sábado, 1 de noviembre de 2014

Xenofobia se escribe con “K”

Cada tanto cunde en la Comarca algún pánico nuevo, y casi siempre el Opa ve a los botarates de turno agitarse como gallinas empavesadas para subirse al pánico y agitarlo con indignación sagrada. Parece que si uno se encabrita y encabrona lo suficiente se convierte en un ciudadano decente. Pueden ser los menores de edad, que cada tanto los dedos de la Comarca señalan como los autores de todas las fechorías y crímenes de la prensa roja. Ahora son los inmigrantes, que están en el candelero del miedo público.
Resulta que después de una década de ignorar los esfuerzos por modernizar la justicia penal, a la Presidenta Fernández de Neón se le dio por apresurar un anteproyecto de código procesal penal, al que llamaremos CPP. El CPP es una herramienta para que los jueces y otras aves oscuras resuelvan conflictos, es la hoja de ruta entre el manoteo de cartera y la puerta del calabozo. Se supone que todo lo que pasa en el medio está regulado por el CPP.
Regía en la Comarca el más arcaico de los CPP de la región: el Padre Rigoberto tenía uno en su mesita de luz porque le recordaba al Libro de las Brujas, aquél tomo que indicaba el procedimiento correcto para incinerar mujeres acusadas de brujería. No le pregunten al Opa cómo sabe lo que hay en la mesita de luz del Padre Rigoberto. Pero el fraile adoraba esa institución macabra donde pululaban Torquemadas bisoños con nombramiento vitalicio.
Por eso un nuevo CPP es una buena noticia, porque sale del medioevo y pretende ingresar a la modernidad. Pero como todo lo que toca la Presidenta, acá también metieron los garfios los obsecuentes del populismo bobo. Así, en lugar de mencionar las garantías y la transparencia del proceso, a la Presidenta se le ocurrió resaltar que podrá deportar inmigrantes sin juicio previo. El Opa no es idiota: eso quiere decir que la policía puede decidir que un fulano que vino de otro país cometió un delito y expulsarlo. Una policía experta en armar causas, que luego fiscales y jueces confirmarán para “hacer estadística”.
El carapintada abonado al presupuesto nacional, Camarada Sergio Berni, explicó que la Comarca está hostigada por los delincuentes extranjeros, pero lo desmiente la poca información pública confiable. Mientras, la Presidenta asentía y peroraba: “entran por una puerta y salen por la otra”. Hace 15 años que dice lo mismo. El finado también lo decía.
Pero resulta que no.
Resulta que los delitos cometidos por inmigrantes son una minoría minimísima. Algunos hay, por supuesto, pero no para justificar ponerlos en ese espacio resbaladizo que ocuparon judíos, gitanos, izquierdistas, opositores, y, en la etapa final del populismo de bolsillos flacos, los laburantes. Es que el populismo penal siempre necesita agarrar algún sector vulnerable y sindicarlo como la causa de todos los males, desde las Siete Plagas de Egipto hasta el último asalto en Isidro Casanova, hace 4 minutos.
Cuando uno piensa en los grandes delincuentes extranjeros piensa en el delito organizado. Y allí tiene que dejar de pensar, porque las huellas llegan hasta el perenne Aníbal Fernández, hasta Sergio Massa, hasta Mauricio Macri. Hasta Ella, y hasta Él. Y sus socios. Los peligrosos manejan medio gobierno y media oposición, son los dueños de la Comarca y de los tribunales. Comen asado con los jueces, les tiran unas rupias a la policía.

Los verdaderos peligrosos que saltan de una Comarca a otra no son el carterista boliviano ni el paraguayo que vende “faso”. Pero ellos pagarán por todas las culpas, porque en la república populista los primeros privilegiados son los pobres. Sobre todo cuando por fin los van a poder meter presos rapidito, como quiere Ella. Como quería Él.

