miércoles, 13 de mayo de 2015

Los tibios jueces de la Comarca

Y cuando las cosas se les pusieron peludas hicieron lo que hacen los delincuentes poderosos cuando las cosas se les ponen peludas: tratar de eliminar a los jueces o fiscales molestos. No siempre la eliminación es física: a veces es moral, y a veces las dos cosas. Sugiere el Opa que la distinguida audiencia recuerde a Alberto Nisman, el suicida fiestero. Después de denunciar a la Presidenta María Estela Fernández de Neón y algunos de sus muchachos, y antes de presentar públicamente su evidencia, el fiscal apareció suicidado en su casa. Para evitar que el escándalo se propagara surgieron operaciones dirigidas por la mismísima Conductora para denigrar y ultrajar al muerto. Así se supo que el muerto era tan venal, irresponsable y corrupto como cualquier funcionario del gobierno de la Comarca. Sólo que en el discurso alegremente fascista de la Presidenta, su corte y sus seguidores, las dudosas cualidades del occiso justificaron su muerte: algo habrá hecho el fiscal, ergo, está bien muerto.
Decía el Opa que la muerte también puede ser moral y simbólica, hostigando a un funcionario incómodo hasta el punto en que nada de lo que éste diga pueda ser tomado en serio por nadie. Simplemente se mata el mensajero para destruir el mensaje. La artimaña es de corto alcance, pero en momentos de una rampante superficialidad política y cultural, suele ser suficientemente efectiva. La tilinguería no tiene memoria.
Ahora se la agarran con Carlos Fayt, juez de la Corte Suprema de la Comarca nombrado por don Alfonso Carrido Lura en los albores de la democracia. Ha sido juez desde 1983, una hazaña de longevidad y permanencia. También ha sido uno de los más respetados. Ha sobrevivido con hidalguía y austeridad el escabroso tránsito al noventismo, la mayoría automática del Carlo, las operaciones mafiosas de un presidente mafioso, y una cierta oxigenación cuando Él decidió darle a la Corte un carácter más digno, profesional y respetable. Pronto Él se arrepentiría.
Sucede que Fayt tiene 97 años. Eso es mucho, piensa el Opa. Y son razonables las leyes que fijan un límite de edad. La Constitución de la Comarca reformada en 1994 establecía que a los 75 años los jueces de la Suprema Corte debían ser re-examinados para ver si estaban en condiciones de seguir trabajando. La provisión es razonable porque no todo el mundo envejece igual, algunos a esa edad estarán pensando más en la jubilación gorda, la amante flaca, los nietos numerosos. Otros estarán aplicando la sabiduría serena adquirida con la madurez, alejados de las vanidades y los aprietos mundanos. No sabe el Opa a cuál de estas categorías puede pertenecer Fayt, porque no frecuenta la comidilla judicial de la Comarca. Más bien, le dan cosita los abogados; y más aún los jueces, que son como abogados pero más peligrosos.
Sin embargo, el embate furioso que lideran las foscas huestes de la Presidenta Fernández de Neón es oportunista, es la revancha del perdedor que se lleva la pelota a su casa porque lo vienen goleando y eso que no terminó el primer tiempo. Sabe el Opa que a Fayt lo escarnecen no por la edad, porque el Joder Perjudicial (donde trabajan los jueces), está lleno de seres de edad provecta, afectos a latinazgos, anacronismos y remisiones bobas a la rancia monarquía. Lo escarnecen por otra cosa. El tipo les votó en contra del levantamiento de un embargo que pesaba sobre Chevrón-Chevrón-qué-grande-sos, una gestión que Ella en persona había acordado con sus patrones yanquis. Y vino Fayt y la hizo pasar un papelón. Menos mal que el resto de la Corte votó a favor, así que Ella pudo cumplir su palabra empeñada a una multinacional que de lunes a viernes contamina países del tercer mundo, y los fines de semana y fiestas de guardar, lava ese dinero en la banca off-shore. Igualito que el populismo, nota el Opa con cierta perplejidad…
Antes de abandonarse a la comparación entre las corporaciones saqueadoras y los regímenes populistas, vuelve el Opa al juez veterano. Fayt obtuvo una decisión de la misma Corte, integrada por conjueces (que son como jueces “blue”), que limitaba el efecto de la cláusula de los 75 años a los jueces que juraran por la nueva Constitución. Y que por eso no se aplicaba a los que ya eran jueces de antes, porque asumieron el cargo con ciertas reglas de juego que es razonable mantener. Al Opa todo esto le parece  discutible, y no ponderará a Fayt más que como un tipo que al menos no tiene prontuario.
La Comisión de Juicio Político de la Comarca decidió investigar si el juez mantiene sus facultades mentales. Mirada especular, dice don Miguel Fucó, el psicólogo de la Comarca. Los vengadores en nombre de Ella dudan de las facultades de un tipo, y lo hacen con tanto desatino, vulgaridad y rencor que exhiben su propia corrosión intelectual y moral. No existe en ninguna ley, le explican al Opa, la facultad de ver si alguien sigue con los patitos en fila. Pero no importa, asegura Ella, que contempla el hostigamiento con fruición.
Es que un Senador que fue presidente por tres días, un mafiosillo de provincia policial, ya admitió que están negociando los jueces Gobierno. Hoy hay cuatro jueces en la corte, y Ella necesita que queden tres para juntar los votos de algún sector de la oposición y llegar a dos tercios del Senado: vos ponés uno y yo pongo el otro. “Vamo y vamo”, le explica al Opa su primo funcionario. El Adolfo, personaje tropical, ya levantó la manito para cuando se abra el juego.
La Presidenta Fernández de Neón necesita ese juez que le ataje los pelotazos judiciales que lleguen a la Corte. En la desesperación sus soldados han dejado la dignidad (los que la tuvieron) y se dedican a patotear a un juez cuyo único crimen conocido fue un hecho biológico: cumplir 97.
Mientras tanto, la misma comisión archivó los juicios al vicepresidente de la Nación que se quedó con la fábrica de hacer billetes, al canciller que negoció la impunidad de los terroristas que volaron edificios, y a la procuradora general que designa fiscales según la necesidad del momento. La semana pasada salvaron a un juez que no puede justificar su anillo de brillantes ni sus sentencias a medida de la Presidenta, y a otro juez que mandaba mensajitos aconsejando a la defensa del vicepresidente que él mismo investigaba. Este mismo juez es el que en tiempo récord desestimó la denuncia que había presentado el fiscal Nisman. Se entiende, ¿no?
Como siempre, lo lamentable no es la patota operando con pulsión setentista. Lo lamentable son los que aplauden convencidos de que hacen patria, de que la democratización es reducir la Constitución al dedo presidencial, de que el problema de la justicia es un tipo de 97 años. Mientras tanto, pasan frente a ellos los héroes letrinosos, los corruptos que antes despreciaban pero que ahora aplauden porque la tienen larga. A las miasmas del infierno las condimentan los fanáticos, piensa el Opa, en la intemperie de su escepticismo.

