lunes, 18 de enero de 2016

Las torpezas del autoritarismo cool

El Opa no se ha tomado vacaciones. Lo ha demorado el estupor, el sopor estival y algunas tareas pendientes que demoraron su acceso a la realidad de la Comarca. Cuando habla de estupor se refiere tanto a las torpezas del nuevo elenco gobernante como al cinismo de los que padecen la tristeza de ya no ser. Ambos han confirmado que en lo profundo se parecen bastante, y que practican una versión de la democracia mezquina y sotreta como un adolescente taimado.
El gobierno entrante comenzó nombrando jueces en comisión para la Corte Suprema de la Comarca. Sabe el Opa que los juristas interesados pueden hacerle decir casi cualquier cosa a la Constitución, pero algunas cosas son más insostenibles que otras. Las interpretaciones para admitir que el Presidente puede comisionar jueces para la Corte necesitan demasiada vaselina para poder encastrarse en cierta parte de la ley fundamental, pero hay un cuello de botella inevitable. No hay lubricante que alcance para justificar el contexto de necesidad y urgencia que requiere la ley.
Acá le dicen al Opa que la necesidad y urgencia deriva de la minoría que detenta el sector político del Presidente en el Senado de la Comarca. Pero hasta el Opa entiende que una minoría circunstancial, tan circunstancial como cualquier mayoría, no le puede dar a nadie el derecho de recurrir a remedios extraordinarios y excepcionales. “Es la democracia, estúpido”. Es cierto que nuestra organización convierte a los Presidentes en sultanes electivos cuando manejan el Senado, y en poco más que endebles líderes parlamentarios cuando no lo hacen. Eso explica por qué el peronismo gobierna la Comarca como si fuera un califato, mientras que otros partidos requieren una paciencia de relojero suizo para anudar acuerdos para gobernar diez días más. Un peronista gobierna empuñando una bazooka institucional; un no peronista gobierna siempre con el punto incandescente de una mira láser decorándole la frente.
Son los vicios de una cultura constitucional hegemonista y autoritaria, pero esos son los estrictos márgenes del juego institucional que debe jugar cualquier presidente. No hay en ello nada excepcional, salvo la necesidad de una reforma constitucional que termine de desmontar la pulsión cuartelera de la Comarca y equilibre el poder que Sarracenos y Pleistocenos puedan obtener en las urnas.
No hay urgencia tampoco: los jueces (todos ellos) se consideran ajenos a los tiempos de los mortales, y por lo tanto ninguno de ellos se considera apremiado por las causas que demoran en resolver. Si los jueces comisionados hubieran asumido en diciembre, se habrían refocilado en la exasperante parálisis del fin de año, pletórico de feriados y ágapes que ralentizan aún más esa cosa que llaman Justicia. Después hubieran tenido la feria de enero, esa rémora del privilegio medieval que adoran esos funcionarios que en pleno siglo XXI se hacen llamar “Vuestra Señoría”. Y después, el lento renacer de febrero, entre anécdotas vacacionales y el sopor del verano que persiste. En síntesis, no habrían hecho casi nada hasta entrado marzo, en que se los podría haber nombrado como corresponde con acuerdo del Senado como dice la Constitución. Incluso se podría haber ganado tiempo durante el verano para que transiten la sana deliberación pública sobre sus méritos, o no.
Para el Opa no fue una total sorpresa que fuera el radicalismo el que le clavara los tacos al Presidente. Algo les queda del reflejo republicano, y rápidamente salieron a desmarcarse del mamarracho presidencial forzando a Macri a una tregua para que entre en razón. Sus líderes parlamentarios y partidarios tuvieron el buen tino de apoyar tibiamente la autoridad del Presidente, hacer públicas sus dudas, y ajustarle las clavijas puertas adentro. Eso, y el mensaje del peronismo anticipando que no le aprobaría en el Senado los jueces comisionados bastaron para suspender su juramento hasta febrero, lo que sugiere que para entonces se tratarán de construir los acuerdos necesarios.
El Opa entiende que el Presidente haya querido demostrar autoridad, pero lo hizo de la manera más torpe posible y tuvo que recular en ojotas. Alguien tendría que recomendarle al ingeniero que consulte más con los constitucionalistas que tiene a mano que con los sacapresos con los que rosqueaba en la interna de Boca Juniors.
Hizo algo parecido cuando quiso patear ese hormiguero radiactivo que son los servicios de inteligencia. En el apurón mandó a la cueva de los espías a un traficante de futbolistas y a una diputada vinculada a lo más turbio del menemismo reciclado. La excusa es que les tiene confianza, pero sus antecedentes oscilan entre la insignificancia y la turbidez. El Opa no sabe qué es peor, pero debutaron de mala manera cuando se les escaparon tres hampones de una cárcel de máxima seguridad. Una opereta del tío Aníbal, also known as “la Morsa”, pero demuestra que sin profesionales en esa área se terminarán comiendo una operación tras otra de los mafiosos estatales más turbios de la Comarca. Sobre este sainete el Opa hablará mañana.
La misma estructura mafiosa que hasta el 10 de diciembre le reportó a Ella, con carpetazos, “accidentes” y fiscales suicidados en la víspera. El Opa, como siempre, seguirá remarcando la inoperancia política de un petitero cool, y el cinismo cararrota de los militontos del modelo. Porque se parecen demasiado, porque se parecen en todo.

