesis empírica).
En cualquier caso, el peronismo perpetúa su vieja tradición de golpes de estado relativamente encubiertos, sólo que esta vez lo está haciendo a cielo abierto y desde antes incluso que la inscripción de las candidaturas. Esta gente definitivamente no pierde el tiempo, piensa el Opa, al tipo lo están apuntando a la cabeza desde antes de firmar el acta.
Al Opa no le gustan las profecías, porque suelen fallarle todas, salvo las que acierta (que son las más tétricas). Por eso no va a especular si esto le sirve a algún sector de la oposición, o si por el contrario fortalece las chances del gobernador que ahora contará con la parte más disciplinada del ejército del modelo. Pero sí le ronda esta tristeza con la que comenzó estas líneas: piensa en los que apostaban al ministro, los que se compraron gorra, bandera y vincha y se quedaron colgando del pincel. Los que fueron expulsados de la Plaza antes de llegar. Algunos ejercitarán ritualmente el pataleo, en voz baja para que no se entere la Patrona. La mayoría se sentirán estafados, violados en sus derechos políticos, embretados a la fuerza en una opción que se les atraganta.

Y aquí el Opa tiene algo para decirles. El color verde simboliza la subordinación y el valor castrense (nada que ver con Fidel, muchachos). Y también es el color de los sapos, que tienen el tamaño de cuatro Milanis de la mano de otras tantas Hebes. No podía esperarse otra cosa de un movimiento parido en Campo de Mayo, al amparo de un cuartelazo que derrocó al primer gobierno democrático de la Patria. El peronismo es esto, muchachos, esta realidad cuartelaria y batracia que se empeña en destrozar las ensoñaciones del populismo babieca. Agradezcan al menos que ya pasaron de moda las Itakas y los Falcon, y que podrán abandonar el Relato silbando bajito como un cornudo consciente. No digan que el Opa no les avisó.