domingo, 10 de mayo de 2015

Encuentros cercanos del tercer tipo

Vuelve el Opa porque lo convocan irremediablemente los desaguisados de la Comarca. Vuelve en esta oportunidad para reírse un poco, aunque con risa triste, de los compañeros que militan en el Relato y que guardan estampitas de Ella y Él como mesías bajados de Sierra Maestra. Se les ríe el Opa porque la desesperación por mantener la credibilidad del relato ha llevado a sus dirigentes a cometer una torpeza digna de un principiante: le han creído a Moreau, Leopoldo, eterno ñoqui bonaerense. Y han convertido a su yerno, que epitomiza el estereotipo de radical inútil y vago, en candidato a vicejefe de gobierno de la capital de la Comarca. El Opa irá explicando estas afirmaciones, y por qué es que lo acontecido le da penita.
Moreau, Leopoldo, trabaja de radical en esa máquina de poder alimentada a presupuesto público y narcotráfico que es el peronismo bonaerense. Enviado por Alfonsín para que sirviera de nexo entre el peronismo y la oposición radical, Moreau rápidamente logró de ese mandado acuerdos más que fructíferos. Para sí mismo, claro. En primer lugar logró ubicar en el presupuesto bonaerense a sus militantes y dirigentes, la mayoría de los cuales contaba como única destreza la de recitar prolijitamente la “Contradicción Fundamental” y otros elementos de la liturgia alfonsinista. Casi ninguno de ellos trabajó jamás en ninguna otra cosa que no implicara tomar café durante el 95% de su jornada laboral. En segundo lugar logró impedir que desde los ’90 hasta la fecha el radicalismo bonaerense volviera a ser competitivo, y así lo convirtió en una expresión lamentable que apenas alcanza el 10% de intención de voto en los días buenos.
En la última década recibió en encargo de propiciar un nuevo entendimiento con el peronismo, y de allí nació ese engendro triste que fue la alianza entre el pavote de Ricardito y el colorado De Narváez, candidato efedrínico y tatuado. Rápido para quedarse con los vueltos, Moreau logró convertirse en empleado del Grupo Vila, es decir, de José Luis Manzano, el jefe político de De Narváez. Empleado es una forma de decir: cuando finalmente se quedó sin el sueldo del estado nacional o bonaerense, le blanquearon el sueldo que le pagaban desde el aparato peronista para operar adentro del radicalismo. Es que, como sucede en estos casos, el radical que había sido enviado a negociar con los peronistas, se convirtió en un operador del peronismo dentro de la UCR. Cosas de la Comarca, ¿vio?
Pero eso se terminó, cuando Moreau contagió su talento político que consiste en sacar siempre menos votos que en la elección anterior. Es decir, cuando De Narváez entendió que el tipo le restaba más de lo que le sumaba. Al mismo tiempo, Ricardito el pavote logró desbancar a Moreau del radicalismo bonaerense, después de décadas de operaciones provechosas como un tumor mal detectado. Entonces Moreau tuvo que recalcular. Y con él su pandilla: hijas y yerno.
Una de sus hijas trabaja actualmente para Sergio Massa, el ex intendente del paraíso narco más chic de Sudamérica. Otra de sus hijas, y su yerno, lo siguieron en su larga peregrinación hacia la guarida donde se refugian las foscas huestes del oficialismo nacional: cruzaron la calle.
Moreau comenzó a hablar bien de la Presidenta Fernández de Neón, y a olvidar los agravios vertidos cuando cobraba el sueldo en otra ventanilla. Su yerno hizo lo propio, y armó una agrupación que se dice alfonsinista. Al chico, y al viejo, los invitaron a ese programa en la tele donde un grupo de orates indoctrinados repiten la línea que les baja Zannini, el maoísta recuperado. Se sobaron el lomo mutuamente: al chico lo llevaron de viaje en la comitiva de La Cámpora, esa triste expresión estatal que reivindica un inútil mayor de obsecuencia criminal y autogolpista, y a su regreso le blanquearon el sueldo con un cargo en el gobierno nacional. Un cargo que le queda grande, porque para hacerlo funcionar tendría que haber estudiado algo alguna vez en su vida.
Lo interesante es que apenas al chico lo convirtieron en acompañante de un desfalcador serial, la prensa malvada comenzó a desenterrar los twitts maledicentes que el susodicho había dedicado a Ella, a Él y a su gobierno cuando era opositor. Es decir, hace menos de un año.
Sabe el Opa que un año es muchísimo tiempo en la Comarca, y que las cosas son siempre móviles, dinámicas, que la realidad es un caleidoscopio enloquecido rebotando sobre una calle empedrada de desilusiones. Pero sabe también que aún el borocotazo más alevoso necesita alguna justificación, algún lubricante que amenice el lento desplazamiento de batracios por la tráquea de los creyentes. En este caso no hubo nada. Hubo conversión espontánea, y ni siquiera el reflejo tardío de borrar los twitts acusadores.
Pero lo lamentable no terminó allí. Puesto a explicarse, el muchacho no tuvo mejor idea que admitir que puso esas cosas para ganar notoriedad, que en un pueril ejercicio de narcisismo pavote quiso congraciarse con los dioses internéticos ofrendándoles vituperaciones ramplonas. Que puteó para la tribuna, bah. Como la imbecilidad nunca tiene límites ni fondo, admitió que no habría recurrido al escarnio de sus actuales jefes si hubiera sabido que algún día cobraría en esa ventanilla. Es decir, admitió que hubiera sido más calculador, más hipócrita, más taimado.
Pero no le da. No le dio. Es lo que es, retoño político de un tipo cuya estatura moral y política es el 2% que sacó cuando finalmente fue candidato a presidente. Y como tal, el flamante candidato acarrea sobre sí el estigma de la estupidez mediocre, mezquina, vividora e inútil que caracteriza a los radicales “hijosde” (definición ésta que incluye a hijos y entenados). El entenado del “Marciano” Moreau resulta ser tan listo como Mork, tan lúcido como Alf, tan confiable como Diana (la de “V, Invasión Extraterrestre). En los Expedientes X de la mediocridad política de la Comarca, el Opa no ha encontrado registro alguno para este muchacho, así de inútil es.