Y porque en el esfuerzo especular para diferenciarse, apenitas se diferencian en las impostaciones de sus propios relatos: los hippies con OSDE burlándose del millonario que se hace atender en hospitales públicos. Los heraldos de un ejército de ñoquis indignados por las vacaciones de un nene bien. Amigas, amigos, serán tiempos duros de oportunismo e hipocresía. Nada nuevo en el sainete irresponsable de la Comarca.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Bastonazos


El Opa no cree demasiado en las ceremonias. Suele haber en torno a los actos públicos una ristra de pompas y fastos que ponen la cosa pública lejos del pueblo, parodiando los modos de las monarquías rancias y descompuestas. Felizmente la composición laica de las élites primigenias de la Comarca ha impedido que esos fastos se enquistaran en las ceremonias públicas con el mismo fervor pavote con que lo hacen en países circundantes.
Pero también cree el Opa que hay ceremonias que importan, porque ayudan a comprender que algo importante está ocurriendo, que se vive un tiempo excepcional al que hay que prestarle atención porque se lleva a cabo una transformación de la realidad. Las ceremonias fúnebres, a las que el Opa es poco afecto, los casamientos de todo tipo, esas cosas que cambian la vida requieren que se subraye ese cambio para comprenderlo. Pero por pudor republicano y sentido del ridículo el Opa prefiere que sean ceremonias simples, sencillas. No hace falta un boato victoriano.
Por eso el Opa cree que la ceremonia de transmisión de mando era importante. Es una de las poquísimas tradiciones nobles que se mantienen en la Comarca sin interrupción desde la democracia: que un presidente elegido por su pueblo le entregue los atributos del mando a otro presidente elegido por el mismo pueblo. Simboliza la continuidad de la representación y la soberanía popular, subrayando que el presidente es un mero mandatario, un gestor temporario destinado a rendir cuentas a todos sus mandantes, que somos los habitantes de la Comarca.
Es, además, una ceremonia sencillita: el presidente saliente espera en la sede del gobierno al entrante, y le entrega los atributos simbólicos: una banda y un bastón. Nada del otro mundo. La entrega es en la misma oficina donde uno termina de trabajar y el otro comienza, y simboliza el carácter temporal y contingente de los presidentes democráticos: es un baño de humildad que significa pasar la posta, porque lo que importa es la larga carrera de la historia de la Comarca.
Pero la flamante ex–Presidenta María Estela Fernández de Neón tiene otra idea. Creyó que el gobierno es algo que le pertenece por imposición divina, y que por lo tanto tiene la facultad de decidir cuándo y cómo lo entrega. Al asumir su segundo mandato hizo que su hija le entregara la banda y el bastón, violando la ley que ordena que lo haga el Presidente Provisorio del Senado. Se le disculpó la ilegalidad en nombre del populismo y la ternura familiar. Ahora, pretendió entregar el mando en el Congreso, apenas jurado el nuevo presidente, frente a su horda de militontos preparados para abuchear al nuevo inquilino.
No fue un caprichito ilegal. Estamos acostumbrados a sus caprichos y sus ilegalidades. Fue la voluntad de medir poder, de tensar la cuerda, de mostrar al mundo cómo somete a un hombre que ganó una elección. Es, como dirían los guarangos de la Comarca, “ver quién la tiene más grande”. Fálica como sólo puede serlo una mujer peronista, María Estela violó la ley y la misma tradición que la encumbró a Ella y a Él con el sólo objetivo de menoscabar al entrante, de amputarlo de la misma tradición que legitimó simbólicamente a los demás presidentes desde 1983. Es decirle “sos menos que nosotros”, pero también es decirle “yo decido cuándo se termina la tradición”. Es manifestarle al mundo entero que es la dueña del Estado, del Gobierno y de la Ley, de los que se apropia para someterlos a su competencia de egos, pueril y berreta.
Hay mucho sadismo en esa maniobra. Hay la voluntad deliberada de causar daño, de provocar dolor, de lastimar a quien ni siquiera es un oponente, de humillar a cualquier precio. Y hacerlo creyendo que es lo correcto, que tiene derecho a hacerlo en nombre de su propia maquinación de futuro. Es una psicópata de manual. El Opa no necesita simpatizar con el nuevo presidente (no lo hace) para advertir que quien ha dejado la presidencia de esa forma es una persona desequilibrada que ni siquiera pudo guardar ese mínimo respeto al pueblo que eligió al presidente entrante. Que es el mismo que la eligió a Ella hace 4 años.
Es dañar sin medir los resultados, es creer que tiene derecho a embarcar a Sarracenos y Pleistocenos en una disputa contra un enemigo imaginario, cargándose a la ley como un daño colateral porque lo que importa es cuánto pueda destruirse al enemigo. Es la más peronista de las tradiciones.
Los asiduos del relato salieron a minimizar el tema, restando valor a esa ceremonia desde un discurso anti-monárquico. Reaprendieron el republicanismo hace 15 minutos, pero de republicanos oportunistas también están llenas las calles de la Comarca. Ellos mismos han venerado como a una deidad egipcia a una mera funcionaria pública, pero ahora nos dicen que no, que con el juramento alcanza. Los que justificaron el desfalco de Sueños Compartidos con la excusa del empoderamiento simbólico ahora desprecian el valor simbólico de la entrega del bastón y la banda. No es raro. Justificadores seriales, su próxima misión será buscarle el pelo al huevo, después de doce años de huevos peludos como un kiwi.
Otros dicen que dos no pelean si uno no quiere. Saben, y callan, que para eso el presidente jurado debería someterse a los caprichos ilegales de una psicópata, cometiendo también prevaricato. La única actitud que admiten es el sometimiento, la rendición incondicional, para poder tratar de cobarde a un tipo al que se sienten con derecho a maltratar.