lunes, 20 de octubre de 2014

La cadena del desánimo

Don Jorge Luis Borges, que lo tenga en su gloria el Dios de los ateos, decía que a la historia le gustan las simetrías, y puesto a buscar en ellas el Opa las encuentra a raudales, y de las más variadas. El Opa ya ha referido en algún momento a la curiosa simetría entre el gobierno de la presidente María Estela Fernández de Neón y el de otra María Estela, esta vez Martínez de Perón. Para no abundar en errores y repeticiones, a la segunda (la original) la llamaremos simplemente “Isabelita”, tal su nom de guerre.
En esta oportunidad el Opa vuelve a recurrir a un librito curioso que se empeña en empañar el relato. Se trata de “Un enemigo para la nación”, y para tristeza de los militantes oficialistas no se refiere a Página 12, ni plantea las historias de un gendarme justiciero que salta sobre el parabrisas de Bartolomé Mitre.
En ese librito la autora cuenta cómo el gobierno de Isabelita clausuró un diario por difundir un brote de sarampión; y a otro diario comunista por “infundir el desánimo y así colocarse al servicio de la subversión, el desorden y el delito.” Este último diario venía publicando las atrocidades que cometía la Alianza Anticomunista Argentina, ese club selecto donde los ministros peronistas y sus matones jugaban al tiro al blanco usando como ídem personas mayormente vivas.
Desde luego, hay un salto muy largo entre usar el latiguillo del desánimo para incautar diarios y vituperar periodistas; y volarles las redacciones con los periodistas adentro. No es lo mismo una filípica por cadena nacional que las razones de trotyl y gelamón que se usaban antes. Tampoco que los sindicalistas matones bloqueen la salida de los camiones que distribuyen diarios, a que usurpen los talleres a punta de ametralladora. En esas cosas han cambiado un poco en la Comarca. Diríamos que se han civilizado, y hoy les basta con intervenirlos con leyes ad-hoc y un batallón militante de agentes de la AFIP.
Recuerda el Opa que en aquel relato setentista el Ministro del Interior negaba la existencia misma de los distinguidos contertulios de las AAA, y afirmaba que las bombas y asesinatos eran perpetrados por los mismos izquierdistas que se masacraban alegremente entre ellos. Es algo así como la versión original del “algo habrán hecho”, o del “se mataron un montón porque todos quieren viajar en el primer vagón”, o del “se hacen los héroes viajando colgados de los estribos del tren”.
La negación de la realidad termina prohijando esas ridículas flatulencias del lenguaje, en las que el peso de las cosas que se quieren ocultar termina resquebrajando el andamiaje bobo de un relato mentiroso. Las cosas ocurren, y querer negarlo es tentar a la suerte para que se descargue insolente como la realidad misma. Esto era así en 1974, en el 2012 o en 2014.
Es cierto que los mercaderes de la información juegan a prestidigitadores de la suerte de países enteros, pero es un juego que la presidenta de la Comarca ha jugado siempre, con saña y alevosía. Le ha ido bien, y le ha ido mal. Ha jugado, junto a su difunto marido, a construir un monopolio de diarios, televisión, radio y palomas mensajeras. Pero cuando creían que iban a poder apropiarse de ese conglomerado, como se apropiaron de media Patagonia, el tiro les salió por la culata porque el dueño no les entregó las acciones que pretendían. Le armaron un gigante peligroso a un tipo particularmente peligroso.
Pero aún así, nota el Opa, cada tanto lo encañonan en alguna calle de la Comarca, cada tanto un tren se estrola, cada diez minutos aumentan los precios y se destapa una olla. También, cada tanto se pierden “casualmente” los expedientes que incriminan a un vicepresidente, pero esas cosas no llaman la atención de la presidenta.
Se pregunta el Opa sobre esta curiosa tentación de manipular la verdad y las verdades. Entonces el Opa reacciona: ¡es la genética, estúpido!

Forma parte del ADN populista la costumbre de manipular la realidad. De rebajar cualquier hecho a un panfleto o una diatriba. ¿Se puso en órbita un satélite? ¡Eso muestra nuestro destino iluminado, de nuestra marcha sin querellas por las calles de la felicidad! De la mano de la presidenta, claro, porque ella lo quiso así. No importa si, como el Torino, fue una feliz articulación de elementos extranjeros. Tenemos un satélite que es 100% argentino y somos los mejores del mundo gracias a Ella. Si se le pincha una rueda, será culpa de Magnetto, y su cadena del desánimo.