miércoles, 3 de junio de 2015

Ni una menos

El Opa llega de la marcha del día de hoy y comparte sus impresiones con los lectores. Como se sabe, una oleada de femicidios ha puesto a la Comarca en la triste necesidad de mirarse a sí misma para encontrar su rostro más misógino, violento y odioso. Una tras otra, las mujeres muertas en estos últimos años en la Comarca han confirmado que los discursos que mercantilizan a la mujer terminan por impregnar de violencia la cultura de sarracenos y pleistocenos, promoviendo y justificando comportamientos que resultan en femicidios con más frecuencia que lo que es moralmente aceptable. “Es que el verbo se hizo carne”, musita el primo místico del Opa, que recién entonces comprende el significado de esa frase críptica.
Llegó el Opa a la concentración, y vio mucha gente, muchas banderas y mucho ruido. Una de las banderas tenía el rostro del “Che” Guevara, héroe latinoamericano que tiene muy poco que enseñar en materia de género: era más machista aún que los campesinos cubanos que liberaba de la dictadura de Batista, el patrón de la isla prostibularia. Recuerda el Opa cuando los muchachos revolucionarios sostenían que el feminismo eran un placebo capitalista y burgués para distraer a la gilada (las mujeres) de la lucha de clases. Celebra que al menos hayan dado este pasito, pero sigue sin entender qué hace allí la bandera del “Che”, tan apropiada para otras ocasiones.
Caminó unos pasos más y encontró a los muchachos de La Cámpora. Se preguntó si habrían venido con el diputado Ottavis, o con el baterista de Callejeros. Había una bandera con el rostro de Él, quien jamás promovió iniciativa alguna contra la violencia doméstica. Acá el Opa no entrará en rumores que ha oído. Había una bandera de Ella, que sostenía que mientras fuera presidenta no habría aborto en la Comarca porque se lo impedían sus convicciones religiosas. Llegó a eyectar de su gobierno a su ministro de salud simplemente porque lo sugirió. Recuerda el Opa que, más allá de su propia opinión, no hay activista ni grupo dentro del feminismo que no reclame que al menos se discuta seriamente una posición sobre el aborto. Pero bueno, la coherencia no es algo que pueda esperarse de estos muchachos.
Casi junto a ellos había una bandera con el nombre de Daniel Scioli, ese candidato que alimentó su campaña electoral bailando en un programa abiertamente sexista que mercantiliza a las mujeres, y donde aceptó que a su propia esposa la manoseara su doble. Porque así lo requiere el espectáculo, ¿vio? Ese mismo candidato que se fotografió comulgando en una iglesia, ratificando que sus políticas estarán en línea con las de la Santa Madre. Se pregunta el Opa en qué planeta los frailes de religión alguna han respetado algo que remotamente se aproximara a la dignidad humana de las mujeres, pero sabe que está haciendo preguntas incómodas: hay un par de muchachos con crucifijos y cachiporras que lo están mirando cruzado.
Llegó hasta la columna del radicalismo, encabezada con un concejal que hace poquitos meses exhibía su foto con Sofovich, el padre putativo de Tinelli (no pun intended). Claro, el Día de la Mujer el referido presentador y proxeneta estiró la pata (no pun tampoco), y resultaba cool recordarlo con afecto. A dicho concejal se le advirtió que era inapropiado, justamente en el día de la mujer, celebrar a un personaje que además acostumbraba a fajar a sus parejas, y acorralado por el final de su camino hasta había tramado matar a su esposa y suicidarse. El concejal referido sostuvo que Sofovich era un personaje popular, y con eso bastaba. Claro, el concejal viene de un partido machista y prostibulario, en el que las mujeres deben hacer un esfuerzo desmesurado para integrar las listas. De las que se caen invariablemente cuando en la rosca hay que hacer un lugar para que entre el sobrino o el hijo del poronga de turno.
Había mucho ruido, porque varias agrupaciones habían llevado a los muchachos con sus bombos  y redoblantes. Los grupos competían entre sí para ver quién hacía más ruido: en un acto contra el machismo estos muchachos se la estaban midiendo en términos de decibeles, en el pavoneo idiota y colectivo de una docena de orates desacompasados que tienen menos ritmo que una tormenta de granizo. Los bombistos, apunta el Opa, eran todos varones.
Se pregunta el Opa por la necesidad de los bombos y redoblantes. Con ellos no hacen música alguna, ni siquiera pueden esbozar una mísera batucada porque demanda un esfuerzo mental ajeno a las posibilidades de los percusionistas improvisados. Sólo hacen ruido, que es la negación exacta, rotunda y absoluta de la palabra y el diálogo. Ruido para no oírse, ruido para impedir que otros se oigan, ruido para tapar cualquier discurso. Ruido para tapiar cualquier intento de comunicación, justo cuando es más urgente que nunca que las cosas se digan y se oigan.
“¡Eh, vigilante, lo’ bombo’ son la esspresión del pueblo, chabón!”, lo amonesta al Opa su primo kernerista. Se pregunta el Opa expresión de qué. Qué están comunicando o transmitiendo, más allá de sintonizar una clave Morse digna de un tartamudo electrocutado. Nada, no comunican nada más que la imposición de un silencio sepulcral por su polarización ad absurdum
Pero hay cosas que el Opa rescata. En medio del festival de machismo que supura en la Comarca, de consignas para nada inocentes, de ignorancias meticulosamente calculadas, es importante que la marcha haya sido masiva. No se marchó contra el gobierno, ni se marchó a favor de él. No se marchó para que un grupo le imponga sus reclamos salariales al transeúnte distraído. Se marchó para visibilizar un problema grave, para ponerlo en la agenda, para que personas de todos los sexos y géneros y edades y barrios comiencen a entender que el machismo mata, y que hay que construir otra cultura del respeto y la vida. Entonces piensa el Opa en todos esos rostros diversos, y alumbra una esperanza pequeñita que va a cobijar con todas sus energías.