El germen del fascismo no está tanto en sostener posiciones ultramontanas desde el Estado (que lo han hecho). Sino en ver al otro como a un enemigo al que hay que someter porque es –a priori- cobarde. Es convertir al apriete en la única clave de diálogo. Es la costumbre Montonera de tirar un muerto sobre la mesa antes de sentarte a negociar. Y si uno no acepta esas condiciones es tan cómplice de la violencia como el que las impone. Es bueno que esa parte de la infamia se haya terminado.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Profecías


Hoy hubo elecciones en la Comarca: la tan mentada, temida y esperada segunda vuelta. Había que elegir entre dos candidatos que eran las caras complementarias de la misma moneda, paridos para la vida pública en la misma época y con la profundidad conceptual de una palangana chica. Sin embargo, después del trauma de los helicópteros y los presidentes volátiles, y después de doce años de peludear ese trauma con la épica neo-setentista de un populismo flojo de papeles, una de las cosas que se ha perdido es la serenidad para comprender lo que está en juego. Así, algunos te quisieron convencer de que hoy se jugaba la patria entera contra el enemigo invisible, y que Salvador Allende se enfrenta con Hitler en una justa de ribetes macabros. Otros te quisieron convencer de lo contrario, de que Winston Churchill está a punto de expulsar a Pol-Pot del santuario republicano. El Opa ya ha afirmado que descree de ambos relatos.
Sin embargo, se tropieza con las profecías que embadurnan las redes sociales y los espacios donde interactúan Sarracenos y Pleistocenos. Tras los muros de la Comarca sordos ruidos oír se dejan de corceles y de aceros. Corceles para huir del candidato derrotado, aceros para defenderse de la tormenta judicial que parece aventar el cambio de clima. Pero allí en el descampado, en el llano, habitan los amigos del Opa que adhieren a la Presidenta María Estela Fernández de Neón, que hoy deambulan entristecidos y enojados. Allí las profecías son más vagas y genéricas, aunque no por eso menos angustiantes.
Los científicos se han persuadido de que los mandarán a lavar platos, como hizo un funesto ministro en los malditos noventa. Ministro que intercambió prolijas alabanzas con Él, y quien le enseñó a encanutar en Suiza los fondos de la privatización de YPF, pero que ahora conviene despreciar con entusiasmo militante. Los empleados públicos, aunque se hayan ganado el puesto por concurso o dependan de las provincias y no de la Nación, también tiemblan como hojas en el viento augurando una guadaña que los arranque de cuajo de su trabajo. El Opa no tiene amigos que sean manifiestamente ñoquis, es decir que deban su puesto exclusivamente a su militancia en alguna de las múltiples ramas del Partido Único. Por eso no puede hablar por ellos.
El Opa cree que exageran sus amigos. En primer lugar porque sus trabajos parecen asegurados, o dependen de factores ajenos a la victoria o derrota de uno u otro candidato. En segundo lugar porque todo indicaría que el guadañazo que auguran comenzará –si es que lo hacen- por alguno de los miles de empleados que inundaron la administración pública en los últimos meses. El Opa sólo puede tener alguna preocupación por los trabajadores genuinos que construyen desde el ámbito público, como sus amigos. Pero no tiene ninguna por los que han colonizado el Estado como si fuera la caja generosa de su partido político. Los que entraron por la ventana y a lo bruto, acaso merezcan salir de la misma manera.
Ahora bien, no desconoce que se vienen tiempos bravos. Pero está persuadido de que esos mismos tiempos vendrían con el candidato del relato. El Opa ya ha explicado que el candidato derrotado hubiera contado con la venia marcial de los gobernadores, el Congreso, los milicos y los frailes, y los “pibes para la liberación”. Si hasta se atrevió a insinuar un gabinete donde predominaban las tonfas y los calabozos, el gatillo fácil y la picana como instrumento de pacificación social: mostró sus cartas para el período que se abre. Declaman estentóreos los amigos del Opa que no, que de ninguna manera, que hubiera sido siempre más permeable a un “ajuste con sensibilidad social”, como si tal cosa fuera posible. El Opa cree que es un acto de fe. Un esfuerzo generoso y noble para imaginar que el destino será distinto, pero tan de patadas con la realidad como los esfuerzos opuestos para ver a Abraham Lincoln en el candidato ganador.
En medio de tanta profecía, sabe el Opa que los militantes del relato harán un esfuerzo hercúleo para confirmarlas en cada acto de gobierno, por banal que sea. Y desde luego que las encontrarán, porque el Opa no se engaña con el ajuste que viene. Pero verán el ajuste sanguinario en las cosas más banales, e insiste el Opa en esa palabrita. Banales por insignificantes, pero también por indefendibles. A no confundir: habrá tijeretazos insignificantes, y los habrá más dolorosos. Los habrá insoportables, y el Opa marchará en las calles junto a quienes defiendan un derecho legítimo; y los habrá indefendibles cuando se trate de defender el botín saqueado en este noviembre.
Para ser más claro: si se eliminan gran parte de los subsidios a los servicios públicos que disfruta la capital de la Comarca, sus habitantes pagarán por la luz, el gas, el agua, lo mismo que cualquier habitante del interior. El Opa no encuentra inconveniente en ello. Pero sabe que los militantes de la Presidenta defenderán la expoliación centralista como si se tratara del núcleo duro del mismísimo Estado de Bienestar.
El Opa termina con una reflexión en medio de la angustia circundante (reitera que muchos de sus amigos adhieren al relato). Cree que se terminó la época del vituperio por Cadena Nacional, de la AFIP como una Gestapo vengativa, cruel y selectiva, de la necesidad de profesar la fe oficialista para obtener un puesto de trabajo o una prestación del Estado. Cree que se terminó el fascismo simpaticón y gregario de cuadrarse frente al Líder, so riesgo de convertirse en un cipayo. Cree que no habrá más caza de brujas en la Comarca.