lunes, 6 de octubre de 2014

Cascoteo nacional y popular

El Opa, se ha indicado, suele dedicar parte de su tiempo a ocupaciones lúdicas, como mirar las carreras por TV. También mira algunos programas, pero no tanto, la TV lo agota y le da tirria: se sabe que la calidad de la televisión en la Comarca es penosa y los periodistas del ramo no son mejores que los periodistas en general. Lo cual es decir poco, es decir, es decir mucho.
El tema es que supo de un episodio que lo ha llenado de vergüenza ajena y propia, y también mucha vergüenza nacional y popular. Resulta que del más recóndito rincón de la Comarca han expulsado a cascotazo limpio al equipo de un show inglés que viene a probar autos y molestar gente por los lugares más insólitos. El show se llama Top Gear, y existe hace décadas en esa isla brumosa de donde vienen los Beatles y el kidney pie. Hace unos días estaban en Ushuaia tratando de filmar parte de su programa, cuando se desató uno de los más insólitos temporales de imbecilidad que el Opa recuerde. Uno de los autos tiene una patente (H982FKL) que aparentemente sugería una conexión con las Islas Malvinas: se argumentaba que quería decir “1982 FalKLands”. Otros dos autos tenían cifras cercanas, o que si uno les daba vuelta uno de los números se parecía, o de alguna manera parecía indicar el número de muertos oficiales de ambos ejércitos contendientes.
Jeremy Clark, el conductor del programa, adora irritar a sus contertulios televisivos con comentarios racistas, homófobos y soberbios. En su show, el personaje del tipo es políticamente incorrecto y parece estar siempre buscando que le acomoden la dentadura a mamporros. Pero es su programa, y si uno no lo soporta puede cambiar de canal. O apagar el televisor.
Ahora, de algún modo, una horda de subnormales se enteraron de que Clark estaba llegando a Ushuaia y la emprendieron a pedradas contra el tipo, sus autos y sus equipos. Los “rescató” la policía, que los amenazó veladamente para que se fueran.
Como si la idiotez ambiente no fuera suficiente, el concejo deliberante de Ushuaia los declaró personas no gratas. A un programa de autos que miran 3 o 4 personas de esa ciudad. Luego, un par de legisladores sacaron pecho, camuflaron el sentido del ridículo, y propusieron en la Legislatura un desagravio. Ni siquiera han visto el programa, que a esta altura es lo de menos. Les dijeron que un grupo de ingleses andaban en unos autos cuya patente refería a las Malvinas “burlando la sensibilidad patriótica” y esas gansadas.
La producción del programa insiste en que la patente del auto es una mera casualidad, pero eso es irrelevante por dos razones, piensa el Opa. Primero, porque es el tipo de bromas que Clark hace todo el tiempo, y es demasiada coincidencia para tomarla en serio. Segundo, porque aún si fuera cierto que compraron ese auto justamente por la patente, sería insólito prohibirles a los tipos que lo usen en la Comarca.
Piensa el Opa que todos los populismos muestran la hilacha autoritaria cuando son objeto del sarcasmo y la burla. El humor, como lubricante cultural, es corrosivo con los que se toman a sí mismos demasiado en serio, y peor aún para los que son tan pobres de espíritu que tienen que vestirse de boato y solemnidad. La Patria, el sentir nacional, el antiimperialismo, esas excusas banales para el resentimiento y la mediocridad universal, no pueden ser jamás objeto de burla. Porque los que amontonan poder a cuenta de esas palabras grandilocuentes quedan expuestos, inermes en su estupidez, su avaricia y su mezquindad.
Pero como el populismo es una enfermedad contagiosa, basta con ver los comentarios en la calle y en los diarios. Montón de energúmenos felicitando a los orangutanes apedreadores (perdón oranguntanes), celebrando que echaron a pedradas a un grupo de ingleses que se divierten provocando gente, boqueando con gallardía de compadrito pitocorto que el cascoteo austral ha reivindicado nuestra “dignidá”.

Piensa el Opa en las banderitas, las cruces, las iglesias. En los uniformes y pecheras, en los cantitos y los bombos. Piensa en la liturgia gregaria de los símbolos populistas, inflados como un sapo frente al espejo. Piensa en el patrioterismo de los resentidos. Y se pregunta en qué planeta esas cosas han servido para algo, en qué lugar los padres Rigobertos y los carapintadas de ayer y hoy han guiado hacia puertos propicios los pueblos de la Comarca. La respuesta es nunca. La imbecilidad nunca ha dignificado a nadie.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Por sus frutos lo conoceréis