lunes, 25 de mayo de 2015

Vuestra Señoría el Juez

Hablaba el Opa no hace mucho sobre los jueces de la Comarca, inflexibles con la gente de a pie y genuflexos con los poderosos. Ya se ha hablado mucho sobre dos jueces de tristes antecedentes que han sido benevolentes con el violador de un nene de 6 años; el Opa no entrará en detalles porque son escabrosos y tristes, y además todo el mundo medianamente los conoce. Lo que preocupa al Opa es que, según ha podido consultar con vecinos abogados y gente de esa índole, Piombo y Sal Llargués son considerados buenos jueces. En el ámbito insano de la judicatura, en esa institución llamada Joder Perjudicial, estos anti-héroes del día son considerados por sus pares como magistrados respetables. Ello provoca angustiosas reflexiones.
En primer lugar un juez ha sido antes abogado, lo que provoca al Opa hondos escalofríos. Es como un abogado al cuadrado, porque puede ordenar y mandar sobre otros abogados. Es un abogado cuyo despacho, papelería, empleados, amantes, estacionamientos y vicios mantenemos todos con las rupias y tombuctúes que recauda el gobierno. Pero además éstos son penalistas, se dedican a hurgar delitos cometidos por personas a las que ellos jamás les darán la mano. No está mal que haya una respuesta a los crímenes, civilizada, racional y socialmente útil. Sucede que los jueces no están en condiciones de ninguna de estas respuestas: ni civilizada, porque aplican una violencia sin siquiera dar explicaciones a los involucrados; ni racional, porque no pueden demostrar una relación entre la condena y los resultados que debería tener; ni socialmente útil, porque la gente sale de ese infierno en peores condiciones que las que tenía cuando fue condenada. Depositan gente en un rincón del infierno, los olvidan allí cocinándose a fuego lento en las miserias espantosas de los servicios penitenciarios, y después se sienten sorprendidos si los reos reinciden.
En segundo lugar utilizan categorías, y un lenguaje, y un cuerpo de ideas que por sí solos son escalofriantes. El Opa siempre supuso que las leyes deberían ser simples para que sarracenos y pleistocenos puedan entenderla y acomodar su conducta. Pero un par de veces leyó un código inentendible, y unas sentencias inentendibles y unos tratados escritos en indonesio pero con palabras que parecían del castellano. Se pregunta el Opa para quién hablan los jueces en sus sentencias. La respuesta: hablan para sí mismos, y para otros jueces. Monologan con su ego, a lo sumo practican esgrima institucional con sus colegas o juegan al truco con sus compañeros de cátedra. El reo les importa poco, la víctima directamente nada: son meros insumos de trabajo.
Esas categorías y ese lenguaje han construido una seudociencia oscura y manipulable, un juego de espejos que les permite hacerle decir cosas opuestas a la misma ley dependiendo de la cara del cliente. Quienes manejen con más astucia las cuentas de este abalorio macabro serán considerados como jueces más hábiles, y por lo tanto serán ascendidos. El Opa ha visto detalles de sentencias del juez Piombo, término itálico que denota al plomo, al balazo, a la patota de anteojos negros en autos sin patentes.
Sistemáticamente han maltratado a la víctima, especialmente en delitos sexuales. La han vuelto sospechosa de provocación, y por eso han disculpado el crimen vil de hombres enfermos bajo un palabrerío ininteligible del que lo único que se entiende es que fue culpa de la mujer. O del niño. Pero también tienen larga historia de proteger con mano blanda a policías torturadores y asesinos, a barrabravas mercenarios y taimados, a cuanto sotreta con poder ha merodeado los andurriales de la Comarca.
Pero, ¡guay que el imputado robe una bicicleta, o tenga un caballo para cartonear como medio de subsistencia! Porque entonces descenderán sobre los pobres infelices con sus plumas y estiletes, con expedientes y otras armas negras, con latinazgos y citas de mala fe. Y despedazarán al infractor menor con la misma saña con la que han caído sobre las víctimas en los delitos con víctimas.
Se pregunta el Opa de dónde sale esa gente. Salen de las universidades, esos lugares de voz engolada que fracasan sistemáticamente en el noble esfuerzo de cambiar el mundo. Talvez porque jamás quisieron cambiarlo. Las escuelas de derecho sólo sirven para persuadirnos de que la abogacía es el arte de la infamia refinada, y para machucar los ideales de los que creen en la justicia y el estado de derecho, esas cosas con las que el Opa se emociona cada vez que abre la Constitución de la Comarca. Los que no salen de la universidad graduados de tahúres aprenden el oficio más pronto que tarde, y arrinconan contra los armarios y escritorios polvorientos al puñado de abogados que defienden la dignidad de los ciudadanos de a pie.
Así funcionan las universidades, y entonces no extraña al Opa que Piombo, Sal Llargués o cualquier otro córvido ejemplar obtenga ese vago prestigio, el aura de infalibilidad casi religiosa de empleados públicos acostumbrados al señorío medieval. Los Torquemadas de cartón que adornan los juzgados de la Comarca han salido de algún lado, y el Opa no logra pensar una solución que no implique cuestionar lo que ocurre en esas madrigueras donde se cultivan Casanellos y florecen Oyarvides, se entierran Rafecas y se cosechan Bonadíos, donde Catuccis y Bustos Fierros se abren como pimpollos ante los pingües rayos del poder de turno. Romanos y Petras se han ensoberbecido en las mismas aulas y pasillos que Novarinos, Magraners, García Arpóns y cualesquiera que comparta su calaña innoble.