Y sabe, con certeza inconmovible y desolada, como caminante de regiones inhóspitas, que no existe emancipación colectiva sin autonomía individual. Que sin personas dignas y firmes en sus derechos, lo que queda es una masa premiada o castigada según la intemperante voluntad del Mesías de turno. Es lo que va de un pueblo digno a un Leviatán. Y de eso se trata la democracia verdadera.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Votar en blanco

 La vida en la Comarca exige una serie de paciencia impropia de este mundo. Tanto así que el Opa ya tiene sus gónadas al plato con las chicanas cruzadas y los improperios sotto voce y no tanto que se liga por ser ora k, ora anti k. En realidad el Opa no es ninguna de esas cosas, y en el debate de parvulario acalorado en el que se entretienen Sarracenos y Pleistocenos prefiere mirar la cosa medio desde afuera. No porque se crea más listo que el resto, sino porque lo apabulla el ruido de tanta perorata hueca. Mira desde afuera, no desde arriba.
Ahora se perora sobre la segunda vuelta. El candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón comenzó muy mal este sprint electoral, con una campaña de miedo que fue rápidamente neutralizada por el ridículo. Pero como el ridículo a esta gente le gusta, desempolvaron la memoria noventista para acusar al opositor de simbolizar esa década nefanda. El Opa cree que ni a propósito se pueden pegar tantos tiros en los pies.
El candidato opositor durante esa década vivió de su actividad privada. El candidato oficial fue funcionario del temible tigre de los llanos, a quien no mencionaremos porque su nombre trae mala suerte (el Opa se toca, discretamente, la gónada derecha). La mayoría del elenco gobernante, incluyendo a la Presidenta Fernández de Neón y a su cónyuge, el barrilete cósmico, también fueron funcionarios de esa década. Como casi todo su gabinete de hoy. Forzaron, propiciaron, celebraron y cobraron en cada uno de los negociados y saqueos que asolaron la Comarca. Fueron Hunos enriquecidos, súbitos aduladores de un Atila que ahora desconocen y vituperan (mientras se tocan, discretamente también, la gónada derecha), han sido parte de las estampitas de una década de la que responsabilizan a un tipo que no era funcionario.
El Opa no encuentra diferencias serias entre ambos candidatos. Vaporosos, acomodaticios, contradictorios al compás de sus asesores de imagen, con la profundidad de una palangana y editados como un mal cuento, simbolizan versiones apenas diferentes de la misma idea. Son neoconservadores tratando de acomodarse a un relato populista, más o menos “progre”, o más o menos “moderado”. Uno de ellos ya mostró sus cartas: ha propuesto a un penitenciario y un carapintada para manejar justicia y seguridad, prometiendo que no tolerará más piquetes en la Comarca. Se ha vuelto Duhalde. Y cuando sus esbirros salgan a matar al pobrerío movilizado, el diario que lo acompaña dirá que la crisis se cobró más nuevas muertes.
El otro se ha mostrado más sereno, casi magnánimo. Pero se le nota la hilacha, proponiendo a un ultramontano salido de las catacumbas de la Inquisición. El Padre Rigoberto debe estar feliz. Pero también sus economistas se han hablado encima, prometiendo un país para las 20 manzanas que rodean a la Casa de Gobierno de la Comarca. Piensa el Opa que de todos modos no tendrá el poder necesario para imponer sus ideas. Afortunadamente.
Al Opa lo espantan los dos candidatos. Y que siente que no tiene por qué votar a gente que le causa repulsión. El Opa siempre ha creído que en el juego de la democracia uno siempre encuentra a quién votar, porque la mersa es grande y variada, como diría el amigo don Julio. Y que por eso uno siempre tiene que buscar a alguien que lo represente en sus ideas o proyectos. Y que en eso se juega la lealtad a la democracia y al estado de derecho, palabras grandotas que el Opa aún enuncia con respeto.
Pero ahora hay un ballotage. Hay sólo dos opciones. Y encima se parecen tanto que tienen que recurrir a imaginarios políticos que ninguno de los dos pueden honrar: el candidato oficial no podrá ampliar derechos, ni el candidato opositor fortalecerá la república. Los dos emiten cheques que no pueden pagar para encubrir una pavorosa indigencia de propuestas. Los dos representan un escenario repulsivo que terminará previsiblemente con gente hambreada.
Se nos pide votar con responsabilidad, y que comamos todos los sapos que nos arrojen por cadena nacional porque, aun si nos asquean, tenemos la obligación de pensar en el otro. Nos psicopatean barato para votar a un candidato que ya tiene la tonfa lista para salir a aporrear a los mismos pobres en cuyo nombre debemos votarlo. Nos psicopatean más fino en nombre de un futuro republicano y sanamente liberal en el que nadie cree. El Opa no tiene ganas de votar a ninguno.
Votar en blanco puede ser una forma de expresar un rechazo, una herramienta para decir que uno no compra esos buzones ni quiere hacerse responsable por una mentira o por otra. Despejada la cuestión ideológica, esa vedette mal afeitada, uno puede tener razones para votar a uno o a otro, pero jamás para forzar a los demás a votarlo. No elegimos entre don Chicho Allende y don Konrad Adenauer. Votamos entre dos yogures dietéticos con componentes altamente cancerígenos.