Y así fue como imputaron a Ramoncito, el cacique de la Comarca chica. Lo imputaron a lo bobo, por dejar los dedos marcados en uno de esos hechos de presunta corrupción que al Opa lo dejan pensando si son o se hacen. Habla el Opa de “presunta”, porque no ha podido ver cuales son sus argumentos de defensa, y prefiere no abrir un juicio sin tener claro qué pasó.
En principio hubo un desvío de subsidios nacionales que, en lugar de ir a la empresa de transportes municipal, iban a una empresa privada. Ramoncito sostiene que fue un error de los funcionarios nacionales, que los municipales advirtieron tarde, y que cuando lo hicieron devolvieron ese dinero. Este argumento en realidad podría ser plausible en sentido jurídico, pero el Opa cree que políticamente ya se ha cometido el daño: para sarracenos y pleistocenos, Ramoncito es un chorro marca Boudou. No importa que se lo impute por desviar fondos de un transporte a otro, y no a su cuenta personal. Tampoco importa que al devolver el dinero no hubo perjuicio para el estado. El tipo ya ha sido condenado.
El Opa se pregunta por la facilidad con la que se condenó de antemano a Ramoncito y sus funcionarios, y concluye que hay cierto hartazgo con el alcalde de la Comarca; con él y con su corte de amiguitos de familias notables. Han sido malos gestores de una ciudad complicada, porque han creído que era fácil y que sería rentable en muchos sentidos, que con el apellido alcanza y sobra. Y este es el punto que el Opa quiere sostener: Ramoncito simboliza todo lo que está mal con el radicalismo.
Partido machista, nepotista, con discurso que atrasa y no se renueva desde los ´80, sin cuadros técnicos ni de gestión, con un verticalismo en la toma de decisiones que desmiente su compromiso con la democracia. Una pequeña oligarquía. Ramoncito, hijo de un ex-intendente y gobernador, se ha rodeado de funcionarios que son casi todos “hijos de”.
Hijos de otros funcionarios de su padre, casi ninguno de ellos ha tenido militancia en los barrios, la sociedad civil o la universidad. Se han criado visitando a sus padres en ministerios y secretarías, se han hecho amigos en los asados donde sus padres trenzaban las listas de diputados. Compartieron las siestas de los domingos, las primeras fiestas, las “americanas”, y luego, casi todos, la facultad de abogacía. Compartieron la noche más top de la Comarca y el vago prestigo que sus apellidos aportaban: los VIPs se les abrían como flores en primavera.
Cuando Ramón padre fue interventor en Corrientes muchos “hijos de” fueron con él, comenzando por Ramoncito. Allí fueron nombrados en funciones oficiales, en ministerios y juzgados, en dependencias diversas. Hay que preguntarle a los ciudadanos correntinos qué opinión tienen de los jóvenes cordobeses que se quedaron con los despachos. Hay que preguntarles a los radicales correntinos qué piensan de esos jóvenes funcionaros que jamás pisaron un comité. Y no perecer bajo una andanada de improperios, vituperaciones y alusiones a las siete plagas de Egipto.
Manejaban las “cuevas” donde cambiaban por pesos los bonos que su padre había implantado como “cuasi monedas”, una curiosa costumbre de la época. Acaso manejaron otros negocios que el Opa desconoce. Volvieron todos con mucho dinero. Algunos de ellos se dedicaron a la actividad privada, casi recién recibidos y con contactos y recursos para seguir haciendo aún más dinero. Seguían sin pisar un comité.
Hasta que los pisaron.
Y con una profunda ignorancia sobre la historia, las ideas, las circunstancias del partido de sus mayores, comenzaron a construir poder de la misma manera que lo había hecho Ramón padre: excluyendo, eliminando, restringiendo. Así, fueron manipulando las reglas internas para que fuera casi imposible participar en una elección interna, mucho menos alcanzar una minoría que debía ser cada vez más grande para poder obtener representación.
Cuando estallaron las crisis municipales Ramoncito tuvo el tupé de reclamar el apoyo del resto del partido. El mismo que él mismo y sus amigos habían expulsado de la toma de decisiones. Erigido en emperador modesto de un viejo partido, rodeado de una corte de apellidos repetidos, fue incapaz de tomar en serio a nadie que tuviera una idea. Porque les temen a las ideas, y cuando necesitan una no saben cómo usarlas, y pasan vergüenza.
Han implantado una cultura de la incultura, una mística del negociado chico, un generoso ejercicio de la soberbia. Han reducido el partido a una mera colectora del peronismo cordobés, tradición inaugurada por Ramón padre y sus sucesores en el manejo del partido. Han aplacado todo intento de discusión interna, todo intento de pensar en el poder grande y no según las aspiraciones económicas de Ramón y sus hermanos de crianza. Hoy piensan en cómo zafar de los tarascones de la Justicia, y tratarán de armar las listas conforme a los fueros que cada uno necesite.
Piensa el Opa que con ellos no hay salida. No sabe cuál es la clave, cómo se hace, de dónde construir liderazgos más sanos. Pero sí tiene absolutamente claro que la UCR de Córdoba no podrá volver a ser un partido liberal igualitario, con inserción popular y capacidad de futuro, hasta que no se borre de la memoria del radicalismo hasta el último vestigio del apellido Mestre, y de todos los apellidos de los hijos de quienes lo han manejado y en su nombre han cobrado desde la recuperación de la democracia. Con tanto botarate alimentado a Presupuesto la UCR jamás podrá servir a los fines que le dieron origen: la causa de los desposeídos.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Berni y la deriva autoritaria de la fuerza del amor