Es de suponer que cuando pasen las elecciones y se reponga de la paliza que le propinarán tanto propios como ajenos, Tirios y Troyanos, sarracenos y pleistocenos, el candidato derrotado elevará al cielo del conurbano bonaerense su dedito incandescente, en dirección a los campos que Moreau posee cerca de General Pinto. Y con voz trémula dirá “E.T., teléfono, mi casa. Mi caaasaa”. Sólo que esta vez es difícil imaginar que sus nuevos compañeros de fechorías lo lleven en el canastito de la bicicleta. El peronismo es despiadado con los perdedores. Especialmente si  son importados.

sábado, 11 de abril de 2015

Ningún periodista nace chorro

Como al destino le gusta el sarcasmo, y como las maldades son un boomerang que en algún momento te rompe los dientes con los que sonreías para las fotos, cada tanto ocurre que algún periodista termina enredado en el mismo lodazal moral en el que ubican al resto del mundo.
Sucede que hay en la Comarca chica un señor que se hace llamar periodista y que responde al nombre de Tomás Méndez. Este señor (usamos el término en sentido figurado, claro) se ocupa de continuar el negocio de otro dizque periodista llamado Carlos Hairabedián. Ambos tenían como industria la confección de investigaciones a veces verídicas y a veces no, con las que extorsionaban a los protagonistas.
El mecanismo es sencillo: a partir de una cámara oculta de alguna persona que dice que le pagó al Opa o que lo vio en algún lugar de dudosa fama, o haciendo algo incorrecto, armaban una historia editorial en el que el susodicho Opa terminaba siendo dealer, fiolo, golpeador de mujeres o concejal peronista (que es una síntesis de todo lo anterior). Luego, Tomás Méndez o Carlos Hairabedián se aproximaban a la novel celebridad a ofrecerle un negocio: o te ponés o tapizamos los ojos de los televidentes de la Comarca con nuestra cámara oculta. Ponerse implica siempre ingentes sumas de rupias y tombuctúes, en billetes con la numeración limada y en una cuenta en Bangladesh. Algunos se ponen, sobre todos aquellos que tienen que encubrir sus miserias y delitos porque sus negocios dependen de su imagen pública. Otros no se ponen, y se exponen al escrache continuado. A veces las denuncias eran ciertas, a veces no, pero siempre eran dañinas.
Ahora sucede que a Méndez se le retobó un productor que se llevó una serie de filtraciones, y que fueron difundidas por un humilde Stiusso cordobés, hombre de los Servicios y la Iglesia (que vienen a ser casi la misma cosa, pero unos usan sotana para traficar los secretos). En esta maraña de tahúres, el productor difundió videos en los que el impoluto, irredento, incorruptible, valiente y valeroso Tomás Méndez negociaba con el gobernador de la Comarca media a quién podía incendiar y a quién no. Qué personajes se exponían al escarnio, y cuáles se protegían en el anonimato. Se habló, en el video, de empresas, testaferros, candidatos. Se acordó que Méndez castigaría al inefable intendente de la Comarca chica, como si hiciera falta…
Y todo ello a cambio de que el gobernador financie la campaña a intendente de Méndez. El video es directamente pornográfico: es una cámara oculta filmada por el mismo Méndez, que no pierde las mañas. Aparece el mismo gobernador, que le ofrece cosas explícitamente, sin ambigüedades, aparece su mano derecha en los negocios, aparece su testaferro político. O mano derecha política y testaferro en los negocios, ya el Opa se confunde.
El dizque periodista de investigación denunció que fueron los servicios los que le robaron esas filmaciones, pero no dijo ni una palabra de las cosas que negoció con el gobernador. Puntualmente, con una precisión que confirma cada palabra, durante los meses siguientes Méndez apenas mencionó al gobernador y sus testaferros, con apenas la liviana banalidad de los chusmiatras de vedetongas. ¿Qué es un chusmiatra? Un especialista en chusmerío barato, insustancial y disipante. Como Méndez. ¿Qué es una vedetonga? Una persona que entrega sus plumas y lentejuelas, cotizado por las cámaras de TV. Cómo Méndez.
Decíamos que ningún periodista nace chorro. El Opa se permite dudar de este aserto. No sabe si la inmoralidad rampante de los periodistas venales de la Comarca, de toda la Comarca, es una condición innata o aprendida. Y talvez sea irrelevante. Leer cualquier medio es sentarse a leer mentiras, chusmeríos, a lo sumo medias verdades para encubrir negocios ajenos.