Por eso el Opa se rebela. Para las huestes K, si uno vota en blanco le está haciendo el juego a la derecha. Para las huestes centralistas, si uno vota en blanco le está haciendo el juego a la Cámpora y a Aníbal. Hasta a los pobres troskos, que el Opa mira con piedad condescendiente, están siendo psicopateados por los fascistas al servicio del mismo gobierno que los revienta a balazos donde los encuentra. Ellos votarán en blanco. Lo bien que hacen: votar al verdugo propio es de idiotas y de peronistas. Los tristes troskos de la Comarca no son del todo ninguna de esas cosas. El Opa tampoco.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El ajuste se escribe con K

Hoy el Opa se aventurará en los tenebrosos meandros del futuro. Sin saber muy bien con qué, y munido solamente de su experiencia de vida en la Comarca, se ha puesto a conjeturar sobre el destino que les aguarda a Sarracenos y Pleistocenos al término de las elecciones que se nos vienen encima como un tren enloquecido. El futuro, se sabe, viene cargado de invocaciones funestas y nubarrones dispersos. Se sospecha que, venga lo que venga, será peor que lo que hubo. Cada uno hará las cuentas lo mejor que pueda, a fin de cuentas nadie sabe mejor que uno lo que necesita, lo que quiere, lo que está dispuesto a perder y lo que desea ganar. Pero se habla del miedo, que tiene un rostro que se conoce bien en la Comarca: el ajuste.
El Opa se puso a pensar en esto del ajuste. Como cada vez que se termina una fiesta, quedó en el suelo de la república un alfombrado de papelitos, manchas extrañas, botellas vacías, colillas de cigarrillo y algunas cosas rotas. También, algún que otro borracho que insiste en cantarle a la luna cuando hace rato que ha amanecido. Entonces, llega el momento de ponerse a limpiar y ordenar la casa. Toda la discusión sobre el ajuste consiste en saber qué se tira, que se lava y que se guarda.
El ajuste.
Se puso a pensar el Opa que los dos candidatos para el ballotage evitan hablar del asunto, y cuando son apurados dicen que no lo habrá. Luego, sus propios asesores los desmienten por lo bajo, suponemos que para decir lo que los candidatos no pueden decir. Ahora bien, se pregunta el Opa quién de los dos está en mejores condiciones para hacer un ajuste salvaje, de esos que dejarán a la Comarca exhausta y prometiendo no beber más del licor traicionero del populismo.
Uno de los candidatos tendrá el apoyo de los gobernadores de su partido, que necesitan aliviar su gasto público si quieren atraer las inversiones que se fueron en la década ganada. Tendrá el apoyo de su partido en el Congreso de la Comarca, porque no olvidemos que a la hora de la obediencia se trata de un partido verticalista en el que no se discute ni siquiera el candidato del modelo.
Será apoyado por ellos, pero sólo para hacer el trabajo sucio. El Opa ya ha descripto cómo su discurso después de las elecciones sonó a derrota y resignación, y cómo los siniestros caciques de su partido lo desprecian con énfasis moderado: casi no han movido un dedo por él, y tampoco lo harán en las elecciones próximas. Sin embargo, lo apoyarán gustosos en un ajuste salvaje porque preferirán que sea él quien se llene las manos de sangre ajena.