Ocurre cada tanto en la Comarca que las cosas se desbarrancan hacia la derecha. Esto ocurre cada vez que al peronismo se le acaban las rupias y los tombuctúes. En esas ocasiones, los laburantes dejan de ser la columna vertebral del movimiento y se convierten en opos destituyentes que pretenden desestabilizar un gobierno Nac&Pop, como el de la presidenta Fernández de Neón.
Esta es historia vieja y hasta el Opa la sabe de memoria. Pero siempre hay una caterva de convencidos que precisan creer, con la fe de los conversos, que el relato no se cae, que todo sigue igual de bien, que son detalles pequeños en una épica colectiva con slogans setentistas. Entonces recitan su mantra: “este gobierno no reprime la protesta social”. Claro que no la reprimió, porque cooptó a muchos de sus líderes al comienzo del mandato y porque la vuelta a la normalidad después del incendio peronista del 2001 implicó la reapertura de puestos de trabajos. No les hizo falta.
Ahora, que las papas queman porque hasta el INDEC admite la recesión y la espiral inflacionaria, ahora que se comienzan a perder los trabajos, ahora que vuelven los discursos xenófobos, ahora comienzan los laburantes a protestar de nuevo en las calles y rutas de la Comarca. Ahora que hay una oportunidad para poner a prueba el mantra en el campo de la realidad, ahora podemos ver, en vivo y en directo, cómo hacen tronar el escarmiento sobre los trabajadores ingratos que pretenden laburar y comer todos los días. Ahora, como diría el primo funcionario del Opa, “los recagamos a palos, por zurdos”.
Pero el Opa mira y mira, y encuentra cosas espantosas. Ahora, en uno de esos ejercicios rituales del palazo peronista, vimos todos cómo un gendarme de generosas proporciones se tiró sobre un auto como si fuera Arjen Robben en el área chica de México. Resulta que cierran una fábrica y los trabajadores protestan sobre la Panamericana. Ya otras veces Sergio Berni, el patovica carapintada de Ella, ordenó detener a los manifestantes y encarcelarlos en Campo de Mayo. Esas cosas, recuerda el Opa, ocurrían durante la invasión de los Marcianos: venian los tipos de verde, te agarraban y te metían de prepo en Campo de Mayo. “Bueno”, sostiene el primo funcionario del Opa, “pero ahora ya no desaparecen”. Y, no. Pero los meten en un lugar de infame memoria, donde miles fueron torturados y ejecutados. Eso, dice el Opa, en la Comarca se llama “apriete”. ¿Se acuerdan cuando el Opa hablaba de los aprietes?
Ahora, Berni, el carapintada que levantó el regimiento de Rospentek en Santa Cruz en Semana Santa y Monte Caseros, ha puesto a un oficial de Inteligencia (inteligencia militar es un oxímoron, advierte el Opa) para infiltrarse entre “el zurdaje” y marcarlos para que la policía los detenga. Este hombre es el Coronel Roberto Ángel Galeano. En cada operativo de represión se lo ve, canoso y barbudo, de civil, entre la gente, dando directivas y supervisando la tarea de tipos como el gendarme que le destrozó el parabrisas a un laburante.
El mismo Berni, inefable, se sumó al coro xenófobo de Scioli, Capitanich o de los prohombres del progresismo de Él y Ella: Granados con su Ithaka al hombro, ese remedo barbado del peor Osinde; Otacehé, el patotero converso; Curto, el modelo de amplitud y tolerancia. Hasta el “cuervo” Larroque, camporista iletrado, dijo que “los que hacen piquetes no son peronistas”. Suponemos que eso quiere decir que merecen la inopinada actuación del gendarme de la Panamericana.
Entonces recuerda el Opa un librito que leyó (y recomienda): “Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976”. En él se narra la caza de brujas desatada contra cualquiera que no perteneciera a la ultraderecha peronista: se acusaba a alguien de “infiltrado marxista” y se lo dejaba servido en bandeja para que los compañerazos de la AAA lo persuadieran por la fuerza del plomo de las ventajas de mudarse a otro barrio, preferentemente en el cielo o el infierno. La mecánica es la misma: si alguien arma quilombo y es peronista, es lucha popular; si no lo es, es un infiltrado que responde a intereses foráneos. Entonces: Campo de Mayo, o algún otro calabozo. Total, siempre habrá a mano un fiscal de apellido pituco feliz de encerrar a un laburante.
Eso es el peronismo cuando se queda sin plata. Macartismo, palo y adentro. Al menos ahora no acribillan a la gente ni aparecen los opositores colgando de un puente como un péndulo macabro en las autopistas de la Comarca. “Es que ahora hay Twitter”, le informan al Opa.
Sabe el Opa que cuando se acaba la fiesta populista y la gente sale a las calles a pedir por sus trabajos, la respuesta unívoca es un festival de palazos y calabozos. Lo ha visto en los '50, en los '70, en los '90, y... ¡oh, caramba! ¡otra vez estamos a la mitad de una década impar!
Se asusta el Opa, mira el calendario y aprieta los dientes. Leyó en una novela que en Irlanda no existe el futuro, sino el mismo pasado que vuelve una y otra vez. Acá en la Comarca también, cada tantos años el populismo desbarranca por el lado de la tonfa y los borcegos, mientras la gilada aplaude mirando Paka Paka.