El Opa no descree de la libertad de prensa, ni del valor importante de la prensa para difundir ideas y construir democracia. Más bien piensa que la situación más bien pestilente de la democracia de la Comarca tiene mucho que ver con la calidad y decencia de sus periodistas. No sabe el Opa si viene primero el huevo o la gallina, pero definitivamente las crueldades que han asolado a la Comarca no habrían sido posibles si esos señores que se dicen periodistas no hubieran sido casi todos tan Tomás Méndez, tan Carlos Hairabedián, tan Miguel Clariá. Vanidosos, venales, corruptos y coimeros. No, señores jueces, no hablo de ustedes. Hablo de los periodistas. Vaya coincidencia.

domingo, 15 de marzo de 2015

El Carnaval de Gualeguaychú

En un lejano rincón de la Comarca ha sucedido un hecho inusual. Se ha juntado un gran número de dirigentes radicales para definir qué harían con su partido en las elecciones de este año. Es inusual ubicar las palabras “gran número” y “radicales” en la misma frase, por lo que el Opa tratará de aclarar qué ocurrió. La Unión Cívica Radical, a la que el Opa sigue afiliado con sufriente constancia, suele utilizar sus canales orgánicos para tomar sus decisiones. Según su Carta Orgánica, la Convención Nacional decidirá sus candidatos, plataformas y alianzas en una asamblea compuesta por sus delegados elegidos en elecciones internas en cada provincia. Esto también es inusual, porque en la política de la Comarca cada fuerza política tiene un jefe que ordena y multitud de subordinados que obedecen sin cuestionar la orden. Así de militarizada es la política en la Comarca.
Pero los radicales no. Contra viento y marea insisten en sus convenciones, que suelen terminar a sillazos. Casi siempre los arreglos (espurios y también) se realizan puertas afuera, y en la Convención los delegados levantan la manito para votar lo que ya acordaron en otro lado. Los discursos se vuelven irrelevantes porque casi nadie cambia su voto porque ha sido persuadido en el ámbito de debate correspondiente. Practican un ritualismo que a veces es tragicómico. Sus dirigentes lo han vaciado de contenido y queda casi solamente el folclore.
Pero aun así, las decisiones se toman en un ámbito en el que los delegados y los militantes pueden hablar, e incluso revolearle un tacho de basura al operador político más poderoso de las últimas décadas.
En esta oportunidad decidieron aliarse con dos fuerzas políticas dispares. El PRO es la PYME política de un niño bien que profesionalizó la gestión pública, no exento de negociados, espías y marketing. Es “la derecha”. La Coalición Cívica es un conglomerado anónimo cuyas filigranas describen el rostro de una mujer temperamental, de dudosa cordura y con pretensiones de clarividencia. Uno tiene una papa en la boca, la otra celebra que sus patitos no estén en fila. Juntos se están convirtiendo en un polo antagónico al de la  de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Se espera que la UCR aporte su estructura territorial en todo el país para sostener esa lucha electoral, ya que sus dirigentes nacionales todos juntos no sirven ni para jugar con barro. No tienen un solo voto, y son inútiles redomados que no podrían conducir nada más complejo que una intendencia chica, hasta que la saturen con sus parientes balbuceantes.