Algo hay que hacer en esas universidades, piensa el Opa, porque funcionan casi igual que los juzgados, los cuarteles y las iglesias: monárquicas y oscuras, medievales y tenebrosas, ahítas de palabrerío hipócrita e infladas de negociado y corruptelas. No puede ser accidente que construyan capas geológicas de esos mismos funcionarios. Cuando el Opa piensa en las cosas que debilitan la democracia y la república, debe agregar ahora a los lugares donde fabrican jueces. Porque son gente peligrosa, casi todos ellos. Y además nos salen carísimos.

domingo, 24 de mayo de 2015

Arrorró celeste y blanco

Quiso el destino que el Opa tuviera que fumarse de a ratos el acto patrio del 24 de Mayo. Debe saberse que el Opa había encendido el televisor con el noble propósito de ver las carreras, pero ya ven, cadena nacional para un acto institucional que terminó convertido en un acto partidario, y el Opa entonces trepando por las paredes porque se había acomodado con el café y las galletitas. Pocas cosas distraen su ánimo cuando se dispone a ver la única cosa que atiende regularmente en la TV, así que la interrupción por el susodicho acto logró enojarlo como un puma en lavarropas.
El acto en sí consistía en el traslado del sable corvo del General San Martín desde su lugar anterior en el Regimiento de Granaderos a Caballo, hasta su nuevo emplazamiento en el Museo Histórico Nacional. La primera pregunta que al Opa le surgió es: ¿para qué?
Debe saberse que al Opa los uniformes lo espantan, especialmente los militares y los de ceremonia; pero de todos modos los Granaderos a Caballo son los menos deleznables de la casta militar de la Comarca. Es más, el Opa hasta les tiene aprecio, desde que se aprendió la leyenda de la Batalla de San Lorenzo hasta una vez que lo llevaron de cachorro a la Capital de la Comarca y se le cayeron las tutucas entre los pies de los impertérritos susodichos. Además, fue el primer ejército creado ad-hoc por San Martín. ¿Para qué sacar de allí su sable?
El Opa no es historiador ni conoce los vericuetos ceremoniales que indican dónde debe ir cada cosa, así que no sabe si el traslado fue razonable o no. Sólo sabe que los esfuerzos por disfrazar la intención partidaria fueron muy pocos. Más bien, sospecha que se quiso subrayar justamente la intencionalidad partidaria. Es que hay elecciones en la Comarca, y como los caniches del Joder Perjudicial les están mordiendo los talones necesitan quedarse en el poder como sea. Y estas cosas, la simbología patria, y los actos fastuosos, conmueven identidades y suman votos.
Le recuerdan, off the record, que el sable de San Martín había quedado guardado en el Regimiento de Granaderos a Caballo cuando fue recuperado, porque en el año ’65 se lo robó un comando de la Juventud Peronista que estaba haciendo patria mediante la apropiación de los bienes públicos. Como ahora, bah, como siempre… Desde entonces el sable estuvo en el Regimiento.