El Opa mira el gabinete que ha propuesto el candidato del relato, y en él brillan rutilantes los más violentos represores del campo popular. Esos nombres deberían servir como advertencia: quiere la memoria que se recuerden los personajes que venían con el General al regreso de su largo exilio, porque en ese avión de Alitalia quienes compartían los espacios más cercanos eran los más siniestros matones de la Comarca. Nadie quiso advertir esa llamada de la realidad, mucho menos quisieron advertirlo los mismos que pretendieron usar al General como ariete para su guerra revolucionaria. Les resultó más fácil hacerse los distraídos, y después acusar al General de traidor.
Lo mismo ocurre ahora. El club de fans de la Presidenta María Estela Fernández de Neón se propone a sí mismo como “los pibes para la liberación”, en una poética licencia que rememora aquella década sangrienta y despiadada. Con cinismo, apoyan ahora a un candidato que tiene todas las herramientas necesarias para un ajuste sin anestesia: incluyendo a los represores. Con cinismo también, se mantendrán silenciosos y sumisos cuando caiga sobre el pueblo la guadaña del ajuste. Con el mismo silencio que mantienen frente a los trenes que chocan destrozando laburantes, frente a los inundados porque las rupias y tombuctúes para los desagües se convirtieron en propaganda naranja, frente a los aborígenes masacrados por los gobernadores “del palo”, frente a los fiscales que se suicidan disparándose casi en la nuca.
El Opa conoce ese silencio: lo vivió en los 90. Cuando la llamarada privatizadora se llevó lo que quedaba de un Estado saqueado y terminó con un 20% de desocupación, los sindicalistas del partido se dedicaron a sus millones y sus empresas. A sus negociados y matufias. Se callaron frente al hambre. El mismo silencio resuena ahora en la conducta de los jóvenes del relato.
¿Y el otro candidato? Ícono cultural de la década maldita, cada vez más cerca de ser electo presidente, tendrá un escenario muy adverso para intentar un ajuste salvaje. Tendrá un Senado en absoluta minoría. Tendrá una Cámara de Diputados fragmentada, y en ella los peornistas se volverán combativos con el mismo fervor con el que se callarán la boca si el ajuste lo realizan ellos. Tendrá a los sindicatos en pie de guerra, súbitamente despiertos porque la inflación que no existe les come el salario a los trabajadores. Tendrá a los gobernadores dispuestos a extorsionarlo públicamente pero negociando por abajo. Tendrá a los estudiantes, unánimes en el repudio, constantes en el rechazo al recorte educativo. Tendrá a los laburantes de la Comarca, de a pie u organizados, vigilando cada centavo.
Por paradójico que suene, el ajuste salvaje tiene más oportunidades con el candidato del relato que con el candidato de la Opo. Simplemente porque el primero tendrá un apoyo, una complicidad y un silencio que el otro no tendrá nunca. Simplemente porque los militontos se agacharán sumisos y marciales frente a uno, pero pelearán combativos frente a otro. Porque al peornismo se le permite el hambreo, el robo descarado, la violencia y la muerte. Son la excepción a la república, y como tal se los exime de sus humildes requisitos.

El Opa piensa, entonces, que el candidato que propone mantener todo es el que más poder tendrá para destrozar todo. Y el candidato garroneado por la campaña del miedo, es el que menos espacio tendrá para recortar derechos. Así de insensata se ha vuelto la Comarca cuando se termina el relato y se agudizan las contradicciones.