Ahora bien. Las repercusiones de ese acuerdo han sido interesantes. Los radicales resentidos con su dirigencia (con justa razón o sin ella) despotrican como si les importara algo el partido que dejaron por comodidad, o por cargos, o por vergüenza. Se fueron, y ahora hablan de los principios de un partido que abandonaron. Hablan de Illia y Alfonsín los mismos que se hacen los otarios ante la mención de Boudou y Milani. Se envuelven en banderas ajenas, que han despreciado o que creyeron llevarse cuando se fueron al populismo. Guardianes de valores políticos que sus nuevos jefes desprecian minuciosamente. Ladran desde afuera un agravio que resulta abstracto.
Pero es el miedo, Opa. Esos radicales que se fueron en realidad están asustados: le creyeron el cuentito a Clarín y La Nación, que tanto dicen detestar,  y creen que realmente Macri ganará las elecciones con el aparato territorial de la UCR. Los asusta ver a Máximo entrando a Comodoro Py, o peor aún, a la Presidenta Fernández de Neón entrando a Devoto, a causa de unos hoteles ya demasiado notorios para esconder debajo de la mesa, de unos pagos demasiado sospechosos, de un lavado de dinero tan ostensible que aparecería en los manuales de derecho penal.
Al mundo K le preocupa y los asusta este acuerdo, y lo denuestan con furiosa ponzoña. Algunos perderán su trabajo, otros no. Disfrazan de ideología un temor más atávico: que a la Jefa le pinten los dedos, que al Modelo le saquen la careta, que se ventilen en alguna audiencia las pruebas de los desfalcos, que la estafa se vuelva tan visible que ya no puedan echarle la culpa a la corporación judicial. Temen quedar desnudos frente a la verdad, que es incómoda. Temen la posibilidad de dudar, de perder certezas, de volver a transitar esa intemperie que se alimenta de las migajas del ’83 o –peor aún- del ‘73. Temen que les bajen a cascotazos sus ídolos de barro.
El Opa los consuela: ello no ocurrirá. Supongamos que se confirma la peor pesadilla del militonto K que dice que “no es K pero apoya las cosas buenas de este gobierno”. Supongamos que Macri es presidente. ¿En serio piensan que impulsaría una Jihad ética contra la Presidenta y sus cómplices? ¿De veras creen que romperá la alianza de poder que mantienen Mauri y Ella desde el 2007? ¿Creen honestamente que Mauri hurgará en las cuentas de Hotesur, en los archivos del hijo presidencial, en los negociados de la juventud maravillosa? Mantienen desde hace años una sociedad de negocios inmobiliarios y de los otros, que preservan detrás de una máscara de imprecaciones y acusaciones mutuas. Son como esas parejas que están juntas pero en público ni se hablan por el qué dirán. Son lo mismo, pero con envases distintos, con chamuyos distintos.
Hubo otras reacciones. Los sectores más reaccionarios de la Comarca creyeron, con fruición, en exactamente lo mismo que los furibundos neoperonistas-de-izquierda-que-bancan-a-Moreau. Creen que se viene la revolución de la gente bien, que se terminará la chusma y los negociados, que los modales tradicionales de La Recoleta desplazaran a la soberbia sudorosa y fumona de los nuevos ricos de Puerto Madero. El Opa les tiene menos compasión, porque representan casi todo lo que el Opa teme.

Pero acaso lo único que queda de la Convención radical es esa sensación de escenario vacío, de libro muerto de pena, de dibujos destruidos y la caridad ajena. Esa sensación de haber presenciado una farsa que muchos creen, el agobio de mirar un televisor inútil que repite, en un loop absurdo, una ficción que comienza una y otra vez. El eterno cuentito de la ilusión y el desengaño, la sensación de que cuando hacemos pie en la realidad hay en el fondo cenagoso una sustancia oscura y espesa, de que la superficie cristalina del lago de la esperanza es una mentirita como las que le contaban al Opa para que se durmiera cuando era niño, para alejarlo de los miedos y las sombras.