En el acto de hoy sacaron el sable, lo montaron en un vehículo militar y lo trasladaron acompañado por 280 Granaderos con sus correspondientes Caballos. Lo llevaron a la Catedral para que lo bendijeran los mismos tipos que a San Martín lo tienen enterrado cabeza abajo por masón, como castigo por pertenecer a esa institución que la iglesia considera satánica. Los mismos tipos que despreciaron tanto a San Martín que hasta le negaron durante décadas cristiana sepultura tuvieron sus minutos de fama. Bendijeron el sable, que siguió su camino.
Hasta ese momento había muy poca gente acompañando el cortejo, luego desde allí se sumaron más viandantes, curiosos y gente con banderitas. El Opa le tiene mucho miedo a la gente con banderitas. En el Museo la Presidenta María Estela Fernández de Neón recibió el cortejo, y con pasito militar siguió al granadero y la granadera que depositaron el cofre en una mesita. Como la centralidad no se comparte, la Presidenta no aceptó la compañía de quienes deberían haber estado allí: el Ministro de Defensa, el Jefe del Ejército, el jefe de los Granaderos, ponéle. Pero no, el Ministro es cartón pintado, el Jefe del Ejército tiene cuentas pendientes por genocida, y el jefe de los Granaderos el Opa no sabe quién es, capaz que es un buen tipo. El tema es que ninguno de ellos estuvo en ese acto. Talvez así sea mejor, mire…
Estuvo Ella sola, con pasito marcial y todo, para recordarnos cómo les gustan las paradas militares, el verticalismo y los uniformes. Al movimiento Nac&Pop le encanta mimetizarse con las fuerzas armadas, desde ayer y desde siempre. No es que haya nada de malo en eso, salvo el pequeño detalle que las susodichas fuerzas han simbolizado lo más regresivo de la historia de la Comarca: el brazo armado de un país para pocos, la oligarquía ganadera con un primo fraile y otro coronel, la curiosa costumbre de voltear gobiernos democráticos, la de inventar guerras humillantes e inútiles y la de masacrar compatriotas en nombre de Occidente.
Pero a Ella esas cosas no le importan. Sus adláteres admirarán el gesto marcial, el aire mandón y altanero, como reivindican el verticalismo que naturaliza el autoritarismo nacional. La cultura autoritaria es inherente al populismo, y ambas cosas solamente son posibles cuando hay un solo jugador en la cancha que se apropia del Estado para fines personales. Ello sólo es posible cuando el resto del campo político está compuesto por seres mayormente balbuceantes, impotentes o imputados, y frecuentemente todo eso junto.

Cree el Opa que la deriva autoritaria nunca es responsabilidad exclusiva del gobernante que se apropió del Estado, sino que contribuye una oposición generosamente mezquina y mediocre. Piensa en esas cosas, tiembla de espanto ante las banderitas, piensa que mañana se sentirá un poco más solo si mantiene estos pensamientos y ya le agarra un poco de angustia. Pero recuerda que habrá locro, un humilde recordatorio de las cosas nobles de la Comarca. Y ya no está tan triste.