jueves, 21 de agosto de 2014

Los manotazos

Y cuando parecía que ya nada puede asustarnos resulta que la Presidenta Fernández de Neón decide patear el tablero otra vez, como adolescente chinchuda. Ahora, frente al brete en que se metió con el tema de los fondos “buitres”, propone una ley con nombre rimbombante y con más preguntas que respuestas. La ley impronunciable dice más o menos que se les ofrecerá a quienes tengan bonos de deuda argentina (bonistas, no bonitos) la opción de cobrarlos en la capital de la Comarca y no en Nueva York, como estaba estipulado. La idea es limitar el daño que hizo ese juez botarate que falló en contra del país. El Opa ha intentado dialogar con abogados (que por supuesto no tienen idea del tema) y con economistas (que tampoco). Como no pudo sacar nada en limpio y los diarios oscurecen más que nadie, intentará el Opa esclarecer sus cavilaciones.
En el principio hubo bonos de la deuda de la Comarca que sirvieron para que entre dinero fresco. Al igual que un pagaré, los que tengan esos bonos los pueden vender por un poco menos de dinero y no esperar a su vencimiento, que puede ser a, digamos, diez años. El que los venda antes recibirá menos dinero, lógicamente; el que los cambie cuando venzan, cobrará intereses. Hay mercados de bonos donde los especuladores especulan con comprar barato y vender caro. Así, hay gente que compró por poca plata esos bonos nuestros y se dedicó a esperar para cobrar todo el dinero. Un juez les dio la razón, y ordenó que la Comarca les pague el valor nominal, es decir, lo que cada bono dice que vale: si dice 100, hay que pagar 100, aunque se hayan comprado a 20 (cualquier parecido con nuestra idiosincracia nacional es mera coincidencia). A esa gente los llaman “buitres”, porque se alimentan de carroña: nuestros bonos.
Primero se intentó negociar con ellos, pero parece que no aceptaron ninguna rebaja. Técnicamente la Comarca entró en “default”, es decir, en cesación de pagos. Sin embargo, se ordenó que se deposite la cuota del mes en un banco de Nueva York para que cobren los que sí aceptaron un acuerdo, que son un 93% de todos los bonistas. Pero el juez intentó impedir ese pago porque pretendía que antes se pague al otro 7%. La cosa se puso jodida, y finalmente lo permitió, por única vez. El problema del juez es que sostiene que si no se les paga el 100% al 7% de bonistas que no entró en el acuerdo, va a impedir que se le pague al otro 93%, poniendo en peligro toda la arquitectura de ese acuerdo soberano. Es decir que suma una locura a otra locura.
Volvamos a la ley. Claramente es una forma de pasar al juez por la banquina, y eso suele no ser buena idea.
Ahora imaginemos una cosa.
Imaginemos que Noruega, o Islandia, tienen un problema con fondos “buitres” y un juez obcecado quiere hacerle pagar el 100% a una minoría, a riesgo de destruir un acuerdo que aceptó la mayoría de sus acreedores. Imaginemos que esos países, con gobiernos ejemplares, deciden cambiar el lugar de pago de esa mayoría, para poder pagarles sin problemas. Pensaríamos que en principio no está mal, pero nos quedan algunas preguntas. Cuando un estado se endeuda y negocia con sus acreedores, ¿es igual a un acreedor privado? En principio un privado no puede andar cambiando de lugar de pago, porque es una cláusula fundamental de cualquier contrato. ¿El estado sí podría? El estado es soberano, pero eso no significa que pueda violar sus compromisos impunemente.