domingo, 8 de marzo de 2015

Música para bipolares

Cuando el Opa era cachorro solían llevarlo a las plazas de la Comarca, donde se entretenía en los juegos propios de los niños de su edad. Siempre le llamaron la atención dos juegos: la montaña rusa con su vértigo espeluznante, y su versión pobretona y más bien pavota: el subibaja. Ambas combinaban esa dosis de éxtasis y bajón, la sensación de beberse las alturas y después de arrastrarse en el fondo cenagoso del aburrimiento. Eran juegos bipolares.
Y esas categorías bipolares se han expandido a casi todos los ámbitos de la Comarca, donde nada parece mantener un ritmo sensato y previsible, sino que se empeña en rebotar entre esos estados antagónicos. Por ejemplo, la Presidenta María Estela Fernández de Neón.
Como recordamos, Ella quedó en el ojo de la tormenta cuando fuera denunciada por un Fiscal que apareció suicidado. Luego otro Fiscal tomó aquella denuncia, propuso nuevas medidas de investigación, y le agregó un toque de zozobra a la nave oficial. Hasta que vino un juez a poner las cosas en su lugar.
El juez Rafecas era un funcionario prolijito que cobró una funesta notoriedad por su aptitud para enredarse en escandaletes judiciales. Mientras investigaba al Vicepresidente de la Nación por robarse la máquina de imprimir dinero le enviaba mensajes de texto al abogado del imputado dándole información y sugerencias sobre el caso. Toda la historia es triste: según los mentideros judiciales el Juez y el abogado eran viejos amigos, y aquél le pasaba información “de onda”; pero éste necesitaba apartarlo, así que traicionó a su amigo y divulgó los mensajes que le había enviado. La maniobra fue exitosa: Rafecas terminó afuera del caso y salvó su carrera y su sueldo de casualidad. Aún hoy pende de un hilo en esa turbia guarida de maleantes llamada Consejo de la Magistratura.
Y Rafecas entonces decidió desestimar la denuncia. Dicen los que saben, porque de estas cosas el Opa tanto no sabe, que la denuncia era aventurada pero creíble, y que merecía que se mostraran las pruebas que pedía el Fiscal Pollicita. Pero Rafecas cerró la puerta. Urdió un silencio dispuesto a sepultar el tema. Maltrató a su amigo muerto con documentos con mucho olor a SIDE. Los jueces hacen esas cosas.
Y luego, en su apoteótico discurso de apertura de la Asamblea Legislativa, la Presidenta Fernández de Neón tuvo, en el marco de un discurso de barricada, el tupé de seguir ensañándose con el muerto. Ella y su gobierno lo trataron de golpisto, de mal padre, de canalla, de cobarde, de homosexual, de marioneta de la SIDE, la CIA y el MOSSAD, de borracho. Sólo le falta vincularlo a la muerte de Norita Dalmasso, piensa el Opa. En ese discurso Ella fustigó a un tipo que no se puede defender de la crítica seria, pero tampoco del ensañamiento vil y rastrero. Del cuestionamiento jurídico (sano y necesario), pero tampoco de la maledicencia de comadrona resentida, de la vulgar calumnia de una peluquera de Tolosa.
Pero para los militontos del relato el discurso de Ella fue épico y fundacional. La ayudó por contraste la paupérrima crítica de los principales dirigentes opositores, mediocres y envidiosos como gorda de peluquería (de Tolosa, claro). Ahora, luego de ese discurso y de llenar la Plaza con el auxilio del presupuesto público, Ella se encontraba en un estado de clímax que auguraba un venturoso porvenir sin las molestas incidencias de la justicia.
Pero después de cada cumbre comienza una bajada. A veces abrupta. Y entonces ocurren dos cosas: por un lado el Fiscal Pollicita apela el desistimiento y cuestiona el apresuramiento de Rafecas, y además tiene el tupé de ofrecer nuevas pruebas. Y por otro lado, la viuda del Fiscal occiso presenta sus propias pericias sobre la muerte de su ex esposo, y concluye que lo mataron. Que no fue suicidio ni accidente, sino que lo mataron.
Cuando todos los diarios de la Comarca abren sus portales con ese titular, es porque la burbuja de la impunidad, la mentira y el desconcierto se acaba de reventar. No se sabe quién tiene razón, el Opa cree que nunca se sabrá del todo qué fue lo que pasó. Sólo conoceremos los detalles exteriores a esa muerte cinco estrellas.
Los detalles externos dicen más o menos lo siguiente: la denuncia de Nisman no era tan alocada después de todo; las escuchas que se conocieron indican una serie de acuerdos que ratifican punto por punto la mayor parte de la denuncia; van apareciendo nuevas escuchas que salpican cada vez más cerca el aguantadero de Balcarce 50; la presencia de Anibaúl Fernández para ”embarrar la cancha” es ya una admisión de culpabilidad; la Fiscal que investiga la muerte admite que se encontró con una romería de Prefectos, policías y testigos en la mismísima escena del crimen; el hecho de que Nisman fue abandonado por su custodia en una operación de área liberada; el hecho de que no funcionaban las cámaras de seguridad y de esa torre podría haber salido Vergara Leuman vestido con tutú de ballerina sin que nadie lo notara.

El Opa ya no mira películas de detectives. Lee los diarios oficialistas y opositores y se encuentra inmerso en una historia oscura, en un policial negro. Y le dan ganas de bajarse, de cambiar de canal o cambiar de país. En esta rueda bipolar se pasó del éxtasis del relato a la noticia policial en menos tiempo que lo que tarda en calentarse el agua del mate. Cada cosa que se sabe desnuda alguna verdad atroz: quién manipuló qué cosas, quiénes negociaban qué cosas, quienes prefieren silenciar un crimen de estado. Y quienes, desde su posición progresista, militan ahora por la impunidad de Estado, y tendrán cara suficiente como para convocar a la marcha del 24 de Marzo.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Marchar o no marchar