sábado, 31 de octubre de 2015

Salir a asustar en la era de la boludez

Hubo elecciones en la Comarca, y Sarracenos y Pleistocenos quedaron mirándose sin entender lo que había ocurrido. El inapelable veredicto de las urnas estableció un resultado que no esperaba nadie, ni sus actores protagónicos, ni los periodistas a sueldo, ni los militontos de diversos colores. Ni, desde luego, el Opa de la Comarca, cuya candidata sacó tan poquitos votos que, si él y su familia no la hubieran votado, posiblemente hasta Moreau podría hacerle burla. Moreau…
Todas las encuestas auguraban el triunfo categórico del candidato ungido por el dedo autoritario de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Pero los resultados se demoraron muchas horas, y en el primer corte informativo, el que aparecía ganando era Macri, el denostado emblema noventista. Luego del estupor, que explicó por qué el Correo Oficial tardó tanto en difundir los resultados, cundió una mezcla de pavura y alegría en partes casi iguales. En lo único en lo que se unían los espantados y los festejantes era en la incredulidad por el resultado. Luego los números se revertirían, y ganaría el candidato oficial “por un par de puntitos”.
Lo interesante es lo que ocurrió después.
El candidato que perdió las elecciones se plantó como triunfador, seguro y magnánimo, hablándoles de futuro y de unión a todos los habitantes. El Opa no le cree una palabra, pero el impacto de esa primera aparición fue contundente.
Luego supo que el Peornismo había perdido la Provincia más extensa de la Comarca, su feudo inexpugnable desde donde controla el 40% de los votos. Ganó la candidata de Macri, a quienes sus detractores confunden con una maestra jardinera. Le ganó al temible Capitán Efedrina, el compadrito ricotero que se las sabe todas y fuma abajo del agua. El Opa se tienta, y tiene ganas de decirles a sus amigos oficialistas: “muchachos, la maestra jardinera le ganó al Don Corleone de Quilmes”. Pero deambulan enardecidos de odio, los muchachos del amor.
Mientras tanto, el candidato oficial tardó un rato largo en manotear un micrófono. Tuvo un discurso asustado, vengativo y dirigido a la parcialidad que gimoteaba ante las cámaras de televisión. Un discurso de perdedor, un discurso de alumno reprobado insultando al profe. La presidenta Fernández de Neón insistió en dos de sus pasatiempos favoritos: esconderse en la Patagonia cuando llueven malas noticias, y despreciar minuciosamente a su propio candidato. Sus pibes para la liberación le dieron la espalda al candidato, ganador al fin, y se refugiaron en el búnker del candidato a gobernador derrotado, a celebrar no se sabe qué junto con el ministro de economía, cuyo modesto premio consuelo fue ser electo diputado por la Capital.
El Opa dedicó esta semana a ver cómo se paraba cada sector de cara al ballotage. Tiene para sí que esos primeros días pueden ser decisivos, porque modelan un estado de ánimo que impregnará el trabajo electoral subsiguiente y que cree difícil poder modificar a mitad del río. Las reacciones de la militancia del relato fueron casi tan sorprendentes como la performance de su candidato: lamentables.
Acostumbrado el Opa a verlos resurgir de las cenizas cada vez que fueron derrotados, daba por descontado que reaccionarían con los reflejos y la precisión habituales para reconquistar laureles con un talento que hasta el Opa reconoce. En su lugar insistieron en su provecta costumbre de asustar con el miedo y las chicanas tontas.
“¡Se vuelven los noventa!”, decían, obviando los vínculos del candidato –y la misma presidenta- con lo más horrible de la década maldita. Apelaron más al miedo bobo que a la memoria, porque la memoria les retribuía cachetada tras cachetada: fotos de Él y Ella con Méndez, el innombrable, de quien el candidato del modelo fuera funcionario; sus presiones para privatizar la empresa petrolera porque ya la tenían vendida; su apoyo a una ley que amenazaba la educación pública…
El destino es inicuo para con los soberbios, y no quiere la suerte que ellos se enseñoreen en su vicio. Por eso, cada acusación al otro candidato era retrucada. Aparecía el rastro de pecados iguales o peores cometidos por los cruzados del modelo. Ha dicho el Opa que no le gusta Macri, ni piensa votarlo. Pero ante cada ataque han surgido cinco respuestas humillantes que deberían llamar al silencio a los militontos, si no fuera porque parecen empeñados en el ridículo. Cinco por uno, el General que los parió debe estar contento.
Siente algo de pena el Opa, porque algunos de los acólitos son buenas personas y son sus amigos. Y porque padecen “la maldición de la puta que los parió”, una construcción metafísica que explica que la izquierda peronista fue parida por una mentira: la de creer que el General era un instrumento revolucionario, y que había que utilizarlo como tal al costo de una profusa ingesta de batracios. La historia los ha desmentido una y otra vez. El cinismo que anida en esa ilusión se muerde la cola, porque finalmente los utilizados han sido ellos. En los ’50, en los ’70, en los ’90 y también ahora. Ese cinismo es también culpa: no fueron capaces de defender a su candidato preferido, el chico de los trenes a quien la presidenta bajó de un yuyazo furioso. Verticales y autoritarios, abandonaron a Randazzo, humillado, débil o demasiado sucio para defender su candidatura.
No fueron capaces de defender a un candidato que reivindicara las conquistas reales, y en cambio fueron en tropel detrás del siniestro candidato del peronismo real. El que maneja gobernaciones y chequeras, presupuesto y territorio, punteros y jueces: ha sido siempre la versión macabra de un populismo conservador que sólo se vistió de “progre” cuando necesitó el voto joven. Cuando se queda sin plata, el populismo muestra su verdadero rostro, y ese rostro ha sido rotundamente rechazado por los habitantes de la Comarca.

Pierden el tiempo con su campaña del miedo, porque sumarán muy poco y se lastimarán a sí mismos. Engolados en la soberbia y el cotillón ideológico, confundidos por el discurso y los cantitos, acunados por un relato mentiroso, no han logrado reaccionar proponiendo razones que convoquen al voto. No han defendido ningún presente ni futuro: apenas la incomprobable permanencia de un pasado que su candidato no les garantiza. Hay sólo más soberbia y más desprecio al voto popular, ese que sólo les gusta cuando ganan elecciones, limpias o no. Macri les agradece, muchachos. El Opa se los reprocha.