Ahora, si ese cambio de lugar de pago se propone para poder pagarle a la mayoría, y no para estafarlos, ¿hay algún perjuicio concreto para esa mayoría? Recordemos que en el escenario del juez, no podrían cobrar nada hasta que les paguen a los “buitres”; y que si se les paga a los buitres los de la mayoría podrían pedir que también a ellos se les pague el 100%, con lo que la reducción de deuda se caería. Aislados de la coyuntura, cree el Opa que no estaría tan mal una ley semejante, siempre que el cambio de lugar de pago sea voluntario y no obligatorio: se les permite a los de la mayoría que cobren como venían haciendo, mientras los de la minoría siguen en el tribunal que los benefició, y el gobierno puede buscar una salida razonable sin que estalle su economía.
Eso en la teoría.
Ahora, ¿es posible aislarse de la coyuntura de la Comarca? Una presidenta desesperada por el aplauso de las focas oficiales, con un relato adolescente e irresponsable, con un vicepresidente multiprocesado, que han estrolado juntos la calesita de la economía nacional, todo esto antes del episodio de los “buitres”. Como la economía de la Comarca ya estaba estallando (el Opa contó 8 negocios cerrados en las 5 cuadras que hay hasta su trabajo), a alguien habría que echarle la culpa de todo. Ahora, la tuvieron los “buitres”. Claro que el apriete de los “buitres” agrava la crisis, pero la crisis estaba de antes, lo sabe hasta el Opa.
La pregunta que ronda insistente su atormentada cabeza es si es posible aislar la idea misma de la ley, de la coyuntura en la que se propone. Lo pregunta honestamente, porque no tiene respuestas obvias. Y porque las consecuencias no serán menores en ningún caso. En principio, se interpreta que pone a la Comarca en default porque cambia un aspecto importante del acuerdo. Eso complica cualquier transacción internacional del Estado, más allá de la presidenta Fernández de Neón y su corte de atorrantes.
Puertas adentro significa que frente a la incertidumbre nadie que tenga un peso en el bolsillo lo sacará de allí. Eso explica que haya caído un 31% la construcción y un 26% la venta de autos, dos indicadores de recesión que finalmente ha sido admitida por la fábrica estatal de estadísticas. Eso significa el cierre de empresas y kiosquitos, pérdidas de puestos de trabajo, caída de la recaudación, emisión de rupias para tapar los awjeros, aumento de la inflación, empobrecimiento masivo de los laburantes, enriquecimiento súbito de los empresarios que con Ella la levantaron en pala, aumento del miedo, la desigualdad, la inseguridad, la desigualdad, la miseria, la desigualdad. Hasta hace unos meses la desigualdad ya era peor que en la década de los ´90. Será aún peor.
Luego, el próximo gobierno posiblemente pretenda aplicar recetas de ajuste y hambre, profundizando el escenario. Esto lo vivimos, precisamente, en los ´90.
Le han contado al Opa que la economía es un juego basado en la confianza. Uno confía, y apuesta un mango. Y el del lado vio que uno puso una rupia, y pone también unos tombuctúes. Y así. Entonces, en un contexto de racionalidad, con gobernantes ejemplares, una medida como la propuesta podría ser una salida interesante, porque el shock del patadón en el tablero sería amortiguado por la serena firmeza del susodicho gobierno. En la Comarca, donde hasta los ministros la encanutan en cuevas de las Seychelles, es difícil que esto tenga algún efecto positivo. El problema es que tampoco queda claro si la presidenta tenía otras opciones. Lo triste de los manotazos de ahogado es que generalmente no hay más trucos: la galera está vacía. Y los bolsillos también.
Y el Opa tiene la Comarca llena de preguntas.