Ahora resulta que un grupo de fiscales y jueces decidió armar una marcha en memoria del fiscal de curioso suicidio. ¿Les contó el Opa que un fiscal apareció suicidado el día antes de ir al Congreso de la Comarca a mostrar sus pruebas contra la Presidenta María Estela Fernández de Neón? Bueno, es el mismo caso.
Ahora en la Comarca se discute si hay que ir o no. Bah, los que lo discuten son los que apoyan a la Presidenta y sus compañeros de expediente. Dicen que esos jueces tienen todos algún occiso en el archivero, que han dejado morir algunas causas resonantes o que tienen por costumbre maltratar al pobrerío de la Comarca o que han ocupado una servilleta demasiado famosa y prontamente olvidada. Y dicen que es ridículo que un grupo de jueces y fiscales salgan a pedir justicia. Que es como que Papá Noel salga a pedir regalos para Navidad. Encima, algunos de los más funestos personajes de la Comarca han prometido su percudida presencia para vilipendiar a la Presidenta.
Hay algo de razón en esos planteos, cree el Opa que muchos de los funcionarios que hoy se victimizan han elegido hacerse los opas con los casos más pesados y han permitido que corruptelas y atentados varios queden impunes. Y que durante años han cobrado ese sobresueldo que salía de las cloacas del Estado, ese sobrecito de la SIDE que se conocía como “la cadena de la felicidad”. Nota el Opa que una cadena, en primer lugar, encadena. Y que, queriéndolo o no, cada uno de los beneficiados ya estaba encadenado al poder oscuro que los digitaba.
Ahora bien. También se pregunta el Opa si realmente esos funcionarios podían eludir la “cadena de la felicidad”, si apartarse de los favores y los telefonazos podían resultarles gratis, o podía costarles la carrera, la familia o algo más. Acaso no sea exagerado pensar que, como en cualquier negocio turbio, a veces uno no elige entrar, pero definitivamente no puede salir sin arriesgarse a estrenar un último traje, finamente confeccionado en guatambú o peteribí.
Pero es curioso que se les exija una valentía contra los aprietes que no tiene ni el más suicida de los superhéroes. Acá, piensa el Opa, hay un cinismo profundo. Hay que ser cretino para condenarlos por pedir justicia y garantías que ellos mismos deberían proveer, ignorando que uno de sus colegas apareció con un cuetazo en el baño de su departamento, abandonado por sus custodios y manipulado como en una telenovela venezolana. No es poca cosa, les mataron a un colega. El Opa lo reitera, porque parece que este hecho es menor: a estos jueces y fiscales que marcharán el 18 les mataron un colega. Uno de ellos, que decidió avanzar en uno de sus tantos casos que podía tener ramificaciones políticas.
Y como si fuera poco, la colega que investiga esa muerte extraña se tiene que desayunar todos los días con las operaciones que le monta el Secretario General de la Efedrina, o incluso su propia jefa,  la Procuradora General de la Comarca que le manipula sus declaraciones. Le revuelven los papeles, la ridiculizan, la burlan desde el mismo poder denunciado por el occiso, le difunden sus medidas antes de que las tome. El Opa no la conoce y no tiene opinión sobre ella; más bien le parece una pálida burócrata medianamente incompetente, que jamás hubiera querido ganar notoriedad a costa de un caso que le cayó como presente griego. Pero claramente la están hostigando feo.
Entonces, encuentra el Opa dos razones para que los fiscales y jueces marchen el 18: les mataron un colega, y la colega que investiga ese temita está sometida a un maltrato feroz. Claro, no le gusta al Opa que en la marcha pueda encontrarse a políticos oportunistas que hasta la semana pasada eran defensores del Modelo, y que hoy saltaron a las aguas procelosas de la oposición. No le gusta el tufillo a “aparato” privado, a evento inflado por el diario Corneta, a las ampulosas alfombras apolilladas de los tribunales y su casta de cucarachones privilegiados. El arquitecto Miguel Fucó, que carajea en francés y juega a las damas con el Padre Rigoberto, dice que marchará porque “hay que limpiar toda esta negrada”.
El Opa iría, sin embargo, más que nada porque no hace tanto, en los gloriosos setenta, las internas peronistas se dirimían con muertos y muertas que se arrojaban por doquier cada uno de los bandos. No le gusta que la política se dirima a carpetazos, filmaciones y “cadenas de la felicidad”.
Pero no sabe si marchar o no, porque según su primo kirchnerista los cumpas del Ministerio tienen fotos del Opa, a los 4 años, comiéndose la plastilina celeste en el jardín de infantes. Y que saben que está atrasado con el Monotributo y que si va a la marcha le pueden sacar la Asignación Universal por Opa. Pero también teme que haya filmaciones de una fiesta en la que una vez fumó cositas. Esto último lo agrega el primo, mientras se jala una línea que asustaría al mismísimo Diego Armando.

Teme que en alguna foto, en alguna filmación, algún día, ocurra algo y aparezca alguien con una sonrisita ladeada que venga a pedirle explicaciones mientras le maltrata los huesos. Así están las cosas hoy en la Comarca.