domingo, 18 de octubre de 2015

Los manteros del mercado de ideas

El domingo que viene hay elecciones en la Comarca: el Opa ya ha dejado de sentirse atontado por los arrebatos preelectorales y se predispone a votar a conciencia, pero sobre seguro: la opción que ha elegido obtendrá, con suerte, poco más del 5% de los votos. Sabe que no será responsable de ninguno de los distintos males que van a azotar a la Comarca si gana alguno de los tres candidatos que más cerca se encuentran de esa cosa que llaman victoria. Serán males muy distintos, según aconsejan los expertos que medran con la inanidad intelectual de los candidatos; serán males más bien parecidos, según sospechan quienes han vivido algún tiempo en la Comarca.
Es que debajo de la parafernalia de los medios y los discursos de alquiler, la cosa pública en la Comarca se ha vuelto todo tan superficial que ya no disimula que bajo la piel tersa de las soflamas alambicadas hay más coincidencias culturales y de intereses que diferencias basadas en programas concretos. Pero Sarracenos y Pleistocenos se han comido el amague: se desgañitan los amigos del Opa vociferándose mutuamente los infiernos que los aguardan si votan a la opción contraria, porque son tres pero son dos. Por un lado, algunos sostienen que la salvación de la patria vendrá de la mano de un menemista balbuceante que reivindica a la Dictadura y no se cree una sola palabra del discurso que pregonan sus acólitos. Pero por otro lado, sus detractores sostienen que hay que impedirlo, y en cambio hay que votar a un menemista balbuceante que reivindica a la Dictadura y no se cree una sola palabra del discurso que pregonan sus acólitos. Señora lectora, el Opa no se ha confundido. Ponga usted el nombre de los candidatos en cada uno de los roles, y advertirá cuánto se parecen.
Por un lado, el candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Motonauta retirado, ha sido más cauto que el Lole Reutemann, inolvidable casi campeón del mundo que si corría solo salía segundo. El candidato que hoy nos ocupa ha corrido efectivamente solo, y ha sido campeón en categorías en las que no tenía ningún competidor porque era el único que podía comprar una lancha de la categoría más potente. Corría solo, y ganaba. Nunca dejó de hacerlo, Florencio.
Sus fans sostienen que continuará una senda progresista de inclusión revolucionaria. El mismo que continuará la línea dura del clericalismo de la Comarca, con el Padre Rigoberto aplaudiéndolo en la homilía, el mismo que continúa el saqueo de las corporaciones “del palo”, el mismo que festeja la contaminación de la megaminería que le engorda los fondos de campaña, el mismo que ha gobernado la provincia del gatillo fácil y las torturas en comisarías y cárceles, la provincia inviable que devora recursos nacionales y multiplica los pobres como si fueran panes. Hablemos de la igualdad y la libertad y los Derechos Humanos.
Al frente, con un discurso que gira bajo la pacatería republicana, nos encontramos con un tipo que mandó a espiar a sus opositores, asesorado en el área de Defensa por un Carapintada confeso y no arrepentido, y que ha distribuido contratos fantasmas entre los candidatos de su partido y los periodistas afines, que muchas veces son la misma cosa. El mismo que proviene de una familia enriquecida en el desfalco al Estado en épocas amargas, y no ha atisbado a crear una sola empresa decente. Por añadidura, su esposa está imputada por mantener obreros en condición de esclavitud en sus talleres textiles. Hablemos del amor a la ley y al Estado de Derecho.
Dijo el Opa que los candidatos son tres pero son dos. El tercero en discordia sabe que no puede ganar, pero mantenerse en la conversación le garantiza futuro, y hoy por hoy también asegura una segunda vuelta. Delicias de la política de la Comarca. Este candidato promete mano dura contra el pobrerío, pero lo sostiene una red de punteros y dirigentes con más prontuario que trayectoria. Promete terminar con “ladroga”, justo el hombre fuerte de un municipio “narco friendly”. Sabe que en esta partida no llegará a ganar, pero se mantiene a flote aferrado al discurso de demagogia punitiva más brutal y elemental.
Finamente, los tres tratan de orates a los votantes de la Comarca. O acaso hay razones profundas para votarlos, que al Opa se le escapan, agobiado como está por una campaña anodina, aburrida y sin un solo atisbo de creatividad. Sólo un debate guionado le puso un poco de pimienta, pero la sopa electoral era demasiado desabrida para que las cosas cambien demasiado. En ese debate el candidato de la Presidenta Fernández de Neón brilló por su ausencia. Se aseguró de que el nivel de las preguntas descendiera a una pobreza conceptual suficiente como para que pudiera moverse sin pasar mucha vergüenza, y después faltó sin aviso. Pero como en la Comarca no existe la verdad ni la mentira, para los oficialistas fue una movida brillante porque no se expuso a ataques gratuitos; para los opositores fue una muestra de cobardía, irresponsabilidad y mala fe. En rigor de verdad, a nadie le importó: nadie cambió su voto por eso.

El Opa quiere aventar un malentendido. No desprecia los discursos. Cree profundamente en la fuerza de las ideas y en la importancia de concretarlas en acciones tangibles. Pero cuando los discursos son fungibles como una camiseta sucia, se convierten en sarasa, en palabrerío vacuo, en la escenificación de razones mucho más pobres para decidir un voto. Y en la Comarca la palabra está tan devaluada que cotiza muy poco en el mercado político. Y eso no puede augurar nada bueno.