lunes, 18 de agosto de 2014

Antiterroristas somos todos

En estos días la Comarca ha sido sacudida por otra andanada de vituperaciones presidenciales, pero esta vez agravada por la amenaza de aplicarle a una empresa privada la llamada Ley Antiterrorista. Como el Opa no entiende mucho de estas cosas le preguntó a un abogado que sabe. Tampoco sabía. Los abogados, en general, no conocen la ley antiterrorista. Así que el Opa tuvo que buscarla en internet.
Así el Opa se enteró que no es una ley. Son dos. La primera, sancionada el 13 de Junio de 2007 (gobernaba Él), y la segunda, sancionada el 22 de Diciembre de 2011 (gobernaba Ella). Las leyes duplican las penas cuando los delitos comunes se cometan para aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo. Utilizando la jerga de las Orgas, para “apretar” a alguien. No es muy claro eso de aterrorizar a la población, porque uno nunca sabe del miedo de quién estamos hablando: ¿del miedo de una señora que lee Clarín y ve a Mirta?, ¿del miedo de un militonto que ve “6,7,8” y se asusta con una foto de Cavallo?, ¿del miedo de un vicepresidente cuando pasa por Tribunales? Como “la población” es un conjunto indeterminado, se pregunta el Opa quién mediría ese terror, quién en la Comarca es el portador del “sustómetro” popular que determina que un piquete genera miedo suficiente. “El juez lo determina”, le dijeron. Ahora sí que el Opa está asustado. Un juez. ¿Y si el juez tiene miedo de que lo escrachen con la amante, o con las acciones del “feed-lot”, o con la moto que le regaló el imputado?
Las organizaciones de derechos humanos pusieron el grito en el cielo porque cualquier manifestación podría caer en la otra conducta: obligar a las autoridades a hacer algo o no hacerlo. En Chile han condenado por terroristas a los Mapuches que protestan por sus tierras, hasta que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Chile. Ejemplos sobran. Entonces agregaron un parrafito que dice que la ley no abarca el ejercicio de derechos humanos, sociales y constitucionales, es decir que en principio los piquetes zafan.
La Madre de todas las Madres, doña Hebe, dijo que no había problema, porque el gobierno de la presidenta Fernández de Neón nunca la utilizaría. Claro que no, le dijeron los abogados, porque los presidentes no aplican las leyes, esa es tarea de los jueces. El Opa se rasca la cabeza: si el gobierno no piensa aplicar una ley, ¿para qué la sancionó? Y luego, ¿qué pasa si un fiscal o un juez decide aplicarla, a pesar de que el gobierno no se lo pida? El Opa preguntó a un militante de Madres, pero éste lo trató de cipayo de la opo a sueldo de Magnetto.
También se castiga a quienes aporten dinero para quienes estén acusados de terrorismo. Ahora el Opa se preocupa. ¿Qué pasa si los empleados de una fábrica juntan unos pesos para el abogado del delegado, acusado de terrorista por incendiar una cubierta? Según la ley, están financiando al terrorismo. Si le llevan puchos a la comisaría o juntan unos mangos para que su mujer pueda alimentar a los pibes, también.
Pero ahora resulta que por cadena naciomal la presidenta Fernández de Neón anuncia que aplicará la ley antiterrorista contra una empresa que cerró sus puertas. Montón de empresas cerraron sus puertas en estos últimos dos años. Las cifras de desempleo son tan creíbles como un titular de Clarín. Pero la presidenta amenazó con usar la ley antiterrorista porque esta empresa cerró sus puertas con el fin de “aterrorizar a los argentinos”. La empresa dice que el año pasado perdió 25 millones de rupias verdes, y que este año perdería 40. Se pregunta el Opa si es obligatorio que una empresa pierda ese dinero, y se pregunta por qué es criminal y terrorista cerrar como tantas empresas, entre ellas las que pertenecen al testaferro oficial, Lázaro, el que se levantó y andó (y vaya si andó). Según le explicaron, si una empresa les paga sus deudas y la indemnización a los trabajadores, puede cerrar. Que hay un procedimiento especial para que el cierre no sea tan traumático. Por alguna razón a esta empresa no le permitieron entrar en ese procedimiento, el Opa no hará especulaciones porque ni él ni los abogados de la Comarca saben bien qué onda.
Es así como, contra lo prometido por Hebe, la presidenta eligió un enemigo y lo usará para culparlo de todos los males. Recuerda el Opa su post sobre el Populismo: siempre hace falta un enemigo a mano, alguien a quién echarle la culpa de nuestros mocazos. Es psicopatía de manual.
Se vive cierta angustia en la Comarca, con locales cerrados, con liquidaciones por cierre, con pibes que te dan vuelta de un cuetazo con la misma impunidad y falta de razones que un policía de gatillo fácil, que también abundan. Hay razones para tener miedo. Pero se pregunta el Opa si lo terrorífico no es el uso de una ley aberrante para cazar brujas, una vieja costumbre del peronismo desde la época del Brujo. Hasta en eso somos setentistas.