viernes, 6 de febrero de 2015

Miedismo de Estado

El Opa no tiene muy en claro si la diferencia entre miedo y terror es una cuestión de grados, o si hay alguna condición que defina al terror como un género diferente del miedo común. No desconoce el Opa que el Terrorismo de Estado es una política pública de implementación de control social por medio del terror: hubo en la Comarca distintas versiones, como si fuera una película de terror cuyas remakes tienden a ser cada vez más perversas. Por una mera cuestión de edad el Opa recuerda los Setenta, con las bandas de asesinos del Ministro de Bienestar Social, Josecito López Rega, que después se asimilarían a los marcianos que invadieron la Comarca en 1976. Sabe el Opa que el Terrorismo de Estado es cosa seria, por eso propone palabras más leves para describir el presente.
Por estos días la Presidenta María Estela Fernández de Neón se ha dedicado, con abrupta determinación, a sembrar el miedo en la Comarca. Han matado a un Fiscal que tuvo el tupé (tupé: descaro, copete) de denunciarla a Ella y sus secuaces por un crimen de lesa humanidad. En la lógica sórdida de las muertes de Estado, correspondía un poco de mesura para aplacar el pasmo y el festival delirante de versiones que propagó una oposición sin ideas. Pero no.
Primero la Presidenta sembró de dudas la propia muerte del Fiscal. Ella y sus amigos se dedicaron a denostarlo con ganas, asegurando que se suicidó por canalla, cipayo, cobarde, vendepatria, agente de la CIA y el Mossad: lograron despojarlo de su condición humana como paso previo a la justificación de su muerte. En el universo argumental del peronismo, todas esas calificaciones lo hacían merecedor de la muerte violenta que tuvo.
Después Ella acusó a un oscuro magnate del Grupo Corneta de tramar la muerte del Fiscal, ubicándolo de prepo en un cadalso imaginario. Después acusó al chico de las computadoras, que le había prestado al Fiscal asustado el arma con la que lo “suicidaron”. El hermano del chico trabaja en un estudio jurídico que atiende, entre otros miles de clientes, al Grupo Corneta. Ese vínculo resultó ser suficiente para lapidarlo públicamente y sugerir alguna relación íntima entre el muchacho y el Fiscal muerto.
En este punto al Opa lo hiere el silencio cómplice de los amigos gays que simpatizan con Ella. La “acusación” de esta supuesta relación tuvo mucho de homofóbica, pero la comunidad prefirió, nuevamente, hacerse la desentendida.
Al computín también lo acusaron de ser un espía infiltrado entre las víctimas de Cromagnón, un monumento a la corrupción estatal y la imbecilidad rolinga. Resultó que no, que no era un espía infiltrado, que simplemente se parecía a un periodista de la Rolling Stone. Pero como sabemos, ni aún la evidencia hace recular a los fanáticos.
Después apareció otro personaje raro: el primer periodista que twitteó la muerte del Fiscal, y sacó fotos con varios funcionarios en el edificio del finado. El chico se sintió perseguido y prefirió esconderse. Se supo que alguien lo fue a buscar a su casa, y luego los funcionarios de Ella cometieron la canallada infame de difundir dónde estaba escondido, qué avión había tomado, para cuándo tenía pasaje de vuelta. Un tipo que se esconde, muerto de miedo, y el Estado lo expone. El mismo Estado cuyos agentes asesinaron a un Fiscal en su casa en la víspera de una audiencia en el Congreso de la Comarca para mostrar las pruebas de su denuncia.
Luego el Kapitán Efedrina maltrata públicamente a la Fiscal que investiga esa muerte. La jefa de todos los Fiscales de la Comarca ya había menospreciado la muerte del Fiscal incómodo, y menospreció también el maltrato presidencial hacia la colega. Le inventaron declaraciones que nunca dijo, le armaron operaciones con sus vacaciones, con la prueba, con los borradores que demuestran que el Fiscal occiso pensó en algún momento pedir la detención de la Presidenta Fernández de Neón.
El Jefe de Gabinete pasó al estrellato destrozando un diario ante las cámaras. El diario Corneta del Grupo ídem había publicado la intención del Fiscal de mandar detener a la Presidenta, y esa noticia lo desequilibró. Nuevamente las hordas oficialistas festejaron, porque, se sabe, Corneta miente. Y si miente, se lo puede destruir. Lástima que después resultó que lo de la detención no era mentira, pero esta gente nunca retrocede.
A la ex esposa del Fiscal muerto le dejaron, en la víspera del crimen, una revista cuya portada tiene una foto del occiso con un balazo dibujado entre ceja y ceja. Una amenaza de cajón, pero el diario oficialista sostiene que es otra operación de los medios que inventaron esa historia.
Ahora, los fiscales abandonados todos por su Jefa, subordinada a la Presidenta Fernández de Neón, decidieron marchar cuando se cumpla un mes del asesinato de su colega. El Jefe de Gabinete sale a increparlos, a exigirles que digan por qué marchan, como si tuvieran que completar una declaración jurada.
Como el nivel de delirio supera la sensación térmica, Ella manda al Kapitán Efedrina a increpar por twitter a dos personalidades extranjeras que cuestionan la complicidad del gobierno en la muerte del Fiscal. Están tan acostumbrados al apriete que se olvidan de que no pueden apretar a gente que vive fuera de la Comarca.
Ahora, mandan al destituido y defenestrado jefe de los espías a que se siente a declarar frente a la Fiscal, como si no supiera por su oficio que es un blanco móvil. Claro que debería declarar, pero exigirle que se muestre públicamente es amenazarlo de muerte. Como ya han amenazado a otro juez impresentable que se atrevió a investigar los negocios hoteleros de Ella.
Una diputada de la oposición denuncia a los denunciados por encubrimiento, y la acusan de ser amiga del jefe de los espías, ahora súbitamente detestable después de años de fieles servicios.

Miedo o terror, lo cierto es que el fascismo requiere amedrentar al otro, asustarlo para que haga, o no haga, algo. Y eso es exactamente lo que la Presidenta María Estela Fernández de Neón está haciendo en estos días: miedismo de Estado. Una y otra vez, cada vez que aparecen por televisión es para infiltrar miedo, para amenazar a alguien, para crear operaciones de odio que sembrará, en un loop macabro, las semillas para que florezcan mil muertes más en la Comarca. Todo ello, mientras los defensores del Modelo aplauden a los asesinos.